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Tres son multitud 23 страница

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Me inclinй mбs cerca de Alice, que pegу los labios a mis oнdos mientras me contaba la historia en susurros.

—Me sorprendiу que reconocieras el nombre —admitiу—, y que cuando anunciй que se habнa ido a Italia comprendieras lo que significaba. Pensй que tendrнa que explicбrtelo. їCuбnto te contу Edward?

—Sуlo me dijo que se trataba de una familia antigua y poderosa, algo similar a la realeza... y que nadie les contrariaba a menos que quisiera... morir —respondн en cuchicheos.

—Has de entender —continuу, ahora hablaba mбs despacio y con mayor mesura— que los Cullen somos ъnicos en mбs sentidos de los que crees. Es... anуmalo que tantos de nosotros seamos capaces de vivir juntos y en paz. Ocurre otro tanto en la familia de Tanya, en el norte, y Carlisle conjetura que la abstinencia nos facilita un comportamiento civilizado y la formaciуn de lazos basados en el amor en vez de en la supervivencia y la conveniencia. Incluso el pequeсo aquelarre de James era inusualmente grande, y ya viste con quй facilidad los abandonу Laurent. Por regla general, viajamos solos o en parejas. La familia de Carlisle es la mayor que existe, hasta donde sabemos, con una ъnica excepciуn: los Vulturis.

»En un principio eran tres: Aro, Cayo y Marco.

—Los he visto en un cuadro del estudio de Carlisle —dije entre dientes.

Alice asintiу.

—Dos hembras se les unieron con el paso del tiempo, y los cinco constituyeron la familia. No estoy segura, pero sospecho que es la edad lo que les confiere esa habilidad para vivir juntos de forma pacнfica. Deben de tener los tres mil aсos bien cumplidos, o quizб sean sus dones los que les otorgan una tolerancia especial. Al igual que Edward y yo, Aro y Marco tienen... talentos —ella continuу antes de que le pudiera hacer pregunta alguna—. O quizб sea su comъn amor al poder lo que los mantiene unidos. Realeza es una descripciуn acertada.

—Pero si sуlo son cinco...

—La familia tiene cinco miembros —me corrigiу—, pero eso no incluye a la guardia.

Respirй hondo.

—Eso suena... temible.

—Lo es —me asegurу—. La ъltima vez que tuve noticias, la guardia constaba de nueve miembros permanentes. Los demбs son... transitorios. La cosa cambia. Y por si esto fuera poco, muchos de ellos tambiйn tienen dones, dones formidables. A su lado, lo que yo hago parece un truco de salуn. Los Vulturis los eligen por sus habilidades, fнsicas o de otro tipo.

Abrн la boca para cerrarla despuйs. Me iba pareciendo que no deseaba saber lo escasas que eran nuestras posibilidades.

Alice volviу a asentir, como si hubiera adivinado exactamente lo que pasaba por mi cabeza.

—Ninguno de los cinco se mete en demasiados lнos y nadie es tan estъpido para jugбrsela con ellos. Los Vulturis permanecen en su ciudad y la abandonan sуlo para atender las llamadas del deber.

—їDeber? —repetн con asombro.

—їNo te contу Edward su cometido?

—No —dije mientras notaba la expresiуn de perplejidad de mi rostro.

Alice mirу una vez mбs por encima de mi hombro en direcciуn al hombre de negocios y volviу a rozarme la oreja con sus labios glaciales.

—No los llaman realeza sin un motivo, son la casta gobernante. Con el transcurso de los milenios, han asumido el papel de hacer cumplir nuestras reglas, lo que, de hecho, se traduce en el castigo de los transgresores. Llevan a cabo esa tarea inexorablemente.

Me llevй tal impresiуn que los ojos se me salieron de las уrbitas.

—їHay reglas? —preguntй en un tono de voz tal vez demasiado alto.

—ЎShhh!

—їNo deberнa habйrmelo mencionado antes alguien? —susurrй con ira—. Quiero decir, yo querнa... Ўquerнa ser una de vosotros! їNo tendrнa que haberme explicado alguien lo de las reglas?

Alice se riу entre dientes al ver mi reacciуn.

—No son complicadas, Bella. El quid de la cuestiуn se reduce a una ъnica restricciуn y, si te detienes a pensarlo, probablemente tъ misma la averiguarбs.

Lo hice.

—No, ni idea.

Alice sacudiу la cabeza, decepcionada.

—Quizбs es demasiado obvio. Debemos mantener en secreto nuestra existencia.

—Ah —repuse entre dientes. Era obvio.

—Tiene sentido, y la mayorнa de nosotros no necesitamos vigilancia —prosiguiу—, pero al cabo de unos pocos siglos, alguno se aburre o, simplemente, enloquece. Los Vulturis toman cartas en el asunto antes de que eso les comprometa a ellos o al resto de nosotros.

—De modo que Edward...

—Planea desacatar abiertamente esa norma en su propia ciudad, el lugar cuyo dominio ostentan en secreto desde hace tres mil aсos, desde los tiempos de los etruscos. Se muestran tan protectores con su ciudad que ni siquiera permiten cazar dentro de sus muros. Volterra debe de ser el lugar mбs seguro del mundo... por lo menos en lo que a ataques de vampiros se refiere.

—Pero dijiste que no salнan, entonces їcуmo se alimentan?

—No salen, les traen el sustento del exterior, a veces desde lugares bastante lejanos. Eso mantiene distraнda a la guardia cuando no estб aniquilando disidentes o protegiendo Volterra de cualquier tipo de publicidad o de...

—... situaciones como йsta, como la de Edward —concluн su frase. Ahora resultaba sorprendentemente fбcil decir su nombre. No estaba segura de dуnde radicaba la diferencia. Tal vez se debнa a que en realidad no habнa planeado vivir mucho tiempo sin verle si llegбbamos tarde y todo lo demбs. Me confortaba saber que tendrнa una salida fбcil.

—Dudo de que se les haya planteado nunca una situaciуn similar a йsta —murmurу Alice, disgustada—. No hay muchos vampiros suicidas.

Se me escapу de los labios un sonido muy contenido, pero ella pareciу percatarse de que era un grito de dolor. Me pasу su brazo delgado pero firme por encima de los hombros.

—Haremos cuanto podamos, Bella. Esto todavнa no ha terminado.

—Todavнa no —dejй que me consolara, aunque sabнa que nuestras posibilidades eran mнnimas—. Ademбs, los Vulturis vendrбn a por nosotras si armamos jaleo.

Alice se quedу rнgida.

—Lo dices como si fuera algo positivo.

Me encogн de hombros.

—Alto ahн, Bella, o de lo contrario damos media vuelta en el aeropuerto de Nueva York y regresamos a Forks.

—їQuй?

—Tъ sabes perfectamente a quй me refiero. Voy a hacer todo lo que estй en mi mano para que regreses con Charlie si llegamos tarde para salvar a Edward, y no quiero que me des ningъn problema. їLo comprendes?

—Claro, Alice.

Se dejу caer hacia atrбs levemente para poder mirarme.

—Nada de problemas.

—Palabra de boy scout —contestй entre dientes.

Puso los ojos en blanco.

—Ahora, dйjame que me concentre. Voy a intentar ver quй trama.

Aunque no retirу el brazo de mis hombros, dejу caer la cabeza sobre el respaldo para luego cerrar los ojos. Apretу un lado del rostro con la mano libre al tiempo que se frotaba las sienes con las yemas de los dedos.

La contemplй fascinada durante mucho tiempo. Al final, acabу quedбndose totalmente inmуvil. Su rostro parecнa un busto de piedra. Transcurrieron los minutos y hubiera pensado que se habнa quedado dormida de no haberla conocido mejor. No me atrevн a interrumpirla para preguntar quй estaba sucediendo.

Deseй tener un tema seguro sobre el que cavilar. No podнa permitirme el lujo de especular con los horrores que tenнamos por delante o, para ser mбs concreta, la posibilidad de fracasar, a menos que quisiera ponerme a dar gritos.

Tampoco podнa anticipar nada. Quizб pudiera salvar a Edward de algъn modo si tenнa mucha, mucha, mucha suerte, pero no era tan tonta como para creer que podrнa estar con йl despuйs de haberle salvado. Yo no era diferente ni mбs especial de lo que lo habнa sido conanterioridad, asн que no habнa ninguna razуn nueva por la que ahora me quisiera, aunque verle para perderle otra vez...

Reprimн la pena. Йse era el precio que debнa pagar para salvarle. Y lo pagarнa.

Echaron una pelнcula y mi vecino se puso los auriculares. Miraba de vez en cuando las figuras que se movнan por la pequeсa pantalla, pero ni siquiera fui capaz de discernir si era una de miedo o una romбntica.

El aviуn comenzу a descender rumbo a la ciudad de Nueva York despuйs de lo que me pareciу una eternidad. Alice permanecнa sumida en su trance. Me puse nerviosa y estirй una mano para tocarla, sуlo para retirarla otra vez. Ese movimiento se repitiу una docena de veces antes de que el aviуn efectuara un aterrizaje movidito.

—Alice —la llamй al fin—. Alice, hemos de irnos.

Le toquй el brazo.

Abriу los ojos con suma lentitud y durante unos instantes sacudiу la cabeza de un lado a otro.

—їAlguna novedad? —preguntй en voz baja, consciente deque el hombre que tenнa al otro lado estaba a la escucha.

—No exactamente —cuchicheу en voz tan baja que apenas la lograba escuchar—. Se encuentra mбs cerca. Ha decidido la forma en que va a plantear su peticiуn.

Tuvimos que apresurarnos para no perder el trasbordo, pero eso nos vino bien, mejor que si nos hubiйramos visto obligadas a esperar. Alice cerrу los ojos y se hundiу en el mismo sopor, igual que antes, en cuanto estuvimos en el aire. Aguardй con toda la paciencia posible. Cuando se hizo de noche, descorrн el estor para mirar la monуtona oscuridad del exterior, que no era mucho mбs agradable que el hueco cubierto de la ventana.

Me sentнa muy agradecida por haber tenido tantos meses de prбctica a la hora de controlar mis pensamientos. En vez de detenerme en las aterradoras posibilidades del futuro a las que —no importaba lo que dijera Alice— no pretendнa sobrevivir, me concentrй en problemas de menor calado, como quй iba a decirle a Charlie a mi vuelta. Era una cuestiуn lo bastante espinosa como para ocupar varias horas. їY a Jacob? Habнa prometido esperarme, pero ahora їseguнa vigente esa promesa? їAcabarнa tirada en casa, sola en Forks, sin nadie a mi alrededor? Quizб no querнa sobrevivir, pasara lo que pasara.

Unos segundos despuйs, Alice me sacudiу el hombro. No me habнa dado cuenta de que me habнa dormido.

—Bella —susurrу con la voz un poco mбs alta de la cuenta para un aviуn a oscuras repleto de humanos dormidos.

No estaba desorientada... No habнa permanecido traspuesta durante mucho tiempo.

—їAlgo va mal?

Los ojos de Alice refulgieron a la tenue luz de la lбmpara de lectura encendida en la parte posterior de nuestra fila.

—No, por ahora todo va bien. Han estado deliberando, pero han decidido responderle que no.

—їLos Vulturis? —musitй, todavнa un poco alelada.

—Por supuesto, Bella. Mantengo el contacto, ahora se lo van a decir.

—Cuйntame.

Un auxiliar de vuelo acudiу de puntillas, por el pasillo, hacia nosotras.

—їDesean una almohada las seсoras?

El tono bajo de su pregunta constituнa una reprimenda por el volumen relativamente alto de nuestra conversaciуn.

—No, gracias.

Alice le embelesу con una sonrisa radiante e increнblemente afectuosa. La expresiуn del hombre fue de aturdimiento mientras daba la vuelta y regresaba a su puesto con paso poco firme.

—Cuйntame—musitй, hablando casi para mн.

—Se han interesado por йl —me susurrу al oнdo—. Creen que su don puede resultarles ъtil. Le van a ofrecer un lugar entre ellos.

—їY quй va a contestar?

—Aъn no lo he visto, pero apostarнa a que el lenguaje va a ser subido de tono —volviу a esbozar otra gran sonrisa—. Йsta es la primera noticia buena, el primer respiro. Estбn intrigados y en verdad no desean acabar con йl... Aro va a emplear el tйrmino «despilfarro»... Quizб eso le obligue a ser creativo. Cuanto mбs tiempo invierta en hacer planes, mejor para nosotras.

Aquello no bastу para hacerme concebir esperanzas ni compartir el evidente respiro de Alice. Seguнa habiendo muchas probabilidades de que llegбramos tarde, y si no conseguнa traspasar los muros de la ciudad de los Vulturis, no podrнa impedir que Alice me arrastrara de vuelta a casa.

—їAlice?

—їQuй?

—Estoy desconcertada. їCуmo es que hoy lo ves con tanta claridad y sin embargo, en otras ocasiones, vislumbras cosas borrosas, hechos que luego no suceden?

Cuando la vi entrecerrar los ojos me preguntй si adivinaba en quй estaba pensando.

—Lo veo claro porque se trata de algo inmediato, cercano, y estoy realmente concentrada. Las cosas lejanas que vienen por su propia cuenta son simples atisbos, tenues posibilidades, ademбs de que veo a mi gente con mбs facilidad que a los humanos. Con Edward es incluso mбs fбcil, ya que estoy en sintonнa con йl.

—En ocasiones, me ves —le recordй.

Meneу la cabeza.

—No con la misma claridad.

Suspirй.

—ЎCuбnto me habrнa gustado que hubieras acertado conmigo! Al principio, cuando tuviste visiones sobre mн incluso antes de conocernos...

—їQuй quieres decir?

—Me viste convertida en una de vosotros —repuse articulando para que me leyera los labios.

Ahora suspirу ella.

—Era posible en aquel tiempo...

—En aquel tiempo —repetн.

—La verdad, Bella... —vacilу, y luego pareciу hacer una elecciуn—. Te serй sincera, creo que todo esto ha ido mбs allб de lo ridнculo. Estoy considerando si deberнa limitarme a transformarte por mi cuenta.

Me quedй helada de la impresiуn y la mirй fijamente. Mi mente opuso una resistencia inmediata a sus palabras. No podнa permitirme el lujo de albergar ese tipo de esperanza si luego cambiaba de parecer.

—їTe he asustado? —inquiriу con sorpresa—. Creн que eso era lo que querнas.

—ЎY lo quiero! —repuse con voz entrecortada—. ЎAlice, Alice, hazlo ahora! Podrнa ayudarte mucho, y no... te retrasarнa. ЎMuйrdeme!

—ЎChitуn! —me avisу. El auxiliar volvнa a mirar en nuestra direcciуn—. Intenta ser razonable —susurrу—. No tenemos tiempo suficiente. Maсana debemos entrar en Volterra y tъ estarнas retorciйndote de dolor durante dнas —hizo una mueca—. Y creo que el resto del pasaje no reaccionarнa bien.

Me mordн el labio.

—Cambiarбs de opiniуn si no lo haces ahora.

—No —torciу el gesto con expresiуn desventurada—. No creo que cambie de opiniуn. Йl se enfurecerб, pero їquй puede hacer al respecto?

Mi corazуn latiу mбs deprisa.

—Nada de nada.

Se riу quedamente y volviу a suspirar.

—Depositas mucha fe en mн, Bella. No estoy segura de poder. Lo mбs probable es que acabara matбndote.

—Me arriesgarй.

—Eres un bicho muy raro, incluso para ser humana.

—Gracias.

—Bueno, de todos modos, esto es pura hipуtesis. Antes debemos sobrevivir al dнa de maсana.

—Tienes razуn.

Al menos, tenнa algo a lo que aferrarme si lo logrбbamos. Si Alice cumplнa su promesa —y no me mataba—, Edward podнa correr todo lo que quisiera en busca de distracciones, ya que entonces le podrнa seguir. No iba a dejarle distraerse. Quizб no quisiera distracciones cuando yo fuera hermosa y fuerte.

—Vuelve a dormirte —me animу ella—. Te despertarй en cuanto haya novedades.

—Vale —refunfuсй, persuadida de que retomar el sueсo era ahora una batalla perdida.

Alice recogiу las piernas sobre el asiento y las abarcу con los brazos para luego apoyar la cabeza encima de las rodillas. Se balanceу adelante y atrбs mientras se concentraba.

Reclinй la cabeza sobre el asiento mientras la observaba y lo siguiente que supe fue que ella corrнa de golpe el estor para evitar la entrada de la tenue luminosidad del cielo oriental.

—їQuй ha pasado? —preguntй entre dientes.

—Le han comunicado la negativa —contestу en voz baja. Notй que habнa desaparecido el entusiasmo de su voz.

Las palabras se me agolparon en la garganta a causa del pбnico.

—їQuй va a hacer?

—Al principio todo era caуtico. Yo atisbaba detalles, pero йl cambiaba de planes con demasiada rapidez.

—їQuй clase de planes? —le urgн.

—Hubo un mal momento... cuando decidiу ir de caza —susurrу. Me mirу, y al leer en mi rostro que no la comprendнa, agregу—: En la ciudad. Le ha faltado poco. Cambiу de idea en el ъltimo momento.

—No ha querido decepcionar a Carlisle —musitй. No, no le querнa defraudar en el ъltimo momento.

—Probablemente —coincidiу ella.

—їVamos a tener tiempo? —se produjo un cambio en la presiуn de la cabina mientras hablaba y el aviуn se inclinу hacia abajo.

—Eso espero... Quizб sн... a condiciуn de que persevere en su ъltima decisiуn.

—їY cuбl es?

—Ha optado por elegir lo sencillo. Va a limitarse a caminar por las calles a la luz del sol.

Caminar por las calles a la luz del sol. Eso era todo.

Bastarнa.

Me consumнa el recuerdo de la imagen de Edward en el prado, con la piel deslumbrante y refulgente como si estuviera hecha de un millуn de facetas diamantinas. Los Vulturis no lo iban a permitir, no si querнan que su ciudad siguiera pasando desapercibida.

Contemplй el tenue resplandor gris que entraba por las ventanas abiertas.

—Vamos a llegar demasiado tarde —susurrй, aterrada, con un nudo en la garganta.

Ella negу con la cabeza.

—Ahora mismo se ha decantado por lo melodramбtico. Desea tener la mбxima audiencia posible, por lo que elegirб la plaza mayor, debajo de la torre del reloj. Allн los muros son altos. Va a tener que esperar a que el sol estй en su cenit.

—Entonces, їtenemos de plazo hasta mediodнa?

—Si hay suerte y no cambia de opiniуn.

El comandante se dirigiу al pasaje por el interfono para anunciar primero en francйs y luego en inglйs el inminente aterrizaje. Se oyу un tintineo y las luces del pasillo parpadearon para indicar que nos abrochбramos los cinturones de seguridad.

—їA quй distancia estб Volterra de Florencia?

—Eso depende de lo deprisa que se conduzca... їBella?

—їSн?

Me estudiу con la mirada.

—їPiensas oponerte mucho a que robemos un buen coche?

 

 

Un Porsche reluciente de color amarillo chirriу al frenar a pocos centнmetros de donde yo paseaba. La palabra TURBO, garabateada en letra cursiva, ocupaba la parte posterior del deportivo. En la atestada acera del aeropuerto todo el mundo —ademбs de mн— se girу para mirarlo.

—ЎRбpido, Bella! —gritу Alice con impaciencia por la ventana abierta del asiento del copiloto.

Corrн hacia la puerta y la abrн de un tirуn sin poder evitar la sensaciуn de que ocultaba el rostro bajo una media negra.

—ЎJesъs! —me quejй—, їno podнas haber robado otro coche menos llamativo, Alice?

El interior era todo de cuero negro y las ventanas tenнan cristales tintados. Dentro me sentнa segura, como si fuera de noche.

Alice ya se habнa puesto a zigzaguear a toda pastilla por el denso trбfico del aeropuerto y se deslizaba por los minъsculos espacios que habнa entre los vehнculos de tal modo que me encogн y busquй a tientas el cinturуn de mi asiento.

—La pregunta importante —me corrigiу— es si podнa haber robado un coche mбs rбpido, y creo que no. Tuve suerte.

—Va a ser un verdadero consuelo en el prуximo control de carretera, seguro.

Gorjeу una carcajada y dijo:

—Confнa en mн, Bella. Si alguien establece un control de carretera, lo harб despuйs de que pasemos nosotras.

Entonces le dio mбs gas al coche, como si eso demostrara que tenнa razуn.

Probablemente deberнa haber contemplado por el cristal de la ventana primero la ciudad de Florencia y luego el paisaje de la Toscana, que pasaban ante mis ojos desdibujados por la velocidad. Йste era mi primer viaje a cualquier sitio, y quizб tambiйn el ъltimo. Pero la conducciуn de Alice me llenу de pбnico a pesar de que sabнa que era una persona fiable al volante. Ademбs, la ansiedad me atormentу en cuanto empecй a divisar las colinas y los pueblos amurallados tan semejantes a castillos desde la distancia.

—їVes alguna cosa mбs?

—Hay algъn evento —murmurу Alice—, un festival o algo por el estilo. Las calles estбn llenas de gente y banderas rojas. їQuй dнa es hoy?

No estaba del todo segura.

—їNo estamos a dнa diecinueve?

—Menuda ironнa, es el dнa de San Marcos.

—їY eso quй significa?

Se riу entre dientes.

—La ciudad celebra un festejo todos los aсos. Segъn afirma la leyenda, un misionero cristiano, el padre Marcos —de hecho, es el Marco de los Vulturis— expulsу a todos los vampiros de Volterra hace mil quinientos aсos. La historia asegura que sufriу martirio en Rumania, hasta donde habнa viajado para seguir combatiendo el flagelo del vampirismo. Por supuesto, todo es una tonterнa... Nunca saliу de la ciudad, pero de ahн es de donde proceden algunas supersticiones tales como las cruces y los dientes de ajo. El padre Marcos las empleу con йxito, y deben funcionar, porque los vampiros no han vuelto a perturbar a Volterra —esbozу una sonrisa sardуnica—. Se ha convertido en la fiesta de la ciudad y un acto de reconocimiento al cuerpo de policнa. Al fin y al cabo, Volterra es una ciudad sorprendentemente segura y la policнa se anota el tanto.

Comprendн a quй se referнa al emplear la palabra «ironнa».

—No les va a hacer mucha gracia que Edward la arme el dнa de San Marcos, їverdad?

Alice sacudiу la cabeza con expresiуn desalentadora.

—No. Actuarбn muy deprisa.

Desviй la vista mientras intentaba evitar que mis dientes perforaran la piel de mi labio inferior. Empezar a sangrar en ese momento no era la mejor idea.

—їSigue planeando actuar a mediodнa? —comprobй.

—Sн. Ha decidido esperar, y ellos le estбn esperando a йl.

—Dime quй he de hacer.

Ella no apartу la vista de las curvas de la carretera. La aguja del velocнmetro estaba a punto de tocar el extremo derecho del indicador de velocidad.

—No tienes que hacer nada. Sуlo debe verte antes de caminar bajo la luz, y tiene que verte a ti antes que a mн.

—їY cуmo conseguiremos que salga bien?

Un pequeсo coche rojo que iba delante pareciу ir marcha atrбs cuando Alice lo adelantу zumbando.

—Voy a acercarte lo mбximo posible, luego vas a tener que correr en la direcciуn que te indique.

Asentн.

—Procura no tropezar —aсadiу—. Hoy no tenemos tiempo para una conmociуn cerebral.

Gemн. Arruinarlo todo, destruir el mundo en un momento de torpeza supina serнa muy propio de mн.

El sol continuaba encaramбndose a lo alto del cielo mientras Alice le echaba una carrera. Brillaba demasiado, y me entrу pбnico de que, despuйs de todo, no sintiera la necesidad de esperar a mediodнa.

—Allн—informу de pronto Alice mientras seсalaba una ciudad encastillada en lo alto del cerro mбs cercano.

Mientras la miraba, sentн la primera punzada de un miedo diferente. Desde el dнa anterior por la maсana —se me antojaba que habнa transcurrido una semana por lo menos—, cuando Alice pronunciу su nombre al pie de las escaleras, sуlo habнa sentido una clase de temor. Pero ahora, mientras contemplaba sus antiguos muros de color siena y las torres que coronaban la cima del empinado cerro, me sentн traspasada por otro tipo de pavor mбs egoнsta y personal.

Habнa supuesto que la ciudad serнa muy bonita, pero me dejу totalmente aterrorizada.

—Volterra —anunciу Alice con voz monocorde y frнa.

 

Volterra

Empezamos a subir la carretera empinada, mбs y mбs congestionada conforme avanzбbamos. Al llegar mбs arriba, los coches estaban demasiado juntos para que Alice los esquivara zigzagueando, ni siquiera asumiendo riesgos. Cada vez нbamos mбs despacio y terminamos progresando a paso de tortuga detrбs de un pequeсo Peugeot de color tabaco.

—Alice —gemн. El reloj del salpicadero parecнa ir cada vez mбs deprisa.

—No hay otro camino de acceso —me dijo con una nota de tensiуn en la voz demasiado fuerte para conseguir que me calmara.

La fila de vehнculos avanzaba poco a poco, cada vez que nos movнamos sуlo adelantбbamos el largo de un automуvil. Un sol deslumbrante incidнa de lleno sobre nosotras, y parecнa hallarse ya encima de nuestras cabezas.

Uno tras otro, los coches se arrastraron hasta la ciudad. Atisbй algunos vehнculos aparcados en la cuneta de la carretera al acercarnos mбs. Los ocupantes se bajaban para recorrer a pie el resto del camino. Al principio, pensй que se debнa sуlo a la impaciencia, algo fбcilmente comprensible, pero cuando doblamos una curva muy pronunciada, vi que el aparcamiento —situado fuera de las murallas— estaba lleno y que un gentнo cruzaba las puertas a pie. Estaba prohibido el acceso con coche.

—Alice —susurrй de forma apremiante.

—Ya lo veo —contestу. Su rostro parecнa cincelado en hielo.

Ahora que estaba atenta y que nos acercбbamos despacio, pude apreciar que hacнa un tiempo bastante ventoso. La gente que se apelotonaba en direcciуn a las puertas aferraba sus sombreros y se apartaba el pelo de la cara. Sus ropas se hinchaban a su alrededor. Tambiйn me di cuenta de que el color rojo se extendнa por doquier, en las blusas, en los gorros, en las banderas que ondeaban como largos lazos al viento, cerca de la puerta; mientras miraba, una rбfaga repentina atrapу el paсuelo de intenso color escarlata que una mujer se habнa anudado al pelo. Se enrollу en el aire sobre su cabeza y se retorciу como si estuviera vivo. Ella intentу sujetarlo, saltando en el aire, pero continuу contorsionбndose cada vez mбs arriba, un manchуn de color sanguinolento contra las antiguas murallas de colores desvaнdos.

—Bella —Alice hablу rбpido, con un tono de voz bajo, feroz—. No logro anticipar cuбl va a ser la reacciуn del guardia de la puerta; vas a tener que irte sola, y corriendo, si esto no funciona. Lo ъnico que debes hacer es preguntar por el Palazzo dei Priori y marchar a toda prisa en la direcciуn que te indiquen. Procura no perderte.

—Palazzo dei Priori, Palazzo dei Priori —repetн el nombre una y otra vez, intentando memorizarlo.

—Si hablan inglйs, pregunta por la torre del reloj. Yo darй una vuelta por ahн e intentarй encontrar un lugar aislado mбs allб de la ciudad por el que saltar la muralla.

Asentн.

—Palazzo dei Priori.

—Edward tiene que estar bajo la torre del reloj, al norte de la plaza. Hay un callejуn estrecho a la derecha y йl estarб allн a cubierto. Debes llamar su atenciуn antes de que se exponga al sol.

Asentн enйrgicamente.

El Porsche estaba casi al comienzo de la fila. Un hombre con uniforme de color azul marino regulaba el flujo del trбfico y se encargaba de desviar los coches lejos del aparcamiento lleno. Estos daban una vuelta en forma de «u» y volvнan en direcciуn contraria para estacionar a un lado de la carretera. Entonces, llegу el turno de Alice.

El hombre uniformado se movнa perezosamente, sin prestar mucha atenciуn. Alice acelerу para eludirlo y se dirigiу hacia la puerta. Nos gritу algo, pero se mantuvo en su puesto, moviendo los brazos frenйticamente para impedir que el siguiente coche siguiera nuestro mal ejemplo.

El hombre de la puerta llevaba un uniforme parecido. Conforme nos aproximбbamos, nos sobrepasaba la riada de turistas que atestaba las aceras, mirando con curiosidad el rutilante y agresivo deportivo.

El guardia dio un paso hasta ponerse en mitad de la calle. Alice hizo girar el coche cuidadosamente antes de detenerse del todo a fin de que el sol incidiera sobre mi ventanilla y ella quedase a la sombra. Se inclinу velozmente detrбs de su asiento y tomу algo del interior de su bolso.

El guardia rodeу el coche con expresiуn irritada y, enfadado, dio unos golpecitos a su ventanilla.

Ella la bajу hasta la mitad y йl reaccionу con torpeza al ver el rostro que habнa detrбs del cristal tintado.

—Lo siento, seсorita, pero hoy sуlo pueden acceder a la ciudad autobuses turнsticos —dijo en inglйs con un fuerte acento y ahora tambiйn en tono de disculpa, como si deseara poder ofrecer mejores noticias a aquella mujer de sorprendente belleza.

—Es un viaje privado —repuso Alice al tiempo que hacнa destellar una seductora sonrisa. Sacу la mano por la ventana, hacia la luz. Me quedй helada, hasta que vi que se habнa puesto un guante de color tostado que le llegaba a la altura del codo. Le tomу la mano, todavнa alzada despuйs de haber golpeado la ventanilla y la metiу dentro del coche. Depositу algo en la palma y le cerrу los dedos alrededor.

El guardia se quedу aturdido cuando retirу la mano y mirу fijamente el grueso rollo de dinero que habнa allн. El billete exterior era de mil dуlares.

—їEsto es una broma? —farfullу.

La sonrisa de Alice era cegadora.

—Sуlo si piensa que es divertido.

Йl la mirу, con los ojos abiertos como platos. Yo mirй nerviosamente al reloj del salpicadero. Si Edward se ceснa a su plan, sуlo nos quedaban cinco minutos.

—Vamos un poquito tarde y con prisa —le insinuу, aъn sonriente.

El guardia pestaсeу dos veces y despuйs se guardу el dinero en la chaqueta. Dio un paso atrбs de la ventanilla y nos despidiу. Nadie entre la multitud que pasaba por allн pareciу darse cuenta del discreto intercambio. Alice condujo hacia la ciudad y ambas respiramos aliviadas.

La calle se habнa vuelto muy estrecha; estaba pavimentada con piedras del mismo desvaнdo color canela que los edificios que la oscurecнan con su sombra. Espaciadas entre sн unos cuantos metros, las banderas rojas decoraban las paredes y flameaban al viento, que silbaba al barrer la angosta calleja.


Дата добавления: 2015-10-30; просмотров: 79 | Нарушение авторских прав


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