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Segunda parte 5 страница

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Me excitй mucho. Quise saber mбs al respecto. Don Juan riу e hizo burla de mis ansias. Dijo que cualquiera podнa percibir la niebla verde porque era como el guar­diбn, algo que inevitablemente estaba allн, de modo que percibirla no era gran hazaсa.

‑Cuando dije que estuviste bien, me referнa a que no te inquietaste ‑dijo‑, como cuando te encontraste con el guardiбn. Si te hubieras puesto inquieto yo habrнa te­nido que sacudirte la cabeza y regresarte. Siempre que un hombre entra en la niebla verde, su maestro tiene que que­darse con йl por si la niebla lo empieza a atrapar. Tъ sуlo puedes dar el salto y escapar del guardiбn, pero no puedes escapar por ti mismo de las garras de la niebla verde. Al menos al principio. A lo mejor mбs tarde aprendes un modo de hacerlo. Ahora estamos tratando de averiguar otra cosa.

‑їQuй estamos tratando de averiguar?

‑Si puedes ver el agua.

‑їCуmo sabrй que la he visto, o que la estoy viendo?

‑Sabrбs. Te confundes sуlo cuando hablas.

 

XII

 

Trabajando en mis notas habнa tropezado con varias pre­guntas.

‑їEs la neblina verde, como el guardiбn, algo que debe vencerse para ver? ‑dije a don Juan apenas nos sentamos ambos bajo su ramada el 8 de agosto de 1969.

‑Sн. Hay que vencer a todo eso ‑respondiу.

‑їCуmo puedo vencer a la neblina verde?

‑Del mismo modo que debiste vencer al guardiбn: dejбndolo que se vuelva nada.

‑їQuй debo hacer?

-Nada. Para ti, la neblina verde es mucho mбs fбcil que el guardiбn. Le caes bien al espнritu del ojo de agua, mientras que tus asuntos con el guardiбn estaban muy lejos de tu temperamento. Nunca viste realmente al guar­diбn.

‑Quizб porque no me caнa bien. їY si encontrara yo un guardiбn que me gustase? Ha de haber personas a quie­nes el guardiбn que yo vi les parecerнa hermoso. їLo ven­cerнan porque les caerнa bien?

‑ЎNo! Sigues sin entender. No importa cуmo te caiga el guardiбn. Mientras tengas cualquier sentimiento hacia йl, el guardiбn permanecerб igual, monstruoso, hermoso o lo que fuese. En cambio, si no tienes sentimiento alguno hacia йl, el guardiбn se volverб nada y todavнa estarб allн frente a ti.

La idea de que algo tan colosal como el guardiбn pu­diera hacerse nada y sin embargo seguir allн carecнa en absoluto de sentido. Imaginй que era una de las premisas alуgicas del conocimiento de don Juan. Sin embargo, tam­biйn me parecнa que, de querer, йl podrнa explicбrmela. Insistн en preguntarle quй querнa decir con eso.

‑Pensaste que el guardiбn era algo que conocнas, eso es lo que quiero decir.

‑Pero yo no pensй que fuera algo que yo conocнa.

‑Pensaste que era feo. Tenнa un tamaсo imponente. Era un monstruo. Tъ conoces todas esas cosas. Asн que el guardiбn fue siempre algo que conocнas, y como era algo que conocнas, no lo viste. Ya te dije: el guardiбn tenнa que volverse nada y sin embargo tenнa que seguir parado frente a ti. Tenнa que estar allн y tenнa, al mismo tiempo, que ser nada.

‑їCуmo puede ser, don Juan? Lo que usted dice es absurdo.

‑Sн. Pero eso es ver. No hay en realidad ningъn modo de hablar sobre eso. Ver, como te dije antes, se aprende viendo.

"Al parecer no tienes problema con el agua. El otro dнa casi la viste. El agua es tu coyuntura. Ahora sуlo necesitas perfeccionar tu tйcnica de ver. Tienes un ayudante poderoso en el espнritu del ojo de agua."

‑Ahн tengo otra preguntota, don Juan.

‑Puedes tener todas las preguntotas que quieras, pero no podemos hablar del espнritu del ojo de agua en estos rumbos. De hecho, es mejor no pensar en eso para nada. Para nada. De lo contrario el espнritu te atraparб, y si eso ocurre no hay manera de que ningъn hombre vivo te ayu­de. De modo que cierra la boca y piensa en otra cosa.

 

A eso de las 10 de la maсana siguiente, don Juan desen­fundу su pipa, la llenу de mezcla para fumar y me la en­tregу con la indicaciуn de que la llevara a la ribera de la corriente. Sosteniendo la pipa en ambas manos, me las ingeniй para desabotonar mi camisa y poner dentro la pipa y apretarla. Don Juan llevaba dos petates y una ban­dejita con brasas. Era un dнa soleado. Nos sentamos en los petates, a la sombra de una pequeсa arboleda de breas en la orilla misma del agua. Don Juan metiу un carbуn en el cuenco de la pipa y me dijo que fumara. Yo no tenнa ninguna aprensiуn, ningъn sentimiento exaltado. Recordй que al iniciar mi segundo intento por "ver" al guardiбn, habiendo don Juan explicado su naturaleza, me habнa em­bargado una peculiar sensaciуn de maravilla y respeto.

Esta vez, sin embargo, aunque don Juan me habнa dado a conocer la posibilidad de "ver" realmente el agua, no me hallaba involucrado emocionalmente; sуlo curiosidad.

Don Juan me hizo fumar dos tantos de lo que habнa fumado en ocasiones anteriores. En algъn momento se in­clinу a susurrar en mi oнdo derecho que iba a enseсarme a usar el agua para moverme. Sentн su rostro muy cercano, como si hubiera puesto la boca junto a mi oreja. Me dijo que no observara el agua, sino enfocara los ojos en la su­perficie y los tuviera fijos hasta que el agua se tornase una niebla verde. Repitiу una y otra vez que yo debнa poner toda mi atenciуn en la niebla hasta no discernir ninguna otra cosa.

‑Mira el agua frente a ti ‑oн que decнa‑, pero no dejes que su sonido te arrastre a ningъn lado. Si dejas que el sonido del agua te arrastre, quizб nunca pueda yo encontrarte y regresarte. Ahora mйtete en la niebla verde y escucha mi voz.

Lo oнa y comprendнa con claridad extraordinaria. Em­pecй a mirar fijamente el agua, y tuve una sensaciуn muy peculiar de placer fнsico; una comezуn; una felicidad indefinida. Mirй largo tiempo, pero sin detectar la niebla verde. Sentнa que mis ojos se desenfocaban y tenнa que es­forzarme por seguir mirando el agua; finalmente no pude ya controlar mis ojos y debo haberlos cerrado, o acaso fue un parpadeo, o bien simplemente perdн la capacidad de enfocar; en todo caso, en ese mismo instante el agua quedу fija; cesу de moverse. Parecнa una pintura. Las ondas es­taban inmуviles. Entonces el agua empezу a burbujear: era como si tuviese partнculas carbonadas que explotaban de una vez. Por un instante vi la efervescencia como una lenta expansiуn de materia verde. Era una explosiуn si­lenciosa; el agua estallу en una brillante neblina verde que se expandiу hasta rodearme.

Permanecн suspendido en ella hasta que un ruido muy agudo, sostenido y penetrante lo sacudiу todo; la niebla pareciу congelarse en las formas habituales de la super­ficie del agua. El ruido era un grito de don Juan: "ЎOooye!", cerca de mi oнdo. Me dijo que prestara aten­ciуn a su voz y regresara a la niebla y esperara su llamada Dije: "O.K." en inglйs y oн el ruido crepitante de su risa.

‑Por favor, no hables ‑dijo‑. Guбrdate tus oquйis.

Podнa oнrlo bien. El sonido de su voz era melodioso y sobre todo amigable. Supe eso sin pensar; fue una con­vicciуn que me llegу y luego pasу.

La voz de don Juan me ordenу enfocar toda mi aten­ciуn en la niebla, pero sin abandonarme a ella. Dijo re­petidas veces que un guerrero no se abandona a nada, ni siquiera a su muerte. Volvн a sumergirme en la neblina y advertн que no era niebla en absoluto, o al menos no era lo que yo concibo como niebla. El fenуmeno neblinoso se componнa de burbujas diminutas, objetos redondos que entraban en mi campo de "visiуn", y salнan de йl, despla­zбndose como si estuviesen a flote. Observй un rato sus movimientos; luego un ruido fuerte y distante sacudiу mi atenciуn y perdн la capacidad de enfoque y ya no pude percibir las burbujitas. Sуlo tenнa conciencia de un res­plandor verde, amorfo, como niebla. Oн de nuevo el ruido y la sacudida que me dio hizo desaparecer la niebla inme­diatamente, y me hallй mirando el agua de la zanja de irrigaciуn.

Entonces volvн a oнrlo, ahora mucho mбs cerca; era la voz de don Juan. Me estaba diciendo que le prestara aten­ciуn, porque su voz era mi ъnica guнa. Me ordenу mirar la ribera de la corriente y la vegetaciуn directamente ante mis ojos. Vi algunos juncos y un espacio libre de ellos. Era un recoveco en la ribera, un sitio donde don Juan cruza para sumergir su balde y llenarlo de agua. Tras unos momentos don Juan me ordenу regresar a la niebla y me pidiу nuevamente prestar atenciуn a su voz, porque iba a guiarme para que yo aprendiera a moverme; dijo que al ver las burbujas debнa abordar una de ellas y dejar que me llevara.

Lo obedecн y de inmediato me rodeу la neblina verde, y luego vi las burbujas diminutas. Oн nuevamente la voz de don Juan como un retumbar extraсo y atemorizante. En el momento de oнrla, empecй a perder la capacidad de per­cibir las burbujas.

‑Monta una de esas burbujas ‑lo oн decir.

Pugnй por conservar mi percepciуn de las burbujas ver­des y a la vez seguir oyendo la voz. No sй cuбnto tiempo me esforcй, pero de pronto me di cuenta de que podнa escuchar a don Juan y seguir viendo las burbujas, que aъn pasaban despacio, flotantes, por mi campo de percepciуn. La voz de don Juan seguнa instбndome a seguir una de ellas y montarla.

Me preguntй cуmo se suponнa que yo hiciera eso, y au­tomбticamente pronunciй en inglйs la palabra "cуmo". Sen­tн que la palabra se hallaba muy dentro de mн y que al ir saliendo me llevaba a la superficie. La palabra era como una boya que surgiera de mi hondura. Me oн decir how y me sonу a aullido de perro. Don Juan aullу a su vez, tambiйn como perro, y luego hizo como coyote y riу. Me pareciу muy gracioso y mi risa en verdad brotу.

Con mucha calma, don Juan me dijo que me adhiriera a una burbuja siguiйndola.

‑Regresa otra vez ‑dijo‑. ЎEntra en la niebla! ЎEn la niebla!

Al regresar advertн que las burbujas se movнan mбs des­pacio y que tenнan ahora el tamaсo de un balуn. De hecho, eran tan grandes y lentas que yo podнa examinar cual­quiera detalladamente. No eran en realidad burbujas: no eran como una burbuja de jabуn, ni como un globo, ni como ningъn recipiente esfйrico. No contenнan nada, pero se contenнan. Tampoco eran redondas, aunque al percibir­las por vez primera yo habrнa podido jurar que lo eran y la imagen que acudiу a mi mente fue "burbujas". Las observaba como si me hallase mirando por una ventana: es decir, el marco de la ventana no me permitнa seguirlas, sуlo verlas entrar y salir de mi campo de percepciуn.

Pero cuando dejй de verlas como burbujas fui capaz de seguirlas; en el acto de seguirlas me adherн a una y flotй con ella. Sentнa realmente estar en movimiento. De hecho, yo era la burbuja, o esa cosa que parecнa burbuja.

Entonces oн el sonido agudo de la voz de don Juan. Me sacudiу, y perdн el sentimiento de ser "aquello". El so­nido era en extremo temible: una voz remota, muy metб­lica, como si don Juan hablara por un altoparlante. Dis­cernн algunas palabras.

‑Mira las orillas ‑dijo.

Vi un gran cuerpo de aguas. El agua se precipitaba. Se oнa su fragor.

‑Mira las orillas ‑me ordenу de nuevo don Juan.

Vi un muro de concreto.

El sonido del agua se hizo terriblemente fuerte; el so­nido me envolviу. Entonces cesу instantбneamente, como si lo cortaran. Tuve la sensaciуn de negrura, de sueсo.

Me di cuenta de estar echado en la zanja de riego. Don Juan tarareaba salpicando agua en mi rostro. Luego me sumergiу en la zanja. Jalу mi cabeza hasta sacarla por en­cima de la superficie y me dejу descansarla en la ribera mientras йl me sostenнa por el cuello de la camisa. Tuve una sensaciуn de lo mбs agradable en los brazos y las piernas. Los estirй. Los ojos, cansados, me ardнan; alcй la mano derecha para frotarlos. Fue un movimiento difнcil. Mi brazo pesaba. Apenas pude sacarlo del agua, pero cuando saliу estaba cubierto por una asombrosa masa de neblina verde. Puse el brazo frente a mis ojos. Podнa ver su contorno: una masa verde mбs oscura, rodeada por un intenso resplandor verdoso. Rбpidamente me incorporй y, parado a media corriente, mirй mi cuerpo: pecho, brazos y piernas eran verdes, verde profundo. El matiz era tan intenso que me dio la sensaciуn de una sustancia viscosa. Parecнa yo una figurita que don Juan me habнa hecho aсos antes con una raнz de datura.

Don Juan me dijo que saliera. Detectй alarma en su voz.

‑Estoy verde ‑dije.

‑Deja ya ‑repuso, imperioso‑. No tienes tiempo. Sal de ahн. El agua estб a punto de atraparte. ЎSalta! ЎFuera! ЎFuera!

Me llenй de pбnico y salн de un salto.

 

‑Esta vez debes decirme todo lo que ocurriу ‑dijo, se­camente, cuando estuvimos sentados frente a frente en su cuarto.

No le interesу la manera como mi experiencia habнa transcurrido; sуlo querнa saber quй habнa encontrado cuan­do йl me dijo que mirara la orilla. Le interesaban los de­talles. Describн el muro que habнa visto.

‑їEstaba a tu izquierda o a tu derecha? ‑preguntу.

Le dije que en realidad el muro habнa estado frente a mн. Pero йl insistiу en que tenнa que ser a la derecha o a la izquierda.

‑Cuando lo viste por primera vez; їdуnde estaba? Cie­rra los ojos y no los abras hasta que te acuerdes.

Se puso en pie y, habiendo yo cerrado los ojos, hizo gi­rar mi cuerpo hasta ponerme cara al este, la misma direc­ciуn que yo habнa enfrentado al sentarme frente a la co­rriente. Me preguntу en quй direcciуn me habнa movido.

Dije que habнa ido hacia adelante, derecho, para enfrente. Insistiу en que yo debнa recordar y concentrarme en el momento en que aъn veнa el agua como burbujas.

‑їPara quй lado corrнan? ‑preguntу.

Don Juan me instу a hacer memoria, y finalmente tuve que admitir que las burbujas habнa parecido moverse hacia mi derecha. Pero no me hallaba tan absolutamente seguro como йl deseaba. Bajo su interrogatorio, empecй a darme cuenta de mi incapacidad para clasificar la percepciуn. Las burbujas se habнan desplazado a la derecha cuando las vi primero, pero al hacerse mбs grandes fluyeron para todas partes. Algunas parecнan venir directamente hacia mн, otras parecнan seguir cada direcciуn posible. Habнa burbujas que se movнan encima de mi y abajo de mн. De hecho, estaban en todo mi derredor. Recordaba haber oнdo su efer­vescencia; por lo tanto, debo haberlas percibido auditiva ademбs de visualmente.

Cuando las burbujas crecieron tanto que pude "montar" en una de ellas, las "vi" frotarse una contra otra como globos.

Mi excitaciуn crecнa con el recuerdo de los detalles de mi percepciуn. Pero don Juan no se interesaba en lo mбs mнnimo. Le dije que habнa visto hervir las burbujas. No era un efecto puramente auditivo ni puramente visual, sino algo indiscriminado y sin embargo claro como el cristal; las burbujas raspaban una contra otra. Yo no veнa ni oнa su movimiento, lo sentнa; yo era parte del sonido y del transcurso.

Al relatar mi experiencia me conmovн en lo mбs hondo. Tomй el brazo de don Juan y lo sacudн en un ataque de agitaciуn intensa. Me habнa dado cuenta de que las bur­bujas no tenнan lнmite externo; sin embargo, estaban con­tenidas y sus bordes cambiaban de forma y eran dispa­rejos, dentellados. Las burbujas se fundнan y separaban con gran velocidad, pero su movimiento no era vertiginoso. Era un movimiento rбpido y a la vez lento.

Otra cosa que recordй en el momento del relato fue la calidad cromбtica que las burbujas parecнan tener. Eran transparentes y muy brillantes y se veнan casi verdes, aun­que no era un color como yo acostumbro a percibir los colores.

‑Te estбs atascando ‑dijo don Juan‑. Esas cosas no son importantes. Te estбs fijando en lo que no vale la pena. La direcciуn es lo ъnico importante.

Sуlo pude recordar que me habнa movido sin ningъn punto de referencia, pero don Juan concluyу que, si las burbujas habнan fluido constantemente hacia mi derecha ‑el sur‑ al principio, el sur era la direcciуn que debнa interesarme. De nuevo me instу, imperioso, a acordarme de si el muro estaba a mi derecha o a mi izquierda. Luchй por hacer memoria.

Cuando don Juan "me llamу" y salн a la superficie, por asн decirlo, creo que el muro estaba a mi izquierda. Me hallaba muy cerca de йl y pude discernir los surcos y pro­tuberancias del molde o armadura de madera en donde se vertiу el concreto. Se habнan usado tiras de madera muy delgadas, creando un diseсo compacto. El muro era suma­mente alto. Uno de sus extremos podнa verse, y notй que no tenнa esquina, sino que se curvaba para dar vuelta.

Don Juan guardу silencio un instante, como si pensara la forma de descifrar mi experiencia; luego dijo que yo no habнa logrado gran cosa, que no habнa colmado sus esperanzas.

‑їQuй debн haber hecho?

En vez de responder hizo un gesto frunciendo los labios.

‑Te fue muy bien ‑dijo‑. Hoy aprendiste que un brujo usa el agua para moverse.

‑їPero vi?

Me mirу con una expresiуn curiosa. Alzу los ojos al techo y dijo que yo tendrнa que entrar en la niebla verde muchas veces hasta poder contestar mi propia pregunta. Cambiу sutilmente el curso de nuestra conversaciуn, di­ciendo que yo no habнa aprendido en realidad a moverme por medio del agua, pero habнa aprendido que un brujo puede hacerlo, y йl me habнa hecho mirar la orilla de la corriente con el propуsito de que yo ratificara mi movimiento.

‑Ibas muy rбpido ‑dijo‑, tan rбpido como alguien que sabe ejecutar esta tйcnica. Tuve que apurarme para que no me dejaras atrбs.

Le supliquй explicar lo que me habнa ocurrido desde el principio. Riу, meneando la cabeza lentamente, como in­crйdulo.

‑Tъ siempre insistes en saber las cosas desde el prin­cipio ‑dijo‑. Pero no hay ningъn principio; el principio estб sуlo en tu pensamiento.

‑Yo pienso que el principio fue cuando fumй junto al agua ‑dije.

‑Pero antes de que fumaras yo tuve que averiguar quй cosa hacer contigo ‑dijo‑. Tendrнa que decirte lo que hice y no puedo, porque me llevarнa a otro asunto mбs. A lo mejor las cosas se te aclaran si no piensas en principios.

‑Dнgame entonces quй sucediу despuйs de que me sen­tй y fumй.

‑Creo que ya me lo dijiste tъ ‑dijo, riendo.

‑їTuvo importancia algo de lo que hice, don Juan?

Alzу los hombros.

‑Seguiste muy bien mis indicaciones y no tuviste pro­blema para entrar y salir de la niebla. Luego escuchaste mi voz y regresaste a la superficie cada vez que te llamй. Ese era el ejercicio. El resto fue muy fбcil. Todo lo que pasу fue que te dejaste llevar por la niebla. Te portaste como si supieras quй hacer. Cuando estabas muy lejos te llamй otra vez y te hice mirar la orilla, para que te dieras cuenta hasta dуnde habнas llegado. Luego te jalй de vuelta.

‑їQuiere usted decir, don Juan, que realmente viajй en el agua?

‑Por cierto. Y bien lejos, ademбs.

‑їQuй distancia?

‑No lo vas a creer.

Le roguй que me dijera, pero abandonу el tema y dijo que debнa irse un rato. Insistн en que al menos me diera una pista.

‑No me gusta que me tengan a oscuras ‑dije.

‑Tъ solo te tienes a oscuras ‑repuso‑. Piensa en el muro que viste. Siйntate aquн en tu petate y recuйrdalo con todo detalle. A lo mejor asн descubres quй distancia recorriste. Lo ъnico que yo sй de momento es que viajaste muy lejos. Lo sй porque me costу muchнsimo trabajo re­gresarte. Si yo no hubiera estado allн, podrнas haberte ido para no volver, y todo lo que ahora quedarнa de ti serнa tu cadбver en la orilla de la corriente. O quizб podrнas ha­ber regresado tъ solo. Contigo no estoy seguro. Asн que, a juzgar por el esfuerzo que me costу traerte, yo dirнa que seguramente estabas en...

Hizo una larga pausa: me mirу con ojos amistosos.

‑Yo irнa hasta las sierras de Oaxaca ‑dijo‑. No sй hasta dуnde irнas tъ, a lo mejor hasta Los Бngeles, o quizбs incluso hasta Brasil.

 

Don Juan regresу al dнa siguiente, al atardecer. Mien­tras tanto, yo habнa escrito cuanto podнa recordar sobre mi percepciуn. Al escribir, se me ocurriу seguir la ribera co­rriente abajo y corriente arriba, y corroborar si habнa visto realmente, en alguno de los lados, un detalle que pudiera haberme provocado la imagen de un muro. Conjeturй que don Juan podнa haberme hecho caminar en un estado de estupor, para luego hacerme enfocar mi atenciуn en al­guna pared a lo largo del camino. En las horas transcu­rridas entre el momento en que descubrн la niebla por vez primera y el momento en que salн de la zanja y vol­vimos a su casa, calculй que no podrнamos haber caminado mбs de cuatro kilуmetros. De modo que seguн la corriente durante unos cinco kilуmetros en cada direcciуn, observan­do cuidadosamente todo lo que hubiese podido relacionarse con mi visiуn del muro. La corriente era, hasta donde pude juzgar, un simple canal de riego. Tenнa de metro a metro y medio de ancho a todo lo largo, y no pude hallar en йl ningъn aspecto visible que pudiera haberme recordado o impuesto la imagen de una pared de concreto.

Cuando don Juan llegу a su casa al atardecer, lo acosй e insistн en leerle mi relato. Rehusу escuchar y me hizo tomar asiento. Se sentу frente a mн. No sonreнa. Parecнa estar pensando, a juzgar por la mirada penetrante de sus ojos, que se hallaban fijos por encima del horizonte.

‑Creo que ya te habrбs dado cuenta ‑dijo en un tono que de pronto era muy severo‑ de que todo es mortal­mente peligroso. El agua es tan mortal como el guardiбn. Si no te cuidas, el agua te atraparб. Casi lo hizo ayer. Pero para que lo atrapen, un hombre debe estar dispuesto. Esa es cuestiуn tuya. Estбs dispuesto a entregarte.

Yo no sabнa de quй estaba hablando. Su ataque contra mн habнa sido tan repentino que me hallaba desorientado. Dйbilmente le pedн explicarse. Mencionу, con desgano, que habнa ido al monte y habнa "visto" al espнritu del ojo de agua y tenнa la profunda convicciуn de que yo habнa malogrado mi oportunidad de "ver" el agua.

‑їCуmo? ‑preguntй, en verdad desconcertado.

‑El espнritu es una fuerza ‑dijo йl‑, y como tal, responde a la fuerza. No te puedes entregar en su pre­sencia.

‑їCuбndo me entreguй?

‑Ayer, cuando te pusiste verde en el agua.

‑No me entreguй. Pensй que era un momento muy im­portante y le dije a usted lo que me estaba pasando.

‑їQuiйn eres tъ para pensar o decir quй cosa es im­portante? No sabes nada de las fuerzas que estбs tocando. El espнritu del ojo de agua existe allн y podrнa haberte ayudado; de hecho, te estuvo ayudando hasta que tъ lo echaste a perder. Ahora no sй cuбl serб el resultado de tus acciones. Has sucumbido a la fuerza del espнritu del ojo de agua y ahora puede llevarte en cualquier momento.

‑їFue un error mirar cуmo me volvнa verde?

‑Te abandonaste. Quisiste abandonarte. Eso estuvo mal. Te lo he dicho y te lo repito. Sуlo como un guerrero pue­des sobrevivir en el mundo de un brujo. Un guerrero trata todo con respeto y no pisotea nada a menos que tenga que hacerlo. Tъ, ayer, no trataste el agua con respeto. Por lo comъn te portas muy bien. Pero ayer te abandonaste a tu muerte, como un pinche idiota. Un guerrero no se abandona a nada, ni siquiera a su muerte. Un guerrero no es un socio voluntario; un guerrero no estб disponible, y si se mete con algo, puedes tener la certeza de que sabe lo que estб haciendo.

No supe quй decir. Don Juan estaba casi enojado. Eso me producнa inquietud. Rara vez se habнa portado asн con­migo. Le dije que en verdad no tuve ni la menor idea de que estaba cometiendo un error. Tras algunos minutos de silencio tenso, se quitу el sombrero y sonriу y me dijo que debнa irme y no regresar a su casa hasta sentir que habнa ganado control sobre mi deseo de abandonarme. Re­calcу que yo debнa apartarme del agua y evitar que tocara la superficie de mi cuerpo durante tres o cuatro meses.

‑No creo que podrнa aguantar sin darme una ducha ‑dije.

Don Juan riу y las lбgrimas corrieron por sus mejillas.

‑ЎNo aguantas sin una ducha! A veces eres tan flojo que pienso que estбs bromeando. Pero no es un chiste. A veces realmente no tienes ningъn control, y las fuerzas de tu vida te agarran con entera libertad.

Aducн que era humanamente imposible estar controlado en todo momento. El sostuvo que para un guerrero no ha­bнa nada fuera de control. Yo traje a colaciуn la idea de los accidentes y dije que lo ocurrido en la zanja de riego podнa sin duda considerarse como tal, pues yo actuй sin intenciуn y sin conciencia de mi conducta impropia. Ha­blй de diversas personas que habнan sufrido infortunios explicables como accidentes; me referн en especial a Lucas, un excelente viejo yaqui que resultу herido al volcarse el camiуn que conducнa.

‑Me parece que es imposible evitar los accidentes ‑di­je‑. Ningъn hombre puede controlar todo cuanto lo rodea.

‑Cierto ‑dijo don Juan, cortante‑. Pero no todo es un accidente inevitable. Lucas no vive como guerrero. De lo contrario, sabrнa que estб esperando y porque espera, y no habrнa manejado ese camiуn estando borracho. Se es­trellу contra las peсas porque estaba borracho, y destrozу su cuerpo por nada.

"La vida, para un guerrero, es un ejercicio de estrate­gia ‑prosiguiу don Juan‑, Pero tъ quieres hallar el sig­nificado de la vida. A un guerrero no le importan los sig­nificados. Si Lucas viviera como guerrero ‑y tuvo su opor­tunidad, como todos tenemos la nuestra‑ armarнa su vida estratйgicamente. De ese modo, si no podнa evitar un ac­cidente que le destrozara las costillas, habrнa hallado medios para compensar ese contratiempo, o evitar sus consecuen­cias, o batallar contra ellas. Si Lucas fuera guerrero no es­tarнa muriйndose de hambre en su casa mugrosa. Estarнa batallando hasta el final.

Planteй a don Juan una posibilidad, usбndolo a йl mis­mo como ejemplo, y le preguntй que harнa si йl tuviese un accidente en el que perdiera las piernas.

‑Si no puedo evitarlo, y pierdo las piernas ‑dijo‑, ya no podrй ser un hombre, asн que me unirй a lo que me estб esperando allб.

Hizo un arco con la mano para seсalar a todo al derredor.

Argumentй que me malinterpretaba. Yo habнa querido hacer referencia a la imposibilidad de que cualquier indi­viduo previera todas las variables implicadas en sus ac­ciones de cada dнa.

‑Todo lo que puedo decirte ‑dijo don Juan‑ es que un guerrero nunca estб disponible; nunca estб parado en el camino esperando las pedradas. Asн corta al mнnimo el chance de lo imprevisto. Lo que tъ llamas accidentes son casi siempre muy fбciles de evitar, excepto para los tontos que viven por las puras.

‑No es posible vivir estratйgicamente todo el tiempo ‑dije‑. Imagнnese que alguien lo estб esperando con un rifle de alta potencia con mira telescуpica; puede darle con exactitud a quinientos metros de distancia. їQuй harнa usted?

Don Juan me mirу con aire de incredulidad y luego se echу a reнr.

‑їQuй harнa usted? ‑insistн.

‑їSi alguien me estб esperando con un rifle de mira telescуpica? ‑dijo, obviamente en son de burla.

‑Si alguien estб escondido fuera de vista, esperбndolo. No tiene usted el menor chance. No puede parar una bala.

‑No, no puedo. Pero sigo sin entender lo que quieres decir.

‑Quiero decir que toda su estrategia no puede servirle de nada en una situaciуn asн.

‑Ah, pero sн sirve. Si alguien me estб esperando en un sitio con un rifle de alta potencia con mira telescуpica, sencillamente no llego a ese sitio.

 

XIII

 

Mi siguiente intento de "ver" tuvo lugar el 3 de septiem­bre de 1969. Don Juan me hizo fumar dos cuencos de la mezcla. Los efectos inmediatos fueron idйnticos a los expe­rimentados anteriormente. Recuerdo que, cuando mi cuerpo se hallaba adormecido por completo, don Juan me tomу del sobaco derecho y me condujo al espeso chaparral desйrtico que se extiende por kilуmetros alrededor de su casa. No recuerdo quй hicimos don Juan o yo despuйs de entrar en el matorral, ni cuбnto tiempo anduvimos; en determinado momento me descubrн sentado en la cima de un cerrito. Don Juan habнa tomado asiento a mi izquierda, tocбndome. Yo no podнa sentirlo, pero lo veнa con el rabo del ojo. Tuve la sensaciуn de que me habнa estado hablando, aun­que no lograba recordar sus palabras. De cualquier modo sentнa saber exactamente lo que habнa dicho, pese al hecho de que no me era posible recobrarlo en mi memoria lъcida. Sentнa que sus palabras eran como los vagones de un tren que se aleja, y la ъltima era como un cabъs cuadrangular. Yo sabнa cuбl era esa ъltima palabra, pero no podнa decirla ni pensar claramente en ella. Era un estado de semivigilia, con la imagen onнrica de un tren de palabras.


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