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Capítulo Nueve

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Lily tuvo que respirar profundamente varias veces para recuperar la compostura. Había luchado mucho contra los recuerdos aquel día, pero en algunos momentos era imposible. El olor de las flores, la alfombra de la iglesia…

Por mucho que se dijera a sí misma que lo había superado, seguía llevando las cicatrices de aquel día horrible.

Pero aún no podía marcharse porque había cosas que hacer. Jen tenía que lanzar el ramo y aún faltaban unos minutos para que los novios se fueran de luna de miel. La dama de honor y el testigo no podían marcharse, ¿qué explicación iban a dar? No podía decir que aquel día era un doloroso recordatorio de sus sueños rotos. Y tampoco podía hablarle a nadie de sus sentimientos por Noah. Lo último que deseaba era que Jen y Andrew empezaran a hacerse ilusiones.

Los invitados seguían bailando en la pista, pero Lily se acercó a la ponchera para servirse una copa y tener así las manos ocupadas. Noah apareció a su lado enseguida.

—¿Qué ha pasado?

—Nada —contestó ella, sin mirarlo.

—Lily…

Ella bajó la copa y lo miró, irritada. Le gustaba más cuando no se daba cuenta de todo.

—Déjalo, Noah. No importa.

Él no se apartó, sin embargo. Había prometido estar a su lado en la boda y, aparentemente, estaba dispuesto a cumplir su promesa.

Noah tragó saliva mientras admiraba su perfil. Era tan preciosa, pensó. Se había rizado el pelo y llevaba perlitas en algunos mechones. Su piel brillaba en contraste con el rosa pálido del vestido, casi como suplicando que la acariciase…

Sin pensar, alargó una mano para tocar su hombro y cuando lo rozó Lily se volvió para mirarlo.

—¿Qué haces? —le preguntó en voz baja.

«Seducirte», pensó él. Sonaba ridículo, claro. Se habían besado la noche anterior y aquel día la tocaba porque no podía evitarlo. Pero seducir era algo muy diferente. La seducción exigía una conclusión y él sabía que eso era imposible. No, no la seduciría, no iría demasiado lejos. Tenía demasiadas cosas por decidir como para complicar la situación aún más.

Demasiadas decisiones. Pero tampoco parecía capaz de detener aquella simple caricia.

—Te estoy tocando. ¿Quieres que pare?

—Pues…

Esa vacilación hizo maravillas por la confianza de Noah. No quería que se diera cuenta de su inseguridad y saber que tenía el poder de dejarla sin palabras, el poder de hacerla suspirar mientras la besaba… lo hacía sentir como un hombre otra vez.

Lily se había marchado de su casa por la noche y pensó que se iba porque no estaba interesada. Sin embargo, al ver que respiraba agitadamente supo que sentía lo mismo que él.

Pero allí estaban, en Larch Valley, con su hermano y su cuñada, los amigos y hasta su madre. Noah miró alrededor. Veía a antiguos compañeros de colegio, vecinos como Jim Barnes que aún era el propietario de Papá Pizza. A Agnes Dodds, que le había dado más de un palmetazo en el colegio y ahora era la propietaria de una tienda de antigüedades. Aquél no era el sitio más adecuado para desear a la dama de honor. No, no la deseaba. Desear era algo superficial y él sentía algo más.

Pero, por una vez, no quería pensar en los errores que había cometido o en su recuperación o en las decisiones que debía tomar sobre su vida. Por una vez quería vivir el momento. Pensar solo en aquella mujer guapísima que lo miraba con los ojos brillantes.

—¿Quieres que te lleve a casa?

—No podemos irnos todavía.

Noah dio un paso atrás. Tal vez se había equivocado.

—Pero me gustaría que me llevases… más tarde.

Lily sonrió dulcemente y esa sonrisa lo golpeó con la fuerza de un puñetazo.

—Muy bien —asintió Noah—. Cuando quieras irte, dímelo.

Tenía que mezclarse con la gente, hablar con los demás en lugar de mirarla todo el tiempo. Era la única forma de evitar que la tocase.

—Voy a charlar un momento con Clay —le dijo—. Luego te veo.

Noah tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para apartarse, pero se acercó a Clay para charlar sobre lo que iban a hacer en el rancho en ausencia de Andrew.

No era tan interesante como estar con Lily, pero era lo que debía hacer.

 

 

Una vez que su amiga había tirado el ramo de novia, Andrew y Jen escaparon bajo una lluvia de arroz y Lily se ocupó en guardar las copas especialmente grabadas para los novios en una caja.

—¿Qué haces?

Lily se sobresaltó al oír la voz de Noah porque estaba pensando en él otra vez. La caricia de antes había provocado un incendio y ahora estaba detrás de ella, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo. Y le temblaban las manos mientras guardaba la última copa en la caja.

—Son unas copas especiales. Jen me pidió que las guardase.

—¿Entonces nos vamos?

Ella se mordió los labios. No debería aceptar que la llevase a casa. Noah estaba empezando a ser demasiado importante para ella…

Pero cuando miró su atractivo rostro supo que daba igual. Era con él con quien quería estar. Era su sentido del humor y su comprensión lo que había hecho que aquel día fuese tolerable.

Y era él en quien confiaba.

—Sí, ya he terminado.

No habría más decisiones ni más retrasos. Iba a ir con él, aunque aún no sabía cómo quería que acabase la noche.

Era la hora del día favorita de Lily, cuando la luz no se había ido del todo y el cielo era de color índigo y lavanda, cuando empezaban a asomar las primeras estrellas.

Noah abrió la puerta de la camioneta y sujetó la caja de copas mientras Lily subía. Lo que había entre ellos era demasiado frágil, demasiado tenue como para estropearlo con una conversación, de modo que no dijo nada. Además, no era necesario.

Y cuando llegaron a su casa supo que no quería entrar sola. No quería subir a su habitación y quitarse el vestido de dama de honor en una casa vacía, con la cabeza llena de recuerdos. No quería acostarse deprimida.

En algún momento había empezado a necesitar a Noah, a confiar en él y la verdad era que no quería estar con nadie más esa noche. Quería estar con Noah, pero no porque la hiciese olvidar sino porque el aire le parecía un poco más frío cuando él no estaba cerca. Porque la tocaba como no la había tocado nadie en muchos años y porque aún no estaba preparada para decirle adiós.

—¿Quieres entrar? Puedo hacer un café, si te apetece.

Noah se había soltado la corbata y llevaba la chaqueta del esmoquin desabrochada, como cuando salió del probador en la tienda. Y Lily no estaba preparada para desearlo tanto, ni para sentirse unida a él como por una fuerza invisible.

—Eso me gustaría mucho.

Lily encendió la luz para ir a la cocina mientras Noah la seguía, alto y elegante con su esmoquin. Pero le temblaban las manos mientras hacía el café y empezó a tener dudas. No quería estar sola, pero estar a solas con Noah también era peligroso. Aquello iba más allá de la atracción física, ella quería más. ¿Cuánto más? ¿Todo? Pensar eso hizo que soltase la cuchara con la que estaba echando el café. En todos aquellos años no se había tenido que enfrentar con tal decisión.

Nerviosa, volvió a tomar la cuchara. Tal vez solo era por la boda. Las bodas volvían loca a la gente, ¿no decía eso todo el mundo? Tenía que olvidarse del hechizo de la boda y el primer paso sería quitarse el vestido de dama de honor.

—Si no te importa, me gustaría cambiarme.

—¿Y si me importase?

Lily tragó saliva al sentir un delicioso escalofrío, una respuesta elemental ante su proximidad.

Noah alargó una mano para ponerla sobre la cintura del vestido.

—Estás preciosa.

—Noah…

—Preciosa —la interrumpió él—. Como un helado de fresa y nata —murmuró, deslizando la mano por los cristalitos del corpiño. Lily no podía pensar, no podía respirar—. Tan suave —Noah rozó sus labios con los suyos—. Y tan dulce…

Lily no podía defenderse y no quería hacerlo, de modo que puso una mano en su pelo para empujar suavemente su cabeza, para besarlo, saboreando el champán en sus labios, la tarta, el seductor aroma que era solo de Noah. Y la pasión que sentía la dejaba sin aliento.

Noah la empujó suavemente hacia la encimera de granito y Lily inclinó hacia atrás la cabeza mientras él besaba su cuello, haciéndola suspirar.

En ese momento pensó que aquello era demasiado… demasiado rápido, demasiado todo. Tenían que parar o acabaría con el corazón roto.

Olvidó entonces la resolución que la había hecho aguantar durante todo el día y, de repente, volvió a recordar esa capilla en Las Vegas, a Curtis, a su madre, las esperanzas rotas. Lo único que había querido siempre era un sitio que pudiera llamar suyo y pensaba haberlo encontrado en Larch Valley…

Pero Noah había cambiado eso. Lo había cambiado todo. Lo que había conseguido en su vida de repente ya no era suficiente. Y él solo le estaba ofreciendo unos besos. Era todo lo que podía ofrecerle.

—Lily… —murmuró con voz torturada mientras la apretaba contra su pecho—. Lily, no llores. No llores, por favor.

Noah empujó suavemente su cabeza hacia la pechera de la camisa, que olía a su colonia. No, ella nunca lloraba. Ella era Lily, que siempre se mostraba positiva y se guardaba las penas para sí misma. Pero estaba cansada de ser esa persona. ¿Cuándo había sido ella misma por última vez? ¿Cuándo le había dejado ver a alguien quién era en realidad?

—¿Qué ocurre, Lily?

Ella suspiró. ¿Cómo iba a explicarle lo que había empezado a sentir por él en tan poco tiempo? ¿Cómo iba a decirle que estar con él había puesto su mundo patas arriba?

—No sé si puedo contártelo.

—¿Tiene algo que ver con el vestido de novia que llevabas puesto aquel día?

Lily dejó escapar un suspiro.

—Debería haber imaginado que te acordarías —susurró, parpadeando para contener las lágrimas. No había querido hablarle de Curtis, pero eso era mejor que hablarle de sus sentimientos—. Tú pensaste que era el de Jen…

—Pero no lo era —la interrumpió Noah—. ¿Era tuyo?

—Sí —respondió Lily por fin, mirando ese rostro que había visto tantas cosas. Después de guerras y batallas, sabía que su pena le parecería algo trivial—. Te va a parecer una bobada…

—¿Por qué?

—Porque sé lo que tú has tenido que pasar. Esto no es nada comparado con lo tuyo.

—Todo el mundo tiene que llevar su cruz. Que la tuya sea diferente a la mía no la hace menos importante. ¿Vas a contarme qué te pasó? ¿Te divorciaste?

—Oh, Noah, fue hace tanto tiempo…

—Y me llamas cabezota a mí —Noah se dejó caer sobre un sillón y la colocó sobre sus rodillas.

Lily le pasó una mano por el cuello y miró su cara, intentando memorizar sus rasgos, las arruguitas que tenía alrededor de los ojos, los hoyitos en las mejillas. Era tan atractivo pensó. No solo por fuera, por dentro también. Obstinado, desde luego, pero a veces eso era una tapadera.

Resultaría muy fácil enamorarse de él, pero tal vez decirle la verdad sería suficiente para que se distanciasen.

—Cuando tenía dieciocho años me escapé a Las Vegas para casarme. Mi novio se llamaba Curtis y llevábamos meses planeándolo, esperando que yo cumpliese la mayoría de edad. Él estaba en el primer año de universidad y yo casi había terminado el instituto.

Noah siguió sujetando su cintura firmemente, acariciando su brazo con los dedos. Y ella se sentía tan segura, tan protegida. Tal vez por eso le contaba cosas que no le había contado a nadie.

No había querido que nadie en Larch Valley conociera su historia, sus errores. Pero era más fácil echar mano del pasado para buscar explicaciones que confesarle sus sentimientos.

—Ahorrábamos todo el dinero que podíamos durante ese tiempo —siguió—. Mi madre era costurera y me había enseñado a coser, así que compré la tela y me hice el vestido de novia yo misma.

—¿Lo hiciste tú? ¿El vestido que llevabas puesto? Pero si era precioso.

—Siempre me ha gustado el diseño y solía hacerme toda mi ropa… —Lily se dio cuenta entonces de que no había vuelto a diseñar nada aparte del vestido de novia de Jen. Y de que echaba de menos hacerlo—. Entonces tenía muchos sueños. En fin, llegamos a Las Vegas, incluso a la capilla donde tendría lugar la boda. Pero cuando llegó el momento de las objeciones, alguien abrió la puerta… y allí estaban los padres de Curtis.

—¿Interrumpieron la ceremonia?

—Legalmente podríamos haber seguido. Yo tenía dieciocho años, era una adulta. Pero los padres de Curtis, que siempre se habían portado bien conmigo… —Lily tragó saliva, recordando lo pequeña que se había sentido en ese momento—. Dejaron bien claro que no era la clase de chica con la que Curtis debía casarse. Les parecía bien que saliéramos juntos, pero supongo que no se habían dado cuenta de que íbamos en serio. Yo no era nadie y él estaba destinado para alguien mejor que yo.

—¿Y qué dijo Curtis?

Lily rio entonces, un sonido amargo.

—Nuestro plan había sido que terminase la carrera antes de empezar a trabajar con su padre. Yo iba a diseñar, incluso pensábamos que algún día podría abrir una pequeña boutique … pero ese plan se evaporó cuando el padre de Curtis dijo que si nos casábamos lo dejaría fuera de su testamento.

—¿Y te dejó?

—Sin dudarlo un momento —contestó ella—. Se marchó con sus padres y me dejó plantada en el altar.

—Entonces es que no te quería.

El corazón de Lily se encogió. Le dolía escuchar la verdad. ¿Qué esperaba de Noah? Amor no, desde luego. Se marcharía como había hecho Curtis.

—Lo sé, te lo aseguro.

—Si te quisiera no se habría marchado.

Y así, de repente, su corazón volvió a latir con fuerza. ¿Qué tenía Noah que la hacía sentir tan especial?

—¿Y tu madre? —le preguntó entonces.

Su madre… Jasmine debería haberla consolado en ese momento, pero se había mostrado increíblemente despreocupada.

—Según ella, era lo mejor que me podía haber pasado. Tuve que soportarla durante horas diciéndome que había sido una tonta, que era demasiado joven para quedarme con un solo hombre cuando tenía toda la vida por delante, llena de aventuras. Pero yo no quería aventuras.

—De modo que te rompieron el corazón, pero a nadie le importó.

—Sí, eso es —susurró Lily.

—Ahora entiendo por qué no te gustan las bodas.

—Nunca se lo he contado a Jen. Además, sé que Andrew y ella se quieren mucho… pero Curtis también decía quererme y, sin embargo, para él fue muy fácil dejarme plantada. No sé si creo en el amor después de eso, Noah.

Pero ahora se preguntaba si Jasmine habría tenido razón después de todo. ¿Cuánto tiempo había perdido lamentando sus sueños rotos? En lugar de vivir la vida se había conformado con una imitación de sus sueños. Tenía la casa que siempre había querido, pero le parecía un sitio vacío. Y cuando por fin parecía soltar un poco el rígido control de su vida… estaba a punto de acabar como la última vez.

—Mi madre decía que la vida era demasiado corta como para enamorarse solo una vez. Decía que yo era aburrida y predecible porque no quería vivir como lo hacía ella.

—¿Y tu madre es feliz?

Esa pregunta la sorprendió. ¿Era feliz Jasmine? Ella decía que lo era. Siempre le había parecido un espíritu libre que vivía el momento. Sus amantes iban y venían y algunos habían sido amables con Lily, aunque ella siempre había soñado secretamente que alguno se convirtiera en su padre.

¿Pero y ahora?, se preguntó. No lo sabía. Aparte de una tarjeta de felicitación en su cumpleaños y en Navidad, no había hablado con su madre en muchos años.

De modo que tuvo que contestar:

—La verdad es que no lo sé. ¿Y tu madre, por cierto? ¿Te ha parecido que era feliz?

—No —contestó Noah—. Se ha pasado la vida buscando la felicidad, pero no la ha encontrado. Ni con mi padre ni con su segundo marido. Ya no estoy enfadado con ella y, sin embargo, no es fácil olvidar que alguien te ha hecho daño. Sobre todo cuando ese alguien debería haber cuidado de ti. Incluso cuando esa persona eres tú mismo. Mi madre no es una mujer fuerte, Lily. No es como tú.

¿Fuerte? Nadie la había descrito así antes. Segura de sí misma, capaz, desde luego. Dispuesta a hacer un favor, también. Pero nadie la veía por dentro como Noah. Había intentado usar su pasado como una barrera, esperando que se diera la vuelta, y en lugar de eso la había saltado.

Y, aunque era un alivio bajar la guardia por fin, le daba miedo. Porque Noah, como todas las personas que le importaban de verdad, también se marcharía. ¿Cuál era la alternativa, el matrimonio? Ella sería un desastre como esposa de un militar porque tendría que enfrentarse con su peor pesadilla: tener que cambiar constantemente de ciudad, de casa…

¿Y los niños? ¿Cómo iba a hacer que sus hijos tuvieran que pasar por lo que había pasado ella de pequeña?

Lily se levantó entonces.

—Voy a cambiarme de ropa. Pero tú puedes tomar un café mientras tanto.

Antes de que pudiera decir nada, Lily subió a su habitación.

Noah no era algo permanente. Como no lo habían sido Jasmine o Curtis. Y tenía que recordarlo.

Porque sus deseos eran absurdos y, ya que la boda había terminado, era hora de apartarse. Sería lo mejor para todos.


Дата добавления: 2015-10-31; просмотров: 78 | Нарушение авторских прав


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