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El dнa siguiente fue mejor... y peor.
Fue mejor porque no lloviу, aunque persistiу la nubosidad densa y oscura; y mбs fбcil, porque sabнa quй podнa esperar del dнa. Mike se acercу para sentarse a mi lado durante la clase de Lengua y me acompaсу hasta la clase siguiente mientras Eric, el que parecнa miembro de un club de ajedrez, lo fulminaba con la mirada. Me sentн halagada. Nadie me observaba tanto como el dнa anterior. Durante el almuerzo me sentй con un gran grupo que incluнa a Mike, Eric, Jessica y otros cuantos cuyos nombres y caras ya recordaba. Empecй a sentirme como si flotara en el agua en vez de ahogarme.
Fue peor porque estaba agotada. El ulular del viento alrededor de la casa no me habнa dejado dormir. Tambiйn fue peor porque el Sr. Varner me llamу en la clase de Trigonometrнa, aun cuando no habнa levantado la mano, y di una respuesta equivocada. Rayу en lo espantoso porque tuve que jugar al voleibol y la ъnica vez que no me apartй de la trayectoria de la pelota y la golpeй, йsta impactу en la cabeza de un compaсero de equipo. Y fue peor porque Edward Cullen no apareciу por la escuela, ni por la maсana ni por la tarde.
Que llegara la hora del almuerzo —y con ella las colйricas miradas de Cullen— me estuvo aterrorizando durante toda la maсana. Por un lado, deseaba plantarle cara y exigirle una explicaciуn. Mientras permanecнa insomne en la cama lleguй a imaginar incluso lo que le dirнa, pero me conocнa demasiado bien para creer que de verdad tendrнa el coraje de hacerlo. En comparaciуn conmigo, el leуn cobardica de El mago de Oz era Terminator.
Sin embargo, cuando entrй en la cafeterнa junto a Jessica —intentй contenerme y no recorrer la sala con la mirada para buscarle, aunque fracasй estrepitosamente— vi a sus cuatro hermanos, por llamarlos de alguna manera, sentados en la misma mesa, pero йl no los acompaсaba.
Mike nos interceptу en el camino y nos desviу hacia su mesa. Jessica parecнa eufуrica por la atenciуn, y sus amigas pronto se reunieron con nosotros. Pero estaba incomodнsima mientras escuchaba su despreocupada conversaciуn, a la espera de que йl acudiese. Deseaba que se limitara a ignorarme cuando llegara, y demostrar de ese modo que mis suposiciones eran infundadas.
Pero no llegу, y me fui poniendo mбs y mбs tensa conforme pasaba el tiempo.
Cuando al final del almuerzo no se presentу, me dirigн hacia la clase de Biologнa con mбs confianza. Mike, que empezaba a asumir todas las caracterнsticas de los perros golden retriever, me siguiу fielmente de camino a clase. Contuve el aliento en la puerta, pero Edward Cullen tampoco estaba en el aula. Suspirй y me dirigн a mi asiento. Mike me siguiу sin dejar de hablarme de un prуximo viaje a la playa y se quedу junto a mi mesa hasta que sonу el timbre. Entonces me sonriу apesadumbrado y se fue a sentar al lado de una chica con un aparato ortopйdico en los dientes y una horrenda permanente. Al parecer, iba a tener que hacer algo con Mike, y no iba a ser fбcil. La diplomacia resultaba vital en un pueblecito como йste, donde todos vivнan pegados los unos a los otros. Tener tacto no era lo mнo, y carecнa de experiencia a la hora de tratar con chicos que fueran mбs amables de la cuenta.
El tener la mesa para mн sola y la ausencia de Edward supuso un gran alivio. Me lo repetн hasta la saciedad, pero no lograba quitarme de la cabeza la sospecha de que yo era el motivo de su ausencia. Resultaba ridнculo y egotista creer que yo fuera capaz de afectar tanto a alguien. Era imposible. Y aun asн la posibilidad de que fuera cierto no dejaba de inquietarme.
Cuando al fin concluyeron las clases y hubo desaparecido mi sonrojo por el incidente del partido de voleibol, me enfundй los vaqueros y un jersey azul marino y me apresurй a salir del vestuario, feliz de esquivar por el momento a mi amigo, el golden retriever. Me dirigн a toda prisa al aparcamiento, ahora atestado de estudiantes que salнan a la carrera. Me subн al coche y busquй en mi bolsa para cerciorarme de que tenнa todo lo necesario.
La noche pasada habнa descubierto que Charlie era incapaz de cocinar otra cosa que huevos fritos y beicon, por lo que le pedн que me dejara encargarme de las comidas mientras durara mi estancia. El se mostrу dispuesto a cederme las llaves de la sala de banquetes. Tambiйn me percatй de que no habнa comida en casa, por lo que preparй la lista de la compra, tomй el dinero de un jarrуn del aparador que llevaba la etiqueta «dinero para la comida» y ahora iba de camino hacia el supermercado Thriftway.
Puse en marcha aquel motor ensordecedor, hice caso omiso a los rostros que se volvieron en mi direcciуn y di marcha atrбs con mucho cuidado al ponerme en la cola de coches que aguardaban para salir del aparcamiento. Mientras esperaba, intentй fingir que era otro coche el que producнa tan ensordecedor estruendo. Vi que los dos Cullen y los gemelos Hale se subнan a su coche. El flamante Volvo, por supuesto. Me habнan fascinado tanto sus rostros que no habнa reparado antes en el atuendo; pero ahora que me fijaba, era obvio que todos iban magnнficamente vestidos, de forma sencilla, pero con una ropa que parecнa hecha por modistos. Con aquella hermosura y gracia de movimientos, podrнan llevar harapos y parecer guapos. El tener tanto belleza como dinero era pasarse de la raya, pero hasta donde alcanzaba a comprender, la vida, por lo general, solнa ser asн. No parecнa que la posesiуn de ambas cosas les hubiera dado cierta aceptaciуn en el pueblo.
No, no creнa que fuera de ese modo. En absoluto. Ese aislamiento debнa de ser voluntario, no lograba imaginar ninguna puerta cerrada ante tanta belleza.
Contemplaron mi ruidoso monovolumen cuando les pasй, como el resto, pero continuй mirando al frente y experimentй un gran alivio cuando estuve fuera del campus.
El Thriftway no estaba muy lejos de la escuela, unas pocas calles mбs al sur, junto a la carretera. Me sentн muy a gusto dentro del supermercado, me pareciу normal. En Phoenix era yo quien hacнa la compra, por lo que asumн con gusto el hбbito de ocuparme de las tareas familiares. El mercado era lo bastante grande como para que no oyera el tamborileo de la lluvia sobre el tejado y me recordara dуnde me encontraba.
Al llegar a casa, saquй los comestibles y los metн allн donde encontrй un hueco libre. Esperaba que a Charlie no le importara. Envolvн las patatas en papel de aluminio y las puse en el horno para hacer patatas asadas, dejй en adobo un filete y lo coloquй sobre una caja de huevos en el frigorнfico.
Subн a mi habitaciуn con la mochila despuйs de hacer todo eso. Antes de ponerme con los deberes, me puse un chбndal seco, me recogн la melena en una coleta y abrн el mail por vez primera. Tenнa tres mensajes. Mi madre me habнa escrito.
Bella:
Escrнbeme en cuanto llegues y cuйntame cуmo te ha ido el vuelo. їLlueve? Ya te echo de menos. Casi he terminado de hacer las maletas para ir a Florida, pero no encuentro mi blusa rosa. їSabes dуnde la puse? Phil te manda saludos.
Mamб
Suspirй y leн el siguiente mensaje. Lo habнa enviado ocho horas despuйs del primero. Decнa:
їPor quй no me has contestado? їA quй esperas? Mamб.
El ъltimo era de esa maсana.
Isabella:
Si no me has contestado a las 17:30, voy a llamar a Charlie.
Mirй el reloj. Aъn quedaba una hora, pero mi madre solнa adelantarse a los acontecimientos.
Mamб:
Tranquila. Ahora te escribo. No cometas ninguna imprudencia.
Bella
Enviй el mail empecй a escribir otra vez.
Mamб:
Todo va fenomenal. Llueve, por supuesto. He esperado a escribirte cuando tuviera algo que contarte. La escuela no es mala, sуlo un poco repetitiva. He conocido a unos cuantos compaсeros muy amables que se sientan conmigo durante el almuerzo.
Tu blusa estб en la tintorerнa. Se supone que la ibas a recoger el viernes.
Charlie me ha comprado un monovolumen. їTe lo puedes creer? Me encanta. Es un poco antiguo, pero muy sуlido, y eso me conviene, ya me conoces.
Yo tambiйn te echo de menos. Pronto volverй a escribir, pero no voy a estar revisando el correo electrуnico cada cinco minutos. Respira hondo y relбjate. Te quiero.
Bella
Habнa decidido volver a leer Cumbres borrascosas por placer —era la novela que estбbamos estudiando en clase de Literatura—, y en ello estaba cuando Charlie llegу a casa. Habнa perdido la nociуn del tiempo, por lo que me apresurй a bajar las escaleras, sacar del horno las patatas y meter el filete para asarlo.
— їBella? —gritу mi padre al oнrme en la escalera.
їQuiйn iba a ser si no?, me preguntй.
—Hola, papб, bienvenido a casa.
—Gracias.
Colgу el cinturуn con la pistola y se quitу las botas mientras yo trajinaba en la cocina. Que yo supiera, jamбs habнa disparado en acto de servicio. Pero siempre la mantenнa preparada. De niсa, cuando yo venнa, le quitaba las balas al llegar a casa. Imagino que ahora me consideraba lo bastante madura como para no matarme por accidente, y no lo bastante deprimida como para suicidarme.
— їQuй vamos a comer? —preguntу con recelo.
Mi madre solнa practicar la cocina creativa, y sus experimentos culinarios no siempre resultaban comestibles. Me sorprendiу, y entristeciу, que todavнa se acordara.
—Filete con patatas —contestй para tranquilizarlo.
Parecнa encontrarse fuera de lugar en la cocina, de pie y sin hacer nada, por lo que se marchу con pasos torpes al cuarto de estar para ver la tele mientras yo cocinaba. Preparй una ensalada al mismo tiempo que se hacнa el filete y puse la mesa.
Lo llamй cuando estuvo lista la cena y olfateу en seсal de apreciaciуn al entrar en la cocina.
—Huele bien, Bella.
—Gracias.
Comimos en silencio durante varios minutos, lo cual no resultaba nada incуmodo. A ninguno de los dos nos disgustaba el silencio. En cierto modo, tenнamos caracteres compatibles para vivir juntos.
—Y bien, їquй tal el instituto? їHas hecho alguna amiga? —me preguntу mientras se echaba mбs.
—Tengo unas cuantas clases con una chica que se llama Jessica y me siento con sus amigas durante el almuerzo. Y hay un chico, Mike, que es muy amable. Todos parecen buena gente.
Con una notable excepciуn.
—Debe de ser Mike Newton. Un buen chico y una buena familia. Su padre es el dueсo de una tienda de artнculos deportivos a las afueras del pueblo. Se gana bien la vida gracias a los excursionistas que pasan por aquн.
— їConoces a la familia Cullen? —preguntй vacilante.
— їLa familia del doctor Cullen? Claro. El doctor Cullen es un gran hombre.
—Los hijos... son un poco diferentes. No parece que en el instituto caigan demasiado bien.
El aspecto enojado de Charlie me sorprendiу.
— ЎCуmo es la gente de este pueblo! —murmurу—. El doctor Cullen es un eminente cirujano que podrнa trabajar en cualquier hospital del mundo y ganarнa diez veces mбs que aquн —continuу en voz mбs alta—. Tenemos suerte de que vivan acб, de que su mujer quiera quedarse en un pueblecito. Es muy valioso para la comunidad, y esos chicos se comportan bien y son muy educados. Alberguй ciertas dudas cuando llegaron con tantos hijos adoptivos. Pensй que habrнa problemas, pero son muy maduros y no me han dado el mбs mнnimo problema. Y no puedo decir lo mismo de los hijos de algunas familias que han vivido en este pueblo desde hace generaciones. Se mantienen unidos, como debe hacer una familia, se van de camping cada tres fines de semana... La gente tiene que hablar sуlo porque son reciйn llegados.
Era el discurso mбs largo que habнa oнdo pronunciar a Charlie. Debнa de molestarle mucho lo que decнa la gente.
Di marcha atrбs.
—Me parecen bastante agradables, aunque he notado que son muy reservados. Y todos son muy guapos —aсadн para hacerles un cumplido.
—Tendrнas que ver al doctor —dijo Charlie, y se riу—. Por fortuna, estб felizmente casado. A muchas de las enfermeras del hospital les cuesta concentrarse en su tarea cuando йl anda cerca.
Nos quedamos callados y terminamos de cenar. Recogiу la mesa mientras me ponнa a fregar los platos. Regresу al cuarto de estar para ver la tele. Cuando terminй de fregar —no habнa lavavajillas—, subн con desgana a hacer los deberes de Matemбticas. Sentн que lo hacнa por hбbito. Esa noche fue silenciosa, por fin. Agotada, me dormн enseguida.
El resto de la semana transcurriу sin incidentes. Me acostumbrй a la rutina de las clases. Aunque no recordaba todos los nombres, el viernes era capaz de reconocer los rostros de la prбctica totalidad de los estudiantes del instituto. En clase de gimnasia los miembros de mi equipo aprendieron a no pasarme el balуn y a interponerse delante de mн si el equipo contrario intentaba aprovecharse de mis carencias. Los dejй con sumo gusto.
Edward Cullen no volviу a la escuela.
Todos los dнas vigilaba la puerta con ansiedad hasta que los Cullen entraban en la cafeterнa sin йl. Entonces podнa relajarme y participar en la conversaciуn que, por lo general, versaba sobre una excursiуn a La Push Ocean Park para dentro de dos semanas, un viaje que organizaba Mike. Me invitaron y accedн a ir, mбs por ser cortйs que por placer. Las playas deben ser calientes y secas.
Cuando llegу el viernes, yo ya entraba con total tranquilidad en clase de Biologнa sin preocuparme de si Edward estarнa allн. Hasta donde sabнa, habнa abandonado la escuela. Intentaba no pensar en ello, pero no conseguнa reprimir del todo la preocupaciуn de que fuera la culpable de su ausencia, por muy ridнculo que pudiera parecer.
Mi primer fin de semana en Forks pasу sin acontecimientos dignos de menciуn. Charlie no estaba acostumbrado a quedarse en una casa habitualmente vacнa, y lo pasaba en el trabajo. Limpiй la casa, avancй en mis deberes y escribн a mi madre varios correos electrуnicos de fingida jovialidad. El sбbado fui a la biblioteca, pero tenнa pocos libros, por lo que no me molestй en hacerme la tarjeta de socio. Pronto tendrнa que visitar Olympia o Seattle y buscar una buena librerнa. Me puse a calcular con despreocupaciуn cuбnta gasolina consumirнa el monovolumen y el resultado me produjo escalofrнos.
Durante todo el fin de semana cayу una lluvia fina, silenciosa, por lo que pude dormir bien.
Mucha gente me saludу en el aparcamiento el lunes por la maсana, no recordaba los nombres de todos, pero agitй la mano y sonreн a todo el mundo. En clase de Literatura, fiel a su costumbre, Mike se sentу a mi lado. El profesor nos puso un examen sorpresa sobre Cumbres borrascosas. Era fбcil, sin complicaciones.
En general, a aquellas alturas me sentнa mucho mбs cуmoda de lo que habнa creнdo. Mбs satisfecha de lo que hubiera esperado jamбs.
Al salir de la clase, el aire estaba lleno de remolinos blancos. Oн a los compaсeros dar gritos de jъbilo. El viento me cortу la nariz y las mejillas.
— ЎVaya! —Exclamу Mike—. Nieva.
Estudiй las pelusas de algodуn que se amontaban al lado de la acera y, arremolinбndose errбticamente, pasaban junto a mi cara.
— ЎUf!
Nieve. Mi gozo en un pozo. Mike se sorprendiу.
— їNo te gusta la nieve?
—No. Significa que hace demasiado frнo incluso para que llueva —obviamente—. Ademбs, pensaba que caнa en forma de copos, ya sabes, que cada uno era ъnico y todo eso. Йstos se parecen a los extremos de los bastoncillos de algodуn.
— їEs que nunca has visto nevar? —me preguntу con incredulidad.
— ЎSн, por supuesto! —Hice una pausa y aсadн—: En la tele.
Mike se riу. Entonces una gran bola hъmeda y blanda impactу en su nuca. Nos volvimos para ver de dуnde provenнa. Sospechй de Eric, que andaba en direcciуn contraria, en la direcciуn equivocada para ir a la siguiente clase. Era evidente que Mike pensу lo mismo, ya que se acuclillу y empezу a amontonar aquella papilla blancuzca.
—Te veo en el almuerzo, їvale? —continuй andando sin dejar de hablar—. Me refugio dentro cuando la gente se empieza a lanzar bolas de nieve.
Mike asintiу con la cabeza sin apartar los ojos de la figura de Eric, que emprendнa la retirada.
Se pasaron toda la maсana charlando alegremente sobre la nieve. Al parecer era la primera nevada del nuevo aсo. Mantuve el pico cerrado. Sн, era mбs seca que la lluvia... hasta que se descongelaba en los calcetines.
Jessica y yo nos dirigimos a la cafeterнa con mucho cuidado despuйs de la clase de espaсol. Las bolas de nieve volaban por doquier. Por si acaso, llevaba la carpeta en las manos, lista para emplearla como escudo si era menester. Jessica se riу de mн, pero habнa algo en la expresiуn de mi rostro que le desaconsejу lanzarme una bola de nieve.
Mike nos alcanzу cuando entramos en la sala; se reнa mientras la nieve que tenнa en las puntas del su pelo se fundнa. Йl y Jessica conversaban animadamente sobre la pelea de bolas de nieve; hicimos cola para comprar la comida. Por puro hбbito, echй una ojeada hacia la mesa del rincуn. Entonces, me quedй petrificada. La ocupaban cinco personas.
Jessica me tomу por el brazo.
— ЎEh! їBella? їQuй quieres?
Bajй la vista, me ardнan las orejas. Me recordй a mн misma que no habнa motivo alguno para sentirme cohibida. No habнa hecho nada malo.
— їQuй le pasa a Bella? —le preguntу Mike a Jessica.
—Nada —contestй—. Hoy sуlo quiero un refresco.
Me puse al final de la cola.
— їEs que no tienes hambre? —preguntу Jessica.
—La verdad es que estoy un poco mareada —dije, con la vista aъn clavada en el suelo.
Aguardй a que tomaran la comida y los seguн a una mesa sin apartar los ojos de mis pies.
Bebн el refresco a pequeсos sorbos. Tenнa un nudo en el estуmago. Mike me preguntу dos veces, con una preocupaciуn innecesaria, cуmo me encontraba. Le respondн que no era nada, pero especulй con la posibilidad de fingir un poco y escaparme a la enfermerнa durante la prуxima clase.
Ridнculo. No tenнa por quй huir.
Decidн permitirme una ъnica miradita a la mesa de la familia Cullen. Si me observaba con furia, pasarнa de la clase de Biologнa, ya que era una cobarde.
Mantuve el rostro inclinado hacia el suelo y mirй de reojo a travйs de las pestaсas. Alcй levemente la cabeza.
Se reнan. Edward, Jasper y Emmett tenнan el pelo totalmente empapado por la nieve. Alice y Rosalie retrocedieron cuando Emmett se sacudiу el pelo chorreante para salpicarlas. Disfrutaban del dнa nevado como los demбs, aunque ellos parecнan salidos de la escena de una pelнcula, y los demбs no.
Pero, aparte de la alegrнa y los juegos, algo era diferente, y no lograba identificar quй. Estudiй a Edward con cuidado. Decidн que su tez estaba menos pбlida, tal vez un poco colorada por la pelea con bolas de nieve, y que las ojeras eran menos acusadas, pero habнa algo mбs. Lo examinaba, intentando aislar ese cambio, sin apartar la vista de йl.
—Bella, їa quiйn miras? —interrumpiу Jessica, siguiendo la trayectoria de mi mirada.
En ese preciso momento, los ojos de Edward centellearon al encontrarse con los mнos.
Ladeй la cabeza para que el pelo me ocultara el rostro, aunque estuve segura de que, cuando nuestras miradas se cruzaron, sus ojos no parecнan tan duros ni hostiles como la ъltima vez que le vi. Simplemente tenнan un punto de curiosidad y, de nuevo, cierta insatisfacciуn.
—Edward Cullen te estб mirando —me murmurу Jessica al oнdo, y se riу.
—No parece enojado, їverdad? —tuve que preguntar.
—No —dijo, confusa por la pregunta—. їDeberнa estarlo?
—Creo que no soy de su agrado —le confesй. Aъn me sentнa mareada, por lo que apoyй la cabeza sobre el brazo.
—A los Cullen no les gusta nadie... Bueno, tampoco se fijan en nadie lo bastante para les guste, pero te sigue mirando.
—No le mires —susurrй.
Jessica se riу con disimulo, pero desviу la vista. Alcй la cabeza lo suficiente para cerciorarme de que lo habнa hecho. Estaba dispuesta a emplear la fuerza si era necesario.
Mike nos interrumpiу en ese momento; estaba planificando una йpica batalla de nieve en el aparcamiento y nos preguntу si deseбbamos participar. Jessica asintiу con entusiasmo. La forma en que miraba a Mike dejaba pocas dudas, asentirнa a cualquier cosa que йl sugiriera. Me callй. Iba a tener que esconderme en el gimnasio hasta que el aparcamiento estuviera vacнo.
Me cuidй de no apartar la vista de mi propia mesa durante lo que restaba de la hora del almuerzo. Decidн respetar el pacto que habнa alcanzado conmigo misma. Asistirнa a clase de Biologнa, ya que no parecнa enfadado. Tanto me aterraba volver a sentarme a su lado que tuve unos leves retortijones de estуmago.
No me apetecнa nada que Mike me acompaсara a clase como de costumbre, ya que parecнa ser el blanco predilecto de los francotiradores de bolas de nieve, pero, al llegar a la puerta, todos, salvo yo, gimieron al unнsono. Estaba lloviendo, y el aguacero arrastraba cualquier rastro de nieve, dejando jirones de hielo en los bordes de las aceras. Me cubrн la cabeza con la capucha y escondн mi jъbilo. Podrнa ir directamente a casa despuйs de la clase de gimnasia.
Mike no cesу de quejarse mientras нbamos hacia el edificio cuatro.
Ya en clase, comprobй aliviada que mi mesa seguнa vacнa. El profesor Banner estaba repartiendo un microscopio y una cajita de diapositivas por mesa. Aъn quedaban unos minutos antes de que empezara la clase y el aula era un hervidero de conversaciones. Dibujй unos garabatos de forma distraнda en la tapa de mi cuaderno y mantuve los ojos lejos de la puerta. Oн con claridad cуmo se movнa la silla contigua, pero continuй mirando mi dibujo.
—Hola —dijo una voz tranquila y musical.
Levantй la vista, sorprendida de que me hablara. Se sentaba lo mбs lejos de mi lado que le permitнa la mesa, pero con la silla vuelta hacia mн. Llevaba el pelo hъmedo y despeinado, pero, aun asн, parecнa que acababa de rodar un anuncio para una marca de champъ. El deslumbrante rostro era amable y franco. Una leve sonrisa curvaba sus labios perfectos, pero los ojos aъn mostraban recelo.
—Me llamo Edward Cullen —continuу—. No tuve la oportunidad de presentarme la semana pasada. Tъ debes de ser Bella Swan.
Estaba confusa y la cabeza me daba vueltas. їMe lo habнa imaginado todo? Ahora se comportaba con gran amabilidad. Tenнa que hablar, esperaba mi respuesta, pero no se me ocurrнa nada convencional que contestar.
— їCуmo sabes mi nombre? —tartamudeй.
Se riу de forma suave y encantadora.
—Creo que todo el mundo sabe tu nombre. El pueblo entero te esperaba.
Hice una mueca. Sabнa que debнa de ser algo asн, pero insistн como una tonta.
—No, no, me referнa a que me llamaste Bella.
Pareciу confuso.
— їPrefieres Isabella?
—No, me gusta Bella —dije—, pero creo que Charlie, quiero decir, mi padre, debe de llamarme Isabella a mis espaldas, porque todos me llaman Isabella —intentй explicar, y me sentн como una completa idiota.
—Oh.
No aсadiу nada. Violenta, desviй la mirada.
Gracias a Dios, el seсor Banner empezу la clase en ese momento. Intentй prestar atenciуn cuando explicу que нbamos a realizar una prбctica. Las diapositivas estaban desordenadas. Tenнamos que trabajar en parejas para identificar las fases de la mitosis de las cйlulas de la punta de la raнz de una cebolla en cada diapositiva y clasificarlas correctamente. No podнamos consultar los libros. En veinte minutos, el profesor iba a visitar cada mesa para verificar quiйnes habнan aprobado.
—Empezad —ordenу.
— їLas damas primero, compaсera? —preguntу Edward.
Alcй la vista y le vi esbozar una sonrisa burlona tan arrebatadora que sуlo pude contemplarle como una tonta.
—Puedo empezar yo si lo deseas.
La sonrisa de Edward se desvaneciу. Sin duda, se estaba preguntando si yo era mentalmente capaz.
—No —dije, sonrojada——, yo lo hago.
Me lucн un poquito. Ya habнa hecho esta prбctica y sabнa quй tenнa que buscar. Deberнa resultarme sencillo. Coloquй la primera diapositiva bajo el microscopio y ajustй rбpidamente el campo de visiуn del objetivo a 40X. Examinй la capa durante unos segundos.
—Profase —afirmй con aplomo.
— їTe importa si lo miro? —me preguntу cuando empezaba a quitar la diapositiva. Me tomу la mano para detenerme mientras formulaba la pregunta.
Tenнa los dedos frнos como tйmpanos, como si los hubiera metido en un ventisquero antes de la clase, pero no retirй la mano con brusquedad por ese motivo. Cuando me tocу, la mano me ardiу igual que si entre nosotros pasara una corriente elйctrica.
—Lo siento —musitу y retirу la mano de inmediato, pero alcanzу el microscopio. Lo mirй atolondrada mientras examinaba la diapositiva en menos tiempo aъn del que yo habнa necesitado.
—Profase —asintiу, y lo escribiу con esmero en el primer espacio de nuestra hoja de trabajo. Sustituyу con velocidad la primera diapositiva por la segunda y le echу un vistazo por encima.
—Anafase —murmurу, y lo anotу mientras hablaba.
Procurй que mi voz sonara indiferente.
— їPuedo?
Esbozу una sonrisa burlona y empujу el microscopio hacia mн.
Mirй por la lente con avidez, pero me llevй un chasco. ЎMaldiciуn! Habнa acertado.
— їMe pasas la diapositiva nъmero tres? —extendн la mano sin mirarle.
Me la entregу, esta vez con cuidado para no rozarme la piel. Le dirigн la mirada mбs fugaz posible al decir:
—Interfase.
Le pasй el microscopio antes de que me lo pudiera pedir. Echу un vistazo y luego lo apuntу. Lo hubiera escrito mientras йl miraba por el microscopio, pero me acobardу su caligrafнa clara y elegante. No quise estropear la hoja con mis torpes garabatos.
Acabamos antes que todos los demбs. Vi cуmo Mike y su compaсera comparaban dos diapositivas una y otra vez y cуmo otra pareja abrнa un libro debajo de la mesa.
Pero eso me dejaba sin otra cosa que hacer, excepto intentar no mirar a Edward... sin йxito. Lo hice de reojo. De nuevo me estaba observando con ese punto de frustraciуn en la mirada. De repente identifiquй cuбl era la sutil diferencia de su rostro.
— їAcabas de ponerte lentillas? —le soltй sin pensarlo.
Mi inesperada pregunta lo dejу perplejo.
—No.
—Vaya —musitй—. Te veo los ojos distintos.
Se encogiу de hombros y desviу la mirada.
De hecho, estaba segura de que habнan cambiado. Recordaba vividamente el intenso color negro de sus ojos la ъltima vez que me mirу colйrico. Un negro que destacaba sobre la tez pбlida y el pelo cobrizo. Hoy tenнan un color totalmente distinto, eran de ocre extraсo, mбs oscuro que un caramelo, pero con un matiz dorado. No entendнa cуmo podнan haber cambiado tanto a no ser que, por algъn motivo, me mintiera respecto a las lentillas. O tal vez Forks me estaba volviendo loca en el sentido literal de la palabra.
Observй que volvнa a apretar los puсos al bajar la vista. En aquel momento el profesor Banner llegу a nuestra mesa para ver por quй no estбbamos trabajando y echу un vistazo a nuestra hoja, ya rellena. Entonces mirу con mбs detenimiento las respuestas.
—En fin, Edward, їno crees que deberнas dejar que Isabella tambiйn mirase por el microscopio?
—Bella —le corrigiу йl automбticamente—. En realidad, ella identificу tres de las cinco diapositivas.
El seсor Banner me mirу ahora con una expresiуn escйptica.
— їHas hecho antes esta prбctica de laboratorio? —preguntу.
Sonreн con timidez.
—Con la raнz de una cebolla, no.
— їCon una blбstula de pescado blanco?
—Sн.
El seсor Banner asintiу con la cabeza.
— їEstabas en un curso avanzado en Phoenix?
—Sн.
—Bueno —dijo despuйs de una pausa—. Supongo que es bueno que ambos seбis compaсeros de laboratorio.
Murmurу algo mбs mientras se alejaba. Una vez que se fue, comencй a garabatear de nuevo en mi cuaderno.
—Es una lбstima, lo de la nieve, їno? —preguntу Edward.
Me pareciу que se esforzaba por conversar un poco conmigo. La paranoia volviу a apoderarse de mн. Era como si hubiera escuchado mi conversaciуn con Jessica durante el almuerzo e intentara demostrar que me equivocaba.
—En realidad, no —le contestй con sinceridad en lugar de fingir que era tan normal como el resto. Seguнa intentando desembarazarme de aquella estъpida sensaciуn de sospecha, y no lograba concentrarme.
—A ti no te gusta el frнo.
No era una pregunta.
—Tampoco la humedad —le respondн.
—Para ti, debe de ser difнcil vivir en Forks —concluyу.
—Ni te lo imaginas —murmurй con desaliento.
Por algъn motivo que no pude alcanzar, parecнa fascinado con lo que acababa de decir. Su rostro me turbaba de tal modo que intentй no mirarle mбs de lo que exigнa la buena educaciуn.
—En tal caso, їpor quй viniste aquн?
Nadie me habнa preguntado eso, no de forma tan directa e imperiosa como йl.
—Es... complicado.
—Creo que voy a poder seguirte —me instу.
Hice una larga pausa y entonces cometн el error de mirar esos relucientes ojos oscuros que me confundнan y le respondн sin pensar.
—Mi madre se ha casado.
—No me parece tan complicado —discrepу, pero de repente se mostraba simpбtico—. їCuбndo ha sucedido eso?
—El pasado mes de septiembre —mi voz transmitнa tristeza, hasta yo me daba cuenta.
—Pero йl no te gusta —conjeturу Edward, todavнa con tono atento.
—No, Phil es un buen tipo. Demasiado joven, quizб, pero amable.
— їPor quй no te quedaste con ellos?
No entendнa su interйs, pero me seguнa mirando con ojos penetrantes, como si la insulsa historia de mi vida fuera de capital importancia.
—Phil viaja mucho. Es jugador de bйisbol profesional —casi sonreн.
— їDeberнa sonarme su nombre? —preguntу, y me devolviу la sonrisa.
—Probablemente no. No juega bien. Sуlo compite en la liga menor. Pasa mucho tiempo fuera.
—Y tu madre te enviу aquн para poder viajar con йl —fue de nuevo una afirmaciуn, no una pregunta. Alcй ligeramente la barbilla.
—No, no me enviу aquн. Fue cosa mнa.
Frunciу el ceсo.
—No lo entiendo —confesу, y pareciу frustrado.
Suspirй. їPor quй le explicaba todo aquello? Continuaba contemplбndome con una manifiesta curiosidad.
—Al principio, mamб se quedaba conmigo, pero le echaba mucho de menos. La separaciуn la hacнa desdichada, por lo que decidн que habнa llegado el momento de venir a vivir con Charlie —concluн con voz apagada.
—Pero ahora tъ eres desgraciada —seсalу.
— їY? —repliquй con voz desafiante.
—No parece demasiado justo.
Se encogiу de hombros, aunque su mirada todavнa era intensa. Me reн sin alegrнa.
— їEs que no te lo ha dicho nadie? La vida no es justa.
—Creo haberlo oнdo antes —admitiу secamente.
—Bueno, eso es todo —insistн, preguntбndome por quй todavнa me miraba con tanto interйs.
Me evaluу con la mirada.
—Das el pego —dijo arrastrando las palabras—, pero apostarнa a que sufres mбs de lo que aparentas.
Le hice una mueca, resistн el impulso de sacarle la lengua como una niсa de cinco aсos, y desviй la vista.
— їMe equivoco?
Tratй de ignorarlo.
—Creo que no —murmurу con suficiencia.
— їY a ti quй te importa? —preguntй irritada. Desviй la mirada y contemplй al profesor deteniйndose en otras mesas.
—Muy buena pregunta —musitу en voz tan baja que me preguntй si hablaba consigo mismo; pero, despuйs de unos segundos de silencio, comprendн que era la ъnica respuesta que iba a obtener.
Suspirй, mirando enfurruсada la pizarra.
— їTe molesto? —preguntу. Parecнa divertido.
Le mirй sin pensar y otra vez le dije la verdad.
—No exactamente. Estoy mбs molesta conmigo. Es fбcil ver lo que pienso. Mi madre me dice que soy un libro abierto.
Fruncн el ceсo.
—Nada de eso, me cuesta leerte el pensamiento.
A pesar de todo lo que yo habнa dicho y йl habнa intuido, parecнa sincero.
—Ah, serб que eres un buen lector de mentes —contestй.
—Por lo general, sн —exhibiу unos dientes perfectos y blancos al sonreнr.
El seсor Banner llamу al orden a la clase en ese momento, le mirй y escuchй con alivio. No me podнa creer que acabara de contarle mi deprimente vida a aquel chico guapo y estrafalario que tal vez me despreciara. Durante nuestra conversaciуn habнa parecido absorto, pero ahora, al mirarlo de soslayo, le vi inclinarse de nuevo para poner la mбxima distancia entre nosotros y agarrar el borde de la mesa, con las manos tensas.
Tratй de fingir atenciуn mientras el seсor Banner mostraba con transparencias del retroproyector lo que yo habнa visto sin dificultad en el microscopio, pero era incapaz de controlar mis pensamientos.
Cuando al fin el timbre sonу, Edward se apresurу a salir del aula con la misma rapidez y elegancia del pasado lunes. Y, como el lunes pasado, le mirй fijamente.
Mike acudiу brincando a mi lado y me recogiу los libros. Le imaginй meneando el rabo.
— ЎQuй rollo! —gimiу—. Todas las diapositivas eran exactamente iguales. ЎQuй suerte tener a Cullen como compaсero!
—No tuve ninguna dificultad —dije, picada por su suposiciуn, pero me arrepentн inmediatamente y antes de que se molestara aсadн—: Es que ya he hecho esta prбctica.
—Hoy Cullen estuvo bastante amable —comentу mientras nos ponнamos los impermeables. No parecнa demasiado complacido.
Intentй mostrar indiferencia y dije:
—Me pregunto quй mosca le picarнa el lunes.
No prestй ninguna atenciуn a la chбchara de Mike mientras nos encaminбbamos hacia el gimnasio y tampoco estuve atenta en clase de Educaciуn fнsica. Mike formaba parte de mi equipo ese dнa y muy caballerosamente cubriу tanto mi posiciуn como la suya, por lo que pude pasar el tiempo pensando en las musaraсas salvo cuando me tocaba sacar a mн. Mis compaсeros de equipo se agachaban rбpidamente cada vez que me tocaba servir.
La lluvia se habнa convertido en niebla cuando anduve hacia el aparcamiento, pero me sentн mejor al entrar en la seca cabina del monovolumen. Encendн la calefacciуn sin que, por una vez, me importase el ruido del motor, que tanto me atontaba. Abrн la cremallera del impermeable, bajй la capucha y ahuequй mi pelo mojado para que se secara mientras volvнa a casa.
Mirй alrededor antes de dar marcha atrбs. Fue entonces cuando me percatй de una figura blanca e inmуvil, la de Edward Cullen, que se apoyaba en la puerta delantera del Volvo a unos tres coches de distancia y me miraba fijamente. Apartй la vista y metн la marcha atrбs tan deprisa que estuve a punto de chocar contra un Toyota Corola oxidado. Fue una suerte para el Toyota que pisara el freno con fuerza. Era la clase de coche que mi monovolumen podнa reducir a chatarra. Respirй hondo, aъn con la vista al otro lado de mi coche, y volvн a meter la marcha con mбs cuidado y йxito. Seguнa con la mirada hacia delante cuando pasй junto al Volvo, pero jurarнa que lo vi reнrse cuando le mirй de soslayo.
EL PRODIGIO
Algo habнa cambiado cuando abrн los ojos por la maсana.
Era la luz, algo mбs clara aunque siguiera teniendo el matiz gris verdoso propio de un dнa nublado en el bosque. Comprendн que faltaba la niebla que solнa envolver mi ventana.
Me levantй de la cama de un salto para mirar fuera y gemн de pavor.
Una fina capa de nieve cubrнa el cйsped y el techo de mi coche, y blanqueaba el camino, pero eso no era lo peor. Toda la lluvia del dнa anterior se habнa congelado, recubriendo las agujas de los pinos con diseсos fantбsticos y hermosнsimos, pero convirtiendo la calzada en una superficie resbaladiza y mortнfera. Ya me costaba mucho no caerme cuando el suelo estaba seco; tal vez fuera mбs seguro que volviera a la cama.
Charlie se habнa marchado al trabajo antes de que yo bajara las escaleras. En muchos sentidos, vivir con йl era como tener mi propia casa y me encontraba disfrutando de la soledad en lugar de sentirme sola.
Engullн un cuenco de cereales y bebн un poco de zumo de naranja a morro. La perspectiva de ir al instituto me emocionaba, y me asustaba saber que la causa no era el estimulante entorno educativo que me aguardaba ni la perspectiva de ver a mis nuevos amigos. Si no querнa engaсarme, debнa admitir que deseaba acudir al instituto para ver a Edward Cullen, lo cual era una soberana tonterнa.
Despuйs de que el dнa anterior balbuceara como una idiota y me pusiera en ridнculo, deberнa evitarlo a toda costa. Ademбs, desconfiaba de йl por haberme mentido sobre sus ojos. Aъn me atemorizaba la hostilidad que emanaba de su persona, todavнa se me trababa la lengua cada vez que imaginaba su rostro perfecto. Era plenamente consciente de que jugбbamos en ligas diferentes, distantes. Por todo eso, no deberнa estar tan ansiosa por verle.
Necesitй de toda mi concentraciуn para caminar sin matarme por la acera cubierta de hielo en direcciуn a la carretera; aun asн, estuve a punto de perder el equilibro cuando al fin lleguй al coche, pero conseguн agarrarme al espejo y me salvй. Estaba claro, el dнa iba a ser una pesadilla.
Mientras conducнa hacia la escuela, para distraerme de mi temor a sucumbir, a entregarme a especulaciones no deseadas sobre Edward Cullen, pensй en Mike y en Eric, y en la evidente diferencia entre cуmo me trataban los adolescentes del pueblo y los de Phoenix. Tenнa el mismo aspecto que en Phoenix, estaba segura. Tal vez sуlo fuera que esos chicos me habнan visto pasar lentamente por las etapas menos agraciadas de la adolescencia y aъn pensaban en mн de esa forma. O tal vez se debнa a que era nueva en un lugar donde escaseaban las novedades. Posiblemente, el hecho de que fuera terriblemente patosa aquн se consideraba como algo encantador en lugar de patйtico, y me encasillaban en el papel de damisela en apuros. Fuera cual fuera la razуn, me desconcertaba que Mike se comportara como un perrito faldero y que Eric se hubiera convertido en su rival. Hubiera preferido pasar desapercibida.
El monovolumen no parecнa tener ningъn problema en avanzar por la carretera cubierta de hielo ennegrecido, pero aun asн conducнa muy despacio para no causar una escena de caos en Main Street.
Cuando lleguй al instituto y salн del coche, vi el motivo por el que no habнa tenido percances. Un objeto plateado me llamу la atenciуn y me dirigн a la parte trasera del monovolumen, apoyбndome en йl todo el tiempo, para examinar las llantas, recubiertas por finas cadenas entrecruzadas. Charlie habнa madrugado para poner cadenas a los neumбticos del coche. Se me hizo un nudo en la garganta, ya que no estaba acostumbrada a que alguien cuidara de mн, y la silenciosa preocupaciуn de Charlie me pillу desprevenida.
Estaba de pie junto a la parte trasera del vehнculo, intentando controlar aquella repentina oleada de sentimientos que me embargу al ver las cadenas, cuando oн un sonido extraсo.
Era un chirrido fuerte que se convertнa rбpidamente en un estruendo. Sobresaltada, alcй la vista.
Vi varias cosas a la vez. Nada se movнa a cбmara lenta, como sucede en las pelнculas, sino que el flujo de adrenalina hizo que mн mente obrara con mayor rapidez, y pudiera asimilar al mismo tiempo varias escenas con todo lujo de detalles.
Edward Cullen se encontraba a cuatro coches de distancia, y me miraba con rostro de espanto. Su semblante destacaba entre un mar de caras, todas con la misma expresiуn horrorizada. Pero en aquel momento tenнa mбs importancia una furgoneta azul oscuro que patinaba con las llantas bloqueadas chirriando contra los frenos, y que dio un brutal trompo sobre el hielo del aparcamiento. Iba a chocar contra la parte posterior del monovolumen, y yo estaba en medio de los dos vehнculos. Ni siquiera tendrнa tiempo para cerrar los ojos.
Algo me golpeу con fuerza, aunque no desde la direcciуn que esperaba, inmediatamente antes de que escuchara el terrible crujido que se produjo cuando la furgoneta golpeу contra la base de mi coche y se plegу como un acordeуn. Me golpeй la cabeza contra el asfalto helado y sentн que algo frнo y compacto me sujetaba contra el suelo. Estaba tendida en la calzada, detrбs del coche color cafй que estaba junto al mнo, pero no tuve ocasiуn de advertir nada mбs porque la camioneta seguнa acercбndose. Despuйs de raspar la parte trasera del monovolumen, habнa dado la vuelta y estaba a punto de aplastarme de nuevo.
Me percatй de que habнa alguien a mi lado al oнr una maldiciуn en voz baja, y era imposible no reconocerla. Dos grandes manos blancas se extendieron delante de mн para protegerme y la furgoneta se detuvo vacilante a treinta centнmetros de mi cabeza. De forma providencial, ambas manos cabнan en la profunda abolladura del lateral de la carrocerнa de la furgoneta.
Entonces, aquellas manos se movieron con tal rapidez que se volvieron borrosas. De repente, una sostuvo la carrocerнa de la furgoneta por debajo mientras algo me arrastraba. Empujу mis piernas hasta que toparon con los neumбticos del coche marrуn. Con un seco crujido metбlico que estuvo a punto de perforarme los tнmpanos, la furgoneta cayу pesadamente en el asfalto entre el estrйpito de las ventanas al hacerse aсicos. Cayу exactamente donde hacнa un segundo estaban mis piernas.
Reinу un silencio absoluto durante un prolongado segundo antes de que todo el mundo se pusiera a chillar. Oн a mбs de un persona que me llamaba en la repentina locura que se desatу a continuaciуn, pero en medio de todo aquel griterнo escuchй con mayor claridad la voz suave y desesperada de Edward Cullen que me hablaba al oнdo.
— їBella? їCуmo estбs?
—Estoy bien.
Mi propia voz me resultaba extraсa. Intentй incorporarme y entonces me percatй de que me apretaba contra su costado con mano de acero.
—Ve con cuidado —dijo mientras intentaba soltarme—. Creo que te has dado un buen porrazo en la cabeza.
Sentн un dolor palpitante encima del oнdo izquierdo.
— ЎAy! —exclamй, sorprendida.
—Tal y como pensaba...
Por increнble que pudiera parecer, daba la impresiуn de que intentaba contener la risa.
— їCуmo demo...? —me parй para aclarar las ideas y orientarme—. їCуmo llegaste aquн tan rбpido?
—Estaba a tu lado, Bella —dijo; el tono de su voz volvнa a ser serio.
Quise incorporarme, y esta vez me lo permitiу, quitу la mano de mi cintura y se alejу cuanto le fue posible en aquel estrecho lugar. Contemplй la expresiуn inocente de su rostro, lleno de preocupaciуn. Sus ojos dorados me desorientaron de nuevo. їQuй era lo que acababa de preguntarle?
Nos localizaron enseguida. Habнa un gentнo con lбgrimas en las mejillas gritбndose entre sн, y gritбndonos a nosotros.
—No te muevas —ordenу alguien.
— ЎSacad a Tyler de la furgoneta! —chillу otra persona.
El bullicio nos rodeу. Intentй ponerme en pie, pero la mano frнa de Edward me detuvo.
—Quйdate ahн por ahora.
—Pero hace frнo —me quejй. Me sorprendiу cuando se riу quedamente, pero con un tono irуnico—. Estabas allн, lejos —me acordй de repente, y dejу de reнrse—. Te encontrabas al lado de tu coche.
Su rostro se endureciу.
—No, no es cierto.
—Te vi.
A nuestro alrededor reinaba el caos. Oн las voces mбs rudas de los adultos, que acababan de llegar, pero sуlo prestaba atenciуn a nuestra discusiуn. Yo tenнa razуn y йl iba a reconocerlo.
—Bella, estaba contigo, a tu lado, y te quitй de en medio.
Dio rienda suelta al devastador poder de su mirada, como si intentara decirme algo crucial.
—No —dije con firmeza.
El dorado de sus ojos centelleу.
—Por favor, Bella.
— їPor quй? —inquirн.
—Confнa en mн —me rogу. Su voz baja me abrumу. Entonces oн las sirenas.
— їPrometes explicбrmelo todo despuйs?
—Muy bien —dijo con brusquedad, repentinamente exasperado.
—Muy bien —repetн encolerizada.
Se necesitaron seis EMT[1] y dos profesores, el seсor Varner y el entrenador Clapp, para desplazar la furgoneta de forma que pudieran pasar las camillas. Edward la rechazу con vehemencia. Intentй imitarle, pero me traicionу al chivarles que habнa sufrido un golpe en la cabeza y que tenнa una contusiуn. Casi me morн de vergьenza cuando me pusieron un collarнn. Parecнa que todo el instituto estaba allн, mirando con gesto adusto, mientras me introducнan en la parte posterior de la ambulancia. Dejaron que Edward fuera delante. Eso me enfureciу.
Para empeorar las cosas, el jefe de policнa Swan llegу antes de que me pusieran a salvo.
— ЎBella! —gritу con pбnico al reconocerme en la camilla.
—Estoy perfectamente, Char... papб —dije con un suspiro—. No me pasa nada.
Se girу hacia el EMT mбs cercano en busca de una segunda opiniуn. Lo ignorй y me detuve a analizar el revoltijo de imбgenes inexplicables que se agolpaban en mi mente. Cuando me alejaron del coche en camilla, habнa visto una abolladura profunda en el parachoques del coche marrуn. Encajaba a la perfecciуn con el contorno de los hombros de Edward, como si se hubiera apoyado contra el vehнculo con fuerza suficiente para daсar el bastidor metбlico.
Y luego estaba la familia de Edward, que nos miraba a lo lejos con una gama de expresiones que iban desde la reprobaciуn hasta la ira, pero no habнa el menor atisbo de preocupaciуn por la integridad de su hermano.
Intentй hallar una soluciуn lуgica que explicara lo que acababa de ver, una explicaciуn que excluyera la posibilidad de que hubiera enloquecido.
La policнa escoltу a la ambulancia hasta el hospital del condado, por descontado. Me sentн ridнcula todo el tiempo que tardaron en bajarme, y ver a Edward cruzar majestuosamente las puertas del hospital por su propio pie empeoraba las cosas. Me rechinaron los dientes.
Me condujeron hasta la sala de urgencias, una gran habitaciуn con una hilera de camas separadas por cortinas de colores claros. Una enfermera me tomу la tensiуn y puso un termуmetro debajo de mi lengua. Dado que nadie se molestу en correr las cortinas para concederme un poco de intimidad, decidн que no estaba obligada a llevar aquel feo collarнn por mбs tiempo. En cuanto se fue la enfermera, desabrochй el velero rбpidamente y lo tirй debajo de la cama.
Se produjo una nueva conmociуn entre el personal del hospital. Trajeron otra camilla hacia la cama contigua a la mнa. Reconocн a Tyler Crowley, de mi clase de Historia, debajo de los vendajes ensangrentados que le envolvнan la cabeza. Tenнa un aspecto cien veces peor que el mнo, pero me mirу con ansiedad.
— ЎBella, lo siento mucho!
—Estoy bien, Tyler, pero tъ tienes un aspecto horrible. їCуmo te encuentras?
Las enfermeras empezaron a desenrollarle los vendajes manchados mientras hablбbamos, y quedу al descubierto una mirнada de cortes por toda la frente y la mejilla izquierda.
Tyler no prestу atenciуn a mis palabras.
— ЎPensй que te iba a matar! Iba a demasiada velocidad y entrй mal en el hielo...
Hizo una mueca cuando una enfermera empezу a limpiarle la cara.
—No te preocupes; no me alcanzaste.
— їCуmo te apartaste tan rбpido? Estabas allн y luego desapareciste.
—Pues... Edward me empujу para apartarme de la trayectoria de la camioneta.
Parecнa confuso.
— їQuiйn?
—Edward Cullen. Estaba a mi lado.
Siempre se me habнa dado muy mal mentir. No sonaba nada convincente.
— їCullen? No lo vi... ЎVaya, todo ocurriу muy deprisa! їEstб bien?
—Supongo que sн. Anda por aquн cerca, pero a йl no le obligaron a utilizar una camilla.
Sabнa no que no estaba loca. En ese caso, їquй habнa ocurrido? No habнa forma de encontrar una explicaciуn convincente para lo que habнa visto.
Luego me llevaron en silla de ruedas para sacar una placa de mi cabeza. Les dije que no tenнa heridas, y estaba en lo cierto. Ni una contusiуn. Preguntй si podнa marcharme, pero la enfermera me dijo que primero debнa hablar con el doctor, por lo que quedй atrapada en la sala de urgencias mientras Tyler me acosaba con sus continuas disculpas. Siguiу torturбndose por mucho que intentй convencerle de que me encontraba perfectamente. Al final, cerrй los ojos y le ignorй, aunque continuу murmurando palabras de remordimiento.
— їEstarб durmiendo? —preguntу una voz musical. Abrн los ojos de inmediato.
Edward se hallaba al pie de mi cama sonriendo con suficiencia. Le fulminй con la mirada. No resultaba fбcil... Hubiera resultado mбs natural comйrselo con los ojos.
—Oye, Edward, lo siento mucho... —empezу Tyler.
El interpelado alzу la mano para hacerle callar.
—No hay culpa sin sangre —le dijo con una sonrisa que dejу entrever sus dientes deslumbrantes. Se sentу en el borde de la cama de Tyler, me mirу y volviу a sonreнr con suficiencia.
— їBueno, cuбl es el diagnуstico?
—No me pasa nada, pero no me dejan marcharme —me quejй—. їPor quй no te han atado a una camilla como a nosotros?
—Tengo enchufe —respondiу—, pero no te preocupes, voy a liberarte.
Entonces entrу un doctor y me quedй boquiabierta. Era joven, rubio y mбs guapo que cualquier estrella de cine, aunque estaba pбlido y ojeroso; se le notaba cansado. A tenor de lo que me habнa dicho Charlie, йse debнa de ser el padre de Edward.
—Bueno, seсorita Swan —dijo el doctor Cullen con una voz marcadamente seductora—, їcуmo se encuentra?
—Estoy bien —repetн, ojala fuera por ъltima vez.
Se dirigiу hacia la mesa de luz vertical de la pared y la encendiу.
—Las radiografнas son buenas —dijo—. їLe duele la cabeza? Edward me ha dicho que se dio un golpe bastante fuerte.
—Estoy perfectamente —repetн con un suspiro mientras lanzaba una rбpida mirada de enojo a Edward.
El mйdico me examinу la cabeza con sus frнos dedos. Se percatу cuando esbocй un gesto de dolor.
— їLe duele? —preguntу.
—No mucho.
Habнa tenido jaquecas peores.
Oн una risita, busquй a Edward con la mirada y vi su sonrisa condescendiente. Entrecerrй los ojos con rabia.
—De acuerdo, su padre se encuentra en la sala de espera. Se puede ir a casa con йl, pero debe regresar rбpidamente si siente mareos o algъn trastorno de visiуn.
— їNo puedo ir a la escuela? —inquirн al imaginarme los intentos de Charlie por ser atento.
—Hoy deberнa tomarse las cosas con calma.
Fulminй a Edward con la mirada.
— їPuede йl ir a la escuela?
—Alguien ha de darles la buena nueva de que hemos sobrevivido —dijo con suficiencia.
—En realidad —le corrigiу el doctor Cullen— parece que la mayorнa de los estudiantes estбn en la sala de espera.
— ЎOh, no! —gemн, cubriйndome el rostro con las manos.
El doctor Cullen enarcу las cejas.
— їQuiere quedarse aquн?
— ЎNo, no! —insistн al tiempo que sacaba las piernas por el borde de la camilla y me levantaba con prisa, con demasiada prisa, porque me tambaleй y el doctor Cullen me sostuvo. Parecнa preocupado.
—Me encuentro bien —volvн a asegurarle. No merecнa la pena explicarle que mi falta de equilibrio no tenнa nada que ver con el golpe en la cabeza.
—Tome unas pastillas de Tylenol contra el dolor —sugiriу mientras me sujetaba.
—No me duele mucho —insistн.
—Parece que ha tenido muchнsima suerte —dijo con una sonrisa mientras firmaba mi informe con una fioritura.
—La suerte fue que Edward estuviera a mi lado —le corregн mirando con dureza al objeto de mi declaraciуn.
—Ah, sн, bueno —musitу el doctor Cullen, sъbitamente ocupado con los papeles que tenнa delante. Despuйs, mirу a Tyler y se marchу a la cama contigua. Tuve la intuiciуn de que el doctor estaba al tanto de todo.
—Lamento decirle que usted se va a tener que quedar con nosotros un poquito mбs —le dijo a Tyler, y empezу a examinar sus heridas.
Me acerquй a Edward en cuanto el doctor me dio la espalda.
— їPuedo hablar contigo un momento? —murmurй muy bajo. Se apartу un paso de mн, con la mandнbula tensa.
—Tu padre te espera —dijo entre dientes.
Mirй al doctor Cullen y a Tyler, e insistн:
—Quiero hablar contigo a solas, si no te importa.
Me mirу con ira, me dio la espalda y anduvo a trancos por la gran sala. Casi tuve que correr para seguirlo, pero se volviу para hacerme frente tan pronto como nos metimos en un pequeсo corredor.
— їQuй quieres? —preguntу molesto.
Su mirada era glacial y su hostilidad me intimidу, hablй con mбs severidad de la que pretendнa.
—Me debes una explicaciуn —le recordй.
——Te salvй la vida. No te debo nada.
Retrocedн ante el resentimiento de su tono.
—Me lo prometiste.
—Bella, te diste un fuerte golpe en la cabeza, no sabes de quй hablas.
Lo dijo de forma cortante. Me enfadй y le mirй con gesto desafiante.
—No me pasaba nada en la cabeza.
Me devolviу la mirada de desafнo.
— їQuй quieres de mн, Bella?
—Quiero saber la verdad —dije—. Quiero saber por quй miento por ti.
— їQuй crees que pasу? —preguntу bruscamente.
—Todo lo que sй —le contestй de forma atropellada— es que no estabas cerca de mн, en absoluto, y Tyler tampoco te vio, de modo que no me vengas con eso de que me he dado un golpe muy fuerte en la cabeza. La furgoneta iba a matarnos, pero no lo hizo. Tus manos dejaron abolladuras tanto en la carrocerнa de la furgoneta como en el coche marrуn, pero has salido ileso. Y luego la sujetaste cuando me iba a aplastar las piernas...
Me di cuenta de que parecнa una locura y fui incapaz de continuar. Sentн que los ojos se me llenaban de lбgrimas de pura rabia. Rechinй los dientes para intentar contenerlas.
Edward me mirу con incredulidad, pero su rostro estaba tenso y permanecнa a la defensiva.
— їCrees que apartй a pulso una furgoneta?
Su voz cuestionaba mi cordura, pero sуlo sirviу para alimentar mбs mis sospechas, ya que parecнa la tнpica frase perfecta que pronuncia un actor consumado. Apretй la mandнbula y me limitй a asentir con la cabeza.
—Nadie te va a creer, ya lo sabes.
Su voz contenнa una nota de burla y desdйn.
—No se lo voy a decir a nadie.
Hablй despacio, pronunciando lentamente cada palabra, controlando mi enfado con cuidado. La sorpresa recorriу su rostro.
—Entonces, їquй importa?
—Me importa a mн —insistн—. No me gusta mentir, por eso quiero tener un buen motivo para hacerlo.
— їEs que no me lo puedes agradecer y punto?
—Gracias.
Esperй, furiosa, echando chispas.
—No vas a dejarlo correr, їverdad?
—No.
—En tal caso... espero que disfrutes de la decepciуn.
Enfadados,.nos miramos el uno al otro, hasta que al final rompн el silencio intentando concentrarme. Corrнa el peligro de que su rostro, hermoso y lнvido, me distrajera. Era como intentar apartar la vista de un бngel destructor.
— їPor quй te molestaste en salvarme? —preguntй con toda la frialdad que pude.
Se hizo una pausa y durante un breve momento su rostro bellнsimo fue inesperadamente vulnerable.
—No lo sй —susurrу.
Entonces me dio la espalda y se marchу.
Estaba tan enfadada que necesitй unos minutos antes de poder moverme. Cuando pude andar, me dirigн lentamente hacia la salida que habнa al fondo del corredor.
La sala de espera superaba mis peores temores. Todos aquellos a quienes conocнa en Forks parecнan hallarse presentes, y todos me miraban fijamente. Charlie se acercу a toda prisa. Levantй las manos.
—Estoy perfectamente —le asegurй, hosca. Seguнa exasperada y no estaba de humor para charlar.
— їQuй dijo el mйdico?
—El doctor Cullen me ha reconocido, asegura que estoy bien y puedo irme a casa.
Suspirй. Mike y Jessica y Eric me esperaban y ahora se estaban acercando.
—Vamonos —le urgн.
Sin llegar a tocarme, Charlie me rodeу la espalda con un brazo y me condujo a las puertas de cristal de la salida. Saludй tнmidamente con la mano a mis amigos con la esperanza de que comprendieran que no habнa de quй preocuparse. Fue un gran alivio subirme al coche patrulla, era la primera vez que experimentaba esa sensaciуn.
Viajбbamos en silencio. Estaba tan ensimismada en mis cosas que apenas era consciente de la presencia de Charlie. Estaba segura de que esa actitud a la defensiva de Edward en el pasillo no era sino la confirmaciуn de unos sucesos tan extraсos que difнcilmente me hubiera creнdo de no haberlos visto con mis propios ojos.
Cuando llegamos a casa, Charlie hablу al fin:
—Eh... Esto... Tienes que llamar a Renйe.
Embargado por la culpa, agachу la cabeza. Me espantй.
— ЎSe lo has dicho a mamб!
—Lo siento.
Al bajarme, cerrй la puerta del coche patrulla con un portazo mбs fuerte de lo necesario.
Mi madre se habнa puesto histйrica, por supuesto. Tuve que asegurarle que estaba bien por lo menos treinta veces antes de que se calmara. Me rogу que volviera a casa, olvidando que en aquel momento estaba vacнa, pero resistir a sus sъplicas me resultу mucho mбs fбcil de lo que pensaba. El misterio que Edward representaba me consumнa; aъn mбs, йl me obsesionaba. Tonta. Tonta. Tonta. No tenнa tantas ganas de huir de Forks como debiera, como hubiera tenido cualquier persona normal y cuerda.
Decidн que serнa mejor acostarme temprano esa noche. Charlie no dejaba de mirarme con preocupaciуn y eso me sacaba de quicio. Me detuve en el cuarto de baсo al subir y me tomй tres pastillas de Tylenol. Calmaron el dolor y me fui a dormir cuando йste remitiу.
Esa fue la primera noche que soсй con Edward Cullen.
Дата добавления: 2015-10-30; просмотров: 140 | Нарушение авторских прав
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