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Capítulo 46

Читайте также:
  1. Capítulo 1
  2. Capítulo 1
  3. Capítulo 1
  4. CAPÍTULO 1
  5. Capítulo 1
  6. Capítulo 1 1 страница
  7. Capítulo 1 5 страница

Hola, mamá:

Sólo una nota breve para desearte suerte (aunque no la necesitas) para mañana, tu primer día de trabajo. ¡Seguro que los dejas anonadados!

¡A por todas!

Besos,

Katie

 

Tiene un mensaje instantáneo de: RUBY

Ruby: Bueno, doña directora adjunta, cuéntamelo todo. ¿Cómo va el trabajo?

Rosie: Muy leeeeento.

Ruby: ¿Puedo preguntar por qué?

Rosie: ¿Estás preparada para oír una perorata? Porque si no lo estás, te doy la oportunidad de evitar esta conversación, aún estás a tiempo.

Ruby: Lo creas o no vengo preparada para esta conversación. Dispara.

Rosie: Vale. Llegué a la calle donde está situado el hotel con bastante antelación y me puse a recorrerla durante tres cuartos de hora en busca del despampanante Grand Tower Hotel. Pregunté en tiendas y tenderetes, pero nadie tenía ni idea de dónde estaba este hotel.

Cuando llamé al director del curso casi llorando y presa del pánico por llegar tarde mi primer día de trabajo, me las arreglé para acusarlo de haberme dado mal la dirección. Me repitió la misma dirección varias veces, ante lo cual tuve que decirle que era imposible que fuese correcta porque el edificio que se correspondía con esas señas parecía abandonado y casi en ruinas.

Finalmente dijo que llamaría al director del hotel para reconfirmar las señas, de manera que me senté en la mugrienta escalera de la puerta principal del edificio en ruinas (ensuciándome el trasero de mi traje nuevo) y procuré no llorar por lo tarde que era y la mala impresión que iba a causar. De repente la puerta del edificio que tenía detrás se abrió con un ruido muy fuerte, como si las bisagras se tiraran un pedo, y una cosa me miró. La cosa habló con un acento dublinés muy marcado, se presentó como Cronin Ui Cheallaigh, propietario del edificio, e insistió en que lo llamara Beanie.

Al principio me desconcertó este mote, pero a medida que fue avanzando el día me quedó más que claro. No habían sido las bisagras las que habían hecho un ruido como de pedo, sino el flatulento trasero de Beanie[9].

Me hizo entrar al viejo y húmedo edificio y me mostró las dependencias de la planta baja. Entonces me preguntó si tenía alguna pregunta y yo, por supuesto, quise saber por qué estaba en aquel edificio en concreto y cuándo iba a ver el hotel. A lo que él respondió con orgullo: «Esto es el puñetero hotel. Bonito, ¿verdad?».

Luego me preguntó si tenía alguna idea para mejorar el hotel después de mi primera impresión y le sugerí que quizá convendría poner el nombre del hotel en algún lugar visible del edificio para que a los huéspedes les resultara más fácil localizarlo (aunque no hacerlo también era una buena estratagema de marketing). También sugerí que hiciera correr la voz de su existencia entre los establecimientos del barrio para que colaboraran en publicitar el hotel (o al menos en dar indicaciones a los turistas perdidos).

Me estudió la cara con ojos muy penetrantes para ver si me estaba quedando con él, cosa que, por cierto, no estaba haciendo. Ahora estoy a la espera de que nos manden un rótulo para la fachada del hotel.

Luego me dio una insignia con mi nombre e insistió en que me la pusiera. Su razonamiento para hacérmela poner era que si algún huésped tenía que quejarse, supiese a quién culpar. Es un hombre de ideas muy positivas, como ves. El problema de la insignia (aparte de tener que llevarla) fue que al parecer no había entendido bien mi nombre cuando se lo dieron por teléfono.

Llevo toda la semana paseándome como «Rosie Bumme[10]», cosa que a Beanie le resulta increíblemente cómica. Aunque cuando se le pasó el primer ataque de risa se quedó un tanto decepcionado. Este ejemplo basta para comprobar su grado de madurez y la seriedad con que se toma su trabajo y la dirección del presunto hotel.

No alcanzo a comprender cómo ha conseguido mantenerlo abierto hasta ahora. Es una de esas hermosas casas que en su tiempo debía de ser espléndida, pero que han dejado que se pudriera. Probablemente se está descomponiendo debajo de los entarimados junto con lo que sea que causa el olor.

Antaño fue de ladrillo rojo, pero ahora es de color marrón sucio. Tiene cuatro plantas y en el sótano, según he descubierto hace poco, hay un club de show girls que también es propiedad de Beanie. Cuando entras en la planta baja del hotel encuentras un mostrador minúsculo de caoba oscura (la misma madera que hay en el resto del edificio). Detrás hay un batiburrillo de sombreros, paraguas y abrigos de antiguos clientes criando polvo.

Las paredes están revestidas con paneles hasta media altura, cosa que está muy bien, y el resto, que seguramente fue de color verde oliva intenso, ahora es de color verde moho. Unas lamparitas que parecen faroles adornan las paredes y no dan ninguna luz. El lugar es como una mazmorra. Las alfombras diría que no se han cambiado desde los años setenta. Están sucias y malolientes y tienen quemaduras de cigarrillos, restos de chicle pegado y otras manchas cuyo origen prefiero no conocer.

Un largo pasillo conduce a la espaciosa zona del bar donde hay la misma moqueta sucia y apestosa, madera oscura, taburetes y butacas tapizados con estampado de cachemira y, cuando el sol entra por la diminuta ventana de la que prácticamente ha saltado toda la pintura, lo único que ves es el aire lleno de volutas de humo que seguramente están flotando por el bar desde que el antiguo propietario se sentó allí a fumar su pipa hace doscientos años.

El comedor cuenta con veinte mesas y una carta muy breve. Tiene la misma moqueta, pero con el añadido de las manchas de comida. Hay cortinas de terciopelo marrón y visillos; las mesas están cubiertas con lo que antaño fueron manteles de encaje blanco, que el tiempo ha vuelto amarillos, y los cubiertos están oxidados y tienen manchas de comida. Los cristales están empañados y las paredes son blancas, cosa que lo convierte en la única estancia luminosa, pero por más alta que pongas la calefacción, siempre hace un frío glacial.

¡Y el olor! Es como si alguien hubiese muerto y se hubiese podrido en un rincón. Desde entonces la peste está impregnada en los muebles, las paredes y mi ropa. Hay sesenta habitaciones. Veinte en cada planta. Beanie anunció con orgullo que la mitad tienen cuarto de baño. ¡Imagínate lo contenta que me puse al oírlo, algunas habitaciones tienen baño!

Dos mujeres maravillosas, Betty y Joyce, cada una de unos cien años, limpian las habitaciones tres veces por semana, lo cual, francamente, me parece bastante vergonzoso. Y habida cuenta de la lentitud con que se mueven, me sorprendería que limpiaran todas las habitaciones con esa frecuencia.

También empecé a preguntarme a qué clase de clientela atraería un hotel de estas características, pero me quedó más que claro cuando me tocó hacer el turno de noche. Cuando el club de show girls de abajo cierra, la fiesta continúa arriba. Esto me dio más motivos para contratar más camareras.

La única manera de que alguien encuentre un bombón encima de la almohada es que el huésped anterior lo haya escupido. La única razón para que alguien se ponga el gorro de ducha sería protegerse la cabeza del agua amarilla que sale de los grifos (aunque probablemente sea potable, yo sólo la tomo embotellada).

La semana pasada una emisora de radio llamó para preguntar si el hotel querría colaborar en un concurso: o estaban desesperados o se dejaron engañar por el grandilocuente nombre del hotel. No se me ocurrió ninguna buena excusa para decir que no. La gente tenía que escribir al programa y explicar por qué merecían un fin de semana de ensueño en Dublín. Los ganadores obtendrían una entrada de teatro, una comida, un día de compras y dos noches de alojamiento y desayuno en un hotel céntrico de la ciudad, con todos los gastos pagados. Para el hotel fue fabuloso ya que nos hicieron publicidad toda la semana en la radio y como resultado conseguimos algunos huéspedes. Aunque ninguno de ellos sabía a qué se exponía.

La pareja ganadora tenía una historia tan conmovedora que por poco rompo a llorar cuando la oí en la radio. De modo que decidí alojarlos en la suite de luna de miel (una habitación exactamente igual que las otras aunque le dije a Beanie que pusiera una placa en la puerta para que los ganadores sintieran que les brindábamos un trato especial. Terminó haciéndolo él mismo con una plantilla. Se pasó una hora entera concentrado en la tarea con un rotulador negro en la mano y la lengua fuera). Llené la habitación de flores y dispuse una botella de champán, cortesía de la casa. Hice cuanto pude para adecentar la habitación. Cogí suficiente dinero del presupuesto para comprar sábanas nuevas, etc.

En fin, cuando supieron que habían ganado, se pusieron tan contentos que estuvieron llamando al hotel a diario hasta la víspera de su llegada, haciendo preguntas y asegurándose de que todo seguía en pie. Cruzaron el umbral, echaron un vistazo al hotel y al cabo de un cuarto de hora ya se habían marchado.

Ruby, ese matrimonio había perdido su casa y su coche, el marido se había quedado sin trabajo, se había roto ambas piernas, y tenían que abandonar su pueblo. Les habían regalado un fin de semana con todos los gastos pagados y podían alojarse gratis en el hotel y ni aun así quisieron quedarse. Imagínate lo malo que es el hotel.

Rosie: ¿Ruby?

Rosie: ¿Ruby, estás ahí?

Rosie: ¡Hola! Ruby, ¿has recibido lo que te he escrito?

Ruby: Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz

Rosie: ¡Ruby!

Ruby: ¡¿Qué?! ¿Me he perdido algo? Perdona, me habré adormilado hace como una hora, cuando has empezado a contarme cómo te iba el trabajo.

Rosie: Lo siento, Ruby, pero quien avisa no es traidor.

Ruby: No te apures, me las he arreglado para ir a buscarme una taza de café y he vuelto cuando ibas por las paredes verde oliva y los cadáveres en descomposición.

Rosie: Perdona, he tenido un mes de aúpa.

Ruby: Los trabajos no siempre son como una se imagina que serán. Por otra parte, ¿preferirías ser secretaria en Randy Andy Paperclip Co. o directora adjunta del Grand Tower Hotel?

Rosie: Uy, sin duda directora adjunta del Grand Tower Hotel.

Ruby: Pues ahí lo tienes, Rosie Bumme. La vida podría irte peor, ¿no?

Rosie: Supongo que sí. Pero tengo otro problemilla.

Ruby: ¿Eres capaz de contármelo en menos de mil palabras?

Rosie: ¡Lo intentaré! Alex viene con Bethany dentro de unas semanas para asistir a la fiesta de jubilación de Julie Casey y han hecho una reserva en el hotel para el fin de semana. Verás, vine a decirle que el sitio era estupendo... y me pidieron una habitación con vistas. Tal como están las cosas bastante tengo con encontrar una habitación que tenga ventana (vale, no es cierto), pero dadas las circunstancias, en el Grand Tower Hotel ya nos parece una solicitud especial que la habitación tenga cuarto de baño. Quiero decir, en cuanto a las vistas, ¿qué crees que preferirán, vistas a una carnicería o vistas a una chatarrería?

Ruby: Caramba...

 

Tiene un mensaje instantáneo de: ALEX

Alex: Hola, Rosie, es tarde para que estés levantada.

Rosie: Tú también lo estás.

Alex: Voy cinco horas por delante, mujer.

Rosie: Esta noche es el baile de debutantes de Katie. En realidad, ahora mismo está allí.

Alex: Acabáramos. ¿No puedes dormir?

Rosie: ¿Has perdido el juicio? Claro que no puedo dormir. La ayudé a comprar el vestido, la he ayudado a maquillarse y peinarse, le he sacado fotos posando rebosante de entusiasmo en su noche especial. La noche que pasará con amigos que probablemente no volverá a ver en años, o quizá nunca más, pese a las promesas de permanecer en contacto. Ha sido como retroceder veinte años, cuando yo estaba en su lugar y mi madre en el mío.

Ya sé que ella no es yo, que es una persona independiente y que piensa por su cuenta, pero no he podido evitar verme a mí misma saliendo por la puerta de casa, cogida del brazo de un hombre en esmoquin, excitada con la noche, excitada con el futuro. Excitada, excitada, excitada. Yo era tan puñeteramente joven... Por supuesto, entonces no me lo parecía. Tenía un millón de planes. Sabía lo que iba a hacer. Tenía resueltos los años siguientes de mi vida.

Pero lo que no sabía era que en cuestión de horas todos esos planes iban a cambiar por completo. Doña Sabelotodo no sabía tanto como creía.

Sólo espero que esta noche Katie vuelva a casa a la hora debida.

Alex: Es una chica sensata, Rosie, y si la has educado como creo que lo has hecho, no tienes nada de que preocuparte.

Rosie: No me engaño a mí misma. Hace más de tres años que tiene novio y dudo mucho que durante todo este tiempo se hayan limitado a darse la mano. Pero al menos esta noche, la noche que cambió mi vida, me gustaría que regresara temprano.

Alex: Muy bien, pues. Creo que me toca distraerte hasta que llegue a casa, ¿no?

Rosie: Si no te importa.

Alex: ¿Ya está preparada nuestra habitación para cuando vayamos a Dublín? ¡Confío en que la directora haya podido reservarnos la mejor!

Rosie: No olvides que en realidad sólo soy la directora adjunta, y el hotel no es precisamente...

Alex: ¿No es precisamente qué?

Rosie: Tan elegante como esos en los que estás acostumbrado a alojarte cuando viajas.

Alex: Éste será extraespecial porque lo lleva mi mejor amiga.

Rosie: Preferiría que no se me responsabilizara de la manera en que se dirige este hotel,...

Alex: Anda, no seas tonta. Nunca reconoces el mérito que tiene lo que haces.

Rosie: No, Alex, en serio. Prefiero no asumir ninguna responsabilidad sobre este hotel. Sólo estaré aquí unos meses. No he tenido ocasión de dejar huella. Me limito a obedecer órdenes...

Alex: Tonterías. Me muero de ganas de verlo. ¿No sería divertido que alguien se intoxicara en el restaurante y que yo tuviera que ser el médico que resolviera la papeleta? ¿Recuerdas que éste era el plan que teníamos de niños?

Rosie: Lo recuerdo muy bien, y quizá no sea una posibilidad tan remota. ¿No os gustaría cenar fuera esa noche a Bethany y a ti? Hay muchos restaurantes fantásticos que no conoces en Dublín.

Alex: Tal vez. He intentado encontrar el hotel en internet, pero no ha aparecido nada.

Rosie: Sí, ya, están actualizando la página web. Ya te avisaré cuando pueda visitarse.

Alex: Estupendo. Será raro volver a ver a la señorita Narizotas Malaliento Casey. Ya iba siendo hora de que se jubilara. Los niños de este mundo se merecen un respiro.

Rosie: Se llama Julie, recuérdalo bien, y no la llames de ninguna otra manera. Se ha portado muy bien conmigo estos últimos años, así que procura ser amable con ella.

Alex: Lo haré, lo haré. Puedes estar tranquila, no es la primera vez que salgo de casa. Sé cómo tratar a la gente.

Rosie: Me consta, doctor vida social.

Alex: Sea cual sea la imagen que tienes de mí en este momento, te ruego que la borres de inmediato.

Rosie: ¿Qué? ¿La de ti desnudo? No puedes pedirme que borre eso.

Alex: Bueno, sea cual sea esa imagen, auméntala diez veces.

Rosie: ¡Jesús! ¿Treinta centímetros, Alex?

Alex: ¡Eh, corta el rollo! Dime, ¿cómo sigue tu madre? ¿Ya tenéis los resultados de los análisis?

Rosie: No, aún no. Ahora está pasando unos días con Stephanie para cambiar un poco de aires, y cuando regrese ya deberíamos tener los análisis. La verdad es que no dan la impresión de saber qué es lo que tiene. Estoy muy preocupada. El otro día la miraba y fue como si no me hubiese fijado bien en ella en años. Sin que me haya dado cuenta, mi madre se ha hecho vieja.

Alex: Sólo tiene sesenta y cinco años. Aún es joven.

Rosie: Ya lo sé, pero tenía una imagen mental de ella y esa imagen era de años atrás. De un modo u otro, he seguido viéndola igual desde que era joven. Pero el otro día, cuando la observé con atención echada en la cama del hospital, me pareció vieja. Fue muy chocante. En fin, espero que averigüen lo que le pasa y la curen. No se encuentra nada bien.

Alex: En cuanto os digan algo, cuéntamelo.

Rosie: Lo haré. Se me hace cuesta arriba tener que ir a Galway los días que libro. Por más que quiera a mamá, es toda una excursión. Entre los horarios intempestivos del hotel y los viajes a casa de mi madre para echarle una mano, no he disfrutado de un verdadero día de fiesta en semanas y empiezo a sentirme agotada.

Alex: Por cierto, ¿y qué hace Kevin? ¿No podría colaborar, por una vez en su vida?

Rosie: Buena pregunta. Bueno, siendo justos con Kevin, acaba de comprar una casa y está en plena mudanza con su novia. Si no estuviera tan liado, estoy casi segura de que arrimaría el hombro.

Alex: ¿Kevin ha decidido comprometerse? Me dejas de piedra. De todos modos deberías tener una charla con él e intentar que os ayudara un poco más. Tú no tienes por qué cargar con todo.

Rosie: Verás, tampoco es que lo haga todo yo sola. Steph está cuidando de mamá esta semana, y tiene dos hijos, o sea que tampoco es fácil para ella. («Cuidar de mamá» suena raro, ¿verdad?) Y a mí no me importa, porque quiero estar a su lado. Está muy sola y sé lo que se siente.

Alex: Que pidas ayuda a Kevin no significa que no ames o no quieras ayudar a Alice. Hay que hablar con Kev. Y no tendría que ser necesario hacerlo.

Rosie: Bueno, esperaré hasta que se haya mudado a la nueva casa y si una vez instalado sigue sin mover un dedo, no pienso cortarme un pelo. No visitó a papá ni la mitad de las veces que debería haberlo hecho y me consta que ahora está pagando por ello. Nunca he entendido a Kevin del todo. Siempre ha sido muy suyo. Entraba y salía de casa y nunca le contaba a nadie lo que andaba haciendo. Y luego, cuando papá falleció, de repente pensó que podía hacerse cargo de todo. Ahora que mamá está enferma, se ha vuelto a batir en retirada.

Steph y yo hemos intentado hablar con él un montón de veces, pero no hay manera de hacerle entender las cosas. Es un egoísta, no hay que darle más vueltas. Espera un momento, un autocar ha parado delante de casa. Voy a asomarme a la ventana.

Alex: ¿Era Katie?

Rosie: No.

Alex: Vaya. Bueno, seguro que...

Rosie: Ay, sí que está aquí. Gracias a Dios. Más vale que desconecte el ordenador y me meta en la cama. No quiero que piense que la he estado esperando despierta. Dios, gracias por traerme a mi niña a casa. Buenas noches, Alex.

Alex: Buenas noches, Rosie.


Дата добавления: 2015-10-30; просмотров: 83 | Нарушение авторских прав


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