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Capítulo 83 9 страница

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- Padre Galloway -dijo ella-, Peter se encuentra en un aprieto, la CIA nos persigue y Warren Bellamy nos ha enviado a usted para que nos ayude. No sé qué dice esta pirámide ni a qué hace referencia, pero si descifrarla implica que podemos ayudar a Peter, hemos de hacerlo. Quizá el señor Bellamy hubiese preferido sacrificar la vida de mi hermano para esconder esta pirámide, pero mi familia no ha experimentado sino dolor debido a ella. Sea cual sea el secreto que encierra, terminará esta noche.

- Muy cierto -replicó el anciano con gravedad-. Todo terminará esta noche, gracias a ustedes. -Profirió un suspiro-. Señora Solomon, cuando rompió el sello de esa caja puso en marcha una serie de acontecimientos a partir de los cuales ya no habrá vuelta atrás. Esta noche se han desatado unas fuerzas que todavía no comprende. Hemos llegado a un punto sin retorno.

Katherine, muda de asombro, clavó la vista en el deán. Había algo apocalíptico en su tono, como si se estuviera refiriendo a los siete sellos del Apocalipsis o a la caja de Pandora.

- Con todos mis respetos, señor -dijo Langdon-, soy incapaz de imaginar cómo una pirámide de piedra ha podido poner en marcha nada.

- Naturalmente, profesor. -El anciano miró de nuevo al vacío-. Sus ojos aún no pueden ver.


En el húmedo aire de la Jungla, el Arquitecto del Capitolio notó que ahora el sudor le corría por la espalda. Las muñecas le dolían por culpa de las esposas, pero toda su atención permanecía centrada en el inquietante maletín de titanio que Sato acababa de abrir en el banco, entre ambos.

«El contenido de este maletín -le había asegurado ella- le hará ver las cosas como yo las veo. Se lo aseguro.»

La menuda asiática había abierto la maleta metálica hacia sí, de forma que Bellamy todavía no había visto qué contenía, pero su imaginación se había desatado. Sato manipulaba algo en el interior del maletín, y a él no le habría extrañado nada que sacara una serie de relucientes instrumentos afilados.

De pronto parpadeó una luz en la maleta, cada vez más brillante, que iluminó el rostro de Sato desde abajo. Sus manos seguían moviéndose dentro, y la luz cambió de matiz. Al cabo de unos instantes la mujer sacó las manos, cogió el maletín y lo volvió hacia Bellamy para que éste pudiera ver su contenido.

El Arquitecto se sorprendió entornando los ojos para protegerse del brillo que despedía una especie de ordenador portátil futurista que incorporaba un teléfono de mano, dos antenas y un teclado doble. Su sensación inicial de alivio se tornó rápidamente perplejidad.

En la pantalla se veían el logotipo de la CIA y un texto:

 

CONEXIÓN SEGURA USUARIO:

INOUE SATO

SEGURIDAD: NIVEL 5

 

Bajo la ventana de inicio de sesión del ordenador, un icono de estado giraba:

 

UN MOMENTO, POR FAVOR …

DECODIFICANDO ARCHIVO…

 

Bellamy miró de nuevo a Sato, cuyos ojos seguían sin apartarse de él.

- No quería enseñarle esto -aseguró-, pero no tengo más remedio.

La pantalla volvió a parpadear, y Bellamy se centró en ella cuando se abría el archivo, su contenido llenando por completo la superficie.

Durante unos instantes el Arquitecto clavó la vista en el monitor intentando entender lo que tenía delante. Poco a poco, cuando empezó a caer en la cuenta, notó que se demudaba. Miraba horrorizado, incapaz de apartar la vista.

- Pero esto es… ¡imposible! -exclamó-, ¿Cómo… puede ser?

El semblante de Sato era adusto.

- Dígamelo usted, señor Bellamy. Dígamelo usted.

Cuando el Arquitecto del Capitolio comenzó a asimilar las repercusiones de lo que estaba viendo, sintió que todo su mundo se hallaba peligrosamente al borde del desastre.

«Dios mío…, he cometido un tremendo error, un tremendísimo error.»


Capítulo 84

El deán Galloway se sentía vivo.

Como todos los mortales, sabía que se aproximaba el momento en que tendría que despojarse de su envoltorio terrenal, pero ésa no era la noche.

Su corazón corpóreo latía con fuerza, de prisa…, y sentía su inteligencia aguda. «Hay cosas que hacer.»

Mientras pasaba las artríticas manos por las pulidas superficies de la pirámide apenas podía creer lo que estaba tocando. «Nunca imaginé que viviría para ver este momento.» Durante generaciones, las piezas del symbolon se habían mantenido separadas y a buen recaudo. Ahora por fin estaban juntas. Galloway se preguntó si ése sería el momento previsto.

Por extraño que pudiera resultar, el destino había escogido a dos no masones para unir la pirámide. De algún modo, parecía apropiado. «Los misterios salen de los círculos interiores…, de la oscuridad… a la luz.»

- Profesor -empezó el anciano, volviendo la cabeza hacia donde notaba la respiración de Langdon-, ¿Le confió Peter por qué quería que cuidase usted del paquetito?

- Dijo que había gente poderosa que quería robárselo -repuso él.

El deán asintió.

- Sí, a mí me dijo eso mismo. -¿Ah, sí? -inquirió de pronto Katherine, a su izquierda-, ¿Usted y mi hermano hablaron de la pirámide?

- Desde luego -contestó Galloway-. Su hermano y yo hemos habla- do de muchas cosas. En su día fui el venerable maestro de la Casa del Templo, y a veces él acude a mí en busca de consejo. Hace alrededor de un año vino profundamente atribulado. Se sentó exactamente donde está usted ahora y me preguntó si creía en premoniciones sobrenaturales. -¿Premoniciones? -repitió su hermana, inquieta-, ¿Se refiere a… visiones?

- No exactamente. Era más visceral. Peter dijo que notaba cada vez más la presencia de una fuerza oscura en su vida. Tenía la sensación de que algo lo vigilaba… acechante…, con la intención de inferirle un gran daño.

- Es evidente que estaba en lo cierto -apuntó Katherine-, teniendo en cuenta que el hombre que mató a nuestra madre y al hijo de Peter es el mismo que vino a Washington y se convirtió en hermano masón del propio Peter.

- Cierto -convino Langdon-, pero ello no explica la participación de la CIA.

 

Galloway no estaba tan seguro.

- A quienes ejercen el poder siempre les interesa adquirir más poder.

- Pero… ¿la CIA? -insistió Langdon-, Y ¿secretos místicos? Hay algo que no cuadra.

- Sí que cuadra -terció ella-. La CIA progresa gracias a los avances tecnológicos y siempre ha experimentado con lo místico: percepción extrasensorial, visión remota, privación sensorial, estados mentales provocados mediante fármacos… Todo tiene que ver con lo mismo: explotar el potencial oculto del cerebro humano. Si hay algo que he aprendido de Peter es que ciencia y misticismo guardan una estrecha relación; tan sólo se diferencian por sus planteamientos. Los objetivos son idénticos…, los métodos, distintos.

- Peter me contó que su campo de estudio es una suerte de ciencia mística moderna -observó Galloway.

- La ciencia noética -repuso Katherine al tiempo que asentía-. Y está demostrando que el hombre posee poderes inimaginables. -Señaló una vidriera que representaba la conocida imagen del Jesús luminoso, la de Cristo irradiando luz de la cabeza y las manos-. A decir verdad, tan sólo utilicé un dispositivo electrónico superenfriado para fotografiar las manos de un curandero en acción. Las fotos se parecían mucho a esa imagen de Jesús de su vidriera…, energía a raudales que emanaba de la punta de los dedos del sanador.

«Las mentes educadas -pensó Galloway, reprimiendo una sonrisa-, ¿Cómo crees que curaba Jesús a los enfermos?»

- Soy consciente de que la medicina moderna ridiculiza a sanadores y chamanes, pero yo lo vi con mis propios ojos -añadió ella-. Mis cámaras CCD fotografiaron claramente a ese hombre mientras transmitía un campo energético inmenso desde la punta de sus dedos… y modificaba literalmente la estructura celular de su paciente. Si eso no es poder divino, a ver qué es.

El deán Galloway se permitió esbozar una sonrisa. Katherine era igual de fogosa que su hermano.

- En una ocasión, Peter comparó a los especialistas en ciencia noética con los primeros exploradores, que se convirtieron en blanco de burlas por abrazar la herética noción de que la Tierra era redonda. Prácticamente de la noche a la mañana, esos exploradores pasaron de ser necios a ser héroes, y descubrieron mundos desconocidos y ampliaron el horizonte de todos los seres del planeta. Peter piensa que usted hará eso mismo. Está muy esperanzado con su trabajo. Al fin y al cabo, todos los grandes cambios filosóficos de la historia nacieron de una idea osada.

Ni que decir tiene que Galloway sabía que no era preciso entrar en un laboratorio para ser testigo de esa idea osada, de esa propuesta del potencial sin explotar del hombre. Sin ir más lejos, en su catedral se reunían grupos de oración sanadora para los enfermos, y en repetidas ocasiones se habían visto resultados auténticamente milagrosos, transformaciones físicas refrendadas por la medicina. La cuestión no era si Dios había insuflado grandes poderes al hombre…, sino más bien cómo liberar esos poderes.

El anciano rodeó respetuosamente con las manos la pirámide masónica y habló en voz muy baja.

- Amigos míos, no sé a qué hace referencia exactamente esta pirámide…, pero sí sé esto: existe un tesoro de gran calado espiritual oculto en alguna parte…, un tesoro que ha aguardado pacientemente en la oscuridad durante generaciones. Creo que se trata de un catalizador capaz de transformar el mundo. -A continuación tocó la dorada punta del vértice-, Y ahora que la pirámide está completa…, la hora de la verdad se acerca a toda prisa. Y ¿por qué no iba a ser así? La promesa de una gran iluminación transformadora siempre ha estado presente en las profecías.

- Padre -dijo Langdon en tono desafiante-, todos estamos familiarizados con el Apocalipsis de san Juan, y con lo que éste significa literalmente, pero las profecías bíblicas difícilmente…

- Santo cielo, el Apocalipsis es un auténtico lío -aseveró el deán-. No hay quien lo interprete. Yo estoy hablando de mentes claras que escriben en un idioma claro: las predicciones de san Agustín, sir Francis Bacon, Newton, Einstein, y la lista sigue y sigue. Todos ellos anticiparon un momento de iluminación transformadora. El propio Jesús afirmó: «Nada hay oculto que no haya de descubrirse ni secreto que no haya de conocerse y salir a la luz.»

- Es una predicción segura -convino Langdon-, El conocimiento crece de forma exponencial: cuanto más sabemos, mayor es nuestra capacidad de aprendizaje y con más rapidez ampliamos nuestra base de conocimientos.

- Sí -añadió Katherine-. Eso es algo que se ve continuamente en la ciencia. La nueva tecnología se convierte en una herramienta con la que desarrollar otras tecnologías…, y así sucesivamente. Por eso la ciencia ha avanzado más en los últimos cinco años que en los cinco mil anteriores.

Crecimiento exponencial. Matemáticamente, con el tiempo la curva exponencial del progreso pasa a ser casi vertical, y los nuevos avances se producen a una velocidad vertiginosa.

El silencio se hizo en el despacho del deán, que presintió que sus dos invitados seguían sin tener la menor idea de cómo podía ayudarlos la pirámide a continuar adelante. «Ésa es la razón de que el destino os haya traído hasta mí -pensó-. Tengo un papel que desempeñar.»

Durante muchos años, el reverendo Colin Galloway, junto con sus hermanos masones, había hecho las veces de guardián. Ahora todo estaba cambiando.

«Ya no soy guardián…, ahora soy guía.»

- Profesor Langdon -dijo al tiempo que extendía el brazo-. Deme la mano, se lo ruego.

Robert Langdon titubeó mientras miraba fijamente la mano abierta del anciano.

«¿Vamos a rezar?»

Finalmente alargó el brazo con cortesía y posó su mano derecha en la apergaminada palma del deán. Éste la asió con fuerza, pero no se puso a rezar, sino que localizó el índice de Langdon y lo guió hacia el interior de la caja de piedra que antes albergaba el dorado vértice.

- Sus ojos no le han dejado ver -aseguró Galloway-. Si viera con los dedos, como yo, se daría cuenta de que esta caja todavía tiene algo que enseñarle.

Obediente, Langdon pasó el dedo por dentro de la caja, pero no notó nada: el interior era completamente liso.

- Siga buscando -instó el deán.

Al cabo, el dedo de Langdon dio con algo, un minúsculo círculo en relieve, un punto diminuto en el centro de la base de la caja. Sacó la mano y echó un vistazo: el pequeño círculo era prácticamente invisible al ojo humano. «¿Qué es esto?» -¿Reconoce ese símbolo? -inquirió el religioso. -¿Símbolo? -repitió Langdon-, Pero si casi no veo nada.

- Apriételo.

Langdon así lo hizo: presionó el punto con el dedo. «¿Qué cree que va a suceder?»

- No retire el dedo -advirtió el deán-. Haga fuerza.

Langdon miró a Katherine, que, perpleja, se acomodaba un mechón de cabello tras la oreja.

A los pocos segundos el anciano asintió.

- Muy bien, saque la mano. La alquimia ha surtido efecto.

«¿Alquimia?» Robert Langdon apartó la mano de la caja de piedra y permaneció sentado en silencio, desconcertado. No había cambiado nada.

El cubo seguía en su sitio, sobre la mesa.

- Nada -afirmó.

- Mírese el dedo -pidió el anciano-. Debería ver una transformación.

Langdon obedeció, pero la única transformación que vio fue que ahora tenía en la piel la marca del círculo: un redondel minúsculo con un punto en el centro.

. .

- Y ahora, ¿reconoce ese símbolo? -preguntó Galloway.

Aunque Langdon lo reconocía, estaba más impresionado por el hecho de que el deán hubiese podido notar el detalle. Por lo visto, ver con los dedos era todo un arte.

- Es alquímico -apuntó Katherine mientras acercaba la silla y escrutaba el dedo de su amigo-. El antiguo símbolo del oro.

- En efecto. -El religioso sonrió y le dio unos golpecitos a la caja-.

Profesor, enhorabuena, acaba de lograr lo que perseguían todos los alquimistas de la historia: ha convertido en oro algo sin ningún valor.

El aludido frunció el ceño, nada convencido. El truquito de aficionado no parecía ser de ninguna ayuda.

- Una idea interesante, señor, pero me temo que este símbolo (un círculo con un punto en el medio) posee docenas de significados. Se denomina «circumpunto», y es uno de los símbolos más utilizados en la historia. -¿De qué está hablando? -preguntó el deán, el escepticismo tiñendo su voz.

A Langdon le asombró que un masón no estuviese más familiarizado con la importancia espiritual de dicho símbolo.

- Señor, el circumpunto tiene un montón de significados. En el Antiguo Egipto era el símbolo de Ra, el dios del sol, y la astronomía moderna todavía lo utiliza para representar a ese astro. En la filosofía oriental encarna la visión espiritual del tercer ojo, la rosa divina y el signo de la iluminación. Los cabalistas lo utilizan para simbolizar la corona, Kether, la sefira superior y «el secreto de los secretos». Los primeros místicos lo llamaban el ojo de Dios, y es el origen del ojo que todo lo ve que aparece en el Gran Sello. Los pitagóricos lo usaban para representar la mónada, la divina verdad, la prisca sapientia, la unión de mente y alma y…

- Es suficiente. -Ahora el deán se reía-. Profesor, gracias. Tiene usted razón, naturalmente.

Langdon cayó en la cuenta de que se la había jugado. «Él ya sabía todo eso.»

- El circumpunto es, básicamente, el símbolo de los antiguos misterios -resumió Galloway, todavía risueño-. Por ese motivo me atrevería a decir que su presencia en esta caja no es mera coincidencia. Según la leyenda, los secretos de este mapa se hallan ocultos en el más nimio de los detalles.

- Muy bien -accedió Katherine-, pero aunque ese símbolo fuera tallado ahí a propósito, no nos es de mucha ayuda a la hora de descifrar el mapa, ¿no es así?

- Antes ha mencionado usted que el sello de cera que rompió tenía grabado el anillo de Peter.

- Ajá.

- Y ha dicho que tiene consigo el anillo.

- Lo tengo. -Langdon se metió la mano en el bolsillo, lo encontró y, después de sacarlo de la bolsa de plástico, lo depositó en la mesa, delante del deán.

Éste cogió el anillo y comenzó a palparlo.

- Esta pieza única fue creada a la vez que la pirámide masónica, y tradicionalmente lo lleva el hermano encargado de proteger la pirámide.

Esta noche, cuando he notado el pequeño círculo en el fondo de la caja, he comprendido que el anillo, de hecho, forma parte del symbolon. -¿Sí?

- Estoy seguro. Peter es mi mejor amigo, y lució este anillo muchos años. Estoy bastante familiarizado con él. -Se lo entregó a Langdon-, Compruébelo usted mismo.

Él lo cogió y lo examinó, pasando los dedos por el fénix bicéfalo, el número 33, la leyenda «Ordo ab chao» y también las palabras «Todo será revelado en el trigésimo tercer grado». No reparó en nada útil. Luego, cuando sus dedos bajaban por la cara exterior del aro, se detuvo en seco.

Sorprendido, le dio la vuelta al anillo y observó la parte de abajo. -¿Lo ha encontrado? -quiso saber Galloway.

- Eso creo, sí -repuso él.

Katherine acercó más la silla. -¿Qué?

- El signo del grado en la tira -contestó Langdon al tiempo que se lo enseñaba-. Es tan pequeño que no se ve, pero si lo tocas notas la marca, como una pequeña incisión circular.

El signo del grado se hallaba centrado en la parte inferior de la banda…, y había que reconocer que parecía del mismo tamaño que la marca en relieve del fondo de la caja. -¿Tiene el mismo tamaño? -Katherine se pegó más todavía, la emoción reflejada en su voz.

- Sólo hay un modo de averiguarlo.

Langdon tomó el anillo y lo introdujo en el cubo, haciendo coincidir ambos círculos. Al presionar, la marca de la caja se acopló al corte del anillo y se oyó un tenue pero categórico clic.

Los tres dieron un salto.

Langdon esperó, pero no pasó nada. -¿Qué ha sido eso? -se interesó el religioso.

- Nada -replicó Katherine-. El anillo se ha encajado…, pero no ha sucedido nada más. -¿Ninguna gran transformación? -Galloway parecía confuso.

«No hemos terminado», comprendió Langdon mientras centraba su atención en la insignia de la joya: un fénix bicéfalo y el número 33. «Todo será revelado en el trigésimo tercer grado.» Le vinieron a la cabeza Pitágoras, la geometría sagrada y ángulos, y se preguntó si los grados no serían matemáticos.

Despacio, el corazón latiendo más a prisa, metió la mano y agarró el anillo, que estaba sujeto a la base del cubo. Después, lentamente, comenzó a girar el anillo a la derecha. «Todo será revelado en el trigésimo tercer grado.»

Hizo girar el anillo diez grados… veinte grados… treinta…

Lo que pasó a continuación pilló por sorpresa a Langdon.


Capítulo 85

«Transformación.»

El deán Galloway lo oyó, de manera que no tuvo necesidad de verlo.

Frente a él, al otro lado de la mesa, Langdon y Katherine guardaban un silencio absoluto, sin duda con la vista clavada en mudo asombro en el cubo de piedra, que acababa de sufrir una ruidosa transformación ante sus propios ojos.

Galloway no pudo por menos de sonreír. Ya se lo olía, y aunque seguía sin saber de qué manera los ayudaría ese cambio a resolver el enigma de la pirámide, estaba disfrutando con la rara oportunidad de enseñarle algo sobre símbolos a un experto en simbología de Harvard.

- Profesor -dijo el anciano-, no son muchos los que saben que los masones veneran la forma del cubo (o sillar, como lo llamamos nosotros) por ser una representación tridimensional de otro símbolo…, un símbolo mucho más antiguo, bidimensional.

A Galloway no le hizo falta preguntar si el profesor reconocía el antiguo símbolo que ahora tenían delante en el escritorio. Se trataba de uno de los más famosos del mundo.

Robert Langdon se devanaba los sesos mientras miraba la caja transformada que tenía delante, en la mesa. «No tenía ni idea…»

Hacía unos instantes había metido la mano en el cubo de piedra para coger el anillo masónico y moverlo en sentido circular. Cuando lo hizo girar treinta y tres grados, la caja cambió de repente delante de sus narices. Los cuadrados que conformaban sus lados se soltaron cuando los goznes ocultos se abrieron. El cubo se deshizo de pronto, los laterales y la tapa cayeron ruidosamente en la mesa.

. .

 

«El cubo se convierte en una cruz -pensó Langdon-, Alquimia simbólica.»

Katherine puso cara de asombro al ver el cubo desmontado.

- La pirámide masónica está relacionada con… ¿el cristianismo?

Durante un momento, Langdon se planteó eso mismo. Después de todo, el crucifijo cristiano era un símbolo que gozaba de respeto entre los masones, y sin lugar a dudas eran muchos los masones cristianos. Sin embargo, también los había judíos, musulmanes, budistas, hinduistas y otros cuyo dios no tenía nombre. La presencia de un símbolo exclusivamente cristiano parecía restrictiva. Entonces cayó en cuál era el verdadero significado del símbolo.

- No es un crucifijo -aseguró, poniéndose de pie-. La cruz con el circumpunto en el centro es un símbolo binario: dos símbolos en uno. -¿De qué estás hablando?

Los ojos de Katherine lo seguían mientras él caminaba arriba y abajo.

- La cruz -explicó él- no fue un símbolo cristiano hasta el siglo iv.

Mucho antes era utilizada por los egipcios para representar la intersección de dos dimensiones: la humana y la celestial. Como es arriba es abajo. Era una representación visual de la unión entre el hombre y Dios.

- Entiendo.

- El circumpunto -prosiguió Langdon-, como ya sabemos, posee numerosos significados, y uno de los más esotéricos es la rosa, el símbolo alquímico de la perfección. Sin embargo, cuando se sitúa una rosa en el centro de una cruz, se crea otro símbolo: la rosacruz.

Galloway se echó hacia atrás en su silla, sonriendo.

- Vaya, vaya, esto ya es otra cosa.

Katherine también se levantó. -¿Qué es lo que me estoy perdiendo?

- La rosacruz -se dispuso a aclarar su amigo- es un símbolo habitual en la masonería. De hecho, dentro del Rito Escocés, caballero rosacruz es un grado que honra a los primeros rosacruces, los cuales contribuyeron a crear la filosofía mística masónica. Puede que Peter te haya mencionado a los rosacruces; docenas de grandes científicos eran miembros de esa orden: John Dee, Elias Ashmole, Robert Fludd…

- Claro -repuso Katherine-. He leído todos los manifiestos de los rosacruces como parte de mi investigación.

«Todos los científicos deberían hacerlo», pensó Langdon. La orden rosacruz -o más formalmente, la Antigua y Mística Orden Rosae Crucistenía una enigmática historia que había ejercido una gran influencia en la ciencia y era muy similar a la leyenda de los antiguos misterios…, sabios de la antigüedad poseedores de una sabiduría secreta que fue transmitida a lo largo de los siglos y estudiada sólo por las mentes más brillantes.

Había que admitir que la lista de rosacruces famosos en la historia era un quién es quién de las lumbreras renacentistas europeas: Paracelso, Bacon, Fludd, Descartes, Pascal, Spinoza, Newton, Leibniz.

De acuerdo con la doctrina de los rosacruces, la orden estaba «basada en verdades esotéricas del pasado», unas verdades que habían de ser «ocultadas al hombre de a pie» y que prometían un gran conocimiento del «mundo espiritual». Con los años, el símbolo de la hermandad había acabado siendo una rosa en flor sobre una cruz ornada, pero en un principio era más modesto: un círculo con un punto en el centro sobre una sobria cruz, la manifestación más simple de la rosa sobre la manifestación más simple de la cruz.

- Peter y yo solíamos hablar de la filosofía de los rosacruces -contó el deán a Katherine.

Cuando el anciano comenzó a explicar a grandes rasgos la relación existente entre los masones y los rosacruces, Langdon sintió que su atención volvía a centrarse en algo a lo que no había parado de darle vueltas en toda la noche. «"Jeova Sanctus Unus!" Estoy seguro de que guarda relación con la alquimia.» Seguía sin poder recordar exactamente qué le había dicho Peter de esa locución, pero por algún motivo la mención de la rosacruz parecía haber reavivado esa idea. «Piensa, Robert.»

- Supuestamente, el fundador de la orden -relataba Galloway- fue un místico alemán que se hacía llamar Christian Rosenkreuz, a todas luces un seudónimo; tal vez incluso se tratase de Francis Bacon, fundador de dicha organización según algunos historiadores, aunque no hay ninguna prueba de… -¡Un seudónimo! -exclamó de repente Langdon, asustándose incluso él-. ¡Eso es! ¡«Jeova Sanctus Unus» es un seudónimo! -¿De qué estás hablando? -inquirió ella.


Дата добавления: 2015-10-26; просмотров: 142 | Нарушение авторских прав


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