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CAPÍTULO 13

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  3. Capítulo 1
  4. CAPÍTULO 1
  5. Capítulo 1
  6. Capítulo 1 1 страница
  7. Capítulo 1 5 страница

 

 

Angela se despertó entre los cálidos brazos de su esposo.

A la tenue luz del amanecer, Tristan parecía joven, despreocupado y dulce. Esa noche no había tenido ninguna pesadilla y ella se sintió feliz por él. Le dolía tanto verlo retorcerse en sueños, oír sus gritos de pavor...

Tras cuatro meses de matrimonio, ya se había acostumbrado a consolarlo tras esas horribles pesadillas, y debía reconocer que era un placer para ella. En esas ocasiones, él siempre se mostraba ansioso por amarla y ella le recibía con dulzura, sabiendo que solo el tiempo y el amor podrían cicatrizar las heridas de su alma.

—Umm, ¿qué hora es? —preguntó Tristan alzando su desgreñada cabeza de la almohada. Angela sonrió y se acurrucó contra él, ya sin el miedo a despertarlo.

—Está amaneciendo —respondió, dándole un breve beso en la comisura de la boca, allí donde comenzaba la cicatriz que le marcaba el rostro.

Él se giró lo justo para que ella pudiera acceder mejor a su boca. Angela gimió y se apretó aún más contra él. Tristan sonrió y paseó su mano por el cuerpo de su esposa hasta llegar al centro de su placer. Ella se arqueó contra él y le correspondió con sus propias caricias. Al cabo de un momento, los dos jadeaban, entregados a la pasión.

Mucho rato después, ambos suspiraron, agotados y se dedicaron a ver el amanecer el uno en brazos de otro.

—Umm, creo que nunca me acostumbraré a estos despertares —dijo Tristan contra la delicada oreja de Angela.

Ella rió.

—¿En serio? Yo pensaba que se te daban bastante bien —respondió, con picardía.

Tristan suspiró y la acomodó contra él, aspirando su aroma.

—Deberíamos levantarnos —indicó él, sin hacer el más mínimo movimiento para dejar la cama.

—Aún es temprano, Amber y Endor no nos esperan hasta el mediodía —respondió ella, con una mirada intencionada que él comprendió al instante.

—En ese caso —murmuró Tristan, con una sonrisa perezosa—, supongo que tendremos que ocupar el tiempo en algo.

Ella lanzó un gritito gozoso cuando sintió el cosquilleo de su mano subiéndole por la pierna.

 

 

—Esta casa está hecha un auténtico desastre. ¿Qué ha estado haciendo Perkins en nuestra ausencia? —dijo Amber lanzando una mirada a su alrededor con ojo crítico.

Habiendo llegado el día anterior de un largo viaje al Caribe, su rostro estaba más tostado de lo que la buena sociedad consideraría aceptable y sus ojos ambarinos destacaban más que nunca. Endor la abrazó por detrás y le besó el hueco detrás de la oreja.

—En este momento el estado de la casa es lo que menos me preocupa, mi amor —susurró frotando su considerable erección contra ella.

Amber se giró en la cama y abrió las piernas para recibirle en su calor. A pesar de que los motivos de su viaje no habían sido los que una recién casada hubiera elegido, la alternativa, esto es, dejar que él fuera solo, era impensable.

Afortunadamente, cuando llegaron, pudieron liberar a los prisioneros sin derramamiento de sangre. Aun y todo, cuando regresaron al “Afrodita” y ella se lanzó sobre él, Endor volvió a respirar de nuevo.

Amber sabía que había sido terrible para él regresar a aquella prisión donde rescatara a Tristan tantos meses atrás. Esta vez el estado de los presos no era tan horrible, por lo que estaba agradecido, pero había decidido que, en la próxima ocasión, y rezaba porque no la hubiera, mandaría a sus hombres en su lugar. Al fin y al cabo, ahora tenía una esposa por la que preocuparse, se dijo con una sonrisa. Ya no era libre para ir por ahí poniendo en peligro su vida con tanta alegría.

Por otra parte, aunque quisiera, Amber no le dejaría. Ahora que había descubierto su amor, ella deseaba apurarlo hasta el fondo y recuperar los años perdidos. Y la verdad era que él era demasiado feliz como para preocuparse por otra cosa que no fuera ella en ese momento.

—¡Eh, marinero! —dijo ella, colocándole una mano caliente en la mejilla—. Un penique por tus pensamientos.

Endor parpadeó un par de veces y sonrió.

—Pensaba en que es bueno estar de nuevo en casa —murmuró Endor hundiéndose una vez más en ella, que le clavó las uñas en la espalda al recibirlo—. Y tú, ¿qué piensas, gata?

 

 

—Tristan, amigo, te sienta bien la vida de casado. Creo que has engordado —dijo Endor con una sonrisa divertida.

Nunca lo había visto tan feliz. Tristan parecía haber alcanzado una especie de estado de paz interior. Incluso sonreía relajado algo que unos meses atrás hubiera creído imposible.

—Tú tampoco estás mal —comentó el capitán examinando al otro a su vez.

Endor estaba escandalosamente moreno y se le veía muy en forma. Su sonrisa había perdido en parte ese deje irónico que la caracterizaba en otros tiempos. Parecía tranquilo y ligero como nunca le había visto.

—Me alegro de que el viaje saliera bien —continuó Tristan—. ¿Qué dijo Amber al ver el mascarón proa? —añadió con una sonrisa torcida.

Endor enrojeció.

—Bueno... creo que... le gustó.

—¡Oh, seguro que sí! ¿A qué mujer no le gustaría verse medio desnuda delante de todo el mundo?

—A mí me gusta, es muy romántico —dijo una voz a sus espaldas.

Tristan se volvió para encontrarse con la mirada ambarina de su cuñada clavada en él. Ahora fue su turno para sonrojarse. Iba a murmurar una disculpa, pero ella le sonrió y se colocó junto a Endor, que se inclinó para depositar un beso breve en sus labios.

—Ya le he dado a Amber la buena noticia —dijo Angela, abrazando a Tristan por detrás.

Endor sonrió con picardía.

—¿Vais a hacerme tío tan pronto?

Angela rió.

—¡Oh, no, que yo sepa! Es Arianne. Ha acabado la escuela y llegará cualquier día de estos.

—Eso quiere decir que se avecinan problemas —dijo Endor estremeciéndose de modo teatral.

—¿Cómo puedes decir algo así? —preguntó Angela, escandalizada.

—Cariño, si a los doce años tu hermanita ya era un pequeño diablo disfrazado de niña, imagínatela ahora, a los dieciocho. ¿Sabías que llevaba años diciéndome que yo era el hombre ideal para su hermana mayor?

—Y Ari tenía razón —dijo Amber con una risa grave.

—¡Pues por eso! Esa niña me asusta.

—¿De quién habláis? —preguntó una voz desde la entrada del salón. Todos se volvieron hacia allí y se toparon con una criatura pequeña y algo regordeta que los miraba con aire sabihondo—. Cualquiera diría que acabáis de ver a un fantasma —dijo la muchacha avanzando hacia el pequeño grupo—. Supongo que tú debes de ser el capitán Bullock —comentó examinando a Tristan de arriba debajo de modo apreciativo—. No tendrás algún hermano más joven y soltero, ¿verdad?

Tristan enrojeció ante el descaro de la jovencita. Ahora comprendía a qué se refería Endor.

—¡Oh, diablos! ¿Qué me queda a mí ahora que mis hermanas se han casado con los hombres más interesantes de Inglaterra? —continuó en tono irónico—. Y bien, ¿nadie va a darme un beso de bienvenida?

Las tres hermanas se fundieron en un torbellino de besos y abrazos.

Endor se sumó a ellas y sonrió cuando Arianne le susurró al oído:

—¿Ves cómo tenía razón?

Endor tembló interiormente y rezó para poder sobrevivir a las tres hermanas Hutton unidas. Afortunadamente, estaba dispuesto a apostar por ello durante el resto de su vida.

 


Дата добавления: 2015-10-30; просмотров: 97 | Нарушение авторских прав


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