Читайте также:
|
|
НNDICE
Prefacio. 5
La fiesta. 6
Los puntos. 22
El final 36
El despertar. 56
El engaсo. 72
Amigos. 82
Repeticiуn. 95
Adrenalina. 108
Tres son multitud.. 120
El prado. 134
La secta. 150
El intruso. 165
El asesino. 178
La familia. 192
Bajo presiуn. 203
Paris. 215
La visita. 226
El funeral 239
La carrera. 252
Volterra. 264
El veredicto. 275
La huida. 289
La verdad.. 298
La votaciуn. 312
Epнlogo: El tratado. 328
Agradecimientos. 337
Reseсa Bibliogrбfica. 339
Prefacio
Me sentнa atrapada en una de esas pesadillas aterradoras en las que tienes que correr, correr hasta que te arden los pulmones, sin lograr desplazarte nunca a la velocidad necesaria. Las piernas parecнan moverse cada vez mбs despacio mientras me esforzaba por avanzar entre la multitud indiferente, pero aun asн, las manecillas del gran reloj de la torre seguнan avanzando, no se detenнan; inexorables e insensibles se aproximaban hacia el final, hacia el final de todo.
Pero esto no era un sueсo y, a diferencia de las pesadillas, no corrнa para salvar mi vida; corrнa para salvar algo infinitamente mбs valioso. En ese momento, incluso mi propia vida parecнa tener poco significado para mн.
Alice habнa predicho que existнan muchas posibilidades de que las dos muriйramos allн. Tal vez el resultado habrнa sido bien diferente si aquel sol deslumbrante no la hubiera retenido, de modo que sуlo yo era libre de cruzar aquella plaza iluminada y atestada de gente.
Y no podнa correr lo bastante rбpido...
... por lo que no me importaba demasiado que estuviйramos rodeados por nuestros enemigos, extraordinariamente poderosos. Supe que era demasiado tarde cuando el reloj comenzу a dar la hora y sus campanadas hicieron vibrar el enlosado que pisaban mis pies —demasiado lentos—. Entonces me alegrй de que mбs de un vampiro бvido de sangre me estuviera esperando por los alrededores. Si esto salнa mal, a mн ya no me quedarнan deseos de seguir viviendo.
El reloj siguiу dando la hora mientras el sol caнa a plomo en la plaza desde el centro exacto del cielo.
La fiesta
Estaba segura de que era un sueсo en un noventa y nueve por ciento.
Las razones de esa certeza casi absoluta eran, en primer lugar, que permanecнa en pie recibiendo de pleno un brillante rayo de sol, la clase de sol intenso y cegador que nunca brillaba en mi actual hogar de Forks, Washington, donde siempre lloviznaba; y en segundo lugar, porque estaba viendo a mi abuelita Marie, que habнa muerto hacнa seis aсos. Esto, sin duda, ofrecнa una seria evidencia a favor de la teorнa del sueсo.
La abuela no habнa cambiado mucho. Su rostro era tal y como lo recordaba; la piel suave tenнa un aspecto marchito y se plegaba en un millar de finas arrugas debajo de las cuales se traslucнa con delicadeza el hueso, como un melocotуn seco, pero aureolado con una mata de espeso pelo blanco de aspecto similar al de una nube.
Nuestros labios —los suyos fruncidos en una mirнada de arrugas— se curvaron a la vez con una media sonrisa de sorpresa. Al parecer, tampoco ella esperaba verme.
Estaba a punto de preguntarle algo, era tanto lo que querнa saber... їQuй hacнa en mi sueсo? їDуnde habнa permanecido los ъltimos seis aсos? їEstaba bien el abuelo? їSe habнan encontrado dondequiera que estuvieran? Pero ella abriу la boca al mismo tiempo que yo y me detuve para dejarla hablar primero. Ella hizo lo mismo y ambas sonreнmos, ligeramente incуmodas.
—їBella?
No era ella la que habнa pronunciado mi nombre, por lo que ambas nos volvimos para ver quiйn se unнa a nuestra pequeсa reuniуn. En realidad, yo no necesitaba mirar para saberlo. Era una voz que habrнa reconocido en cualquier lugar, y a la que tambiйn hubiera respondido, ya estuviera dormida o despierta... o incluso muerta, estoy casi segura. La voz por la que habrнa caminado sobre el fuego o, con menos dramatismo, por la que chapotearнa todos los dнas de mi vida entre el frнo y la lluvia incesante.
Edward.
Aunque me morнa de ganas por verle —consciente o no— y estaba casi segura de que se trataba de un sueсo, me entrу el pбnico a medida que Edward se acercaba a nosotras caminando bajo la deslumbrante luz del sol.
Me asustй porque la abuela ignoraba que yo estaba enamorada de un vampiro —nadie lo sabнa— y no se me ocurrнa la forma de explicarle el hecho de que los brillantes rayos del sol se quebraran sobre su piel en miles de fragmentos de arco iris, como si estuviera hecho de cristal o de diamante.
Bien, abuelita, quizбs te hayas dado cuenta de que mi novio resplandece. Es algo que le pasa cuando se expone al sol, pero no te preocupes...
Pero їquй hacнa йl aquн? La ъnica razуn de que viviera en Forks, el lugar mбs lluvioso del mundo, era poder salir a la luz del dнa sin que quedara expuesto el secreto de su familia. Sin embargo, ahн estaba; se acercaba, como si yo estuviera sola, con ese andar suyo tan grбcil y despreocupado y esa hermosнsima sonrisa en su angelical rostro.
En ese momento deseй no ser la excepciуn de su misterioso don. En general, agradecнa ser la ъnica persona cuyos pensamientos no podнa oнr con la misma claridad que si los expresara en voz alta, pero ahora hubiera deseado que oyera el aviso que le gritaba en mi fuero interno.
Lancй una mirada aterrada a la abuela y me percatй de que era demasiado tarde. En ese instante, ella se volviу para mirarme y sus ojos expresaron la misma alarma que los mнos.
Edward continuу sonriendo de esa forma tan arrebatadora que hacнa que mi corazуn se desbocase y pareciera a punto de estallar dentro de mi pecho. Me pasу el brazo por los hombros y se volviу para mirar a mi abuela.
Su expresiуn me sorprendiу. Me miraba avergonzada, como si esperara una reprimenda, en vez de horrorizarse. Mantuvo aquel extraсo gesto y separу torpemente un brazo del cuerpo; luego, lo alargу y curvу en el aire como si abrazara a alguien a quien no podнa ver, alguien invisible...
Sуlo me percatй del marco que rodeaba su figura al contemplar la imagen desde una perspectiva mбs amplia. Sin comprender aъn, alcй la mano que no rodeaba la cintura de Edward y la acerquй para tocar a mi abuela. Ella repitiу el movimiento de forma exacta, como en un espejo. Pero donde nuestros dedos hubieran debido encontrarse, sуlo habнa frнo cristal...
El sueсo se convirtiу en una pesadilla de forma brusca y vertiginosa.
Йsa no era la abuela.
Era mi imagen reflejada en un espejo. Era yo, anciana, arrugada y marchita.
Edward permanecнa a mi lado sin reflejarse en el espejo, insoportablemente hermoso a sus diecisiete aсos eternos.
Apretу sus labios frнos y perfectos contra mi mejilla decrйpita.
—Feliz cumpleaсos —susurrу.
Me despertй sobresaltada, jadeante y con los ojos a punto de salirse de las уrbitas. Una mortecina luz gris, la luz propia de una maсana nublada, sustituyу al sol cegador de mi pesadilla.
Sуlo ha sido un sueсo, me dije. Sуlo ha sido un sueсo. Tomй aire y saltй de la cama cuando se me pasу el susto. El pequeсo calendario de la esquina del reloj me mostrу que todavнa estбbamos a trece de septiembre.
Era sуlo un sueсo pero, sin duda, profйtico, al menos en un sentido. Era el dнa de mi cumpleaсos. Acababa de cumplir oficialmente dieciocho aсos.
Habнa estado temiendo este dнa durante meses.
Durante el perfecto verano —el verano mбs feliz que he tenido jamбs, el mбs feliz que nadie nunca haya podido tener y el mбs lluvioso de la historia de la penнnsula Olympic— esta fecha funesta habнa estado acechбndome, preparada para saltar.
Y ahora que por fin habнa llegado, resultaba aъn peor de lo que temнa. Casi podнa sentirlo: era mayor. Cada dнa envejecнa un poco mбs, pero hoy era diferente y notablemente peor. Tenнa dieciocho aсos.
Los que Edward nunca llegarнa a cumplir.
Cuando fui a lavarme los dientes, casi me sorprendiу que el rostro del espejo no hubiera cambiado. Examinй a conciencia la piel marfileсa de mi rostro en busca de algъn indicio inminente de arrugas. Sin embargo, no habнa otras que las de mi frente, y comprendн que desaparecerнan si me relajaba, pero no podнa. La desazуn se habнa aposentado en mi ceсo hasta formar una lнnea de preocupaciуn encima de los ansiosos ojos marrones.
Sуlo ha sido un sueсo, me recordй una vez mбs. Sуlo un sueсo, y tambiйn mi peor pesadilla.
Con las prisas por salir de casa lo antes posible, me saltй el desayuno. No me encontraba con бnimo de enfrentarme a mi padre y tener que pasar unos minutos fingiendo estar contenta. Intentaba sentirme sinceramente entusiasmada con los regalos que le habнa pedido que no me hiciera, pero notaba que estaba a punto de llorar cada vez que debнa sonreнr.
Hice un esfuerzo para sosegarme mientras conducнa camino del instituto. Resultaba difнcil olvidar la visiуn de la abuelita —no podнa pensar en ella como si fuera yo— y sуlo pude sentir desesperaciуn cuando entrй en el conocido aparcamiento que se extendнa detrбs del instituto de Forks y descubrн a Edward inmуvil, recostado contra su pulido Volvo plateado como un tributo de marfil consagrado a algъn olvidado dios pagano de la belleza. El sueсo no le hacнa justicia. Y estaba allн esperбndome sуlo a mн, igual que cualquier otro dнa.
La desesperaciуn se disipу momentбneamente y la sustituyу el embeleso. Despuйs del casi medio aсo que llevбbamos juntos, todavнa no podнa creerme que mereciera tener tanta suerte.
Su hermana Alice estaba a su lado, esperбndome tambiйn.
Edward y Alice no estaban emparentados de verdad, por supuesto —la historia que corrнa por Forks era que los retoсos de los Cullen habнan sido adoptados por el doctor Carlisle Cullen y su esposa Esme, ya que ambos tenнan un aspecto excesivamente joven como para tener hijos adolescentes—, aunque su piel tenнa el mismo tono de palidez, sus ojos el mismo extraсo matiz dorado y las mismas ojeras marcadas y amoratadas. El rostro de Alice, al igual que el de Edward, era de una hermosura asombrosa, y estas similitudes los delataban a los ojos de alguien que, como yo, sabнa quй eran.
Puse cara de pocos amigos al ver a Alice esperбndome allн, con sus ojos de color tostado brillando de excitaciуn y una pequeсa caja cuadrada envuelta en papel plateado en las manos. Le habнa dicho que no querнa nada, nada, ni regalos ni ningъn otro tipo de atenciуn por mi cumpleaсos. Evidentemente, habнa ignorado mis deseos.
Cerrй de un golpe la puerta de mi Chevrolet del 53 y una lluvia de motas de уxido revoloteу hasta la cubierta de color negro. Despuйs me dirigн lentamente hacia donde me aguardaban. Alice saltу hacia delante para encontrarse conmigo; su cara de duende resplandecнa bajo el puntiagudo pelo negro.
—ЎFeliz cumpleaсos, Bella!
—ЎShhh! —bisbiseй mientras miraba alrededor del aparcamiento para cerciorarme de que nadie la habнa oнdo. Lo ъltimo que me apetecнa era cualquier clase de celebraciуn del luctuoso evento.
Ella me ignorу.
—їCuбndo quieres abrir tu regalo? їAhora o luego? —me preguntу entusiasmada mientras caminбbamos hacia donde nos esperaba Edward.
—No quiero regalos —protestй con un hilo de voz.
Al fin, pareciу darse cuenta de cuбl era mi estado de бnimo.
—Vale..., tal vez luego. їTe ha gustado el бlbum de fotografнas que te ha enviado tu madre? їY la cбmara de Charlie?
Suspirй. Por descontado, ella debнa de saber cuбles iban a ser mis regalos de cumpleaсos. Edward no era el ъnico miembro de la familia dotado de extraсas cualidades. Seguramente Alice habrнa «visto» lo que mis padres planeaban regalarme en cuanto lo hubieran decidido.
—Sн, son maravillosos.
—A mн me parece una idea estupenda. Sуlo te haces mayor de edad una vez en la vida, asн que lo mejor es documentar bien la experiencia.
—їCuбntas veces te has hecho tъ mayor de edad?
—Eso es distinto.
Entonces llegamos a donde estaba Edward, que me tendiу la mano. La tomй con ganas, olvidando por un momento mi pesadumbre. Su piel era suave, dura y helada, como siempre. Le dio a mis dedos un apretуn cariсoso. Me sumergн en sus lнquidos ojos de topacio y mi corazуn sufriу otro apretуn aunque bastante menos dulce.
Йl sonriу al escuchar el tartamudeo de los latidos de mi corazуn. Levantу la mano libre y recorriу el contorno de mis labios con el gйlido extremo de uno de sus dedos mientras hablaba.
—Asн que, tal y como me impusiste en su momento, no me permites que te felicite por tu cumpleaсos, їcorrecto?
—Sн, correcto —nunca conseguirнa imitar, ni siquiera de lejos, su perfecta y formal facilidad de expresiуn. Eso era algo que solamente podнa adquirirse en un siglo pretйrito.
—Sуlo me estaba asegurando —se pasу la mano por su despeinado cabello de color bronce—. Podrнas haber cambiado de idea. La mayorнa de la gente disfruta con cosas como los cumpleaсos y los regalos.
Alice rompiу a reнr y su risa se alzу como un sonido plateado, similar al repique del viento.
—Pues claro que lo disfruta. Se supone que hoy todo el mundo se va a portar bien contigo y te dejarб hacer lo que quieras, Bella. їQuй podrнa ocurrir de malo? —lanzу la frase como una pregunta retуrica.
—Pues hacerme mayor —contestй de todos modos, y mi voz no fue tan firme como me hubiera gustado.
A mi lado, la sonrisa de Edward se tensу hasta convertirse en una lнnea dura.
—Tener dieciocho aсos no es ser muy mayor —dijo Alice—. Tenнa entendido que, por lo general, las mujeres no se sentнan mal por cumplir aсos hasta llegar a los veintinueve.
—Es ser mayor que Edward —mascullй.
Йl suspirу.
—Tйcnicamente —dijo ella sin perder su tono desenfadado—, ya que sуlo lo adelantas en un aсo de nada.
Se suponнa que... si estaba segura del futuro que deseaba, segura de pasarlo para siempre con Edward, Alice y el resto de los Cullen (mejor si no era como una menuda anciana arrugada)... uno o dos aсos arriba o abajo no me importarнan demasiado. Pero Edward se habнa cerrado en banda respecto a cualquier clase de futuro que incluyera mi transformaciуn. Cualquier futuro que me hiciera como йl, inmortal igual que йl.
Un impasse, lo llamarнa Edward.
Para ser sinceros, la verdad es que no entendнa su punto de vista. їQuй tenнa de bueno la mortalidad? Convertirse en vampiro no parecнa una cosa tan horrible, al menos no a la manera de los Cullen.
—їA quй hora vendrбs a casa? —continuу Alice, cambiando de tema. A juzgar por su expresiуn, ya se habнa dado cuenta de quй era lo que yo estaba intentando evitar.
—No sabнa que tuviera que ir allн.
—ЎOh, por favor, Bella, no te pongas difнcil! —se quejу ella—. No nos irбs a arruinar toda la diversiуn poniendo esa cara, їverdad?
—Creнa que mi cumpleaсos era para tener lo que yo deseara.
—La llevarй desde casa de Charlie justo despuйs de que terminemos las clases —le dijo Edward, ignorбndome sin esfuerzo.
—Tengo que trabajar —protestй.
—En realidad, no —repuso Alice con aire de suficiencia—, ya he hablado con la seсora Newton sobre eso. Te cambiarб el turno en la tienda. Me dijo que te deseara un feliz cumpleaсos.
—Pero... pero es que no puedo dejarlo —tartamudeй mientras buscaba desesperadamente una excusa—. Lo cierto es que, bueno, todavнa no he visto Romeo y Julieta para la clase de Literatura.
Alice resoplу con impaciencia.
—Te sabes Romeo y Julieta de memoria.
—Pero el seсor Berty dice que necesitamos verlo representado para ser capaces de apreciarlo en su integridad, ya que йsa era la forma en que Shakespeare quiso que se hiciera.
Edward puso los ojos en blanco.
—Pero si ya has visto la pelнcula —me acusу Alice.
—No en la versiуn de los sesenta. El seсor Berty asegurу que era la mejor.
Finalmente, Alice perdiу su sonrisa satisfecha y me mirу fijamente.
—Mira, puedes ponйrtelo difнcil o fбcil, tъ verбs, pero de un modo u otro...
Edward interrumpiу su amenaza.
—Tranquilнzate, Alice. Si Bella quiere ver una pelнcula, que la vea. Es su cumpleaсos.
—Asн es —aсadн.
—La llevarй sobre las siete —continuу йl—. Os darб mбs tiempo para organizado todo.
La risa de Alice resonу de nuevo.
—Eso suena bien. ЎTe verй esta noche, Bella! Verбs como te lo pasas bien —esbozу una gran sonrisa, una sonrisa amplia que expuso sus perfectos y deslumbrantes dientes; luego me pellizcу una mejilla y saliу disparada hacia su clase antes de que pudiera contestarle.
—Edward, por favor... —comencй a suplicar, pero йl puso uno de sus dedos frнos sobre mis labios.
—Ya lo discutiremos luego. Vamos a llegar tarde a clase.
Nadie se molestу en mirarnos mientras nos acomodбbamos al final del aula en nuestros asientos de costumbre. Ahora estбbamos juntos en casi todas las clases —era sorprendente los favores que Edward conseguнa de las mujeres de la administraciуn—. Edward y yo llevбbamos saliendo juntos demasiado tiempo como para ser objeto de habladurнas. Ni siquiera Mike Newton se molestу en dirigirme la mirada apesadumbrada con la que solнa hacerme sentir culpable; en vez de eso, ahora me sonreнa y yo estaba contenta de que, al parecer, hubiera aceptado que sуlo podнamos ser amigos. Mike habнa cambiado ese verano; los pуmulos resaltaban mбs ahora que su rostro se habнa estirado, y era distinta la forma en que peinaba su cabello rubio: en lugar de llevarlo pinchudo, se lo habнa dejado mбs largo y modelado con gel en una especie de desaliсo casual. Era fбcil ver dуnde se habнa inspirado, aunque el aspecto de Edward era algo inalcanzable por simple imitaciуn.
Conforme avanzaba el dнa, considerй todas las formas de eludir lo que se estuviera preparando en la casa de los Cullen aquella noche. El hecho en sн ya era lo bastante malo como para celebrarlo; mбxime cuando, en realidad, no estaba de humor para fiestas, y peor aъn, cuando lo mбs probable es que йstas incluyeran convertirme en el centro de atenciуn y hacerme regalos.
Nunca es bueno que te presten atenciуn —seguramente, cualquier patoso tan proclive como yo a los accidentes pensarб lo mismo—. Nadie desea convertirse en foco de nada si tiene tendencia a que se le caiga todo encima.
Ademбs, habнa pedido con toda claridad (en realidad, habнa ordenado expresamente) que nadie me regalara nada ese aсo. Y parecнa que Charlie y Renйe no habнan sido los ъnicos que habнan decidido pasarlo por alto.
Nunca tuve mucho dinero, pero eso no me habнa preocupado jamбs. Renйe me habнa criado con el sueldo de una maestra de guarderнa, y tampoco Charlie se estaba forrando con el suyo, precisamente, siendo jefe de policнa de una localidad pequeсa como Forks. Mi ъnico ingreso personal procedнa de los tres dнas a la semana que trabajaba en la tienda local de productos deportivos. Era afortunada al tener un trabajo en un lugar tan minъsculo como aquйl. Destinaba cada centavo que ganaba a mi microscуpico fondo para la universidad. En realidad, la universidad era el plan B, porque aъn no habнa perdido las esperanzas depositadas en el plan A, aunque Edward se habнa puesto tan inflexible con lo de que yo continuara siendo humana que...
Edward tenнa un montуn de dinero, ni siquiera querнa pensar en la cantidad total. El dinero casi carecнa de significado para йl y el resto de los Cullen. Segъn ellos, solamente era algo que se acumula cuando tienes tiempo ilimitado y una hermana con la asombrosa habilidad de predecir pautas en el mercado de valores. Edward no parecнa entender por quй le ponнa objeciones a que gastara su dinero conmigo, es decir, por quй me incomodaba que me llevara a un restaurante caro de Seattle y no podнa regalarme un coche que alcanzara velocidades superiores a los ochenta kilуmetros por hora, o incluso por quй no podнa pagarme la matrнcula de la universidad. Tenнa un entusiasmo realmente ridнculo por el plan B. Edward creнa que yo estaba poniendo trabas sin necesidad.
Pero їcуmo le iba a dejar que me diera nada cuando yo no tenнa con quй corresponderle? Йl, por alguna razуn incomprensible, querнa estar conmigo. Cualquier cosa que me diera, ademбs de su compaснa, aumentaba aъn mбs el desequilibrio entre nosotros.
Conforme fue avanzando el dнa, ni Edward ni Alice volvieron a sacar el tema de mi cumpleaсos, y comencй a relajarme un poco.
Nos sentamos en nuestro lugar de siempre a la hora del almuerzo.
Existнa alguna extraсa clase de tregua en esa mesa. Nosotros tres —Edward, Alice y yo— nos sentбbamos en el extremo sur de la misma. Ahora que los hermanos Cullen mбs mayores y amedrentadores —por lo menos en el caso de Emmett— se habнan graduado, Alice y Edward ya no intimidaban demasiado y no nos sentбbamos solos. Mis otros amigos, Mike y Jessica —que estaban en la incуmoda fase de amistad posterior a la ruptura—, Angela y Ben —cuya relaciуn habнa sobrevivido al verano—, Eric, Conner, Tyler y Lauren —aunque esta ъltima no entraba realmente en la categorнa de amiga— se sentaban todos en la misma mesa, pero al otro lado de una lнnea invisible. Esa lнnea se disolvнa en los dнas soleados, cuando Edward y Alice evitaban acudir a clase; entonces la conversaciуn se generalizaba sin esfuerzo hasta hacerme partнcipe.
Ni Edward ni Alice encontraban este ligero ostracismo ofensivo ni molesto, como le hubiera ocurrido a cualquiera. De hecho, apenas lo notaban. La gente siempre se sentнa extraсamente mal e incуmoda con los Cullen, casi atemorizada por alguna razуn que no era capaz de explicar. Yo era una rara excepciуn a esa regla. Algunas veces Edward se molestaba por lo cуmoda que me sentнa en su cercanнa. Pensaba que eso no le convenнa a mi salud, una opiniуn que yo rechazaba de plano en cuanto йl la formulaba con palabras.
La sobremesa pasу deprisa. Terminaron las clases y Edward me acompaсу al coche, como de costumbre, pero esta vez me abriу la puerta del copiloto. Alice debнa de haberse llevado su coche a casa para que йl pudiera evitar que yo consiguiera escabullirme.
Crucй los brazos y no hice ademбn de guarecerme de la lluvia.
—їEs mi cumpleaсos y ni siquiera puedo conducir?
—Me comporto como si no fuera tu cumpleaсos, tal y como tъ querнas.
—Pues si no es mi cumpleaсos, no tengo que ir a tu casa esta noche...
—Muy bien —cerrу la puerta del copiloto y pasу a mi lado para abrir la puerta del conductor—. Feliz cumpleaсos.
—Calla —mascullй con poco entusiasmo. Entrй por la puerta abierta, deseando que йl hubiera optado por la otra posibilidad.
Mientras yo conducнa, Edward jugueteу con la radio sin dejar de sacudir la cabeza con abierto descontento.
—Tu radio se oye fatal.
Puse cara de pocos amigos. No me gustaba que empezara a criticar el coche. Estaba muy bien y ademбs tenнa personalidad.
—їQuieres un estйreo que funcione bien? Pues conduce tu propio coche —los planes de Alice me ponнan tan nerviosa que empeoraban mi estado de бnimo, ya de por sн sombrнo, y las palabras me salieron con mбs brusquedad de la pretendida. Nunca exponнa a Edward a mi mal genio, y el tono de mi voz le hizo apretar los labios para que no se le escapara una sonrisa.
Se volviу para tomar mi rostro entre sus manos cuando aparquй frente a la casa de Charlie. Me tocу con mucho cuidado, paseando las puntas de sus dedos por mis sienes, mis pуmulos y la lнnea de la mandнbula. Como si yo fuera algo que pudiera romperse con facilidad. Lo cual era exactamente el caso, al menos en comparaciуn con йl.
—Deberнas estar de un humor estupendo, hoy mбs que nunca —susurrу. Su dulce aliento se deslizу por mi rostro.
—їY si no quiero estar de buen humor? —preguntй con la respiraciуn entrecortada.
Sus ojos dorados ardieron con pasiуn.
—Pues muy mal.
Empezaba a sentirme confusa cuando se inclinу sobre mн y apretу sus labios helados contra los mнos. Tal como йl pretendнa, sin duda, olvidй todas mis preocupaciones, y me concentrй en recordar cуmo se inspiraba y espiraba.
Su boca se detuvo sobre la mнa, frнa, suave y dulce, hasta que deslicй mis brazos en torno a su cuello y me lancй a besarle con algo mбs que simple entusiasmo. Sentн cуmo sus labios se curvaban hacia arriba cuando se apartу de mi cara y se alzу para deshacer mi abrazo.
Edward habнa establecido con cuidado los lнmites exactos de nuestro contacto fнsico a fin de mantenerme viva. Aunque yo respetaba la necesidad de guardar una distancia segura entre mi piel y sus dientes ponzoсosos y afilados como navajas, tendнa a olvidar esas trivialidades cuando me besaba.
—Pуrtate bien, por favor —suspirу contra mi mejilla. Presionу sus labios contra los mнos una vez mбs y se apartу definitivamente de mн, obligбndome a cruzar los brazos sobre mi estуmago.
El pulso me atronaba los oнdos. Me puse una mano en el corazуn. Palpitaba enloquecido.
—їCrees que esto mejorarб algъn dнa? —me preguntй, mбs a mн misma que a йl—. їAlguna vez conseguirй que el corazуn deje de intentar saltar fuera de mi pecho cuando me tocas?
—La verdad, espero que no —respondiу, un poco pagado de sн mismo.
Puse los ojos en blanco.
—Anda, vamos a ver cуmo los Capuletos y los Montescos se destrozan unos a otros, їvale?
—Tus deseos son уrdenes para mн.
Edward se repatingу en el sofб mientras yo ponнa la pelнcula, pasando rбpido los crйditos del principio. Me envolviу la cintura con sus brazos y me reclinу contra su pecho cuando me sentй junto a йl en el borde del sofб. No era exactamente tan cуmodo como un cojнn, pero yo lo preferнa con diferencia. Su pecho era frнo y duro, aunque perfecto, como una escultura de hielo. Tomу la manta de punto que descansaba, doblada, sobre el respaldo del sofб y me envolviу con ella para que no me congelara al contacto de su cuerpo.
—їSabes?, Romeo no me cae nada bien —comentу cuando empezу la pelнcula.
—їY quй le pasa a Romeo? —le preguntй, un poco molesta. Era uno de mis personajes de ficciуn favoritos. Creo que hasta estaba un poco enamorada de йl hasta que conocн a Edward.
—Bien, en primer lugar, estб enamorado de esa Rosalinda, їno te parece que es un poco voluble? Y luego, unos pocos minutos despuйs de su boda, mata al primo de Julieta. No es precisamente un rasgo de brillantez. Acumula un error tras otro. їHabrнa alguna otra manera mбs completa de destruir su felicidad?
Suspirй.
—їQuieres que la vea yo sola?
—No, de todos modos, yo estarй mirбndote a ti la mayor parte del rato —sus dedos se deslizaron por mi piel trazando formas, poniйndome la carne de gallina—. їTe vas a poner a llorar?
—Probablemente —admitн—. Si estбs pendiente de mн todo el rato.
—Entonces no te distraerй —pero sentн sus labios contra mi pelo y eso me distrajo bastante.
La pelнcula captу mi interйs a ratos, gracias en buena parte a que Edward me susurraba los versos de Romeo al oнdo, con su irresistible voz aterciopelada, que convertнa la del actor en un sonido dйbil y basto en comparaciуn. Y claro que llorй, para su diversiуn, cuando Julieta se despierta y encuentra a su reciente esposo muerto.
—He de admitir que le tengo una especie de envidia —dijo Edward secбndome las lбgrimas con un mechуn de mi propio pelo.
—Ella es muy guapa.
Йl hizo un sonido de disgusto.
—No le envidio la chica, sino la facilidad para suicidarse —aclarу con tono de burla—. ЎPara vosotros, los humanos, es tan sencillo! Todo lo que tenйis que hacer es tragaros un pequeсo vial de extractos de plantas...
—їQuй? —inquirн con un grito ahogado.
—Es algo que tuve que plantearme una vez, y sй por la experiencia de Carlisle que no es nada sencillo. Ni siquiera estoy seguro de cuбntas maneras de matarse probу Carlisle al principio, cuando se dio cuenta de en quй se habнa convertido... —su voz, que se habнa tornado mucho mбs seria, se volviу ligera otra vez—. Y no cabe duda de que sigue con una salud excelente.
Me retorcн para poder leer su expresiуn.
—їDe quй estбs hablando? —quise saber—. їQuй quieres decir con eso de que tuviste que planteбrtelo una vez?
—La primavera pasada, cuando tъ casi... casi te mataron... —hizo una pausa para inspirar profundamente, luchando por volver al tono socarrуn de antes—. Claro que estaba concentrado en encontrarte con vida, pero una parte de mi mente estaba elaborando un plan de emergencia por si las cosas no salнan bien. Y como te decнa, no es tan fбcil para mн como para un humano.
Los recuerdos de mi ъltimo viaje a Phoenix me embargaron y durante un segundo sentн cierto vйrtigo. Aъn conservaba en mi memoria, con total nitidez, el sol cegador y las oleadas de calor procedentes del asfalto mientras corrнa a toda prisa y con ansiedad al encuentro del sбdico vampiro que querнa torturarme hasta la muerte. James me esperaba en la habitaciуn de los espejos con mi madre como rehйn, o eso suponнa yo. No supe hasta mбs tarde que todo era una treta. Lo que tampoco sabнa James es que Edward se apresuraba a salvarme. Lo consiguiу a tiempo, pero por muy poco. De manera inconsciente, mis dedos se deslizaron por la cicatriz en forma de media luna de mi mano, siempre a varios grados por debajo de la temperatura del resto de mi piel.
Дата добавления: 2015-10-30; просмотров: 112 | Нарушение авторских прав
<== предыдущая страница | | | следующая страница ==> |
Изучение способов приближенного интегрирования. | | | Tres son multitud 2 страница |