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Cuentos de miedo 4 страница. Sonriу levemente, pero la mirada continuaba siendo severa

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— їQuй haces?

—Llevarte a cenar.

Sonriу levemente, pero la mirada continuaba siendo severa. Se alejу del coche y cerrу de un portazo. Me peleй con el cinturуn de seguridad y me apresurй a salir tambiйn del coche. Me esperaba en la acera y hablу antes de que pudiera despegar los labios.

—Detйn a Jessica y Angela antes de que tambiйn deba buscarlas a ellas. Dudo que pudiera volver a contenerme si me tropiezo otra vez con tus amigos.

Me estremecн ante el tono amenazador de su voz.

— ЎJess, Angela! —les gritй, saludando con el brazo cuando se volvieron. Se apresuraron a regresar. El manifiesto alivio de sus rostros se convirtiу en sorpresa cuando vieron quiйn estaba a mi lado. A unos metros de nosotros, vacilaron.

— їDуnde has estado? —preguntу Jessica con suspicacia.

—Me perdн —admitн con timidez—, y luego me encontrй con Edward.

Le seсalй con un gesto.

— їOs importarнa que me uniera a vosotras? —preguntу con voz sedosa e irresistible. Por sus rostros estupefactos supe que йl nunca antes habнa empleado a fondo sus talentos con ellas.

—Eh, sн, claro —musitу Jessica.

—De hecho —confesу Angela—, Bella, lo cierto es que ya hemos cenado mientras te esperбbamos... Perdona.

—No pasa nada —me encogн de hombros—. No tengo hambre.

—Creo que deberнas comer algo —intervino Edward en voz baja, pero autoritaria. Buscу a Jessica con la mirada y le hablу un poco mбs alto—: їOs importa que lleve a Bella a casa esta noche? Asн, no tendrйis que esperar mientras cena.

—Eh, supongo que no... hay problema...

Jess se mordiу el labio en un intento de deducir por mi expresiуn si era eso lo que yo querнa. Le guiсй un ojo. Nada deseaba mбs que estar a solas con mi perpetuo salvador. Habнa tantas preguntas con las que no le podнa bombardear mientras no estuviйramos solos...

—De acuerdo —Angela fue mбs rбpida que Jessica—. Os vemos maсana, Bella, Edward...

Tomу la mano de Jessica y la arrastrу hacia el coche, que pude ver un poco mбs lejos, aparcado en First Street. Cuando entraron, Jess se volviу y me saludу con la mano. Por su rostro supe que se morнa de curiosidad. Le devolvн el saludo y esperй a que se alejaran antes de volverme hacia Edward.

—De verdad, no tengo hambre —insistн mientras alzaba la mirada para estudiar su rostro. Su expresiуn era inescrutable.

—Complбceme.

Se dirigiу hasta la puerta del restaurante y la mantuvo abierta con gesto obstinado. Evidentemente, no habнa discusiуn posible. Pasй a su lado y entrй con un suspiro de resignaciуn.

Era temporada baja para el turismo en Port Angeles, por lo que el restaurante no estaba lleno. Comprendн el brillo de los ojos de nuestra anfitriona mientras evaluaba a Edward. Le dio la bienvenida con un poco mбs de entusiasmo del necesario. Me sorprendiу lo mucho que me molestу. Me sacaba varios centнmetros y era rubia de bote.

— їTienen una mesa para dos? —preguntу Edward con voz tentadora, lo pretendiese o no.

Vi cуmo los ojos de la rubia se posaban en mн y luego se desviaban, satisfecha por mi evidente normalidad y la falta de contacto entre Edward y yo. Nos condujo a una gran mesa para cuatro en el centro de la zona mбs concurrida del comedor.

Estaba a punto de sentarme cuando Edward me indicу lo contrario con la cabeza.

— їTiene, tal vez, algo mбs privado? —insistiу con voz suave a la anfitriona. No estaba segura, pero me pareciу que le entregaba discretamente una propina. No habнa visto a nadie rechazar una mesa salvo en las viejas pelнculas.

—Naturalmente —parecнa tan sorprendida como yo. Se girу y nos condujo alrededor de una mampara hasta llegar a una sala de reservados—. їAlgo como esto?

—Perfecto.

Le dedicу una centelleante sonrisa a la dueсa, dejбndola momentбneamente deslumbrada.

—Esto... —sacudiу la cabeza, bizqueando—. Ahora mismo les atiendo.

Se alejу caminando con paso vacilante.

—De veras, no deberнas hacerle eso a la gente —le critiquй—. Es muy poco cortйs.

— їHacer quй?

—Deslumbrarla... Probablemente, ahora estб en la cocina hiperventilando.

Pareciу confuso.

—Oh, venga —le dije un poco dubitativa—. Tienes que saber el efecto que produces en los demбs.

Ladeу la cabeza con los ojos llenos de curiosidad.

— їLos deslumbro?

— їNo te has dado cuenta? їCrees que todos ceden con tanta facilidad?

Ignorу mis preguntas.

— їTe deslumbro a ti?

—Con frecuencia —admitн.

Entonces llegу la camarera, con rostro expectante. La anfitriona habнa hecho mutis por el foro definitivamente, y la nueva chica no parecнa decepcionada. Se echу un mechуn de su cabello negro detrбs de la oreja, y sonriу con innecesaria calidez.

—Hola. Me llamo Amber y voy a atenderles esta noche. їQuй les pongo de beber?

No pasй por alto que sуlo se dirigнa a йl. Edward me mirу.

—Voy a tomar una CocaCola.

Pareciу una pregunta.

—Dos —dijo йl.

—Enseguida las traigo —le asegurу con otra sonrisa innecesaria, pero йl no lo vio, porque me miraba a mн.

— їQuй pasa? —le preguntй cuando se fue la camarera. Tenнa la mirada fija en mi rostro.

— їCуmo te sientes?

—Estoy bien —contestй, sorprendida por la intensidad.

— їNo tienes mareos, ni frнo, ni malestar...? y

— їDeberнa?

Se riу entre dientes ante la perplejidad de mi respuesta.

—Bueno, de hecho esperaba que entraras en estado de shock.

Su rostro se contrajo al esbozar aquella perfecta sonrisa de picardнa.

—Dudo que eso vaya a suceder —respondн despuйs de tomar aliento—. Siempre se me ha dado muy bien reprimir las cosas desagradables.

—Da igual, me sentirй mejor cuando hayas tomado algo de glucosa y comida.

La camarera apareciу con nuestras bebidas y una cesta de colines en ese preciso momento. Permaneciу de espaldas a mн mientras las colocaba sobre la mesa.

— їHan decidido quй van a pedir? —preguntу a Edward.

— їBella? —inquiriу йl.

Ella se volviу hacia mн a regaсadientes. Elegн lo primero que vi en el menъ.

—Eh... Tomarй el ravioli de setas.

— їY usted?

Se volviу hacia Edward con una sonrisa.

—Nada para mн —contestу.

No, por supuesto que no.

—Si cambia de opiniуn, hбgamelo saber.

La sonrisa coqueta seguнa ahн, pero йl no la miraba y la camarera se marchу descontenta.

—Bebe —me ordenу.

Al principio, di unos sorbitos a mi refresco obedientemente; luego, bebн a tragos mбs largos, sorprendida de la sed que tenнa. Comprendн que me la habнa terminado toda cuando Edward empujу su vaso hacia mн.

—Gracias —murmurй, aъn sedienta.

El frнo del refresco se extendiу por mi pecho y me estremecн.

— їTienes frнo?

—Es sуlo la Coca—Cola —le expliquй mientras volvнa a estremecerme.

— їNo tienes una cazadora? —me reprochу.

—Sн —mirй a la vacнa silla contigua y caн en la cuenta—. Vaya, me la he dejado en el coche de Jessica.

Edward se quitу la suya. No podнa apartar los ojos de su rostro, simplemente. Me concentrй para obligarme a hacerlo en ese momento. Se estaba quitando su cazadora de cueto beis debajo de la cual llevaba un suйter de cuello vuelto que se ajustaba muy bien, resaltando lo musculoso que era su pecho.

Me entregу su cazadora y me interrumpiу mientras me lo comнa con los ojos.

—Gracias —dije nuevamente mientas deslizaba los brazos en su cazadora.

La prenda estaba helada, igual que cuando me ponнa mi ropa a primera hora de la maсana, colgada en el vestнbulo, en el que hay mucha corriente de aire. Tiritй otra vez. Tenнa un olor asombroso. Lo olisqueй en un intento de identificar aquel delicioso aroma, que no se parecнa a ninguna colonia. Las mangas eran demasiado largas y las echй hacia atrбs para tener libres las manos.

—Tu piel tiene un aspecto encantador con ese color azul —observу mientras me miraba. Me sorprendiу y bajй la vista, sonrojada, por supuesto.

Empujу la cesta con los colines hacia mн.

—No voy a entrar en estado de shock, de verdad —protestй.

—Pues deberнas, una persona normal lo harнa, y tъ ni siquiera pareces alterada.

Daba la impresiуn de estar desconcertado. Me mirу a los ojos y vi que los suyos eran claros, mбs claros de lo que anteriormente los habнa visto, de ese tono dorado que tiene el sirope de caramelo.

—Me siento segura contigo —confesй, impelida a decir de nuevo la verdad.,

Aquello le desagradу y frunciу su frente de alabastro. Ceсudo, sacudiу la cabeza y murmurу para sн:

—Esto es mбs complicado de lo que pensaba.

Tomй un colнn y comencй a mordisquearlo por un extremo, evaluando su expresiуn. Me preguntй cuбndo serнa el momento oportuno para empezar a interrogarle.

—Normalmente estбs de mejor humor cuando tus ojos brillan —comentй, intentando distraerle de cualquiera que fuera el pensamiento que le habнa dejado triste y sombrнo. Atуnito, me mirу.

— їQuй?

—Estбs de mal humor cuando tienes los ojos negros. Entonces, me lo veo venir —continuй—. Tengo una teorнa al respecto.

Entrecerrу los ojos y dijo:

— їMбs teorнas?

—Aja.

Mastiquй un colнn al tiempo que intentaba parecer indiferente.

—Espero que esta vez seas mбs creativa, їo sigues tomando ideas de los tebeos?

La imperceptible sonrisa era burlona, pero la mirada se mantuvo severa.

—Bueno, no. No la he sacado de un tebeo, pero tampoco me la he inventado—confesй.

— їY? —me incitу a seguir, pero en ese momento la camarera apareciу detrбs de la mampara con mi comida.

Me di cuenta de que, inconscientemente, nos habнamos ido inclinando cada vez mбs cerca uno del otro, ya que ambos nos erguimos cuando se aproximу. Dejу el plato delante de mн —tenнa buena pinta— y rбpidamente se volviу hacia Edward para preguntarle:

— їHa cambiado de idea? їNo hay nada que le pueda ofrecer?

Captй el doble significado de sus palabras.

—No, gracias, pero estarнa bien que nos trajera algo mбs de beber.

Йl seсalу los vasos vacнos que yo tenнa delante con su larga mano blanca.

—Claro.

Quitу los vasos vacнos y se marchу.

— їQuй decнas?

—Te lo dirй en el coche. Si... —hice una pausa.

— їHay condiciones?

Su voz sonу ominosa. Enarcу una ceja.

—Tengo unas cuantas preguntas, por supuesto.

—Por supuesto.

La camarera regresу con dos vasos de CocaCola. Los dejу sobre la mesa sin decir nada y se marchу de nuevo. Tomй un sorbito.

—Bueno, adelante —me instу, aъn con voz dura.

Comencй por la pregunta menos exigente. O eso creнa.

— їPor quй estбs en Port Angeles?

Bajу la vista y cruzу las manos alargadas sobre la mesa muy despacio para luego mirarme a travйs de las pestaсas mientras aparecнa en su rostro el indicio de una sonrisa afectada.

—Siguiente pregunta.

—Pero йsa es la mбs fбcil —objetй.

—La siguiente —repitiу.

Frustrada, bajй los ojos. Movн los platos, tomй el tenedor, pinchй con cuidado un ravioli y me lo llevй a la boca con deliberada lentitud, pensando al tiempo que masticaba. Las setas estaban muy ricas. Traguй y bebн otro sorbo de mi refresco antes de levantar la vista.

—En tal caso, de acuerdo —le mirй y proseguн lentamente—. Supongamos que, hipotйticamente, alguien es capaz de... saber quй piensa la gente, de leer sus mentes, ya sabes, salvo unas cuantas excepciones.

—Sуlo una excepciуn —me corrigiу—, hipotйticamente.

—De acuerdo entonces, una sola excepciуn.

Me estremecн cuando me siguiу el juego, pero intentй parecer despreocupada.

— їCуmo funciona? їQuй limitaciones tiene? їCуmo podrнa ese alguien... encontrar a otra persona en el momento adecuado? їCуmo sabrнa que ella estб en un apuro?

— їHipotйticamente?

—Bueno, si... ese alguien...

—Supongamos que se llama Joe —sugerн.

Esbozу una sonrisa seca.

—En ese caso, Joe. Si Joe hubiera estado atento, la sincronizaciуn no tendrнa por quй haber sido tan exacta —negу con la cabeza y puso los ojos en blanco——. Sуlo tъ podrнas meterte en lнos en un sitio tan pequeсo. Destrozarнas las estadнsticas de delincuencia para una dйcada, ya sabes.

—Estamos hablando de un caso hipotйtico —le recordй con frialdad.

Se riу de mн con ojos tiernos.

—Sн, cierto —aceptу—. їQuй tal si la llamamos Jane?

ї—Cуmo lo supiste? —preguntй, incapaz de refrenar mi ansiedad. Comprendн que volvнa a inclinarme hacia йl.

Pareciу titubear, dividido por algъn dilema interno. Nuestras miradas se encontraron e intuн que en ese preciso instante estaba tomando la decisiуn de si decir o no la verdad.

—Puedes confiar en mн, ya lo sabes —murmurй.

Sin pensarlo, estirй el brazo para tocarle las manos cruzadas, pero Edward las retirу levemente y yo hice lo propio con las mнas.

—No sй si tengo otra alternativa —su voz era un susurro—. Me equivoquй. Eres mucho mбs observadora de lo que pensaba.

—Creн que siempre tenнas razуn.

—Asн era —sacudiу la cabeza otra vez—. Hay otra cosa en la que tambiйn me equivoquй contigo. No eres un imбn para los accidentes... Esa no es una clasificaciуn lo suficientemente extensa. Eres un imбn para los problemas. Si hay algo peligroso en un radio de quince kilуmetros, inexorablemente te encontrarб. — їTe incluyes en esa categorнa? —Sin ninguna duda.

Su rostro se volviу frнo e inexpresivo. Volvн a estirar la mano por la mesa, ignorando cuando йl retirу levemente las suyas, para tocar tнmidamente el dorso de sus manos con las yemas de los dedos. Tenнa la piel frнa y dura como una piedra.

—Gracias —musitй con ferviente gratitud—. Es la segunda vez.

Su rostro se suavizу.

—No dejarбs que haya una tercera, їde acuerdo?

Fruncн el ceсo, pero asentн con la cabeza. Apartу su mano de debajo de la mнa y puso ambas sobre la mesa, pero se inclinу hacia mн.

—Te seguн a Port Angeles —admitiу, hablando muy deprisa—. Nunca antes habнa intentado mantener con vida a alguien en concreto, y es mucho mбs problemбtico de lo que creнa, pero eso tal vez se deba a que se trata de ti. La gente normal parece capaz de pasar el dнa sin tantas catбstrofes.

Hizo una pausa. Me preguntй si debнa preocuparme el hecho de que me siguiera, pero en lugar de eso, sentн un extraсo espasmo de satisfacciуn. Me mirу fijamente, preguntбndose tal vez por quй mis labios se curvaban en una involuntaria sonrisa.

— їCrees que me habнa llegado la hora la primera vez, cuando ocurriу lo de la furgoneta, y que has interferido en el destino? —especulй para distraerme.

—Esa no fue la primera vez —replicу con dureza. Lo mirй sorprendida, pero йl miraba al suelo—. La primera fue cuando te conocн.

Sentн un escalofrнo al oнr sus palabras y recordar bruscamente la furibunda mirada de sus ojos negros aquel primer dнa, pero lo ahogу la abrumadora sensaciуn de seguridad que sentнa en presencia de Edward.

— їLo recuerdas? —inquiriу con su rostro de бngel muy serio.

—Sн —respondн con serenidad.

—Y aun asн estбs aquн sentada —comentу con un deje de incredulidad en su voz y enarcу una ceja.

—Sн, estoy aquн... gracias a ti —me callй y luego le incitй—. Porque de alguna manera has sabido encontrarme hoy.

Frunciу los labios y me mirу con los ojos entrecerrados mientras volvнa a cavilar. Lanzу una mirada a mi plato, casi intacto, y luego a mн.

—Tъ comes y yo hablo —me propuso.

Rбpidamente saquй del plato otro ravioli con el tenedor, lo hice estallar en mi boca y mastiquй de forma apresurada.

—Seguirte el rastro es mбs difнcil de lo habitual. Normalmente puedo hallar a alguien con suma facilidad siempre que haya «oнdo» su mente antes —me mirу con ansiedad y comprendн que me habнa quedado helada. Me obliguй a tragar, pinchй otro ravioli y me lo metн en la boca.

—Vigilaba a Jessica sin mucha atenciуn... Como te dije, sуlo tъ puedes meterte en lнos en Port Angeles. Al principio no me di cuenta de que te habнas ido por tu cuenta y luego, cuando comprendн que ya no estabas con ellas, fui a buscarte a la librerнa que vislumbrй en la mente de Jessica. Te puedo decir que sй que no llegaste a entrar y que te dirigiste al sur. Sabнa que tendrнas que dar la vuelta pronto, por lo que me limitй a esperarte, investigando al azar en los pensamientos de los viandantes para saber si alguno se habнa fijado en ti, y saber de ese modo dуnde estabas. No tenнa razones para preocuparme, pero estaba extraсamente ansioso...

Se sumiу en sus pensamientos, mirando fijamente a la nada, viendo cosas que yo no conseguнa imaginar.

—Comencй a conducir en cнrculos, seguнa alerta. El sol se puso al fin y estaba a punto de salir y seguirte a pie cuando... —enmudeciу, rechinando los dientes con sъbita ira. Se esforzу en calmarse.

— їQuй pasу entonces? —susurrй. Edward seguнa mirando al vacнo por encima de mi cabeza.

—Oн lo que pensaban —gruсу; al torcer el gesto, el labio superior se curvу mostrando sus dientes—, y vi tu rostro en sus mentes.

De repente, se inclinу hacia delante, con el codo apoyado en la mesa y la mano sobre los ojos. El movimiento fue tan rбpido que me sobresaltу.

—Resultу duro, no sabes cuбnto, dejarlos... vivos —el brazo amortiguaba la voz—. Te podнa haber dejado ir con Jessica y Angela, pero temнa —admitiу con un hilo de voz— que, si me dejabas solo, irнa a por ellos.

Permanecн sentada en silencio, confusa, llena de pensamientos incoherentes, con las manos cruzadas sobre el vientre y recostada lбnguidamente contra el respaldo de la silla. El seguнa con la mano en el rostro, tan inmуvil que parecнa una estatua tallada.

Finalmente alzу la vista y sus ojos buscaron los mнos, rebosando sus propios interrogantes.

— їEstбs lista para ir a casa? —preguntу.

—Lo estoy para salir de aquн —precisй, inmensamente agradecida de que nos quedara una hora larga de coche antes de llegar a casa juntos. No estaba preparada para despedirme de йl.

La camarera apareciу como si la hubiera llamado, o estuviera observando.

— їQuй tal todo? —preguntу a Edward.

—Dispuestos para pagar la cuenta, gracias.

Su voz era contenida pero mбs ronca, aъn reflejaba la tensiуn de nuestra conversaciуn. Aquello pareciу acallarla. Edward alzу la vista, aguardando.

—Claro —tartamudeу—. Aquн la tiene.

La camarera extrajo una carpetita de cuero del bolsillo delantero de su delantal negro y se la entregу.

Edward ya sostenнa un billete en la mano. Lo deslizу dentro de la carpetita y se la devolviу de inmediato.

—Quйdese con el cambio.

Sonriу, se puso de pie y le imitй con torpeza. Ella volviу a dirigirle una sonrisa insinuante.

—Que tengan una buena noche.

Edward no apartу los ojos de mн mientras le daba las gracias. Reprimн una sonrisa.

Caminу muy cerca de mн hasta la puerta, pero siguiу poniendo mucho cuidado en no tocarme. Recordй lo que Jessica habнa dicho de su relaciуn con Mike, y cуmo casi habнan avanzado hasta la fase del primer beso. Suspirй. Edward me oyу, y me mirу con curiosidad. Yo clavй la mirada en la acera, muy agradecida de que pareciera incapaz de saber lo que pensaba.

Abriу la puerta del copiloto y la sostuvo hasta que entrй. Luego, la cerrу detrбs de mн con suavidad. Le contemplй dar la vuelta por la parte delantera del coche, de nuevo sorprendida por el garbo con que se movнa. Probablemente deberнa haberme habituado a estas alturas, pero no era asн. Tenнa la sensaciуn de que Edward no era la clase de persona a la que alguien pueda acostumbrarse.

Una vez dentro, arrancу y puso al mбximo la calefacciуn. Habнa refrescado mucho y supuse que el buen tiempo se habнa terminado, aunque estaba bien caliente con su cazadora, oliendo su aroma cuando creнa que no me veнa.

Se metiу entre el trбfico, aparentemente sin mirar, y fue esquivando coches en direcciуn a la autopista.

—Ahora —dijo de forma elocuente—, te toca a ti.

 

TEORIA

 

— їPuedo hacerte sуlo una pregunta mбs? —implorй mientras aceleraba a toda velocidad por la calle desierta. No parecнa prestar atenciуn alguna a la carretera.

Suspirу.

—Una —aceptу. Frunciу los labios, que se convirtieron en una lнnea llena de recelo.

—Bueno... Dijiste que sabнas que no habнa entrado en la librerнa y que me habнa dirigido hacia el sur. Sуlo me preguntaba cуmo lo sabнas.

Desviу la vista a propуsito.

—Pensaba que habнamos pasado la etapa de las evasivas —refunfuсй.

Casi sonriу.

—De acuerdo. Seguн tu olor —miraba a la carretera, lo cual me dio tiempo para recobrar la compostura. No podнa admitir que йsa fuera una respuesta aceptable, pero la clasifiquй cuidadosamente para estudiarla mбs adelante. Intentй retomar el hilo de la conversaciуn. Tampoco estaba dispuesta a dejarle terminar ahн, no ahora que al fin me estaba explicando cosas.

—Aъn no has respondido a la primera de mis preguntas —dije para ganar tiempo.

Me mirу con desaprobaciуn.

— їCuбl?

— їCуmo funciona lo de leer mentes? їPuedes leer la mente de cualquiera en cualquier parte? їCуmo lo haces? їPuede hacerlo el resto de tu familia...?

Me sentн estъpida al pedir una aclaraciуn sobre una fantasнa.

—Has hecho mбs de una pregunta —puntualizу. Me limitй a entrecruzar los dedos y esperar—. Sуlo yo tengo esa facultad, y no puedo oнr a cualquiera en cualquier parte. Debo estar bastante cerca. Cuanto mбs familiar me resulta esa «voz», mбs lejos soy capaz de oнrla, pero aun asн, no mбs de unos pocos kilуmetros —hizo una pausa con gesto meditabundo—. Se parece un poco a un enorme hall repleto de personas que hablan todas a la vez. Sуlo es un zumbido, un bisbiseo de voces al fondo, hasta que localizo una voz, y entonces estб claro lo que piensan... La mayor parte del tiempo no los escucho, ya que puede llegar a distraer demasiado y asн es mбs fбcil parecer normal —frunciу el ceсo al pronunciar la palabra—, y no responder a los pensamientos de alguien antes de que los haya expresado con palabras

Me mirу con ojos enigmбticos.

— їPor quй crees que no puedes «oнrme»? —preguntй con curiosidad.

—No lo sй —murmurу—. Mi ъnica suposiciуn es que tal vez tu mente funcione de forma diferente a la de los demбs. Es como si tus pensamientos fluyeran en onda media y yo sуlo captase los de frecuencia modulada.

Me sonriу, repentinamente divertido.

— їMi mente no funciona bien? їSoy un bicho raro?

Esas palabras me preocuparon mбs de lo previsto, probablemente porque habнa dado en la diana. Siempre lo habнa sospechado, y me avergonzaba tener la confirmaciуn.

—Yo oigo voces en la cabeza y es a ti a quien le preocupa ser un bicho raro —se riу—. No te inquietes, es sуlo una teorнa... —su rostro se tensу—. Y eso nos trae de vuelta a ti.

Suspirй. їCуmo empezar?

—Pensaba que habнamos pasado la etapa de las evasivas —me recordу con dulzura.

Apartй la vista del rostro de Edward por primera vez en un intento de hallar las palabras y vi el indicador de velocidad.

— ЎDios santo! —gritй—. ЎVe mбs despacio!

— їQuй pasa? —se sobresaltу, pero el automуvil no desacelerу.

— ЎVas a ciento sesenta! —seguн chillando.

Elche una ojeada de pбnico por la ventana, pero estaba demasiado oscuro para distinguir mucho. La carretera sуlo era visible hasta donde alcanzaba la luz de los faros delanteros. El bosque que flanqueaba ambos lados de la carretera parecнa un muro negro, tan duro como un muro de hierro si nos salнamos de la carretera a esa velocidad.

—Tranquilнzate, Bella.

Puso los ojos en blanco sin reducir aъn la velocidad.

— їPretendes que nos matemos? —quise saber.

—No vamos a chocar.

Intentй modular el volumen de mi voz al preguntar:

— їPor quй vamos tan deprisa?

—Siempre conduzco asн —se volviу y me sonriу torciendo la boca.

— ЎNo apartes la vista de la carretera!

—Nunca he tenido un accidente, Bella, ni siquiera me han puesto una multa —sonriу y se acariciу varias veces la frente—. A prueba de radares detectores de velocidad.

—Muy divertido —estaba que echaba chispas—. Charlie es policнa, їrecuerdas? He crecido respetando las leyes de trбfico. Ademбs, si nos la pegamos contra el tronco de un бrbol y nos convertimos en una galleta de Volvo, tendrбs que regresar a pie.

—Probablemente —admitiу con una fuerte aunque breve carcajada—, pero tъ no —suspirу y vi con alivio que la aguja descendнa gradualmente hasta los ciento veinte.

— їSatisfecha?

—Casi.

—Odio conducir despacio —musitу.

— їA esto le llamas despacio?

—Basta de criticar mi conducciуn —dijo bruscamente—, sigo esperando tu ъltima teorнa.

Me mordн el labio. Me mirу con ojos inesperadamente amarillos—No me voy a reнr —prometiу.

—Temo mбs que te enfades conmigo.

— їTan mala es?

—Bastante, sн.

Esperу. Tenнa la vista clavada en mis manos, por lo que no le pude ver la expresiуn.

—Adelante —me animу con voz tranquila.

—No sй cуmo empezar —admitн.

— їPor quй no empiezas por el principio? Dijiste que no era de tu invenciуn.

—No.

— їCуmo empezaste? їCon un libro? їCon una pelнcula? —me sondeу.

—No. Fue el sбbado, en la playa —me arriesguй a alzar los ojos y contemplar su rostro. Pareciу confundido—. Me encontrй con un viejo amigo de la familia... Jacob Black —proseguн—. Su padre y Charlie han sido amigos desde que yo era niсa.

Aъn parecнa perplejo.

—Su padre es uno de los ancianos de los quileute —lo examinй con atenciуn. Una expresiуn helada sustituyу al desconcierto anterior—. Fuimos a dar un paseo... —evitй explicarle todas mis maquinaciones para sonsacar la historia—, y йl me estuvo contando viejas leyendas para asustarme —vacilй—. Me contу una...

—Continъa.

—... sobre vampiros.

En ese instante me di cuenta de que hablaba en susurros. Ahora no le podнa ver la cara, pero sн los nudillos tensos, convulsos, de las manos en el volante.

— їE inmediatamente te acordaste de mн?

Seguнa tranquilo.

—No. Jacob mencionу a tu familia.

Permaneciу en silencio, sin perder de vista la carretera. De repente, me alarmй, preocupada por proteger a Jacob.

—Sуlo creнa que era una supersticiуn estъpida —aсadн rбpidamente—. No esperaba que yo me creyera ni una palabra —mi comentario no parecнa suficiente, por lo que tuve que confesar—: Fue culpa mнa. Le obliguй a contбrmelo.

— їPor quй?

—Lauren dijo algo sobre ti... Intentaba provocarme. Un joven mayor de la tribu mencionу que tu familia no acudнa a la reserva, sуlo que sonу como si aquello tuviera un significado especial, por lo que me llevй a Jacob a solas y le engaсй para que me lo contara —admitн con la cabeza gacha.

— їCуmo le engaсaste?

—Intentй flirtear un poco... Funcionу mejor de lo que habнa pensado —la incredulidad llenу mi voz cuando lo evoquй.

—Me gustarнa haberlo visto —se riу entre dientes de forma sombrнa—. Y tъ me acusas de confundir a la gente... ЎPobre Jacob Black!

Me puse colorada como un tomate y contemplй la noche a travйs de la ventanilla.

— їQuй hiciste entonces? —preguntу un minuto despuйs.

—Busquй en Internet.

— їY eso te convenciу? —su voz apenas parecнa interesada, pero sus manos aferraban con fuerza el volante.

—No. Nada encajaba. La mayorнa eran tonterнas, y entonces... —me detuve.

— їQuй?

—Decidн que no importaba —susurrй.

— ЎїQue no importaba?! —el tono de su voz me hizo alzar los ojos. La mбscara tan cuidadosamente urdida se habнa roto finalmente. Tenнa cara de incredulidad, con un leve atisbo de la rabia que yo temнa.

—No —dije suavemente—. No me importa lo que seas.

— їNo te importa que sea un monstruo? —su voz reflejу una nota severa y burlona

— їQue no sea humano?

—No.

Se callу y volviу a mirar al frente. Su rostro era oscuro y gйlido.

—Te has enfadado —suspirй—. No deberнa haberte dicho nada.

—No —dijo con un tono tan severo como la expresiуn de su cara—. Prefiero saber quй piensas, incluso cuando lo que pienses sea una locura.

—Asн que, їme equivoco otra vez? —le desafiй.

—No me refiero a eso. «No importaba» —me citу, apretando los dientes.

— їEstoy en lo cierto? —contestй con un respingo.

їImporta?

Respirй hondo.

—En realidad, no —hice una pausa—. Siento curiosidad.

Al menos, mi voz sonaba tranquila. De repente, se resignу.

— їSobre quй sientes curiosidad?

— їCuбntos aсos tienes?

—Diecisiete —respondiу de inmediato.

— їY cuбnto hace que tienes diecisiete aсos?

Frunciу los labios mientras miraba la carretera.

—Bastante —admitiу, al fin.

—De acuerdo.

Sonreн, complacida de que al fin fuera sincero conmigo. Sus vigilantes ojos me miraban con mбs frecuencia que antes, cuando le preocupaba que entrara en estado de Shock. Esbocй una sonrisa mбs amplia de estнmulo y йl frunciу el ceсo.

—No te rнas, pero їcуmo es que puedes salir durante el dнa?


Дата добавления: 2015-10-30; просмотров: 138 | Нарушение авторских прав


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