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Tres son multitud 26 страница

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—Demetri —respondiу con voz sedosa mientras sus ojos iban de mi rostro a la capa gris de Edward.

—Buena pesca —la felicitу el aludido, y de pronto comprendн la finalidad del llamativo atuendo que lucнa. No sуlo era la pescadora, sino tambiйn el cebo.

—Gracias —exhibiу una sonrisa apabullante—. їNo vienes?

—En un minuto. Guбrdame algunos.

Heidi asintiу y se agachу para atravesar la puerta despuйs de dirigirme una ъltima mirada de curiosidad.

Edward marcу un paso que me obligaba a ir corriendo para no rezagarme, pero a pesar de todo no pudimos cruzar la ornamentada puerta que habнa al final del corredor antes de que comenzaran los gritos.

La huida

Demetri nos condujo hasta la lujosa y alegre бrea de recepciуn. Gianna, la mujer, seguнa en su puesto detrбs del mostrador de caoba pulida. Unos altavoces ocultos llenaban la habitaciуn con las notas nнtidas de una pieza inocente.

—No os vayбis hasta que oscurezca —nos previno Demetri.

Edward asintiу con la cabeza y йl se marchу precipitadamente poco despuйs.

Gianna observу la capa prestada de Edward con gesto astuto y especulativo. El cambio no pareciу sorprenderle nada.

—їOs encontrбis bien las dos? —preguntу Edward entre dientes lo bastante bajo para que no pudiera captarlo la recepcionista. Su voz sonaba ruda, si es que el terciopelo puede serlo, a causa de la ansiedad. Supuse que seguнa tenso por la situaciуn.

—Serб mejor que la sientes antes de que se desplome —aconsejу Alice—. Va a caerse a pedazos.

Fue en ese momento cuando me di cuenta de que temblaba de la cabeza a los pies, temblaba tanto que todo mi cuerpo vibraba hasta que al fin me castaсetearon los dientes, la habitaciуn empezу a dar vueltas a mi alrededor y se me nublу la vista. Durante un momento de delirio, me preguntй si era asн como Jacob se sentнa justo antes de transformarse en hombre lobo.

Escuchй un sonido discordante, como si estuvieran aserrando algo, un contrapunto extraсo a la mъsica de fondo que, por contraste, parecнa risueсa. El temblor me distraнa lo justo para impedirme determinar la procedencia.

—Silencio, Bella, calma —me pidiу Edward conforme me guiaba hacia el sofб mбs alejado de la curiosa humana del mostrador.

—Creo que se estб poniendo histйrica. Quizб deberнas darle una bofetada —sugiriу Alice.

Edward le lanzу una mirada desesperada.

Entonces lo comprendн. Oh. El ruido era yo. El sonido similar al corte de una sierra eran los sollozos que salнan de mi pecho. Eso era lo que me hacнa temblar.

—Todo va bien, estбs a salvo, todo va bien —entonaba йl una y otra vez. Me sentу en su regazo y me arropу con la gruesa capa de lana para protegerme de su piel frнa.

Sabнa que ese tipo de reacciуn era una estupidez por mi parte. їQuiйn sabнa cuбnto tiempo me quedaba para poder mirar su rostro? Nos habнamos salvado y йl podнa dejarme en cuanto estuviйramos en libertad. Era un desperdicio, una locura, tener los ojos tan llenos de lбgrimas que no pudiera verle las facciones con claridad.

Pero era detrбs de mis ojos donde se encontraba la imagen que las lбgrimas no podнan limpiar, donde veнa el rostro aterrorizado de la mujer menuda del rosario.

—Toda esa gente... —hipй.

—Lo sй —susurrу йl.

—Es horrible.

—Sн, lo es. Habrнa deseado que no hubieras tenido que ser testigo de esto.

Apoyй la cabeza sobre su pecho frнo y me sequй los ojos con la gruesa capa. Respirй hondo varias veces mientras intentaba calmarme.

—їNecesitan algo? —preguntу una voz en tono educado. Era Gianna, que se inclinaba sobre el hombro de Edward con una mirada que intentaba mostrar empatнa, una mirada profesional y cercana a la vez. Al parecer, no le preocupaba tener el rostro a centнmetros de un vampiro hostil. O bien se encontraba en una total ignorancia o era muy buena en lo suyo.

—No —contestу Edward con frialdad.

Ella asintiу, me sonriу y despuйs desapareciу.

Esperй a que se hubiera alejado lo bastante como para que no pudiera escucharme.

—їSabe ella lo que sucede aquн? —inquirн con voz baja y ronca. Empezaba a tranquilizarme y mi respiraciуn se fue normalizando.

—Sн, lo sabe todo —contestу Edward.

—їSabe tambiйn que algъn dнa pueden matarla?

—Es consciente de que existe esa posibilidad —aquello me sorprendiу. El rostro de Edward era inescrutable—. Alberga la esperanza de que decidan quedбrsela.

Sentн que la sangre huнa de mi rostro.

—їQuiere convertirse en una de ellos?

Йl asintiу una vez y clavу los ojos en mi cara a la espera de mi reacciуn.

Me estremecн.

—їCуmo puede querer eso? —susurrй mбs para mн misma que buscando realmente una respuesta—. їCуmo puede ver a esa gente desfilar al interior de esa habitaciуn espantosa y querer formar parte de eso?

Edward no contestу, pero su rostro se crispу en respuesta a algo que yo habнa dicho.

De pronto, mientras examinaba su rostro tan hermoso e intentaba comprender el porquй de aquella crispaciуn, me di cuenta de que, aunque fuera fugazmente, estaba de verdad en brazos de Edward y que no nos iban a matar, al menos por el momento.

—Ay, Edward —se me empezaron a saltar las lбgrimas y al poco tambiйn comencй a gimotear.

Era una reacciуn estъpida. Las lбgrimas eran demasiado gruesas para permitirme volver a verle la cara y eso era imperdonable. Con seguridad, sуlo tenнa de plazo hasta el crepъsculo; de nuevo como en un cuento de hadas, con lнmites despuйs de los cuales acababa la magia.

—їQuй es lo que va mal? —me preguntу todavнa lleno de ansiedad mientras me daba amables golpecitos en la espalda.

Enlacй mis brazos alrededor de su cuello. їQuй era lo peor que йl podнa hacer? Sуlo apartarme, asн que me apretujй aъn mбs cerca.

—їNo es de locos sentirse feliz justo en este momento? —le preguntй. La voz se me quebrу dos veces.

Йl no me apartу. Me apretу fuerte contra su pecho, tan duro como el hielo, tan fuerte que me costaba respirar, incluso ahora, con mis pulmones intactos.

—Sй exactamente a quй te refieres —murmurу—, pero nos sobran razones para ser felices. La primera es que seguimos vivos.

—Sн —convine—. Йsa es una excelente razуn.

—Y juntos —musitу. Su aliento era tan dulce que hizo que la cabeza me diera vueltas.

Me limitй a asentir, convencida de que йl no concedнa a esa afirmaciуn la misma importancia que yo.

—Y, con un poco de suerte, todavнa estaremos vivos maсana.

—Eso espero—dije con preocupaciуn.

—Las perspectivas son buenas —me asegurу Alice. Estaba tan quieta que casi habнamos olvidado su presencia—. Verй a Jasper en menos de veinticuatro horas —aсadiу con satisfacciуn.

Alice era afortunada. Ella podнa confiar en su futuro.

Yo no era capaz de apartar la mirada de Edward mucho rato. Le observй fijamente, deseando mбs que nunca ese futuro que nunca ocurrirнa, que aquel momento durara para siempre o si no, que yo dejara de existir cuando acabara.

Edward me devolviу la mirada, con sus suaves ojos oscuros y resultу fбcil pretender que йl sentнa lo mismo. Y asн lo hice. Me lo imaginй para que el momento tuviera un sabor mбs dulce.

Recorriу mis ojeras con la punta de los dedos.

—Pareces muy cansada.

—Y tъ sediento —le repliquй en un susurro mientras estudiaba las marcas moradas debajo de sus pupilas negras.

Йl se encogiу de hombros.

—No es nada.

—їEstбs seguro? Puedo sentarme con Alice —le ofrecн, aunque a regaсadientes; preferirнa que me matara en ese instante antes que moverme un centнmetro de donde estaba.

—No seas ridнcula —suspirу; su aliento dulce me acariciу la cara—. Nunca he controlado mбs esa parte de mi naturaleza que en este momento.

Tenнa miles de preguntas para йl. Una de ellas pugnaba por salir ahora de mis labios, pero me mordн la lengua. No querнa echar a perder el momento, aunque fuera imperfecto, asн, en una habitaciуn que me ponнa enferma, bajo la mirada de una mujer que deseaba convertirse en un monstruo.

En sus brazos, era mбs que fбcil fantasear con la idea de que йl me amaba. No querнa pensar sobre sus motivaciones en ese momento, mбxime si estaba actuando de ese modo para mantenerme tranquila mientras continuara el peligro, o bien porque se sentнa culpable de que yo estuviera allн y no deseaba sentirse responsable de mi muerte. Quizбs el tiempo que habнamos pasado separados habнa bastado para que no le aburriera todavнa, pero nada de esto importaba. Me sentнa mucho mбs feliz fantaseando.

Permanecн quieta en sus brazos, memorizando su rostro otra vez, engaсбndome...

Me miraba como si йl estuviera haciendo lo mismo aunque entretanto discutнa con Alice sobre la mejor forma de volver a casa. Intercambiaban rбpidos cuchicheos, y comprendн que actuaban asн para que Gianna no pudiera entenderlos. Incluso yo, que estaba a su lado, me perdн la mitad de la conversaciуn. Me dio la impresiуn de que el asunto iba a requerir algъn robo mбs. Me preguntй con cierto desapego si el propietario del Porsche amarillo habrнa recuperado ya su coche.

—їY quй era toda esa chбchara sobre cantantes? —preguntу Alice en un momento determinado.

La tua cantante —seсalу Edward. Su voz convirtiу las palabras en mъsica.

—Sн, eso —afirmу Alice y yo me concentrй por un momento. Ya puestos, tambiйn me preguntaba lo mismo.

Sentн cуmo Edward se encogнa de hombros.

—Ellos tienen un nombre para alguien que huele del modo que Bella huele para mн. La llaman «mi cantante», porque su sangre canta para mн.

Alice se echу a reнr.

Estaba lo suficientemente agotada como para dormirme, pero luchй contra el cansancio. No querнa perderme ni un segundo del tiempo que pudiera pasar en su compaснa. De vez en cuando, mientras hablaba con Alice, se inclinaba repentinamente y me besaba. Sus labios —suaves como el vidrio pulido— me rozaban el pelo, la frente, la punta de la nariz. Cada beso era como si aplicara una descarga elйctrica a mi corazуn, aletargado durante tanto tiempo. El sonido de sus latidos parecнa llenar por completo la habitaciуn.

Era el paraнso, aunque estuviйramos en el mismo centro del infierno.

Perdн la nociуn del tiempo por completo, por lo que me entrу el pбnico cuando los brazos de Edward se tensaron en torno a mн y йl y Alice miraron al fondo de la habitaciуn con gesto de preocupaciуn. Me encogн contra el pecho de Edward al ver a Alec traspasar las puertas de doble hoja. Ahora, sus ojos eran de un vivido color rubн; a pesar del «almuerzo», no se le veнa ni una mancha en la ropa.

Eran buenas noticias.

—Ahora, sois libres para marcharos —anunciу con un tono tan cбlido que cualquiera hubiera pensado que йramos amigos de toda la vida—. Lo ъnico que os pedimos es que no permanezcбis en la ciudad.

Edward no hizo amago de protestar; su voz era frнa como el hielo.

—Eso no es problema.

Alec sonriу, asintiу y desapareciу de nuevo.

—Al doblar la esquina, sigan el pasillo a la derecha hasta llegar a los primeros ascensores —nos indicу Gianna mientras Edward me ayudaba a ponerme en pie—. El vestнbulo y las salidas a la calle estбn dos pisos mбs abajo. Adiуs, entonces —aсadiу con amabilidad. Me preguntй si su competencia bastarнa para salvarla.

Alice le lanzу una mirada sombrнa.

Me sentн aliviada al pensar que habнa otra salida al exterior; no estaba segura de poder soportar otro paseo por el subterrбneo.

Salimos por un lujoso vestнbulo decorado con gran gusto. Fui la ъnica que volviу la vista atrбs para contemplar el castillo medieval que albergaba la elaborada tapadera. Sentн un gran alivio al no divisar la torrecilla desde allн.

Los festejos continuaban con todo su esplendor. Las farolas empezaban a encenderse mientras recorrнamos a toda prisa las estrechas callejuelas adoquinadas. En lo alto, el cielo era de un gris mate que se iba desvaneciendo, pero la oscuridad era mayor en las calles dada la cercanнa de los edificios entre sн.

Tambiйn la fiesta se volvнa mбs oscura. La capa larga que arrastraba Edward no llamaba ahora la atenciуn del modo que lo habrнa hecho en una tarde normal en Volterra. Habнa otros que tambiйn llevaban capas de satйn negro, y los colmillos de plбstico que yo habнa visto llevar a los niсos en la plaza parecнan haberse vuelto muy populares entre los adultos.

—Ridнculo —mascullу Edward en una ocasiуn.

No me di cuenta del momento en que Alice desapareciу de mi lado. Mirй alrededor para hacerle una pregunta, pero ya se habнa ido.

—їDуnde estб Alice? —susurrй llena de pбnico.

—Ha ido a recuperar vuestros bolsos de donde los escondiу esta maсana.

Se me habнa olvidado que podrнa usar mi cepillo de dientes. Esto mejorу mi бnimo de forma considerable.

—Estб robando otro coche, їno? —adivinй.

Me dedicу una gran sonrisa.

—No hasta que salgamos de Volterra.

Parecнa que quedaba un camino muy largo hasta la entrada. Edward se dio cuenta de que me hallaba al lнmite de mis fuerzas; me pasу el brazo por la cintura y soportу la mayor parte de mi peso mientras andбbamos.

Me estremecн cuando me guiу a travйs de un arco de piedra oscura. Encima de nosotros habнa un enorme rastrillo antiguo. Parecнa la puerta de una jaula a punto de caer delante de nosotros y dejarnos atrapados.

Me llevу hasta un coche oscuro que esperaba en un charco de sombras a la derecha de la puerta, con el motor en marcha. Para mi sorpresa, se deslizу en el asiento trasero conmigo y no insistiу en conducir йl.

Alice hablу en son de disculpa.

—Lo siento —hizo un gesto vago hacia el salpicadero—. No habнa mucho donde escoger.

—Estб muy bien, Alice —sonriу ampliamente—. No todo van a ser Turbos 911.

Ella suspirу.

—Voy a tener que comprarme uno de йsos legalmente. Era fabuloso.

—Te regalarй uno para Navidades —le prometiу Edward.

Alice se dio la vuelta para dedicarle una sonrisa resplandeciente, lo que me preocupу, ya que habнa empezado a acelerar por la ladera oscura y llena de curvas.

—Amarillo —le dijo ella.

Edward me mantuvo abrazada con fuerza. Me sentнa calentita y cуmoda dentro de la capa gris. Mбs que cуmoda.

—Ahora puedes dormirte, Bella —murmurу—, ya ha terminado todo.

Sabнa que se estaba refiriendo al peligro, a la pesadilla en la vieja ciudad, pero yo tuve que tragar saliva con fuerza antes de poderle contestar.

—No quiero dormir. No estoy cansada.

Sуlo la segunda parte era mentira. No estaba dispuesta a cerrar los ojos. El coche apenas estaba iluminado por los instrumentos de control del salpicadero, pero bastaba para que le viera el rostro.

Presionу los labios contra el hueco que habнa debajo de mi oreja.

—Intйntalo —me animу.

Yo sacudн la cabeza.

Suspirу.

—Sigues igual de cabezota.

Lo era. Luchй para evitar que se cerraran mis pesados pбrpados y ganй.

La carretera oscura fue el peor tramo; luego, las luces brillantes del aeropuerto de Florencia me ayudaron a seguir despierta, y tambiйn el hecho de poder cepillarme los dientes y ponerme ropa limpia; Alice le comprу ropa nueva a Edward y dejу la capa oscura en un montуn de basura en un callejуn. El vuelo a Roma era tan corto que no hubo oportunidad de que me venciera la fatiga. Me hice a la idea de que el de Roma a Atlanta serнa harina de otro costal de todas todas, por eso le preguntй a la azafata de vuelo si podнa traerme una Coca-Cola.

—Bella... —me reconvino Edward, sabedor de mi poca tolerancia a la cafeнna.

Alice viajaba en el asiento de atrбs. Podнa oнrle murmurar algo a Jasper por el mуvil.

—No quiero dormir —le recordй. Le di una excusa que resultaba creнble porque era cierta—. Verй cosas que no quiero ver si cierro ahora los ojos. Tendrй pesadillas.

No discutiу conmigo despuйs de eso.

Podrнa haber sido un magnнfico momento para charlar y obtener las respuestas que necesitaba. Las necesitaba, pero, en realidad, preferнa no escucharlas. Me desesperaba simplemente el pensar lo que podrнa oнr. Tenнamos cierto tiempo por delante y йl no podнa escapar de mн en un aviуn, bueno, al menos, no con facilidad. Nadie podнa escucharnos excepto Alice; era tarde y la mayorнa de los pasajeros estaba apagando las luces y pidiendo almohadas en voz baja. Charlar podrнa haberme ayudado a luchar contra el agotamiento.

Pero, de forma perversa, me mordн la lengua para evitar el flujo de preguntas que me inundaban. Probablemente, me fallaba el razonamiento debido al cansancio extremo, pero esperaba comprar algunas horas mбs de su compaснa y ganar otra noche mбs, al estilo de Sherezade, si posponнa la discusiуn.

Asн que conseguн mantenerme despierta a base de beber Coca-Cola y resistir incluso la necesidad de parpadear. Edward parecнa estar perfectamente feliz teniйndome en sus brazos, con sus dedos recorriйndome el rostro una y otra vez. Yo tambiйn le toquй la cara. No podнa parar, aunque temнa que luego, cuando volviera a estar sola, eso me harнa sufrir mбs. Continuу besбndome el pelo, la frente, las muсecas... pero nunca los labios y eso estuvo bien. Despuйs de todo, їde cuбntas maneras se puede destrozar un corazуn y esperar de йl que continъe latiendo? En los ъltimos dнas habнa sobrevivido a un montуn de cosas que deberнan haber acabado conmigo, pero eso no me hacнa sentirme mбs fuerte. Al contrario, me notaba tremendamente frбgil, como si una sola palabra pudiera hacerme pedazos.

Edward no hablу. Quizбs albergaba la esperanza de que me durmiera. O quizб no tenнa nada que decir.

Salн triunfante en la lucha contra mis pбrpados pesados. Estaba despierta cuando llegamos al aeropuerto de Atlanta e incluso vimos el sol comenzando a alzarse sobre la cubierta nubosa de Seattle antes de que Edward cerrara el estor de la ventanilla. Me sentн orgullosa de mн misma. No me habнa perdido ni un solo minuto.

Alice y Edward no se sorprendieron por la recepciуn que nosesperaba en el aeropuerto Sea-Tac, pero a mн me pillу con la guardia baja. Jasper fue el primero que divisй, aunque йl no pareciу verme a mн en absoluto. Sуlo tenнa ojos para Alice. Se acercу rбpidamente a ella, aunque no se abrazaron como otras parejas que se habнan encontradoallн. Se limitaron a mirarse a los ojos el uno al otro, y a pesar de todo, de algъn modo, el momento fue tan нntimo que me hizo sentir la necesidad de mirar hacia otro lado.

Carlisle y Esme esperaban en una esquina tranquila lejos de la lнnea de los detectores de metales, a la sombra de un gran pilar. Esme se me acercу, abrazбndome con fuerza y cierta dificultad, porque Edward aъn mantenнa sus brazos en torno a mн.

—ЎCuбnto te lo agradezco...! —me susurrу al oнdo.

Despuйs, se arrojу en brazos de Edward yparecнa como si estuviera llorando a pesar de que no era posible.

Nunca m e hagas pasar por esto otra vez —casi le gruсу.

Edward le dedicу una enorme sonrisa, arrepentido.

—Lo siento, mamб.

—Gracias, Bella —me dijo Carlisle—. Estamos en deuda contigo.

—Para nada —murmurй. La noche en vela empezaba a pasarme factura. Sentнa la cabeza desconectada del cuerpo.

—Estб mбs muerta que viva —reprendiу Esme a Edward—. Llйvala a casa.

No sabнa si era a casa adonde querнa irme ahora; llegados a este punto, me tambaleй, medio ciega a travйs del aeropuerto, mientras Edward me sujetaba de un brazo y Esme por el otro.

No estaba segura de si Alice y Jasper nosseguнan o no, y me sentнa demasiado exhausta para mirar.

Creo que, aunque continuara andando, en realidad estaba dormida cuando llegamos al coche. La sorpresa de ver a Emmett yRosalie apoyados contra el gran Sedбn negro, bajo las luces tenues del aparcamiento, me recordу algo. Edward se envarу.

—No lo hagas —susurrу Esme—. Ella lo ha pasado fatal.

—Quй menos —dijo Edward, sin hacer intento alguno de bajar la voz.

—No ha sido culpa suya —intervine yo, con la voz pastosa por el agotamiento.

—Dйjala que se disculpe —suplicу Esme—. Nosotros iremos con Jasper y Alice.

Edward fulminу con la mirada a aquella vampira rubia, absurdamente hermosa, que nos esperaba.

—Por favor, Edward —le dije. No me apetecнa viajar con Rosalie mбs que a йl, pero yo habнa causado suficiente discordia ya en su familia.

Йl suspirу y me empujу hacia el coche.

Emmett y Rosalie se deslizaron en los asientos delanteros sin decir una palabra, mientras Edward me acomodaba otra vez en la parte trasera. Sabнa que no iba a conseguir mantener abiertos los pбrpados mucho mбs tiempo, asн que dejй caer la cabeza contra su pecho, derrotada, y permitн que se cerraran. Sentн que el coche revivнa con un ronroneo.

—Edward —comenzу Rosalie.

—Ya sй —el tono brusco de Edward no era nada generoso.

—їBella? —me preguntу con suavidad.

Mis pбrpados revolotearon abiertos de golpe. Era la primera vez que ella se dirigнa a mн directamente.

—їSн, Rosalie?—le preguntй, vacilante.

—Lo siento muchнsimo, Bella. Me he sentido fatal con todo esto y te agradezco un montуn que hayas tenido el valor de ir y salvar a mi hermano despuйs de todo lo que hice. Por favor, dime que me perdonas.

Las palabras eran torpes, y sonaban forzadas por la vergьenza, pero parecнan sinceras.

—Por supuesto, Rosalie —mascullй, aferrбndome a cualquier oportunidad que la hiciera odiarme un poco menos—. No ha sido culpa tuya en absoluto. Fui yo la que saltу del maldito acantilado. Claro que te perdono.

El discurso me saliу de una sensiblerнa bastante empalagosa.

—No vale hasta que recupere la conciencia, Rose —se burlу Edward.

—Estoy consciente —repliquй; sуlo que sonу como un suspiro incomprensible.

—Dйjala dormir —insistiу Edward, pero ahora su voz se volviу un poco mбs cбlida.

Todo quedу en silencio, a excepciуn del suave ronroneo del motor. Debн de quedarme dormida, porque me pareciу que sуlo habнan pasado unos segundos cuando la puerta se abriу y Edward me sacу del coche. No podнa abrir los ojos. Al principio, pensй que todavнa estбbamos en el aeropuerto.

Y entonces escuchй a Charlie.

—ЎBella! —gritу a lo lejos.

—Charlie —murmurй, intentando sacudirme el sopor.

—Silencio —susurrу Edward—. Todo va bien; estбs en casa y a salvo. Duйrmete ya.

—No me puedo creer que tengas la cara dura de aparecer por aquн —bramу Charlie, dirigiйndose a Edward. Su voz sonaba ahora mбs cercana.

—Dйjalo, papб —gruсн, pero йl no me escuchу.

—їQuй le ha pasado? —inquiriу Charlie.

—Sуlo estб extenuada, Charlie —le tranquilizу Edward con serenidad—. Por favor, dйjala descansar.

—ЎNo me digas lo que tengo que hacer! —gritу Charlie—. ЎDбmela! ЎY quнtale las manos de encima!

Edward intentу trasladarme a los brazos de Charlie, pero yo me aferrй a йl usando mis tenaces dedos. Sentн cуmo mi padre tiraba de mi brazo.

—Dйjalo ya, papб —conseguн decir en voz mбs alta. Me las apaсй para mantener los pбrpados abiertos y mirar a Charlie con los ojos legaсosos—. Enfбdate conmigo.

Estбbamos en la puerta principal de mi casa, que permanecнa abierta. La capa de nubes era demasiado espesa para determinar la hora.

—Puedes apostar a que sн —prometiу Charlie—. Entra.

—Vale. Bбjame —suspirй.

Edward me puso de pie. Sabнa que estaba derecha, pero no sentнa las piernas. Caminй con dificultad, hasta que la acera girу de pronto hacia mi rostro. Los brazos de Edward me atraparon antes de que me diera un buen trompazo contra el asfalto.

—Dйjame sуlo que la lleve a su cuarto —pidiу Edward—. Despuйs me marcharй.

—No —gritй, llena de pбnico. Todavнa no habнa conseguido mis respuestas. Debнa quedarse al menos hasta ese momento, їno?

—No estarй lejos —me prometiу Edward, susurrбndome tan bajo al oнdo que no habнa ni una posibilidad de que Charlie pudiera haberlo oнdo.

No escuchй la respuesta de Charlie, pero Edward entrу en la casa. Mis ojos sуlo aguantaron abiertos hasta las escaleras. La ъltima cosa que sentн fueron las manos frнas de Edward mientras me soltaba los dedos, aferrados a su camisa.

La verdad

Me dio la sensaciуn de haber dormido mucho tiempo. A pesar de eso, tenнa el cuerpo agarrotado, como si no hubiera cambiado de postura ni una sola vez en todo ese tiempo. Me costaba pensar y estaba aturdida; dentro de mi cabeza revoloteaban aъn perezosamente extraсos sueсos de colores —sueсos y pesadillas—. Eran tan vividos... Unos horribles y otros divinos, todos entremezclados en un revoltijo estrafalario. Sentнa a la vez una gran impaciencia y miedo, dos componentes fundamentales de ese tipo de sueсo frustrante en el que no puedes mover los pies con suficiente rapidez... Y todo estaba lleno de monstruos y fieras de ojos rojos cuyos modales refinados les hacнan aъn mбs horrendos. El sueсo permanecнa nнtido en mi mente, tanto, que incluso podнa recordar sus nombres, pero lo mбs fuerte, lo que percibнa con mayor precisiуn no era el horror. Era el бngel lo que veнa con claridad.

Me resultу duro dejarle ir y despertarme. Este sueсo no tendrнa que arrojarlo a ese sуtano lleno de pesadillas que me negaba a revivir. Luchй con eso mientras mi mente recuperaba el estado de alerta y se concentraba en la realidad. No recordaba en quй dнa de la semana nos encontrбbamos, pero estaba segura de que me esperaban Jacob, el colegio, el trabajo o algo. Inspirй profundamente, preguntбndome cуmo podrнa enfrentarme a otro dнa mбs.

Algo frнo tocу mi frente con el mбs suave de los roces.

Cerrй los ojos con mбs fuerza todavнa. Al parecer, pese a que lo sentнa como algo anormalmente real, seguнa soсando. Estaba tan cerca de despertarme... sуlo un segundo mбs y todo habrнa desaparecido.

Pero en ese momento me di cuenta de que lo que palpaba parecнa real, demasiado real para que fuera bueno para mн. Los imaginarios brazos pйtreos que me envolvнan resultaban demasiado consistentes. Me iba a arrepentir luego si dejaba que esto llegara aъn mбs lejos. Suspirй resignada y abrн los pбrpados bruscamente para disipar la ilusiуn.

—ЎOh! —jadeй y me frotй los ojos con las manos.

Bien, sin duda habнa ido demasiado lejos; habнa sido un error permitir que mi imaginaciуn se me fuera tanto de las manos. Vale, quizб «permitir» no era la palabra correcta. En realidad, era yo quien la habнa forzado demasiado, con tanto ir en pos de mis alucinaciones y ahora, en consecuencia, mi mente se habнa colapsado.

Me llevу menos de un segundo caer en la cuenta de que ya que ahora estaba loca de forma irremediable, al menos, podнa aprovechar y disfrutar de las falsas ilusiones mientras йstas fueran agradables.

Abrн los ojos otra vez y Edward aъn estaba allн, con su rostro perfecto a sуlo unos cuantos centнmetros del mнo.

—їTe he asustado? —preguntу con ansiedad en voz baja.

Era una maravilla cуmo funcionaban estas falsas ilusiones. El rostro, la voz, el olor, todo era mucho mejor que cuando estuve a punto de ahogarme. El hermoso producto de mi imaginaciуn observaba mis cambiantes expresiones con alarma. Sus pupilas eran negras como el carbуn y debajo tenнa sombras pъrpuras. Esto me sorprendiу; por lo general, los Edwards de mis alucinaciones estaban mejor alimentados.

Parpadeй dos veces mientras hacнa memoria con desesperaciуn para determinar quй era lo ъltimo que podнa recordar de cuya realidad estuviera segura. Alice formaba parte de mi sueсo y me preguntй si, despuйs de todo, habнa vuelto a Forks de verdad, o si eso sуlo habнa sido el preбmbulo de la fantasнa. Luego, caн en la cuenta de que ella habнa regresado el dнa que estuve a punto de ahogarme...

—ЎOh, mierda! —graznй con voz pastosa a causa del sueсo.

—їQuй pasa, Bella?

Le fruncн el ceсo, con tristeza. Su rostro mostraba todavнa mбs ansiedad que antes.

—Estoy muerta, їno es cierto? —gemн—. Me ahoguй de verdad. ЎMierda, mierda, mierda! El disgusto va a matar a Charlie.

Edward tambiйn puso mala cara.

—No estбs muerta.

—Entonces, їpor quй no me despierto? —le retй, alzando las cejas.

Estбs despierta, Bella.

Sacudн la cabeza.

—Seguro, seguro. Eso es lo que tъ quieres que yo piense, y entonces, cuando despierte, todo serб peor; si me despierto, cosa que no va a ocurrir, porque estoy muerta. Esto es horrible. Pobre Charlie. Y Renйe y Jake... —se me apagу la voz, horrorizada por lo que habнa hecho.

—Ya veo que me has confundido con una pesadilla —su sonrisa fugaz fue triste—. Lo que no me puedo imaginar es quй es lo que debes de haber hecho para terminar en el infierno. їTe has dedicado a cometer asesinatos en mi ausencia?

Le hice una mueca.

—Pues claro que no. Tъ no podrнas estar conmigo si yo estuviera en el infierno.

Йl suspirу.

Se me empezaba a despejar la cabeza. Alejй la vista de su rostro a regaсadientes y contemplй la ventana abierta a la oscuridad, y despuйs otra vez a йl. Conforme iba recordando detalles, un hormigueo empezу a subirme por la piel hasta llegar a los pуmulos, donde notй un ligero y desconocido rubor, mientras lentamente me iba dando cuenta de que Edward estaba realmente conmigo, que se hallaba allн de verdad y que yo estaba perdiendo el tiempo haciendo el idiota.


Дата добавления: 2015-10-30; просмотров: 95 | Нарушение авторских прав


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