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Juegos malabares

— ЎBilly! —le llamу Charlie tan pronto como se bajу del coche.

Me volvн hacia la casa y, una vez me hube guarecido debajo del porche, hice seсales a Jacob para que entrase. Oн a Charlie saludarlos efusivamente a mis espaldas.

—Jake, voy a hacer como que no te he visto al volante —dijo con desaprobaciуn.

—En la reserva conseguimos muy pronto los permisos de conducir —replicу Jacob mientras yo abrнa la puerta y encendнa la luz del porche.

—Seguro que sн —se riу Charlie.

—De alguna manera he de dar una vuelta.

A pesar de los aсos transcurridos, reconocн con facilidad la voz retumbante de Billy. Su sonido me hizo sentir repentinamente mбs joven, una niсa.

Entrй en la casa, dejando abierta la puerta detrбs de mн, y fui encendiendo las luces antes de colgar mi cazadora. Luego, permanecн en la puerta, contemplando con ansiedad cуmo Charlie y Jacob ayudaban a Billy a salir del coche y a sentarse en la silla de ruedas.

Me apartй del camino mientras entraban a toda prisa sacudiйndose la lluvia.

—Menuda sorpresa —estaba diciendo Charlie.

—Hace ya mucho tiempo que no nos vemos. Confнo en que no sea un mal momento —respondiу Billy, cuyos inescrutables ojos oscuros volvieron a fijarse en mн.

—No, es magnнfico. Espero que os podбis quedar para el partido.

Jacob mostrу una gran sonrisa.

—Creo que йse es el plan... Nuestra televisiуn se estropeу la semana pasada.

Billy le dirigiу una mueca a su hijo y aсadiу:

—Y, por supuesto, Jacob deseaba volver a ver a Bella.

Jacob frunciу el ceсo y agachу la cabeza mientras yo reprimнa una oleada de remordimiento. Tal vez habнa sido demasiado convincente en la playa.

— їTenйis hambre? —preguntй mientras me dirigнa hacia la cocina, deseosa de escaparme de la inquisitiva mirada de Billy.

—No, cenamos antes de venir —respondiу Jacob.

— їY tъ, Charlie? —le preguntй de refilуn al tiempo que doblaba la esquina a toda prisa para escabullirme.

—Claro —replicу. Su voz se desplazу hacia la habitaciуn de en frente, hacia el televisor. Oн cуmo le seguнa la silla de Billy.

Los sandwiches de queso se estaban tostando en la sartйn mientras cortaba en rodajas un tomate cuando sentн que habнa alguien a mis espaldas.

—Bueno, їcуmo te va todo? —inquiriу Jacob.

—Bastante bien —sonreн. Era difнcil resistirse a su entusiasmo—. їY a ti? їTerminaste el coche?

—No —arrugу la frente—. Aъn necesito piezas. Hemos pedido prestado йse —comentу mientras seсalaba con el pulgar en direcciуn al patio delantero.

—Lo siento, pero no he visto ninguna pieza. їQuй es lo que estбis buscando?

—Un cilindro maestro —sonriу de oreja a oreja y de repente aсadiу—: їHay algo que no funcione en el monovolumen?

—Ah. Me lo preguntaba al ver que no lo conducнas.

Mantuve la vista fija en la sartйn mientras levantaba el extremo de un sбndwich para comprobar la parte inferior.

—Di un paseo con un amigo.

—Un buen coche —comentу con admiraciуn—, aunque no reconocн al conductor. Creнa conocer a la mayorнa de los chicos de por aquн.

Asentн sin comprometerme ni alzar los ojos mientras daba la vuelta a los sandwiches.

—Papб parecнa conocerle de alguna parte.

—Jacob, їme puedes pasar algunos platos? Estбn en el armario de encima del fregadero.

—Claro.

Tomу los platos en silencio. Esperaba que dejara el asunto.

— їQuiйn es? —preguntу mientras situaba dos platos sobre la encimera, cerca de mн. Suspirй derrotada.

—Edward Cullen.

Para mi sorpresa, rompiу a reнr. Alcй la vista hacia йl, que parecнa un poco avergonzado.

—Entonces, supongo que eso lo explica todo —comentу—. Me preguntaba por quй papб se comportaba de un modo tan extraсo.

—Es cierto —simulй una expresiуn inocente—. No le gustan los Cullen.

—Viejo supersticioso —murmurу en un susurro.

—No crees que se lo vaya a decir a Charlie, їverdad? —no pude evitar el preguntбrselo. Las palabras, pronunciadas en voz baja, salieron precipitadamente de mis labios.

—Lo dudo —respondiу finalmente—. Creo que Charlie le soltу una buena reprimenda la ъltima vez, y desde entonces no han hablado mucho. Me parece que esta noche es una especie de reencuentro, por lo que no creo que papб lo vuelva a mencionar.

—Ah —dije, intentando parecer indiferente.

Me quedй en el cuarto de estar despuйs de llevarle a Charlie la cena, fingiendo ver el partido mientras Jacob charlaba conmigo; pero, en realidad, estaba escuchando la conversaciуn de los dos hombres, atenta a cualquier indicio de algo sospechoso y buscando la forma de detener a Billy llegado el momento.

Fue una larga noche. Tenнa muchos deberes sin hacer, pero temнa dejar a Billy a solas con Charlie. Finalmente, el partido terminу.

— їVais a regresar pronto tus amigos y tъ a la playa? —preguntу Jacob mientras empujaba la silla de su padre fuera del umbral.

—No estoy segura —contestй con evasivas.

—Ha sido divertido, Charlie ——dijo Billy.

—Acйrcate a ver el prуximo partido —le animу Charlie.

—Seguro, seguro —dijo Billy—. Aquн estaremos. Que pasйis una buena noche —sus ojos me enfocaron y su sonrisa desapareciу al agregar con gesto serio—: Cuнdate, Bella.

—Gracias —musitй desviando la mirada.

Me dirigн hacia las escaleras mientras Charlie se despedнa con la mano desde la entrada.

—Aguarda, Bella —me pidiу.

Me encogн. їLe habнa dicho Billy algo antes de que me reuniera con ellos en el cuarto de estar?

Pero Charlie aъn seguнa relajado y sonriente a causa de la inesperada visita.

—No he tenido ocasiуn de hablar contigo esta noche. їQuй tal te ha ido el dнa?

—Bien —vacilй, con un pie en el primer escalуn, en busca de detalles que pudiera compartir con йl sin comprometerme—. Mi equipo de bбdminton ganу los cuatro partidos.

— ЎVaya! No sabнa que supieras jugar al bбdminton.

—Bueno, lo cierto es que no, pero mi compaсero es realmente bueno —admitн.

— їQuiйn es? —inquiriу en seсal de interйs.

—Eh... Mike Newton —le revelй a regaсadientes.

—Ah, sн. Me comentaste que eras amiga del chico de los Newton —se animу—. Una buena familia —musitу para sн durante un minuto—. їPor quй no le pides que te lleve al baile este fin de semana?

— ЎPapб! —gemн—. Estб saliendo con mi amiga Jessica. Ademбs, sabes que no sй bailar.

—Ah, sн—murmurу. Entonces me sonriу con un gesto de disculpa—. Bueno, supongo que es mejor que te vayas el sбbado... Habнa planeado ir de pesca con los chicos de la comisarнa. Parece que va a hacer calor de verdad, pero me puedo quedar en casa si quieres posponer tu viaje hasta que alguien te pueda acompaсar. Sй que te dejo aquн sola mucho tiempo.

—Papб, lo estбs haciendo fenomenal —le sonreн con la esperanza de ocultar mi alivio—. Nunca me ha preocupado estar sola, en eso me parezco mucho a ti.

Le guiсй un ojo, y al sonreнrme le salieron arrugas alrededor de los ojos.

Esa noche dormн mejor porque me encontraba demasiado cansada para soсar de nuevo. Estaba de buen humor cuando el gris perla de la maсana me despertу. La tensa velada con Billy y Jacob ahora me parecнa inofensiva y decidн olvidarla por completo. Me descubrн silbando mientras me recogнa el pelo con un pasador. Luego, bajй las escaleras dando saltos. Charlie, que desayunaba sentado a la mesa, se dio cuenta y comentу:

—Estбs muy alegre esta maсana.

Me encogн de hombros.

—Es viernes.

Me di mucha prisa para salir en cuanto se fuera Charlie. Habнa preparado la mochila, me habнa calzado los zapatos y cepillado los dientes, pero Edward fue mбs rбpido a pesar de que salн disparada por la puerta en cuanto me asegurй de que Charlie se habнa perdido de vista. Me esperaba en su flamante coche con las ventanillas bajadas y el motor apagado.

Esta vez no vacilй en subirme al asiento del copiloto lo mбs rбpidamente posible para verle el rostro. Me dedicу esa sonrisa traviesa y abierta que me hacнa contener el aliento y me paralizaba el corazуn. No podнa concebir que un бngel fuera mбs esplйndido. No habнa nada en Edward que se pudiera mejorar.

— їCуmo has dormido? —me preguntу. їSabнa lo atrayente que resultaba su voz?

—Bien. їQuй tal tu noche?

—Placentera.

Una sonrisa divertida curvу sus labios. Me pareciу que me estaba perdiendo una broma privada.

— їPuedo preguntarte quй hiciste?

—No —volviу a sonreнr—, el dнa de hoy sigue siendo mнo.

Querнa saber cosas sobre la gente, sobre Renйe, sus aficiones, quй hacнamos juntas en nuestro tiempo libre, y luego sobre la ъnica abuela a la que habнa conocido, mis pocos amigos del colegio y... me puse colorada cuando me preguntу por los chicos con los que habнa tenido citas. Me aliviaba que en realidad nunca hubiera salido con ninguno, por lo que la conversaciуn sobre ese tema en particular no fue demasiado larga. Pareciу tan sorprendido como Jessica y Angela por mi escasa vida romбntica.

— їNunca has conocido a nadie que te haya gustado? —me preguntу con un tono tan serio que me hizo preguntarme quй estarнa pensando al respecto.

De mala gana, fui sincera:

—En Phoenix, no.

Frunciу los labios con fuerza.

Para entonces, nos hallбbamos ya en la cafeterнa. El dнa habнa transcurrido rбpidamente en medio de ese borrуn que se estaba convirtiendo en rutina. Aprovechй la breve pausa para dar un mordisco a mi rosquilla.

—Hoy deberнa haberte dejado que condujeras —anunciу sin venir a cuento mientras masticaba.

— їPor quй? —quise saber.

—Me voy a ir con Alice despuйs del almuerzo.

—Vaya —parpadeй, confusa y desencantada—. Estб bien, no estб demasiado lejos para un paseo.

Me mirу con impaciencia.

—No te voy a hacer ir a casa andando. Tomaremos tu coche y lo dejaremos aquн para ti.

—No llevo la llave encima —musitй—. No me importa caminar, de verdad.

Lo que me importaba era disponer de menos tiempo en su compaснa.

Negу con la cabeza.

—Tu monovolumen estarб aquн y la llave en el contacto, a menos que temas que alguien te lo pueda robar.

Se riу sуlo de pensarlo.

—De acuerdo —aceptй con los labios apretados.

Estaba casi segura de que tenнa la llave en el bolsillo de los vaqueros que habнa llevado el miйrcoles, debajo de una pila de ropa en el lavadero.

Jamбs la encontrarнa, aunque irrumpiera en mi casa o cualquier otra cosa que estuviera planeando. Pareciу percatarse del desafнo implнcito en mi aceptaciуn, pero sonriу burlуn, demasiado seguro de sн mismo.

— їAdonde vas a ir? —preguntй de la forma mбs natural que fui capaz.

—De caza —replicу secamente—. Si voy a estar a solas contigo maсana, voy a tomar todas las precauciones posibles —su rostro se hizo mбs taciturno y suplicante—. Siempre lo puedes cancelar, ya sabes.

Bajй la vista, temerosa del persuasivo poder de sus ojos. Me neguй a dejarme convencer de que le temiera, sin importar lo real que pudiera ser el peligro. No importa, me repetн en la mente.

—No —susurrй mientras le miraba a la cara—. No puedo.

—Tal vez tengas razуn —murmurу sombrнamente.

El color de sus ojos parecнa oscurecerse conforme lo miraba.

Cambiй de tema.

— їA quй hora te verй maсana? —quise saber, ya deprimida por la idea de tener que dejarle ahora.

—Eso depende... Es sбbado. їNo quieres dormir hasta tarde? —me ofreciу.

—No —respondн a toda prisa. Contuvo una sonrisa.

—Entonces, a la misma hora de siempre —decidiу—. їEstarб Charlie ahн?

—No, maсana se va a pescar.

Sonreн abiertamente ante el recuerdo de la forma tan conveniente con que se habнan solucionado las cosas.

— їY quй pensarб si no vuelves? —inquiriу con la voz cortante.

—No tengo ni idea —repliquй con frialdad—. Sabe que tengo intenciуn de hacer la colada. Tal vez crea que me he caнdo dentro de la lavadora.

Me mirу con el ceсo enfurruсado y yo hice lo mismo. Su rabia fue mucho mбs impresionante que la mнa.

— їQuй vas a cazar esta noche? —le preguntй cuando estuve segura de haber perdido el concurso de ceсos.

—Cualquier cosa que encontremos en el parque —parecнa divertido por mi informal referencia a sus actividades secretas—. No vamos a ir lejos.

— їPor quй vas con Alice? —me extraсй.

—Alice es la mбs... compasiva.

Frunciу el ceсo al hablar.

— їY los otros? —Preguntй con timidez—. їCуmo se lo toman?

Arrugу la frente durante unos momentos.

—La mayorнa con incredulidad.

Mirй a hurtadillas ycon rapidez a su familia. Permanecнan sentados con la mirada perdida en diferentes direcciones, del mismo modo que la primera vez que los vi. Sуlo que ahora eran cuatro, su hermoso hermano con pelo de bronce se sentaba frente a mн con los dorados ojos turbados.

—No les gusto —supuse.

—No es eso —disintiу, pero sus ojos eran demasiado inocentes para mentir—. No comprenden por quй no te puedo dejar sola.

Sonreн de oreja a oreja.

—Yo tampoco, si vamos al caso.

Edward moviу la cabeza lentamente y luego mirу al techo antes de que nuestras miradas volvieran a encontrarse.

—Te lo dije, no te ves a ti misma con ninguna claridad. No te pareces a nadie que haya conocido. Me fascinas.

Le dirigн una mirada de furia, segura de que hablaba en broma. Edward sonriу al descifrar mi expresiуn.

—Al tener las ventajas que tengo —murmurу mientras se tocaba la frente con discreciуn—, disfruto de una superior comprensiуn de la naturaleza humana. Las personas son predecibles, pero tъ nunca haces lo que espero. Siempre me pillas desprevenido.

Desviй la mirada y mis ojos volvieron a vagar de vuelta a su familia, avergonzada y decepcionada. Sus palabras me hacнan sentir como una cobaya. Quise reнrme de mн misma por haber esperado otra cosa.

—Esa parte resulta bastante fбcil de explicar —continuу. Aunque todavнa no era capaz de mirarle, sentн sus ojos fijos en mi rostro—, pero hay mбs, y no es tan sencillo expresarlo con palabras...

Seguнa mirando fijamente a los Cullen mientras йl hablaba. De repente, Rosalie, su rubia e impresionante hermana, se volviу para echarme un vistazo. No, no para echarme un vistazo. Para atraparme en una mirada feroz con sus ojos frнos y oscuros. Hasta que Edward se interrumpiу a mitad de frase y emitiу un bufido muy bajo. Fue casi un siseo.

Rosalie girу la cabeza y me liberй. Volvн a mirar a Edward, y supe que podнa ver la confusiуn y el miedo que me habнa hecho abrir tanto los ojos. Su rostro se tensу mientras se explicaba:

—Lo lamento. Ella sуlo estб preocupada. Ya ves... Despuйs de haber pasado tanto tiempo en pъblico contigo no es sуlo peligroso para mн si... —bajу la vista.

— їSi...?

—Si las cosas van mal.

Dejу caer la cabeza entre las manos, como aquella noche en Port Angeles. Su angustia era evidente. Anhelaba confortarle, pero estaba muy perdida para saber cуmo hacerlo. Extendн la mano hacia йl involuntariamente, aunque rбpidamente la dejй caer sobre la mesa, ante el temor de que mi caricia empeorase las cosas. Lentamente comprendнa que sus palabras deberнan asustarme. Esperй a que el miedo llegara, pero todo lo que sentнa era dolor por su pesar.

Y frustraciуn... Frustraciуn porque Rosalie hubiera interrumpido fuera lo que fuera lo que estuviese a punto de decir. No sabнa cуmo sacarlo a colaciуn de nuevo. Seguнa con la cabeza entre las manos. Intentй hablar con un tono de voz normal:

— їTienes que irte ahora?

—Sн —alzу el rostro, por un momento estuvo serio, pero luego cambiу de estado de бnimo y sonriу—. Probablemente sea lo mejor. En Biologнa aъn nos quedan por soportar quince minutos de esa espantosa pelнcula. No creo que lo aguante mбs.

Me llevй un susto. De repente, Alice se encontraba en pie detrбs del hombro de Edward. Su pelo corto y de punta, negro como la tinta, rodeaba su exquisita, delicada y pequeсa faz como un halo impreciso. Su delgada figura era esbelta y grбcil incluso en aquella absoluta inmovilidad. Edward la saludу sin desviar la mirada de mн.

—Alice.

—Edward —respondiу ella. Su aguda voz de soprano era casi tan atrayente como la de su hermano.

—Alice, te presento a Bella... Bella, йsta es Alice —nos presentу haciendo un gesto informal con la mano y una seca sonrisa en el rostro.

—Hola, Bella —sus brillantes ojos de color obsidiana eran inescrutables, pero la sonrisa era cordial—. Es un placer conocerte al fin.

Edward le dirigiу una mirada sombrнa.

—Hola, Alice —musitй con timidez.

— їEstбs preparado? —le preguntу.

—Casi —replicу Edward con voz distante—. Me reunirй contigo en el coche.

Alice se alejу sin decir nada mбs. Su andar era tan flexible y sinuoso que sentн una aguda punzada de celos.

—Deberнa decir «que te diviertas», їo es el sentimiento equivocado? —le preguntй volviйndome hacia йl.

—No, «que te diviertas» es tan bueno como cualquier otro.

Esbozу una amplia sonrisa.

—En tal caso, que te diviertas.

Me esforcй en parecer sincera, pero, por supuesto, no le engaсй.

—Lo intentarй —seguнa sonriendo—. Y tъ, intenta mantenerte a salvo, por favor.

—A salvo en Forks... ЎMenudo reto!

—Para ti lo es —el rostro se endureciу—. Promйtemelo.

—Prometo que intentarй mantenerme ilesa —declamй—. Esta noche harй la colada... Una tarea que no deberнa entraсar demasiado peligro.

—No te caigas dentro de la lavadora —se mofу.

—Harй lo que pueda.

Se puso en pie y yo tambiйn me levantй.

—Te verй maсana —musitй.

—Te parece mucho tiempo, їverdad? —murmurу.

Asentн con desбnimo.

—Por la maсana, allн estarй —me prometiу esbozando su sonrisa picara.

Extendiу la mano a travйs de la mesa para acariciarme la cara, me rozу levemente los pуmulos y luego se dio la vuelta y se alejу. Clavй mis ojos en йl hasta que se marchу.

Sentн la enorme tentaciуn de hacer novillos el resto del dнa, faltar al menos a clase de Educaciуn fнsica, pero mi instinto me detuvo. Sabнa que Mike y los demбs darнan por supuesto que estaba con Edward si desaparecнa ahora, y a йl le preocupaba el tiempo que pasбbamos juntos en pъblico por si las cosas no salнan bien. Me neguй a entretenerme con ese ъltimo pensamiento y en vez de eso, concentrй mi atenciуn en hacer que las cosas fueran mбs seguras para йl.

Intuitivamente, sabнa —y me daba cuenta de que йl tambiйn lo creнa asн— que maсana iba a ser un momento crucial. Nuestra relaciуn no podнa continuar en el filo de la navaja. Caerнamos a uno u otro lado, dependiendo por completo de su elecciуn o de sus instintos. Habнa tomado mi decisiуn, lo habнa hecho incluso antes de haber sido consciente de la misma y me comprometн a llevarla a cabo hasta el final, porque para mн no habнa nada mбs terrible e insoportable que la idea de separarme de йl. Me resultaba imposible.

Resignada, me dirigн a clase. Para ser sincera, no sй quй sucediу en Biologнa, estaba demasiado preocupada con los pensamientos de lo que sucederнa al dнa siguiente. En la clase de gimnasia, Mike volvнa a dirigirme la palabra otra vez. Me deseу que tuviera buen tiempo en Seattle. Le expliquй con detalle que, preocupada por el coche, habнa cancelado mi viaje.

— їVas a ir al baile con Cullen? —preguntу, repentinamente mohнno.

—No, no voy a ir con nadie.

—Entonces, їquй vas a hacer? —inquiriу con demasiado interйs.

Mi reacciуn instintiva fue decirle que dejara de entrometerse, pero en lugar de eso le mentн alegremente.

—La colada, y he de estudiar para el examen de Trigonometrнa o voy a suspender.

— їTe estб ayudando Cullen con los estudios?

—Edward —enfaticй— no me va ayudar con los estudios. Se va a no sй dуnde durante el fin de semana.

Notй con sorpresa que las mentiras me salнan con mayor naturalidad que de costumbre.

—Ah —se animу—. Ya sabes, de todos modos, puedes venir al baile con nuestro grupo. Estarнa bien. Todos bailarнamos contigo —prometiу.

La imagen mental del rostro de Jessica hizo que el tono de mi voz fuera mбs cortante de lo necesario.

—Mike, no voy a ir al baile, їde acuerdo?

—Vale —se enfurruсу otra vez—. Sуlo era una oferta.

Cuando al fin terminaron las clases, me dirigн al aparcamiento sin entusiasmo. No me apetecнa especialmente ir a casa a pie, pero no veнa la forma de recuperar el monovolumen. Entonces, comencй a creer una vez mбs que no habнa nada imposible para йl. Este ъltimo instinto demostrу ser correcto: mi coche estaba en la misma plaza en la que йl habнa aparcado el Volvo por la maсana. Incrйdula, sacudн la cabeza mientras abrнa la puerta —no estaba echado el pestillo— y vi las llaves en el bombнn de la puesta en marcha.

Habнa un pedazo de papel blanco doblado sobre mi asiento. Lo tomй y cerrй la puerta antes de desdoblarlo. Habнa escrito dos palabras con su elegante letra: «Sй prudente».

El sonido del motor al arrancar me asustу. Me reн de mн misma.

El pomo de la puerta estaba cerrado y el pestillo sin echar, tal y como se habнa quedado por la maсana. Una vez dentro, me fui directa al lavadero. Parecнa que todo seguнa igual. Hurguй entre la ropa en busca de mis vaqueros y revisй los bolsillos una vez que los hube encontrado. Vacнos. Quizбs las hubiera dejado colgando dentro del coche, pensй sacudiendo la cabeza.

Siguiendo el mismo instinto que me habнa movido a mentir a Mike, telefoneй a Jessica so pretexto de desearle suerte en el baile. Cuando ella me deseу lo mismo para mi dнa con Edward, le hablй de la cancelaciуn. Parecнa mбs desencantada de lo realmente necesario para ser una observadora imparcial. Despuйs de eso, me despedн rбpidamente.

Charlie estuvo distraнdo durante la cena, supuse que le preocupaba algo relacionado con el trabajo, o tal vez con el partido de baloncesto, o puede que le hubiera gustado de verdad la lasaсa. Con Charlie, era difнcil saberlo.

— їSabes, papб? —comencй, interrumpiendo su meditaciуn.

— їQuй pasa, Bella?

—Creo que tienes razуn en lo del viaje a Seattle. Me parece que voy a esperar hasta que Jessica o algъn otro me puedan acompaсar.

—Ah —dijo sorprendido—. De acuerdo. Bueno, їquieres que me quede en casa?

—No, papб, no cambies de planes. Tengo un millуn de cosas que hacer: los deberes, la colada, necesito ir a la biblioteca y al supermercado. Estarй entrando y saliendo todo el dнa. Ve y diviйrtete.

— їEstбs segura?

—Totalmente, papб. Ademбs, el nivel de pescado del congelador estб bajando peligrosamente... Hemos descendido hasta tener reservas sуlo para dos o tres aсos.

Me sonriу.

—Resulta muy fбcil vivir contigo, Bella.

—Podrнa decir lo mismo de ti —contestй entre risas demasiado apagadas, pero no pareciу notarlo. Me sentн culpable por hacerle creer aquello, y estuve a punto de seguir el consejo de Edward y decirle dуnde iba a estar. A punto.

Despuйs de la cena, doblй la ropa y puse otra colada en la secadora. Por desgracia, era la clase de trabajo que sуlo mantiene ocupadas las manos y mi mente tuvo demasiado tiempo libre, sin duda, y debido a eso perdн el control. Fluctuaba entre una ilusiуn tan intensa que se acercaba al dolor y un miedo insidioso que minaba mi resoluciуn. Tuve que seguir recordбndome que ya habнa elegido y que no habнa vuelta atrбs. Saquй del bolsillo la nota de Edward dedicando mucho mбs esfuerzo del necesario para embeberme con las dos simples palabras que habнa escrito. El querнa que estuviera a salvo, me dije una y otra vez. Sуlo podнa aferrarme a la confianza de que al fin ese deseo prevaleciera sobre los demбs. їQuй otra alternativa tenнa? їApartarle de mi vida? Intolerable. Ademбs, en realidad, parecнa que toda mi vida girase en torno a йl desde que vine a Forks.

Una vocecita preocupada en el fondo de mi mente se preguntaba cuбnto dolerнa en el caso de que las cosas terminaran mal.

Me sentн aliviada cuando se hizo lo bastante tarde para acostarme. Sabнa de sobra que estaba demasiado estresada para dormir, por lo que hice algo que nunca habнa hecho antes: tomar sin necesidad y de forma consciente una medicina para el resfriado, de esas que me dejaban grogui durante unas ocho horas. Normalmente no hubiera justificado esa clase de comportamiento en mн misma, pero el dнa siguiente ya iba a ser bastante complicado como para aсadirle que estuviera atolondrada por no haber pegado ojo. Me sequй el pelo hasta que estuvo totalmente liso y me ocupй de la ropa que llevarнa al dнa siguiente mientras aguardaba a que hiciera efecto el fбrmaco.

Una vez que lo tuve todo listo para el dнa siguiente, me tendн al fin en la cama. Estaba agitada, sin poder parar de dar vueltas. Me levantй y revolvн la caja de zapatos con los CD hasta encontrar una recopilaciуn de los nocturnos de Chopin. Lo puse a un volumen muy bajo y volvн a tumbarme, concentrбndome en ir relajando cada parte de mi cuerpo. En algъn momento de ese ejercicio, hicieron efecto las pastillas contra el resfriado y, por suerte, me quedй dormida.

Me despertй a primera hora despuйs de haber dormido a pierna suelta y sin pesadillas gracias al innecesario uso de los fбrmacos. Aun asн, saltй de la cama con el mismo frenesн de la noche anterior. Me vestн rбpidamente, me ajustй el cuello alrededor de la garganta y seguн forcejeando con el suйter de color canela hasta colocarlo por encima de los vaqueros. Con disimulo, echй un rбpido vistazo por la ventana para verificar que Charlie se habнa marchado ya. Una fina y algodonosa capa de nubes cubrнa el cielo, pero no parecнa que fuera a durar mucho. Desayunй sin saborear lo que comнa y me apresurй a fregar los platos en cuanto hube terminado. Volvн a echar un vistazo por la ventana, pero no se habнa producido cambio alguno. Apenas habнa terminado de cepillarme los dientes y me disponнa a bajar las escaleras cuando una sigilosa llamada de nudillos provocу un sordo golpeteo de mi corazуn contra las costillas.

Fui corriendo hacia la entrada. Tuve un pequeсo problema con el pestillo, pero al fin conseguн abrir la puerta de un tirуn y allн estaba йl. Se desvaneciу toda la agitaciуn y recuperй la calma en cuanto vi su rostro.

Al principio no estaba sonriente, sino sombrнo, pero su expresiуn se alegrу en cuanto se fijу en mн, y se riу entre dientes.

—Buenos dнas.

— їQuй ocurre?

Echй un vistazo hacia abajo para asegurarme de que no me habнa olvidado de ponerme nada importante, como los zapatos o los pantalones.

—Vamos a juego.

Se volviу a reнr. Me di cuenta de que йl llevaba un gran suйter ligero del mismo color que el mнo, cuyo cuello a la caja dejaba al descubierto el de la camisa blanca que llevaba debajo, y unos vaqueros azules. Me unн a sus risas al tiempo que ocultaba una secreta punzada de arrepentimiento... їPor quй tenнa йl que parecer un modelo de pasarela y yo no?

Cerrй la puerta al salir mientras йl se dirigнa al monovolumen. Aguardу junto a la puerta del copiloto con una expresiуn resignada y perfectamente comprensible.

—Hicimos un trato —le recordй con aire de suficiencia mientras me encaramaba al asiento del conductor y me estiraba para abrirle la puerta.

— їAdonde? —le preguntй.

—Ponte el cinturуn... Ya estoy nervioso.

Le dirigн una mirada envenenada mientras le obedecнa.

— їAdonde? —repetн suspirando.

—Toma la 101 hacia el norte —ordenу.

Era sorprendentemente difнcil concentrarse en la carretera al mismo tiempo que sentнa sus ojos clavados en mi rostro. Lo compensй conduciendo con mбs cuidado del habitual mientras cruzaba las calles del pueblo, aъn dormido.

— їTienes intenciуn de salir de Forks antes del anochecer?

—Un poco de respeto —le recriminй—, este trasto tiene los suficientes aсos para ser el abuelo de tu coche.

A pesar de su comentario recriminatorio, pronto atisbamos los lнmites del pueblo. Una maleza espesa y una ringlera de troncos verdes reemplazaron las casas y el cйsped.

—Gira a la derecha para tomar la 101 —me indicу cuando estaba a punto de preguntбrselo. Obedecнa en silencio.

—Ahora, avanzaremos hasta que se acabe el asfalto.

Detectй cierta sorna en su voz, pero tenнa demasiado miedo a salirme de la carretera como para mirarle y asegurarme de que estaba en lo cierto.

— їQuй hay allн, donde se acaba el asfalto?

—Una senda.

— їVamos de caminata? —preguntй preocupada. Gracias a Dios, me habнa puesto las zapatillas de tenis.

— їSupone algъn problema?

Lo dijo como si esperara que fuera asн.

—No.

Intentй que la mentira pareciera convincente, pero si pensaba que el monovolumen era lento, tenнa que esperar a verme a mн...

—No te preocupes, sуlo son unos ocho kilуmetros y no iremos deprisa.

ЎOcho kilуmetros! No le respondн para que no notara cуmo el pбnico quebraba mi voz. Ocho kilуmetros de raнces traicioneras y piedras sueltas que intentarнan torcerme el tobillo o incapacitarme de alguna otra manera. Aquello iba a resultar humillante.

Avanzamos en silencio durante un buen rato mientras yo sentнa pavor ante la perspectiva de nuestra llegada.

— їEn quй piensas? —preguntу con impaciencia.

—Sуlo me preguntaba adonde nos dirigimos —volvн a mentirle.

—Es un lugar al que me gusta mucho ir cuando hace buen tiempo.

Luego, ambos nos pusimos a mirar por las ventanillas a las nubes, que comenzaban a diluirse en el firmamento.

—Charlie dijo que hoy harнa buen tiempo.

— їLe dijiste lo que te proponнas?

—No.

—Pero Jessica cree que vamos a Seattle juntos... —la idea parecнa de su agrado—. — їNo?

—No, le dije que habнas suspendido el viaje... cosa que es cierta.

— їNadie sabe que estбs conmigo? —inquiriу, ahora con enfado.

—Eso depende... їHe de suponer que se lo has contado a Alice?

—Eso es de mucha ayuda, Bella —dijo bruscamente.

Fingн no haberle oнdo, pero volviу a la carga y preguntу:

— їTe deprime tanto Forks que estбs preparando tu suicidio?

—Dijiste que un exceso de publicidad sobre nosotros podrнa ocasionarte problemas —le recordй.

— їY a ti te preocupan mis posibles problemas? —El tono de su voz era de enfado y amargo sarcasmo—. їY si no regresas?

Neguй con la cabeza sin apartar la vista de la carretera. Murmurу algo en voz baja, pero hablу tan deprisa que no le comprendн.

Nos mantuvimos en silencio el resto del trayecto en el coche. Notй que en su interior se alzaban oleadas de rabiosa desaprobaciуn, pero no se me ocurrнa nada que decir.

Entonces se terminу la carretera, que se redujo hasta convertirse en una senda de menos de medio metro de ancho jalonada de pequeсos indicadores de madera. Aparquй sobre el estrecho arcйn y salн sin atreverme a fijar mi vista en йl puesto que se habнa enfadado conmigo, y tampoco tenнa ninguna excusa para mirarle. Hacнa calor, mucho mбs del que habнa hecho en Forks desde el dнa de mi llegada, y a causa de las nubes hacнa casi bochorno. Me quitй el suйter y lo anudй en torno a mi cintura, contenta de haberme puesto una camiseta liviana y sin mangas, sobre todo si me esperaban ocho kilуmetros a pie.

Le oн dar un portazo y pude comprobar que tambiйn йl se habнa desprendido del suйter. Permanecнa cerca del coche, de espaldas a mн, encarбndose con el bosque primigenio.

—Por aquн —indicу, girando la cabeza y con expresiуn aъn molesta. Comenzу a adentrarse en el sombrнo bosque.

— їY la senda?

El pбnico se manifestу en mi voz mientras rodeaba el vehнculo para darle alcance.

—Dije que al final de la carretera habнa un sendero, no que lo fuйramos a seguir.

— ЎїNo iremos por la senda?! —preguntй con desesperaciуn.

—No voy a dejar que te pierdas.

Se dio la vuelta al hablar, sonriendo con mofa, y contuve un gemido. Llevaba desabotonada la camiseta blanca sin mangas, por lo que la suave superficie de su piel se veнa desde el cuello hasta los marmуreos contornos de su pecho, sin que su perfecta musculatura quedara oculta debajo de la ropa. La desesperaciуn me hiriу en lo mбs hondo al comprender que era demasiado perfecto. No habнa manera de que aquella criatura celestial estuviera hecha para mн.

Desconcertado por mi expresiуn torturada, Edward me mirу fijamente.

— їQuieres volver a casa? —dijo con un hilo de voz. Un dolor de diferente naturaleza al mнo impregnaba su voz.

Me adelantй hasta llegar a su altura, ansiosa por no desperdiciar ni un segundo del tiempo que pudiera estar en su compaснa.

— їQuй va mal? —preguntу con amabilidad.

—No soy una buena senderista —le expliquй con desбnimo—. Tendrбs que tener paciencia conmigo.

—Puedo ser paciente si hago un gran esfuerzo.

Me sonriу y sostuvo mi mirada en un intento de levantarme el бnimo, sъbita e inexplicablemente alicaнdo. Intentй devolverle la sonrisa, pero no fue convincente. Estudiу mi rostro.

—Te llevarй de vuelta a casa —prometiу.

No supe determinar si la promesa se referнa al final de la jornada o a una marcha inmediata. Sabнa que йl creнa que era el miedo lo que me turbaba, y de nuevo agradecн ser yo la ъnica persona a la que no le pudiera leer el pensamiento.

—Si quieres que recorra ocho kilуmetros a travйs de la selva antes del atardecer, serб mejor que empieces a indicarme el camino —le repliquй con acritud.

Torciу el gesto mientras se esforzaba por comprender mi tono y la expresiуn de mis facciones. Despuйs de unos momentos, se rindiу y encabezу la marcha hacia el bosque.

No resultу tan duro como me habнa temido. El camino era plano la mayor parte del tiempo y estuvo a mi lado para sostenerme al pasar por los hъmedos helйchos y los mosaicos de musgo. Cuando tenнamos que sortear бrboles caнdos o pedruscos, me ayudaba, levantбndome por el codo y soltбndome en cuanto la senda se despejaba. El toque gйlido de su piel sobre la mнa hacнa palpitar mi corazуn invariablemente. Las dos veces en que esto sucediу mirй de reojo su rostro, estaba segura de que, no sabнa cуmo, йl oнa mis latidos.

Intentй mantener los ojos lejos de su cuerpo perfecto tanto como me fue posible, pero a menudo no podнa resistir la tentaciуn de mirarle, y su hermosura me sumнa en la tristeza.

Recorrimos en silencio la mayor parte del trayecto. De vez en cuando, Edward formulaba una pregunta al azar, una de las que no me habнa hecho en los dos dнas anteriores de interrogatorio. Me interrogу sobre mis cumpleaсos, los profesores en la escuela primaria y las mascotas de mi infancia... Tuve que admitir que habнa renunciado a ellas despuйs de que se murieran tres peces de forma seguida. Rompiу a reнr al oнrlo con mбs fuerza de lo que me tenнa acostumbrada... De los bosques desiertos se levantу un eco similar al taсido de las campanas.

La caminata me llevу la mayor parte de la maсana, pero йl no mostrу signo alguno de impaciencia. El bosque se extendнa a nuestro alrededor en un interminable laberinto de viejos бrboles, y la idea de que no encontrбramos la salida comenzу a ponerme nerviosa. Edward se encontraba muy a gusto y cуmodo en aquel dйdalo de color verde, y nunca pareciу dudar sobre quй direcciуn tomar.

Despuйs de varias horas, la luz pasу de un tenebroso tono olivбceo a otro jade mбs brillante al filtrarse a travйs del dosel de ramas. El dнa se habнa vuelto soleado, tal y como йl habнa predicho. Comencй a sentir un estremecimiento de entusiasmo por primera vez desde que entrй en el bosque, sensaciуn que rбpidamente se convirtiу en impaciencia.

— їAъn no hemos llegado? —le pinchй, fingiendo fruncir el ceсo.

—Casi —sonriу ante el cambio de mi estado de бnimo—. їVes ese fulgor de ahн delante?

—Humm —mirй atentamente a travйs del denso follaje del bosque—. їDeberнa verlo?

Esbozу una sonrisa burlona.

—Puede que sea un poco pronto para tus ojos.

—Tendrй que pedir hora para visitar al oculista —murmurй.

Su sonrisa de mofa se hizo mбs pronunciada.

Pero entonces, despuйs de recorrer otros cien metros, pude ver sin ningъn gйnero de duda una luminosidad en los бrboles que se hallaban delante de mн, un brillo que era amarillo en lugar de verde. Apretй el paso, mi avidez crecнa conforme avanzaba. Edward me dejу que yo fuera delante y me siguiу en silencio.

Alcancй el borde de aquel remanso de luz y atravesй la ъltima franja de helecho para entrar en el lugar mбs maravilloso que habнa visto en mi vida. La pradera era un pequeсo cнrculo perfecto lleno de flores silvestres: violetas, amarillas y de tenue blanco. Podнa oнr el burbujeo musical de un arroyo que fluнa en algъn lugar cercano. El sol estaba directamente en lo alto, colmando el redondel de una blanquecina calima luminosa. Pasmada, caminй sobre la mullida hierba en medio de las flores, balanceбndose al cбlido aire dorado. Me di media vuelta para compartir con йl todo aquello, pero Edward no estaba detrбs de mн, como creнa. Repentinamente alarmada, girй a mн alrededor en su busca. Finalmente, lo localicй, inmуvil debajo de la densa sombra del dosel de ramas, en el mismo borde del claro, mientras me contemplaba con ojos cautelosos. Sуlo entonces recordй lo que la belleza del prado me habнa hecho olvidar: el enigma de Edward y el sol, lo que me habнa prometido mostrarme hoy.

Di un paso hacia йl, con los ojos relucientes de curiosidad. Los suyos en cambio se mostraban recelosos. Le sonreн para infundirle valor y le hice seсas para que se reuniera conmigo, acercбndome un poco mбs. Alzу una mano en seсal de aviso y yo vacilй, y retrocedн un paso.

Edward pareciу inspirar hondo y entonces saliу al brillante resplandor del mediodнa.

 

CONFESIONES

 

 

A la luz del sol, Edward resultaba chocante. No me hubiera acostumbrado ni aunque le hubiera estado mirando toda la tarde. A pesar de un tenue rubor, producido a raнz de su salida de caza durante la tarde del dнa anterior, su piel centelleaba literalmente como si tuviera miles de nimios diamantes incrustados en ella. Yacнa completamente inmуvil en la hierba, con la camiseta abierta sobre su escultural pecho incandescente y los brazos desnudos centelleando al sol. Mantenнa cerrados los deslumbrantes pбrpados de suave azul lavanda, aunque no dormнa, por supuesto. Parecнa una estatua perfecta, tallada en algъn tipo de piedra ignota, lisa como el mбrmol, reluciente como el cristal.

Movнa los labios de vez en cuando con tal rapidez que parecнan temblar, pero me dijo que estaba cantando para sн mismo cuando le preguntй al respecto. Lo hacнa en voz demasiado baja para que le oyera.

Tambiйn yo disfrutй del sol, aunque el aire no era lo bastante seco para mi gusto. Me hubiera gustado recostarme como йl y dejar que el sol baсara mi cara, pero permanecн avovillada, con el mentуn descansando sobre las rodillas, poco dispuesta a apartar la vista de йl. Soplaba una brisa suave que enredaba mis cabellos y alborotaba la hierba que se mecнa alrededor de su figura inmуvil.

La pradera, que en un principio me habнa parecido espectacular, palidecнa al lado de la magnificencia de Edward.

Siempre con miedo, incluso ahora, a que desapareciera como un espejismo demasiado hermoso para ser real, extendн un dedo con indecisiуn y acariciй el dorso de su mano reluciente, que descansaba sobre el cйsped al alcance de la mнa. Otra vez me maravillй de la textura perfecta de suave satйn, frнa como la piedra. Cuando alcй la vista, habнa abierto los ojos y me miraba. Una rбpida sonrisa curvу las comisuras de sus labios sin mбcula.

— їNo te asusto? —preguntу con despreocupaciуn, aunque identifiquй una curiosidad real en el tono de su suave voz.

—No mбs que de costumbre.

Su sonrisa se hizo mбs amplia y sus dientes refulgieron al sol.

Poco a poco, me acerquй mбs y extendн toda la mano para trazar los contornos de su antebrazo con las yemas de los dedos. Contemplй el temblor de mis dedos y supe que el detalle no le pasarнa desapercibido.

— їTe molesta? —preguntй, ya que habнa vuelto a cerrar los ojos.

—No—respondiу sin abrirlos—, no te puedes ni imaginar cуmo se siente eso.

Suspirу.

Siguiendo el suave trazado de las venas azules del pliegue de su codo, mi mano avanzу con suavidad sobre los perfectos mъsculos de su brazo. Estirй la otra mano para darle la vuelta a la de Edward. Al comprender mi pretensiуn, dio la vuelta a su mano con uno de esos desconcertantes y fulgurantes movimientos suyos. Esto me sobresaltу; mis dedos se paralizaron en su brazo por un breve segundo.

—Lo siento —murmurу. Le busquй con la vista a tiempo de verle cerrar los ojos de nuevo—. Contigo, resulta demasiado fбcil ser yo mismo.

Alcй su mano y la volvн a un lado y al otro mientras contemplaba el brillo del sol sobre la palma. La sostuve cerca de mi rostro en un intento de descubrir las facetas ocultas de su piel.

—Dime quй piensas —susurrу. Al mirarle descubrн que me estaba observando con repentina atenciуn—. Me sigue resultando extraсo no saberlo.

—Bueno, ya sabes, el resto nos sentimos asн todo el tiempo.

—Es una vida dura — їme imaginй el matiz de pesar en su voz?—. Aъn no me has contestado.

—Deseaba poder saber quй pensabas tъ —vacilй— y...

— їY?

—Querнa poder creer que eres real. Y deseaba no tener miedo.

—No quiero que estйs asustada.

La voz de Edward era apenas un murmullo suave. Escuchй lo que en realidad no podнa decir sinceramente, que no debнa tener miedo, que no habнa nada de quй asustarse.

—Bueno, no me referнa exactamente a esa clase de miedo, aunque, sin duda, es algo sobre lo que debo pensar.

Se moviу tan deprisa que ni lo vi. Se sentу en el suelo, apoyado sobre el brazo derecho, y con la mano izquierda aъn en las mнas. Su rostro angelical estaba a escasos centнmetros del mнo. Podrнa haber retrocedido, deberнa haberlo hecho, ante esa inesperada proximidad, pero era incapaz de moverme. Sus ojos dorados me habнan hipnotizado.

—Entonces, їde quй tienes miedo? —murmurу mirбndome con atenciуn.

Pero no pude contestarle. Olн su gйlida respiraciуn en mi cara como sуlo lo habнa hecho una vez. Me derretнa ante ese aroma dulce y delicioso. De forma instintiva y sin pensar, me inclinй mбs cerca para aspirarlo.

Entonces, Edward desapareciу. Su mano se desasiу de la mнa y se colocу a seis metros de distancia en el tiempo que me llevу enfocar la vista. Permanecнa en el borde de la pequeсa pradera, a la oscura sombra de un abeto enorme. Me miraba fijamente con expresiуn inescrutable y los ojos oscuros ocultos por las sombras.

Sentн la herida y la conmociуn en mi rostro. Me picaban las manos vacнas.

—Lo... lo siento, Edward —susurrй. Sabнa que podнa escucharme.

—Concйdeme un momento —replicу al volumen justo para que mis pocos sensitivos oнdos lo oyeran. Me sentй totalmente inmуvil.

Despuйs de diez segundos, increнblemente largos, regresу, lentamente tratбndose de йl. Se detuvo a pocos metros y se dejу caer бgilmente al suelo para luego entrecruzar las piernas, sin apartar sus ojos de los mнos ni un segundo. Suspirу profundamente dos veces y luego me sonriу disculpбndose.

—Lo siento mucho —vacilу—. їComprenderнas a quй me refiero si te dijera que sуlo soy un hombre?

Asentн una sola vez, incapaz de reнrle la gracia. La adrenalina corriу por mis venas conforme fui comprendiendo poco a poco el peligro. Desde su posiciуn, йl lo oliу y su sonrisa se hizo burlona.

—Soy el mejor depredador del mundo, їno es cierto? Todo cuanto me rodea te invita a venir a mн: la voz, el rostro, incluso mi olor. ЎComo si los necesitase!

Se incorporу de forma inesperada, alejбndose hasta perderse de vista para reaparecer detrбs del mismo abeto de antes despuйs de haber circunvalado la pradera en medio segundo.

— ЎComo si pudieras huir de mн!

Riу con amargura, extendiу una mano y arrancу del tronco del abeto una rama de un poco mбs de medio metro de grosor sin esfuerzo alguno en medio de un chasquido estremecedor. Con la misma mano, la hizo girar en el aire durante unos instantes y la arrojу a una velocidad de vйrtigo para estrellarla contra otro бrbol enorme, que se agitу y temblу ante el golpe.

Y estuvo otra vez en frente de mн, a medio metro, inmуvil como una estatua.

— ЎComo si pudieras derrotarme! —dijo en voz baja.

Permanecн sentada sin moverme, temiйndolo como no lo habнa temido nunca. Nunca lo habнa visto tan completamente libre de esa fachada edificada con tanto cuidado. Nunca habнa sido menos humano ni mбs hermoso. Con el rostro ceniciento y los ojos abiertos como platos, estaba sentada como un pбjaro atrapado por los ojos de la serpiente.

Un arrebato frenйtico parecнa relucir en los adorables ojos de Edward. Luego, conforme pasaron los segundos, se apagaron y lentamente su expresiуn volviу a su antigua mбscara de dolor.

—No temas —murmurу con voz aterciopelada e involuntariamente seductora—. Te prometo... —vacilу—, te. juro que no te harй daсo.

Parecнa mбs preocupado de convencerse a sн mismo que a mн.

—No temas —repitiу en un susurro mientras se acercaba con exagerada lentitud. Serpenteу con movimientos deliberadamente lentos para sentarse hasta que nuestros rostros se encontraron a la misma altura, a treinta centнmetros.

—Perdуname, por favor —pidiу ceremoniosamente—. Puedo controlarme. Me has pillado desprevenido, pero ahora me comportarй mejor.

Esperу, pero yo todavнa era incapaz de hablar.

—Hoy no tengo sed —me guiсу el ojo—. De verdad.

Ante eso, no me quedу otro remedio que reнrme, aunque el sonido fue tembloroso y jadeante.

— їEstбs bien? —preguntу tiernamente, extendiendo el brazo lenta y cuidadosamente para volver a poner su mano de mбrmol en la mнa.

Mirй primero su frнa y lisa mano, luego, sus ojos, laxos, arrepentidos; y despuйs, otra vez la mano. Entonces, pausadamente volvн a seguir las lнneas de su mano con las yemas de los dedos. Alcй la vista y sonreн con timidez.

—Bueno, їpor dуnde нbamos antes de que me comportara con tanta rudeza? —preguntу con las amables cadencias de principios del siglo pasado.

—La verdad es que no lo recuerdo.

Sonriу, pero estaba avergonzado.

—Creo que estбbamos hablando de por quй estabas asustada, ademбs del motivo obvio.

—Ah, sн.

— їY bien?

Mirй su mano y recorrн sin rumbo fijo la lisa e iridiscente palma. Los segundos pasaban.

— ЎCon quй facilidad me frustro! —musitу.

Estudiй sus ojos y de repente comprendн que todo aquello era casi tan nuevo para йl como para mн. A йl tambiйn le resultaba difнcil a pesar de los muchos aсos de inconmensurable experiencia. Ese pensamiento me infundiу coraje.

—Tengo miedo, ademбs de por los motivos evidentes, porque no puedo estar contigo, y porque me gustarнa estarlo mбs de lo que deberнa.

Mantuve los ojos fijos en sus manos mientras decнa aquello en voz baja porque me resultaba difнcil confesarlo.

—Sн —admitiу lentamente—, es un motivo para estar asustado, desde luego. ЎQuerer estar conmigo! En verdad, no te conviene nada.

—Lo sй. Supongo que podrнa intentar no desearlo, pero dudo que funcionara.

—Deseo ayudarte, de verdad que sн —no habнa el menor rastro de falsedad en sus ojos lнmpidos—. Deberнa haberme alejado hace mucho, deberнa hacerlo ahora, pero no sй si soy capaz.

—No quiero que te vayas —farfullй patйticamente, mirбndolo fijamente hasta lograr que apartara la vista.

—Irme, eso es exactamente lo que deberнa hacer, pero no temas, soy una criatura esencialmente egoнsta. Ansiу demasiado tu compaснa para hacer lo correcto.

—Me alegro.

— ЎNo lo hagas! —retirу su mano, esta vez con mayor delicadeza. La voz de Edward era mбs бspera de lo habitual. Бspera para йl, aunque mбs hermosa que cualquier voz humana. Resultaba difнcil tratar con йl, ya que sus continuos y repentinos cambios de humor siempre me producнan desconcierto.

— ЎNo es sуlo tu compaснa lo que anhelo! Nunca lo olvides. Nunca olvides que soy mбs peligroso para ti de lo que soy para cualquier otra persona.

Enmudeciу y le vi contemplar con ojos ausentes el bosque.

Meditй sus palabras durante unos instantes.

—Creo que no comprendo exactamente a quй te refieres... Al menos la ъltima parte.

Edward me mirу de nuevo y sonriу con picardнa. Su humor volvнa a cambiar.

— їCуmo te explicarнa? —musitу—. Y sin aterrorizarte de nuevo...

Volviу a poner su mano sobre la mнa, al parecer de forma inconsciente, y la sujetй con fuerza entre las mнas. Mirу nuestras manos y suspirу.

—Esto es asombrosamente placentero... el calor.

Transcurriу un momento hasta que puso en orden sus ideas y continuу:

—Sabes que todos disfrutamos de diferentes sabores. Algunos prefieren el helado de chocolate y otros el de fresa.

Asentн.

—Lamento emplear la analogнa de la comida, pero no se me ocurre otra forma de explicбrtelo.

Le dediquй una sonrisa y йl me la devolviу con pesar.

—Verбs, cada persona huele diferente, tiene una esencia distinta. Si encierras a un alcohуlico en una habitaciуn repleta de cerveza rancia, se la beberб alegremente, pero si ha superado el alcoholismo y lo desea, podrнa resistirse.

«Supongamos ahora que ponemos en esa habitaciуn una botella de brandy aсejo, de cien aсos, el coсac mбs raro y exquisito y llenamos la habitaciуn de su cбlido aroma... En tal caso, їcуmo crees que le irнa?

Permanecimos sentados en silencio, mirбndonos a los ojos el uno al otro en un intento de descifrarnos mutuamente el pensamiento.

Edward fue el primero en romper el silencio.

—Tal vez no sea la comparaciуn adecuada. Puede que sea muy fбcil rehusar el brandy. Quizбs deberнa haber empleado un heroinуmano en vez de un alcohуlico para el ejemplo.

—Bueno, їestбs diciendo que soy tu marca de heroнna? —le preguntй para tomarle el pelo y animarle.

Sonriу de inmediato, pareciendo apreciar mi esfuerzo.

—Sн, tъ eres exactamente mi marca de heroнna.

— їSucede eso con frecuencia?

Mirу hacia las copas de los бrboles mientras pensaba la respuesta.

—He hablado con mis hermanos al respecto —prosiguiу con la vista fija en la lejanнa—. Para Jasper, todos los humanos sois mбs de lo mismo. El es el miembro mбs reciente de nuestra familia y ha de esforzarse mucho para conseguir una abstinencia completa. No ha dispuesto de tiempo para hacerse mбs sensible a las diferencias de olor, de sabor —sъbitamente me mirу con gesto de disculpa—. Lo siento.

—No me molesta. Por favor, no te preocupes por ofenderme o asustarme o lo que sea... Es asн como piensas. Te entiendo, o al menos puedo intentarlo. Explнcate como mejor puedas.

—De modo que Jasper no estб seguro de si alguna vez se ha cruzado con alguien tan... —Edward titubeу, en busca de la palabra adecuada—, tan apetecible como tъ me resultas a mн. Eso me hizo reflexionar mucho. Emmett es el que hace mбs tiempo que ha dejado de beber, por decirlo de alguna manera, y comprende lo que quiero decir. Dice que le sucediу dos veces, una con mбs intensidad que otra.

— їY a ti?

—Jamбs.

La palabra quedу flotando en la cбlida brisa durante unos momentos.

— їQuй hizo Emmett? —le preguntй para romper el silencio.

Era la pregunta equivocada. Su rostro se ensombreciу y sus manos se crisparon entre las mнas. Aguardй, pero no me iba a contestar.

—Creo saberlo —dije al fin.

Alzу la vista. Tenнa una expresiуn melancуlica, suplicante.

—Hasta el mбs fuerte de nosotros recae en la bebida, їverdad?

— їQuй me pides? їMi permiso? —mi voz sonу mбs mordaz de lo que pretendнa. Intentй modular un tono mбs amable. Suponнa que aquella sinceridad le estaba costando mucho esfuerzo—. Quiero decir, entonces, їno hay esperanza?

ЎCon cuбnta calma podнa discutir sobre mi propia muerte!

— ЎNo, no! —Se compungiу casi al momento—. ЎPor supuesto que hay esperanza! Me refiero a que..., por supuesto que no voy a... —dejу la frase en el aire. Mis ojos inflamaban las llamaradas de los suyos—. Es diferente para nosotros. En cuanto a Emmett y esos dos desconocidos con los que se cruzу... Eso sucediу hace mucho tiempo y йl no era tan experto y cuidadoso como lo es ahora.

Se sumiу en el silencio y me mirу intensamente.

—De modo que si nos hubiйramos encontrado... en... un callejуn oscuro o algo parecido... —mi voz se fue apagando.

—Necesitй todo mi autocontrol para no abalanzarme sobre ti en medio de esa clase llena de niсos y... —enmudeciу bruscamente y desviу la mirada—. Cuando pasaste a mi lado, podнa haber arruinado en el acto todo lo que Carlisle ha construido para nosotros. No hubiera sido capaz de refrenarme si no hubiera estado controlando mi sed durante los ъltimos... bueno, demasiados aсos.

Se detuvo a contemplar los бrboles. Me lanzу una mirada sombrнa mientras los dos lo recordбbamos.

—Debiste de pensar que estaba loco.

—No comprendн el motivo. їCуmo podнas odiarme con tanta rapidez...?

—Para mн, parecнas una especie de demonio convocado directamente desde mi infierno particular para arruinarme. La fragancia procedente de tu piel... El primer dнa creн que me iba a trastornar. En esa ъnica hora, ideй cien formas diferentes de engatusarte para que salieras de clase conmigo y tenerte a solas. Las rechacй todas al pensar en mi familia, en lo que podнa hacerles. Tenнa que huir, alejarme antes de pronunciar las palabras que te harнan seguirme...

Entonces, buscу con la mirada mi rostro asombrado mientras yo intentaba asimilar sus amargos recuerdos. Debajo de sus pestaсas, sus ojos dorados ardнan, hipnуticos, letales.

—Y tъ hubieras acudido —me asegurу.

Intentй hablar con serenidad.

—Sin duda.

Torciу el gesto y me mirу las manos, liberбndome asн de la fuerza de su mirada.

—Luego intentй cambiar la hora de mi programa en un estйril intento de evitarte y de repente ahн estabas tъ, en esa oficina pequeсa y caliente, y el aroma resultaba enloquecedor. Estuve a punto de tomarte en ese momento. Sуlo habнa otra frбgil humana... cuya muerte era fбcil de arreglar.

Temblй a pesar de estar al sol cuando de nuevo reaparecieron mis recuerdos desde su punto de vista, sуlo ahora me percataba del peligro. ЎPobre seсora Cope! Me estremecн al pensar lo cerca que habнa estado de ser la responsable de su muerte sin saberlo.

—No sй cуmo, pero resistн. Me obliguй a no esperarte ni a seguirte desde el instituto. Fuera, donde ya no te podнa oler, resultу mбs fбcil pensar con claridad y adoptar la decisiуn correcta. Dejй a mis hermanos cerca de casa. Estaba demasiado avergonzado para confesarles mi debilidad, sуlo sabнan que algo iba mal... Entonces me fui directo al hospital para ver a Carlisle y decirle que me marchaba.

Lo mirй fijamente, sorprendida.

—Intercambiamos nuestros coches, ya que el suyo tenнa el depуsito lleno y yo no querнa detenerme. No me atrevнa a ir a casa y enfrentarme a Esme. Ella no me hubiera dejado ir sin montarme una escenita, hubiera intentado convencerme de que no era necesario... A la maсana siguiente estaba en Alaska —parecнa avergonzado, como si estuviera admitiendo una gran cobardнa—. Pasй allн dos dнas con unos viejos conocidos, pero sentн nostalgia de mi hogar. Detestaba saber que habнa defraudado a Esme y a los demбs, mi familia adoptiva. Resultaba difнcil creer que eras tan irresistible respirando el aire puro de las montaсas. Me convencн de que habнa sido dйbil al escapar. Me habнa enfrentado antes a la tentaciуn, pero no de aquella magnitud, no se acercaba ni por asomo, pero yo era fuerte, їy quiйn eras tъ? ЎUna chiquilla insignificante! —de repente sonriу de oreja a oreja—. їQuiйn eras tъ para echarme del lugar donde querнa estar? De modo que regresй...

Mirу al infinito. Yo no podнa hablar.

—Tomй precauciones, cacй y me alimentй mбs de lo acostumbrado antes de volver a verte. Estaba decidido a ser lo bastante fuerte para tratarte como a cualquier otro humano. Fui muy arrogante en ese punto. Existнa la incuestionable complicaciуn de que no podнa leerte los pensamientos para saber cuбl era tu reacciуn hacia mн. No estaba acostumbrado a tener que dar tantos rodeos. Tuve que escuchar tus palabras en la mente de Jessica, que, por cierto, no es muy original, y resultaba un fastidio tener que detenerme ahн, sin saber si realmente querнas decir lo que decнas. Todo era extremadamente irritante.

Torciу el gesto al recordarlo.

—Quise que, de ser posible, olvidaras mi conducta del primer dнa, por lo que intentй hablar contigo como con cualquier otra persona. De hecho, estaba ilusionado con la esperanza de descifrar algunos de tus pensamientos. Pero tъ resultaste demasiado interesante, y me vi atrapado por tus expresiones... Y de vez en cuando alargabas la mano o movнas el pelo..., y el aroma me aturdнa otra vez.

»Entonces estuviste a punto de morir aplastada ante mis propios ojos. Mбs tarde pensй en una excusa excelente para justificar por quй habнa actuado asн en ese momento, ya que tu sangre se hubiera derramado delante de mн de no haberte salvado y no hubiera sido capaz de contenerme y revelar a todos lo que йramos. Pero me inventй esa excusa mбs tarde. En ese momento, todo lo que pensй fue: «Ella, no».

Cerrу los ojos, ensimismado en su agуnica confesiуn. Yo le escuchaba con mбs deseo de lo racional. El sentido comъn me decнa que deberнa estar aterrada. En lugar de eso, me sentнa aliviada al comprenderlo todo por fin. Y me sentнa llena de compasiуn por lo que Edward habнa sufrido, incluso ahora, cuando habнa confesado el ansia de tomar mi vida.

Finalmente, fui capaz de hablar, aunque mi voz era dйbil:

— їY en el hospital?

Sus ojos se clavaron en los mнos.

—Estaba horrorizado. Despuйs de todo, no podнa creer que hubiera puesto a toda la familia en peligro y yo mismo hubiera quedado a tu merced... De entre todos, tenнas que ser tъ. Como si necesitara otro motivo para matarte —ambos nos acobardamos cuando se le escapу esa frase—. Pero tuvo el efecto contrario —continuу apresuradamente—, y me enfrentй con Rosalie, Emmett y Jasper cuando sugirieron que te habнa llegado la hora... Fue la peor discusiуn que hemos tenido nunca. Carlisle se puso de mi lado, y Alice —hizo una mueca cuando pronunciу su nombre, no imaginй la razуn—. Esme dijo que hiciera lo que tuviera que hacer para quedarme.

Edward sacudiу la cabeza con indulgencia.

—Me pasй todo el dнa siguiente fisgando en las mentes de todos con quienes habнas hablado, sorprendido de que hubieras cumplido tu palabra. No te comprendн en absoluto, pero sabнa que no me podнa implicar mбs contigo. Hice todo lo que estuvo en mi mano para permanecer lo mбs lejos de ti. Y todos los dнas el aroma de tu piel, tu respiraciуn, tu pelo... me golpeaba con la misma fuerza del primer dнa.

Nuestras miradas se encontraron otra vez. Los ojos de Edward eran sorprendentemente tiernos.

—Y por todo eso —prosiguiу—, hubiera preferido delatarnos en aquel primer momento que herirte aquн, ahora, sin testigos ni nada que me detenga.

Era lo bastante humana como para tener preguntar:

— їPor quй?

—Isabella —pronunciу mi nombre completo con cuidado al tiempo que me despeinaba el pelo con la mano libre; un estremecimiento recorriу mi cuerpo ante ese roce fortuito—. No podrнa vivir en paz conmigo mismo si te causara daсo alguno —fijу su mirada en el suelo, nuevamente avergonzado—. La idea de verte inmуvil, pбlida, helada... No volver a ver cуmo te ruborizas, no ver jamбs esa chispa de intuiciуn en los ojos cuando sospechas mis intenciones... Serнa insoportable —clavу sus hermosos y torturados ojos en los mнos—. Ahora eres lo mбs importante para mн, lo mбs importante que he tenido nunca.

La cabeza empezу a darme vueltas ante el rбpido giro que habнa dado nuestra conversaciуn. Desde el alegre tema de mi inminente muerte de repente nos estбbamos declarando. Aguardу, y supe que sus ojos no se apartaban de mн a pesar de fijar los mнos en nuestras manos. Al final, dije:

—Ya conoces mis sentimientos, por supuesto. Estoy aquн, lo que, burdamente traducido, significa que preferirнa morir antes que alejarme de ti —hice una mueca—. Soy idiota.

—Eres idiota —aceptу con una risa.

Nuestras miradas se encontraron y tambiйn me reн. Nos reнmos juntos de lo absurdo y estъpido de la situaciуn.

—Y de ese modo el leуn se enamorу de la oveja... —murmurу. Desviй la vista para ocultar mis ojos mientras me estremecнa al oнrle pronunciar la palabra.

— ЎQuй oveja tan estъpida! —musitй.

— ЎQuй leуn tan morboso y masoquista!

Su mirada se perdiу en el bosque y me preguntй dуnde estarнan ahora sus pensamientos.

— їPor quй...? —comencй, pero luego me detuve al no estar segura de cуmo proseguir.

Edward me mirу y sonriу. El sol arrancу un destello a su cara, a sus dientes.

— їSн?

—Dime por quй huiste antes.

Su sonrisa se desvaneciу.

—Sabes el porquй.

—No, lo que querнa decir exactamente es їquй hice mal? Ya sabes, voy a tener que estar en guardia, por lo que serб mejor aprender quй es lo que no deberнa hacer. Esto, por ejemplo —le acariciй la base de la mano—, parece que no te hace mal.

Volviу a sonreнr.

—Bella, no hiciste nada mal. Fue culpa mнa.

—Pero quiero ayudar si estб en mi mano, hacйrtelo mбs llevadero.

—Bueno... —meditу durante unos instantes—. Sуlo fue lo cerca que estuviste. Por instinto, la mayorнa de los hombres nos rehuyen repelidos por nuestra diferenciaciуn... No esperaba que te acercaras tanto, y el olor de tu garganta...

Se callу ipso facto mirбndome para ver si me habнa asustado.

—De acuerdo, entonces —respondн con displicencia en un intento de aliviar la atmуsfera, repentinamente tensa, y me tapй el cuello—, nada de exponer la garganta.

Funcionу. Rompiу a reнr.

—No, en realidad, fue mбs la sorpresa que cualquier otra cosa.

Alzу la mano libre y la depositу con suavidad en un lado de mi garganta. Me quedй inmуvil. El frнo de su tacto era un aviso natural, un indicio de que deberнa estar aterrada, pero no era miedo lo que sentнa, aunque, sin embargo, habнa otros sentimientos...

—Ya lo ves. Todo estб en orden.

Se me acelerу el pulso, y deseй poder refrenarlo al presentir que eso, los latidos en mis venas, lo iba a dificultar todo un poco mбs. Lo mбs seguro es que йl pudiera oнrlo.

—El rubor de tus mejillas es adorable —murmurу.

Liberу con suavidad la otra mano. Mis manos cayeron flбcidas sobre mi vientre. Me acariciу la mejilla con suavidad para luego sostener mi rostro entre sus manos de mбrmol.

—Quйdate muy quieta —susurrу. ЎComo si no estuviera ya petrificada!

Lentamente, sin apartar sus ojos de los mнos, se inclinу hacia mн. Luego, de forma sorprendente pero suave, apoyу su mejilla contra la base de mi garganta. Apenas era capaz de moverme, incluso aunque hubiera querido. Oн el sonido de su acompasada respiraciуn mientras contemplaba cуmo el sol y la brisa jugaban con su pelo de color bronce, la parte mбs humana de Edward.

Me estremecн cuando sus manos se deslizaron cuello abajo con deliberada lentitud. Le oн contener el aliento, pero las manos no se detuvieron y suavemente siguieron su descenso hasta llegar a mis hombros, y entonces se detuvieron.

Dejу resbalar el rostro por un lado de mi cuello, con la nariz rozando mi clavнcula. A continuaciуn, reclinу la cara y apretу la cabeza tiernamente contra mi pecho...... escuchando


Дата добавления: 2015-10-30; просмотров: 126 | Нарушение авторских прав


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