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España se aleja. Hasta nosotros llegaban numerosos rumores. Ahora parece que todo ha entrado en la normalidad, lo que quiere decir, desgraciadamente, que Franco sigue todavía.
En realidad, las cosas son simples. El régimen falangista ha durado tanto como el de Hitler. Hace algunos meses Alemania estaba en pleno desastre y el régimen de Franco también. Alemania reacciona estas últimas semanas y el Gobierno hitleriano de España se fortalece. Esta comunidad en la desgracia o en la esperanza, este diapasón político, esta misma curva de temperatura, debería iluminar a mucha gente de incurable ceguera.
Durante este tiempo, los medios de la emigración republicana tratan de definirse para actuar. El Parlamento español se ha reunido en México y al doctor Negrín se le ha prohibido hablar en Londres. Es verdad que ha tenido la incalificable audacia de afirmar que España no deseaba ninguna intervención Aliada y que sólo deseaba que cesara el apoyo diplomático que las Naciones Unidas prestan a Franco. Evidentemente tal actitud ofendía el buen sentido.
Hay que creer, no obstante, que el señor Negrín tenía razón, ya que Francia parece mezclarse ahora en el asunto. Se nos dice que el señor Mateu llega el miércoles a París con rango de Embajador de España falangista, cerca del Gobierno francés. El señor Mateu, que posee grandes intereses en la Sociedad Hispano-Suiza, cuyas referencias alemanas son bien conocidas, era el hombre de la situación. Pero si esto resulta verdad, diremos claramente que si él puede ser el personaje más digno para representar a un general, al servicio de los alemanes, no puede serlo para estrechar la mano de otro general que siempre ha estado al servicio de Francia y de la libertad.
La República francesa no tiene nada de común con la dictadura de Franco. Puede que sea justo el que no debamos intervenir en España. Pero el hecho de establecer relaciones diplomáticas aceptando a su representante y reconociendo la fuerza y la injusticia es una intervención. Nosotros tenemos otras tareas. Y si no somos capaces de borrar la vergüenza insoportable del Gobierno de Vichy, entregando a Companys y a otros muchos a los fusiles de la Falange, sepamos al menos callarnos y guardar la más neutra de las actitudes. Eso no representará un honor para nosotros, pero nos evitará una indignidad.
Se nos objetará que hablamos de España con demasiada pasión. Sí, hablamos con pasión, pero hablamos también de justicia con pasión. Ante tanta tontería y tanta crueldad; ante la ceguera de los grandes y su política mezclada con sangre; ante tantos países sometidos a sangrientas y ridículas dictaduras ¿cuál es el hombre que puede hablar sin un estremecimiento de cólera y de pasión? Se nos dirá que existen poderosas razones que aconsejan el mantenimiento de relaciones con Franco. Pero nosotros no reconocemos otras razones que la palabra recta y la libertad del hombre. ¿Qué Razones pueden existir para que estrechemos la mano de un hombre que ha sido el cómplice de todo lo que hemos odiado y combatido?
Si América e Inglaterra no son capaces de juzgar una humillación que no han sufrido, sufrimientos silenciosos que les han sido ahorrados, por nuestra parte no podemos ignorarlos.
Somos los únicos en la Europa libre que podemos hablar alto. ¿Qué se espera para declarar terminantemente que no reconocemos al general Franco, que no lo reconoceremos jamás; que sólo se reconocemos al Gobierno constitucional español, que se reúne en la legalidad y en la esperanza? La pasión se funde aquí con la razón y la verdad. Y no pondremos nunca la pasión que merece la defensa de una causa en las que nuestra razón y nuestra verdad están tan profundamente comprometidas.
Combat, 7-8 de enero de 1945.
Дата добавления: 2015-10-16; просмотров: 84 | Нарушение авторских прав
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