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Mirй hacia otro lado, intentando ser amable, y mis ojos vagaron de nuevo hacia el hermoso instrumento que habнa sobre la tarima al lado de la puerta. Sъbitamente recordй una fantasнa de mi niсez, segъn la cual, comprarнa un gran piano de cola a mi madre si alguna vez me tocaba la loterнa. No era una buena pianista, sуlo tocaba para sн misma en nuestro piano de segunda mano, pero a mн me encantaba verla tocar. Se la veнa feliz, absorta, entonces me parecнa un ser nuevo y misterioso, alguien diferente a la persona a quien daba por hecho que conocнa. Me hizo tomar clases, por supuesto, pero, como la mayorнa de los niсos, lloriqueй hasta conseguir que dejara de llevarme.
Esme se percatу de mi atenciуn y, seсalando el piano con un movimiento de cabeza, me preguntу:
—їTocas?
Neguй con la cabeza.
—No, en absoluto. Pero es tan hermoso... їEs tuyo?
—No —se riу—. їNo te ha dicho Edward que es mъsico?
—No —entrecerrй los ojos antes de mirarle—. Supongo que deberнa de haberlo sabido.
Esme arqueу las cejas como muestra de su confusiуn.
—Edward puede hacerlo todo, їno? —le expliquй.
Jasper se riу con disimulo y Esme le dirigiу una mirada de reprobaciуn.
—Espero que no hayas estado alardeando... Es de mala educaciуn —le riсу.
—Sуlo un poco —Edward riу de buen grado, el rostro de Esme se suavizу al oнrlo y ambos intercambiaron una rбpida mirada cuyo significado no comprendн, aunque la faz de ella parecнa casi petulante.
—De hecho —rectifiquй—, se ha mostrado demasiado modesto.
—Bueno, toca para ella —le animу Esme.
—Acabas de decir que alardear es de mala educaciуn —objetу Edward.
—Cada regla tiene su excepciуn —le replicу.
—Me gustarнa oнrte tocar —dije, sin que nadie me hubiera pedido mi opiniуn.
—Entonces, decidido.
Esme empujу hacia el piano a Edward, que tirу de mн y me hizo sentarme a su lado en el banco. Me dedicу una prolongada y exasperada mirada antes de volverse hacia las teclas.
Luego sus dedos revolotearon rбpidamente sobre las teclas de marfil y una composiciуn, tan compleja y exuberante que resultaba imposible creer que la interpretara un ъnico par de manos, llenу la habitaciуn. Me quedй boquiabierta del asombro y a mis espaldas oн risas en voz baja ante mi reacciуn.
Edward me mirу con indiferencia mientras la mъsica seguнa surgiendo a nuestro alrededor sin descanso. Me guiсу un ojo:
—їTe gusta?
—їTъ has escrito esto? —dije entrecortadamente al comprenderlo.
Asintiу.
—Es la favorita de Esme.
Cerrй los ojos al tiempo que sacudнa la cabeza.
—їQuй ocurre?
—Me siento extremadamente insignificante.
El ritmo de la mъsica se hizo mбs pausado hasta transformarse en algo mбs suave y, para mi sorpresa, entre la profusa maraсa de notas, distinguн la melodнa de la nana que me tarareaba.
—Tъ inspiraste йsta —dijo en voz baja. La mъsica se convirtiу en algo de desbordante dulzura.
No me salieron las palabras.
—Les gustas, ya lo sabes —dijo con tono coloquial—. Sobre todo a Esme.
Echй un fugaz vistazo a mis espaldas, pero la enorme estancia se habнa quedado vacнa.
— їAdonde han ido?
—Supongo que, muy sutilmente, nos han concedido un poco de intimidad.
Suspirй.
—Les gusto, pero Rosalie y Emmett... —dejй la frase sin concluir porque no estaba muy segura de cуmo expresar mis dudas.
Edward torciу el gesto.
—No te preocupes por Rosalie —insistiу con su persuasiva mirada—. Cambiarб de opiniуn.
Fruncн los labios con escepticismo.
—їY Emmett?
—Bueno, opina que soy un lunбtico, lo cual es cierto, pero no tienen ningъn problema contigo. Estб intentando razonar con Rosalie.
—їQuй le perturba? —inquirн, no muy segura de querer conocer la respuesta.
Suspirу profundamente.
—Rosalie es la que mбs se debate contra... contra lo que somos. Le resulta duro que alguien de fuera de la familia sepa la verdad, y estб un poco celosa.
—їRosalie tiene celos de mн? —preguntй con incredulidad.
Intentй imaginarme un universo en el que alguien tan impresionante como Rosalie tuviera alguna posible razуn para sentir celos de alguien como yo.
—Eres humana —Edward se encogiу de hombros—. Es lo que ella tambiйn desearнa ser.
—Vaya —musitй, aъn aturdida—. En cuanto a Jasper...
—En realidad, eso es culpa mнa —me explicу—. Ya te dije que era el que hace menos tiempo que estб probando nuestra forma de vida. Le previne para que se mantuviera a distancia.
Pensй en la razуn de esa instrucciуn y me estremecн.
—їY Esme y Carlisle...? —continuй rбpidamente para evitar que se diera cuenta.
—Son felices de verme feliz. De hecho, a Esme no le preocuparнa que tuvieras un tercer ojo y dedos palmeados. Durante todo este tiempo se ha preocupado por mн, temiendo que se hubiera perdido alguna parte esencial de mi carбcter, ya que era muy joven cuando Carlisle me convirtiу... Estб entusiasmada. Se ahoga de satisfacciуn cada vez que te toco.
—Alice parece muy... entusiasta.
—Alice tiene su propia forma de ver las cosas —murmurу con los labios repentinamente contraнdos.
—Y no me la vas a explicar, їverdad?
Se produjo un momento de comunicaciуn sin palabras entre nosotros. Edward comprendiу que yo sabнa que me ocultaba algo y yo que no me lo iba a revelar. Ahora, no.
—їQuй te estaba diciendo antes Carlisle?
Sus cejas se juntaron hasta casi tocarse.
—Te has dado cuenta, їverdad?
Me encogн de hombros.
—Naturalmente.
Me mirу con gesto pensativo durante unos segundos antes de responder.
—Querнa informarme de ciertas noticias... No sabнa si era algo que yo deberнa compartir contigo.
—їLo harбs?
—Tengo que hacerlo, porque durante los prуximos dнas, tal vez semanas, voy a ser un protector muy autoritario y me disgustarнa que pensaras que soy un tirano por naturaleza.
—їQuй sucede?
—En sн mismo, nada malo. Alice acaba de «ver» que pronto vamos a tener visita. Saben que estamos aquн y sienten curiosidad.
—їVisita?
—Sн, bueno... Los visitantes se parecen a nosotros en sus hбbitos de caza, por supuesto. Lo mбs probable es que no vayan a entrar al pueblo para nada, pero, desde luego, no voy a dejar que estйs fuera de mi vista hasta que se hayan marchado.
Me estremecн.
—ЎPor fin, una reacciуn racional! —murmurу—. Empezaba a creer que no tenнas instinto de supervivencia alguno.
Dejй pasar el comentario y apartй la vista para que mis ojos recorrieran de nuevo la espaciosa estancia. Йl siguiу la direcciуn de mi mirada.
—No es lo que esperabas, їverdad? —inquiriу muy ufano.
—No —admitн.
—No hay ataъdes ni crбneos apilados en los rincones. Ni siquiera creo que tengamos telaraсas... ЎQuй decepciуn debe de ser para ti! —prosiguiу con malicia.
Ignorй su broma.
—Es tan luminoso, tan despejado.
Se puso mбs serio al responder:
—Es el ъnico lugar que tenemos para escondernos.
Edward seguнa tocando la canciуn, mi canciуn, que siguiу fluyendo libremente hasta su conclusiуn, las notas finales habнan cambiado, eran mбs melancуlicas y la ъltima revoloteу en el silencio de forma conmovedora.
—Gracias —susurrй.
Entonces me di cuenta de que tenнa los ojos anegados en lбgrimas. Me las enjuguй, avergonzada.
Rozу la comisura de mis ojos para atrapar una lбgrima que se me habнa escapado. Alzу el dedo y examinу la gota con ademбn inquietante. Entonces, a una velocidad tal que no pude estar segura de que realmente lo hiciera, se llevу el dedo a la boca para saborearla.
Le mirй de manera intuitiva, y Edward sostuvo mн mirada un prolongado momento antes de esbozar una sonrisa finalmente.
—їQuieres ver el resto de la casa?
—їNada de ataъdes? —me quise asegurar.
El sarcasmo de mi voz no logrу ocultar del todo la leve pero genuina ansiedad que me embargaba. Se echу a reнr, me tomу de la mano y me alejу del piano.
—Nada de ataъdes —me prometiу.
Acariciй la suave y lisa barandilla con la mano mientras subнamos por la imponente escalera. En lo alto de la misma habнa un gran vestнbulo de paredes revestidas con paneles de madera color miel, el mismo que las tablas del suelo.
—La habitaciуn de Rosalie y Emmett... El despacho de Carlisie... —Hacнa gestos con la mano conforme нbamos pasando delante de las puertas—. La habitaciуn de Alice...
Edward hubiera continuado, pero me detuve en seco al final del vestнbulo, contemplando con incredulidad el ornamento que pendнa del muro por encima de mi cabeza. Se riу entre dientes de mi expresiуn de asombro.
—Puedes reнrte, es una especie de ironнa.
No lo hice. De forma automбtica, alcй la mano con un dedo extendido como si fuera a tocar la gran cruz de madera. Su oscura pбtina contrastaba con el color suave de la pared. Pero no la toquй, aun cuando sentн curiosidad por saber si su madera antigua era tan suave al tacto como aparentaba.
—Debe de ser muy antigua —aventurй.
Se encogiу de hombros.
—Es del siglo XVI, a principios de la dйcada de los treinta, mбs o menos.
Apartй los ojos de la cruz para mirarle.
—їPor quй conservбis esto aquн?
—Por nostalgia. Perteneciу al padre de Carlisle.
—їColeccionaba antigьedades? —sugerн dubitativamente.
—No. La tallу йl mismo para colgarla en la pared, encima del pulpito de la vicarнa en la que predicaba.
No estaba segura de si la cara delataba mi sorpresa, pero, sуlo por si acaso, continuй mirando la sencilla y antigua cruz. Efectuй el cбlculo de memoria. La reliquia tendrнa unos trescientos setenta aсos. El silencio se prolongу mientras me esforzaba por asimilar la nociуn de tantнsimos aсos.
—їTe encuentras bien? —preguntу preocupado.
—їCuбntos aсos tiene Carlisle? —inquirн en voz baja, sin apartar los ojos de la cruz e ignorando su pregunta.
—Acaba de celebrar su cumpleaсos tricentйsimo sexagйsimo segundo —contestу Edward. Le mirй de nuevo, con un millуn de preguntas en los ojos.
Me estudiу atentamente mientras hablaba:
—Carlisle naciу en Londres, йl cree que hacia 1640. Aunque las fechas no se seсalaban con demasiada precisiуn en aquella йpoca, al menos, no para la gente comъn, sн se sabe que sucediу durante el gobierno de Cromwell.
No descompuse el gesto, consciente del escrutinio al que Edward me sometнa al informarme:
—Fue el hijo ъnico de un pastor anglicano. Su madre muriу al alumbrarle a йl. Su padre era un fanбtico. Cuando los protestantes subieron al poder, se uniу con entusiasmo a la persecuciуn desatada contra los catуlicos y personas de otros credos. Tambiйn creнa a pies juntillas en la realidad del mal. Encabezу partidas de caza contra brujos, licбntropos... y vampiros.
Me quedй aъn mбs quieta ante la menciуn de esa palabra. Estaba segura de que lo habнa notado, pero continuу hablando sin pausa.
—Quemaron a muchos inocentes, por supuesto, ya que las criaturas a las que realmente ellos perseguнan no eran tan fбciles de atrapar.
»E1 pastor colocу a su obediente hijo al frente de las razias cuando se hizo mayor. Al principio, Carlisle fue una decepciуn. No se precipitaba en lanzar acusaciones ni veнa demonios donde no los habнa, pero era persistente y mucho mбs inteligente que su padre. De hecho, localizу un aquelarre de autйnticos vampiros que vivнan ocultos en las cloacas de la ciudad y sуlo salнan de caza durante las noches. En aquellos dнas, cuando los monstruos no eran meros mitos y leyendas, йsa era la forma en que debнan vivir.
—La gente reuniу horcas y teas, por supuesto, y se apostу allн donde Carlisle habнa visto a los monstruos salir a la calle —ahora la risa de Edward fue mбs breve y sombrнa—. Al final, apareciу uno.
»Debнa de ser muy viejo y estar debilitado por el hambre. Carlisle le oyу cуmo avisaba a los otros en latнn cuando detectу el efluvio del gentнo —Edward hablaba con un hilo de voz y tuve que aguzar el oнdo para comprender las palabras—. Luego, corriу por las calles y Carlisle, que tenнa veintitrйs aсos y era muy rбpido, encabezу la persecuciуn. La criatura podнa haberlos dejado atrбs con facilidad, pero se revolviу y, dбndose la vuelta, los atacу. Carlisle piensa que debнa estar sediento. Primero se abalanzу sobre йl, pero le plantу cara para defenderse y habнa otros muy cerca a quienes atacar. El vampiro matу a dos hombres y se escabullу llevбndose a un tercero y dejando a Carlisle sangrando en la calle.
Hizo una pausa. Intuн que estaba censurando una parte de la historia, que me ocultaba algo.
—Carlisle sabнa lo que harнa su padre: quemar los cuerpos y matar a cualquiera que hubiera resultado infectado por el monstruo. Carlisle actuу por instinto para salvar su piel. Se alejу a rastras del callejуn mientras la turba perseguнa al monstruo y a su presa. Se ocultу en un sуtano yse enterrу entre patatas podridas durante tres dнas. Es un milagro que consiguiera mantenerse en silencio y pasar desapercibido.
»Se dio cuenta de que se habнa «convertido» cuando todo terminу.
No estaba muy segura de lo que reflejaba mi rostro, pero de repente enmudeciу.
—їCуmo te encuentras? —preguntу.
—Estoy bien —le asegurй, y, aunque me mordн el labio dubitativa, debiу de ver la curiosidad reluciendo en mis ojos.
—Espero —dijo con una sonrisa— que tengas algunas preguntas que hacerme.
—Unas cuantas.
Al sonreнr, Edward dejу entrever su brillante dentadura. Se dirigiу de vuelta al vestнbulo, me tomу de la mano y me arrastrу.
—En ese caso, vamos —me animу—. Te lo voy a mostrar.
CARLISLE
Me condujo de vuelta a la habitaciуn que habнa identificado como el despacho de Carlisle. Se detuvo delante de la puerta durante unos instantes.
—Adelante —nos invitу la voz de Carlisle.
Edward abriу la puerta de acceso a una sala de techos altos con vigas de madera y de grandes ventanales orientados hacia el oeste. Las paredes tambiйn estaban revestidas con paneles de madera mбs oscura que la del vestнbulo, allн donde йsta se podнa ver, ya que unas estanterнas, que llegaban por encima de mi cabeza, ocupaban la mayor parte de la superficie. Contenнan mбs libros de los que jamбs habнa visto fuera de una biblioteca.
Carlisle se sentaba en un sillуn de cuero detrбs del enorme escritorio de caoba. Acababa de poner un marcador entre las pбginas del libro que sostenнa en las manos. El despacho era idйntico a como yo imaginaba que serнa el de un decano de la facultad, sуlo que Carlisle parecнa demasiado joven para encajar en el papel.
— їQuй puedo hacer por vosotros? —nos preguntу con tono agradable mientras se levantaba del sillуn.
—Querнa enseсar a Bella un poco de nuestra historia —contestу Edward—. Bueno, en realidad, de tu historia.
—No pretendнamos molestarte —me disculpй.
—En absoluto. їPor dуnde vais a comenzar?
—Por los cuadros —contestу Edward mientras me ponнa con suavidad la mano sobre el hombro y me hacнa girar para mirar hacia la puerta por la que acabбbamos de entrar.
Cada vez que me tocaba, incluso aunque fuera por casualidad, mi corazуn reaccionaba de forma audible. Resultaba de lo mбs embarazoso en presencia de Carlisle.
La pared hacia la que nos habнamos vuelto era diferente de las demбs, ya que estaba repleta de cuadros enmarcados de todos los tamaсos y colores —unos muy vivos y otros de apagados monocromos— en lugar de estanterнas. Busquй un motivo oculto comъn que diera coherencia a la colecciуn, pero no encontrй nada despuйs de mi apresurado examen.
Edward me arrastrу hacia el otro lado, a la izquierda, y me dejу delante de un pequeсo уleo con un sencillo marco de madera. No figuraba entre los mбs grandes ni los mбs destacados. Pintado con diferentes tonos de sepia, representaba la miniatura de una ciudad de tejados muy inclinados con finas agujas en lo alto de algunas torres diseminadas. Un rнo muy caudaloso —lo cruzaba un puente cubierto por estructuras similares a minъsculas catedrales— dominaba el primer plano.
—Londres hacia 1650 —comentу.
—El Londres de mi juventud —aсadiу Carlisle a medio metro detrбs de nosotros. Me estremecн. No le habнa oнdo aproximarse. Edward me apretу la mano.
— їLe vas a contar la historia? —inquiriу Edward.
Me retorcн un poco para ver la reacciуn de Carlisle. Sus ojos se encontraron con los mнos y me sonriу.
—Lo harнa —replicу—, pero de hecho llego tarde. Han telefoneado del hospital esta maсana. El doctor Snow se ha tomado un dнa de permiso. Ademбs, te conoces la historia tan bien como yo —aсadiу, dirigiendo a Edward una gran sonrisa.
Resultaba difнcil asimilar una combinaciуn tan extraсa: las preocupaciones del dнa a dнa de un mйdico de pueblo en mitad de una conversaciуn sobre sus primeros dнas en el Londres del siglo XVII.
Tambiйn desconcertaba saber que hablaba en voz alta sуlo en deferencia hacia mн.
Carlisle abandonу la estancia despuйs de destinarme otra cбlida sonrisa. Me quedй mirando el pequeсo cuadro de la ciudad natal de Carlisle durante un buen rato. Finalmente, volvн los ojos hacia Edward, que estaba observбndome, y le preguntй:
— їQuй sucediу luego? їQuй ocurriу cuando comprendiу lo que le habнa pasado?
Volviу a estudiar las pinturas y mirй para saber quй imagen atraнa su interйs ahora. Se trataba de un paisaje de mayor tamaсo y colores apagados, una pradera despejada a la sombra de un bosque con un pico escarpado a lo lejos.
—Cuando supo que se habнa convertido —prosiguiу en voz baja—, se rebelу contra su condiciуn, intentу destruirse, pero eso no es fбcil de conseguir.
— їCуmo?
No querнa decirlo en voz alta, pero las palabras se abrieron paso a travйs de mi estupor.
—Se arrojу desde grandes alturas —me explicу Edward con voz impasible—, e intentу ahogarse en el ocйano, pero en esa nueva vida era joven y muy fuerte. Resulta sorprendente que fuera capaz de resistir el deseo... de alimentarse... cuando era aъn tan inexperto. El instinto es mбs fuerte en ese momento y lo arrastra todo, pero sentнa tal repulsiуn hacia lo que era que tuvo la fuerza para intentar matarse de hambre.
— їEs eso posible? —inquirн con voz dйbil.
—No, hay muy pocas formas de matarnos.
Abrн la boca para formular otra pregunta, pero Edward comenzу a hablar antes de que lo pudiera hacer.
—De modo que su hambre crecнa y al final se debilitу. Se alejу cuanto pudo de toda poblaciуn humana al detectar que su fuerza de voluntad tambiйn se estaba debilitando. Durante meses, estuvo vagabundeando de noche en busca de los lugares mбs solitarios, maldiciйndose.
»Una noche, una manada de ciervos cruzу junto a su escondrijo. La sed le habнa vuelto tan salvaje que los atacу sin pensarlo. Recuperу las fuerzas y comprendiу que habнa una alternativa a ser el vil monstruo que temнa ser. їAcaso no habнa comido venado en su anterior vida? Podнa vivir sin ser un demonio y de nuevo se hallу a sн mismo.
«Comenzу a aprovechar mejor su tiempo. Siempre habнa sido inteligente y бvido de aprender. Ahora tenнa un tiempo ilimitado por delante. Estudiaba de noche y trazaba planes durante el dнa. Se marchу a Francia a nado y...
— їNadу hasta Francia?
—Bella, la gente siempre ha cruzado a nado el Canal —me recordу con paciencia.
—Supongo que es cierto. Sуlo que parecнa divertido en ese contexto. Continъa.
—Nadar es fбcil para nosotros...
—Todo es fбcil para ti —me quejй.
Me aguardу con expresiуn divertida.
—No volverй a interrumpirte otra vez, lo prometo.
Riу entre dientes con aire misterioso y terminу la frase:
—Es fбcil porque, tйcnicamente, no necesitamos respirar.
—Tъ...
—No, no, lo has prometido —se riу y me puso con suavidad el helado dedo en los labios—. їQuieres oнr la historia o no?
—No me puedes soltar algo asн y esperar que no diga nada —mascullй contra su dedo.
Levantу la mano hasta ponerla sobre mi cuello. Mi corazуn se desbocу, pero perseverй.
— їNo necesitas respirar? —exigн saber.
—No, no es una necesidad —se encogiу de hombros—. Sуlo un hбbito.
— їCuбnto puedes aguantar sin respirar?
—Supongo que indefinidamente, no lo sй. La privaciуn del sentido del olfato resulta un poco incуmoda.
—Un poco incуmoda —repetн.
No prestaba atenciуn a mis expresiones, pero hubo algo en ellas que le ensombreciу el бnimo. La mano le colgу a un costado y se quedу inmуvil, mirбndome con gran intensidad. El silencio se prolongу y sus facciones siguieron tan inmуviles como una piedra.
— їQuй ocurre? —susurrй mientras le acariciaba el rostro helado.
Sus facciones se suavizaron ante mi roce y suspirу.
—Sigo a la espera de que pase.
— їA que pase el quй?
—Sй que en algъn momento, habrб algo que te diga o que te haga ver que va a ser demasiado. Y entonces te alejarбs de mн entre alaridos —esbozу una media sonrisa, pero sus ojos eran serios—. No voy a detenerte. Quiero que suceda, porque quiero que estйs a salvo. Y aun asн, quiero estar a tu lado. Ambos deseos son imposibles de conciliar...
Dejу la frase en el aire mientras contemplaba mi rostro, a la espera.
—No voy a irme a ningъn lado —le prometн.
—Ya lo veremos —contestу, sonriendo de nuevo.
Le fruncн el ceсo.
—Bueno, continuemos... Carlisle se marchу a Francia a nado.
Hizo una pausa mientras intentaba recuperar el hilo de la historia. Con gesto pensativo, fijу la mirada en otra pintura, la de mayor colorido y de marco mбs lujoso, y tambiйn la mбs grande. Personajes llenos de vida, envueltos en tъnicas onduladas y enroscadas en torno a grandes columnas en el exterior de balconadas marmуreas, llenaban el lienzo. No sabнa si representaban figuras de la mitologнa helena o si los personajes que flotaban en las nubes de la parte superior tenнan algъn significado bнblico.
—Carlisle nadу hacia Francia y continuу por Europa y sus universidades. De noche estudiу mъsica, ciencias, medicina y encontrу su vocaciуn y su penitencia en salvar vidas —su expresiуn se tornу sobrecogida, casi reverente—. No sй describir su lucha de forma adecuada. Carlisle necesitу dos siglos de atormentadores esfuerzos para perfeccionar su autocontrol. Ahora es prбcticamente inmune al olor de la sangre humana y es capaz de hacer el trabajo que adora sin sufrimiento. Obtiene una gran paz de espнritu allн, en el hospital...
Edward se quedу con la mirada ausente durante bastante tiempo. De repente, pareciу recordar su intenciуn. Dio unos golpecitos en la enorme pintura que tenнamos delante con el dedo.
—Estudiу en Italia cuando descubriу que allн habнa otros. Eran mucho mбs civilizados y cultos que los espectros de las alcantarillas londinenses.
Rozу a un cuarteto relativamente sereno de figuras pintadas en lo alto de un balcуn que miraban con calma el caos reinante a sus pies. Estudiй al grupo con cuidado y, con una risa de sorpresa, reconocн al hombre de cabellos dorados.
—Los amigos de Carlisle fueron una gran fuente de inspiraciуn para Francesco Solimena. A menudo los representaba como dioses —riу entre dientes—. Aro, Marco, Cayo —dijo conforme iba seсalando a los otros tres, dos de cabellos negros y uno de cabellos canos——, los patrones nocturnos de las artes.
— їQuй fue de ellos? —preguntй en voz alta, con la yema de los dedos inmуvil en el aire a un centнmetro de las figuras de la tela.
—Siguen ahн, como llevan haciendo desde hace quiйn sabe cuбntos milenios —se encogiу de hombros—. Carlisle sуlo estuvo entre ellos por un breve lapso de tiempo, apenas unas dйcadas. Admiraba profundamente su amabilidad y su refinamiento, pero persistieron en su intento de curarle de aquella aversiуn a su «fuente natural de alimentaciуn». Ellos intentaron persuadirle y йl a ellos, en vano. Llegados a ese punto, Carlisle decidiу probar suerte en el Nuevo Mundo. Soсaba con hallar a otros como йl. Ya sabes, estaba muy solo.
«Transcurriу mucho tiempo sin que encontrara a nadie, pero podнa interactuar entre los confiados humanos como si fuera uno de ellos porque los monstruos se habнan convertido en tema para los cuentos de hadas. Comenzу a practicar la medicina. Pero rehuнa el ansiado compaсerismo al no poderse arriesgar a un exceso de confianza.
«Trabajaba por las noches en un hospital de Chicago cuando golpeу la pandemia de gripe. Le habнa estado dando vueltas durante varios aсos y casi habнa decidido actuar. Ya que no encontraba un compaсero, lo crearнa; pero dudaba si hacerlo o no, ya que йl mismo no estaba totalmente seguro de cуmo se habнa convertido. Ademбs, se habнa jurado no arrebatar la vida de nadie de la misma manera que se la habнan robado a йl. Estaba en ese estado de бnimo cuando me encontrу. No habнa esperanza para mн. Me habнan dejado en la sala de los moribundos. Habнa asistido a mis padres, por lo que sabнa que estaba solo en el mundo,.y decidiу intentarlo....
Ahora, cuando dejу la frase inacabada, su voz era apenas un susurro. Me preguntй quй imбgenes ocuparнan su mente en ese instante, їlos recuerdos de Carlisle o los suyos? Esperй sin hacer ruido.
Una angelical sonrisa iluminaba su rostro cuando se volviу hacia mн.
—Y asн es como se cerrу el cнrculo —concluyу.
—Entonces, їsiempre has estado con Carlisle?
—Casi siempre.
Me puso la mano en la cintura con suavidad y me arrastrу con йl mientras cruzaba la puerta. Me volvн a mirar los cuadros de la pared, preguntбndome si alguna vez llegarнa a oнr el resto de las historias.
Edward no dijo nada mientras caminбbamos hacia el vestнbulo, de modo que preguntй:
— їCasi?
Suspirу. Parecнa renuente a responder.
—Bueno, tuve el tнpico brote de rebeldнa adolescente unos diez aсos despuйs de... nacer... o convertirme, como prefieras llamarlo. No me resignaba a llevar su vida de abstinencia y estaba resentido con йl por refrenar mi sed, por lo que me marchй a seguir mi camino durante un tiempo.
— їDe verdad?
Estaba mucho mбs intrigada que asustada, que es como deberнa estar.
Y йl lo sabнa. Vagamente me di cuenta de que nos dirigнamos al siguiente tramo de escaleras, pero no estaba prestando demasiada atenciуn a cuanto me rodeaba.
— їNo te causa repulsa?
—No.
— їPor quй no?
—Supongo que... suena razonable.
Soltу una carcajada mбs fuerte que las anteriores. Ahora nos encontrбbamos en lo mбs alto de las escaleras, en otro vestнbulo de paredes revestidas con paneles de madera.
—Gocй de la ventaja de saber quй pensaban todos cuantos me rodeaban, fueran humanos o no, desde el momento de mi renacimiento —susurrу—. Йsa fue la razуn por la que tardй diez aсos en desafiar a Carlisle... Podнa leer su absoluta sinceridad y comprender la razуn de su forma de vida.
Apenas tardй unos pocos aсos en volver a su lado y comprometerme de nuevo con su visiуn. Creн poderme librar de los remordimientos de conciencia, ya que podнa dejar a los inocentes y perseguir sуlo a los malvados al conocer los pensamientos de mis presas. Si seguнa a un asesino hasta un callejуn oscuro donde acosaba a una chica, si la salvaba, en ese caso no serнa tan terrible.
Me estremecн al imaginar con claridad lo que describнa: el callejуn de noche, la chica atemorizada, el hombre siniestro detrбs de ella y Edward de caza, terrible y glorioso como un joven dios, imparable. їLe estarнa agradecida la chica o se asustarнa mбs que antes?
—Pero con el paso del tiempo comencй a verme como un monstruo. No podнa rehuir la deuda de haber tomado demasiadas vidas, sin importar cuбnto se lo merecieran, y regresй con Carlisle y Esme. Me acogieron como al hijo prуdigo. Era mбs de lo que merecнa.
Nos habнamos detenido frente a la ъltima puerta del vestнbulo.
—Mi habitaciуn —me informу al tiempo que abrнa la puerta y me hacнa pasar.
Su habitaciуn tenнa vistas al sur y una ventana del tamaсo de la pared, igual que en el gran recibidor del primer piso. Toda la parte posterior de la casa debнa de ser de vidrio. La vista daba al meandro que describнa el rнo Sol Duc antes de cruzar el bosque intacto que llegaba hasta la cordillera de Olympic Mountain. La pared de la cara oeste estaba totalmente cubierta por una sucesiуn de estantes repletos de CD. El cuarto de Edward estaba mejor surtido que una tienda de mъsica. En el rincуn habнa un sofisticado aparato de mъsica, de un tipo que no me atrevнa a tocar por miedo a romperlo. No habнa ninguna cama, sуlo un espacioso y acogedor sofб de cuero negro. Una gruesa alfombra de tonos dorados cubrнa el suelo y las paredes estaban tapizadas de tela de un tono ligeramente mбs oscuro.
— їPara conseguir una buena acъstica? —aventurй.
Edward riу entre dientes y asintiу con la cabeza.
Tomу un mando a distancia y encendiу el equipo, la suave mъsica de jazz, pese a estar a un volumen bajo, sonaba como si el grupo estuviera con nosotros en la habitaciуn. Me fui a mirar su alucinante colecciуn de mъsica.
— їCуmo los clasificas? —preguntй al sentirme incapaz de encontrar un criterio para el orden de los tнtulos.
No me estaba prestando atenciуn.
—Esto... Por aсo, y luego por preferencia personal dentro de ese aсo —contestу con aire distraнdo.
Дата добавления: 2015-10-30; просмотров: 128 | Нарушение авторских прав
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