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“EL AFRANCESADO”
Era una fría y triste noche de otoño. A eso de las diez de la noche un grupo de vecinos del Padrón se
acercaba a la botica de García de Paredes.
— ¿Qué hacemos? — dijo un hombre.
— Nadie nos ha visto — observó una mujer.
— ¡Derribar la puerta! —propuso otro.
— ¡Y matarlos! — dijeron todos.
— Esta noche el afrancesado da de cenar en su casa a todos los jefes del regimiento, más de 20.
¡Oíd como gritan!
— Paciencia — murmuró alguien. Todavía es muy temprano. Dejémosles que se emborrachen.
¡Después entramos... y ni uno quedará vivo!
— Un afrancesado es más odioso que un francés. El francés atropella a un pueblo extraño; el
afrancesado vende y deshonra a su patria. El francés comete un asesinato; el afrancesado un
patricidio! — dijo una mujer anciana.
Mientras ocurría esta escena a la puerta de la botica de García de Paredes, éste y sus convidados
cenaban alegremente.
García de Paredes era soltero, tenía cerca de 45 años, era alto y delgado, gran patriota que odiaba
profundamente a ios invarsores.
La cena era abundante; el vino excelente; la conversación alegre y animada. Los franceses reían,
cantaban, fumaban, comían y bebían a un mismo tiempo.
Unos franceses hacían la cuenta de los españoles que habían matado, otros calculaban los que iban a
matar. El boticario apuntaba los números.— Total — dijo García de Paredes —. cuatrocientos
ochenta y cinco.
En aquel momento se oyó un rumor en la puerta de la botica.
— ¿Habéis oído? — preguntaron algunos.
García de Paredes se sonrió y dijo: Vienen a matarme.
— ¿Quién? — preguntaron todos.
— Los vecinos del pueblo.
— ¿Por qué?
— Por afrancesado.
Crujieron las tablas de la puerta de la botica.
— ¡Ya entran! — dijo el boticario.
— ¡Que entren! ¡que entren! — exclamaron los franceses intentando sacar los sables con dificultad
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y sin poder ponerse de pie.
Se oyó en la escalera un grito terrible.
— ¡Muera el afrancesado! —
— ¡Mueran todos! — exclamaron algunas mujeres, lanzándose las primeras.
— ¡Deteneos! — gritó García de Paredes.
— He hecho más que todos vosotros por la independencia de la patria...
— ¡Me he fingido afrancesado!... Y ¡ya veis!... los veinte jefes y oficiales... ¡los veinte! no los
toquéis,.. ¡están envenenados! Un grito simultáneo de terror y admiración salió del pecho de los
españoles.
— ¡Viva García de Paredes! — exclamaron entonces los españoles rodeando al héroe moribundo
que cayó de rodillas.
Sólo entonces comprendieron los vecinos del Padrón que el boticario estaba también envenenado.
Дата добавления: 2015-08-05; просмотров: 75 | Нарушение авторских прав
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