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Pedro Antonio de Alareón (1833—1891) es uno de los escritores realistas españoles más destacados
del siglo XIX. Su obra más conocida es la novela «El sombrero de tres picos».
Tiene además algunos relatos patrióticos que traían de la heroica lucha del pueblo español durante
la guerra de la Independencia contra las fuerzas invasoras de Napoleón.
A continuación se da en forma adaptada el relato «El carbonero alcalde».
El día 16 de febrero de 1810 los ejércitos de Napoleón ocuparon Guadix, pequeña ciudad de
Andalucía. Cuando los víveres empezaron a faltar en la ciudad, el general francés Godinot ordenó a
sus soldados que fueran a los pueblos de ios alrededores que todavía no habían sido conquistados,
que se apoderaran de ellos y trajeran todo el ganado que encontraran. Algunos soldados se
dirigieron a Lapeza, pueblo situado ai pie del Mulhacén. Los franceses no se habían acercado aún al
pueblo pero sus habitantes ya habían oído hablar mucho de los robos y asesinatos que éstos hacían
sufrir a los españoles y estaban dispuestos a no permitir al enemigo entrar en su pueblo «Cada uno
de nosotros será un soldado y cada objeto en nuestras manos se convertirá en un arma de lucha» —
decían los lapeceños.
La mayoría de aquellos patriotas eran carboneros y el resto leñadores y pastores.
Los lapeceños pensaron que sin cañones sería difícil luchar contra las tropas regulares que llevaban
artillería y el pueblo de Lapeza fabricó un cañón. Era un enorme tronco de encina, lleno hasta la
boca de pólvora, balas, piedras y pedazos de hierro viejo.
¡Madera contra acero!... ¡Heroísmo contra violencia!
Y en cada corazón lapeceño un inmenso odio al invasor y un profundo amor a la patria.
Los combatientes son 200. Entre ellos está el general de aquel ejército, el alcalde de Lapeza,
Manuel Atienza.
Es un hombre de cuarenta y cinco años, alto, fuerte y moreno, casi negro a causa de su largo trabajo
de carbonero.
Las obras de defensa estaban ya terminadas y las armas distribuidas. El enemigo se acercaba y
Atienza ordenó que tocaran el tambor que era la serial para empezar el combate.
Cuando sonó la señal, una nube de piedras y balas cayo sobre los franceses y les hizo detenerse.
— El cañón es para lo último — dijo el alcalde. Yo daré la orden de fuego tirando el sombrero al
aire. Y dirigiéndose a las mujeres les mandó que cuidaran de los heridos.
Los franceses dispararon sus fusiles y una lluvia de balas cayó sobre los troncos de encina que
formaban una muralla sobre la cual habían puesto el cañón.
El enemigo avanzó y llegó hasta unos veinte metros de los defensores de Lapeza.
— ¡Fuego! — esclamó entonces el alcalde, mientras tiraba el sombrero al aire y se ponía en el sitio
de más peligro.
La lucha fue terrible. Franceses y españoles dispararon a un mismo tiempo, sembrando la tierra de
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cadáveres. En medio de aquella terrible lucha estalló el cañón llevando la muerte al campo de
batalla. La fuerza de la explosión derribó parte de la muralla y los troncos cayeron sobre españoles
y franceses. Cien hombres perdidos en Lapeza y en el camino, fue el balance de aquella batalla para
los franceses.
Perseguidos, cubiertos de sangre y polvo, entraron en Guadix los vencedores de Egipto, Italia y
Alemania, vencidos aquel día por un puñado de pastores y carboneros.
Дата добавления: 2015-08-05; просмотров: 76 | Нарушение авторских прав
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