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Cuéntame tus secretos

Donna Alward

2º Serie Circle M

 

Cuéntame tus secretos (07.11.2007)

Título Original: Marriage at Circle M (2007)

Serie: 2º Circle M

Editorial: Harlequín Ibérica

Sello / Colección: Jazmín 2155

Género: Contemporáneo

Protagonistas: Mike Gardner y Grace Lundquist

Argumento:

Es difícil guardar secretos en una ciudad tan pequeña…

Grace Lundquist quería ocultar su dolor. Bella, trabajadora y siempre alegre, todo el mundo la adoraba…

Mike Gardner sabía que Grace escondía algo. Por mucho que intentara alejar al guapo y fuerte ranchero, Grace no podía negar la atracción que había entre ellos. El problema era que nunca podría darle lo que Mike más necesitaba: su propia familia. Lo que ella no sabía era que lo que Mike realmente deseaba era estar con ella.


Capítulo 1

Cuando Mike Gardner subió andando por el sendero de aquella manera, Grace supo que tendría problemas. Y cuando él se detuvo a los pies de su escalera y le echó una miradita, ella tuvo que agarrar la brocha con más fuerza para que no se le cayera. Mike era muy sexy y, a pesar de sus buenas intenciones, ella nunca lograría ser inmune a su encanto.

—Buenos días, Grace.

Ella se enderezó e hizo todo lo que pudo para parecer indiferente mientras proseguía pintando el marco de la ventana.

—Hola, Mike —logró decir a duras penas.

Debía recordar que no hacía tanto tiempo que había hecho el ridículo con él. Hacía muchos años que no había nada entre ellos. Pero ella todavía se avergonzaba al verlo y trataba por todos los medios de asegurarle a él, e incluso a ella misma, que no le afectaba. Pero Mike no necesitaba que ella le adulase de la manera en la que parecía que hacían el resto de mujeres. Sin pensar, Grace se colocó un mechón de su pelo rubio detrás de la oreja, manchándoselo de pintura.

—Te has levantado muy pronto —comentó él, sonriendo.

—Y tú sabías que así lo haría, si no, no habrías venido tan pronto —comprobó la hora de forma significativa en su reloj—. Son las ocho menos catorce minutos.

—¿Ah, sí? Lo siento, pensaba que era más tarde. Seguro que ya has estado haciendo cosas.

—Sí.

Grace se percató de que aquella situación, con ella manteniendo una conversación subida en la escalera, era ridícula, así que suspiró y comenzó a bajar, resbalando en unos de los peldaños.

Mike la sujetó.

—Guau, ya te tengo.

Grace se apartó de él, ya que el hecho de que la sujetara le hacía sentirse demasiado bien.

—No soy uno de tus caballos, Mike.

—No, señorita —dijo él, riéndose—. Es obvio que no lo eres.

No era justo. Grace había sentido algo por Mike desde que había tenido catorce años, pero él la había tratado como si fuese una hermana pequeña. Durante un breve espacio de tiempo, cuando ella había estado en el colegio mayor, habían sido algo más que amigos. Pero parecía que había pasado toda una vida desde entonces. Y que él estuviese flirteando en aquel momento… semanas después de que ella se hubiese puesto en ridículo… era demasiado.

Ella había crecido y era mucho más sensata a sus veintisiete años. Ya no había lugar en su vida para enamoramientos de quinceañeras.

Se puso las manos en las caderas y lo miró.

—Mira, es obvio que no te has acercado hasta aquí para hablar de tonterías conmigo. Dime qué quieres para que así yo pueda seguir trabajando.

Mike se tuvo que dar la vuelta para esconder su sonrisa. Podía ver que Grace estaba enfadada, pero al mismo tiempo estaba guapísima; sus azules ojos reflejaban lo enojada que se sentía. Al haberla visto subida en aquella escalera casi se le había olvidado el motivo de su visita. Y haberla sujetado en sus brazos había provocado que se quedara completamente en blanco.

Se echó para atrás para ver la pequeña casa que ella había decorado y que llamaba hogar.

—Estás pintando.

—Tu poder de deducción me deja impresionada. ¿Cómo te has dado cuenta?

Mike ignoró aquel sarcasmo. Debía de estar cansada. Cuando la noche anterior había pasado por su casa, sobre la una de la madrugada, ella había tenido las luces encendidas, y seguramente se había levantado muy pronto. Deseaba que ella no tuviera que trabajar tan duro. Pero él era la última persona que podía arreglar aquella situación. Por lo menos en aquel momento.

—¿De dónde sacas el tiempo para hacer todo lo que haces, Grace? Siempre que te veo estás ocupada con algo.

Grace pensó que lo sacaba levantándose a las cinco de la mañana.

—Estar ocupada hace que no me meta en problemas.

—Entonces debería odiar preguntarte lo que estoy a punto de preguntar.

Grace se dio cuenta de que Mike hablaba en serio. Normalmente él no decía nada o, si lo hacía, era para bromear. Pero lo conocía desde hacía mucho tiempo y sabía cuándo estaba preocupado.

—¿Qué ocurre?

—Connor llevó a Alex al hospital ayer por la tarde.

A Grace se le nublaron los ojos de preocupación y se le revolvió el estómago. Mike y Connor eran como hermanos, eran mucho más que socios comerciales. Cuando Connor hubo tenido que sacrificar su ganado, Mike y él habían comenzado a ser socios del Circle M.

—¿Es el bebé? ¿Están bien?

Alex esperaba un bebé para dentro de unos pocos meses.

Parecía que Mike no podía mirarla, pero Grace podía sentir lo preocupado que estaba.

—Se ha puesto de parto prematuro, así que la han ingresado. El doctor dice que tendrá que guardar reposo en cama hasta que dé a luz. Es todo lo que sé por el momento.

—¿Y qué pasa con Maren?

Maren era la hija de la pareja. Una princesa de rizos negros con unos preciosos ojos azules como su madre.

—¿Es por eso por lo que has venido? ¿Necesitan que alguien la cuide durante un tiempo?

—No, no. La abuela de Connor está cuidando de ella. Pero… no es justo que te lo pida, pero me estaba preguntando, quiero decir que nos estábamos preguntando, si te plantearías regresar y llevar la contabilidad de la granja durante un tiempo.

—Claro que lo haré. No me importa —dijo, dadas las circunstancias.

—Sé que estás muy ocupada y que…

—Mike, está bien. Alex y Connor también son amigos míos. Me alegra poder ayudar.

—Gracias, Grace —dijo él, claramente aliviado.

—De nada. Trataré de acercarme mañana y comenzar a revisar las cuentas.

Aquello era justo lo que ella necesitaba para atormentarse; ver a Mike un día sí y otro también en el Circle M. Un recordatorio de querer lo que no podía tener. Pero la verdad era que necesitaba hacer algunos arreglos a su pequeña casa de aquel pueblo llamado Alberta, y el dinero no le sobraba.

—Creo que debería marcharme —observó él en voz baja—. Tengo que hacer varios recados y luego, bueno, estamos cortos de mano de obra en el rancho. Y los albañiles vienen a las nueve.

—¿Los albañiles?

Mike sonrió abiertamente y el efecto de ello fue devastador, haciendo que el corazón de Grace se revolucionara.

Los ojos azules grisáceos de él se animaron.

—Sí. Estamos preparando los cimientos para construir mi nueva casa.

Grace se preguntó cómo no se había enterado de aquello. Mike Gardner, con su propio negocio y, en aquel momento, una casa.

—De todas maneras, si necesitas algo, simplemente pásate por Windover —dijo Mike, que se refería a la casa por su legítimo nombre, aunque todo el mundo la conocía por Circle M—. Me voy a quedar allí hasta que la casa se construya.

* * *

 

 

Grace ya había dejado de pintar, pero todavía tenía el pelo manchado de pintura. Se lo apartó de la cara y se dio la vuelta, tomando la ligera falda de algodón que había dejado sobre la cama.

La razón por la que se mantenía ocupada… la verdadera razón por la que estaba aceptando extraños trabajos no era realmente por el dinero, aunque siempre era bienvenido.

Simplemente era para mantenerse ocupada. Su vida estaba muy vacía. No tenía a nadie más que a sí misma por quién preocuparse y eso no iba a cambiar. Así que antes que quedarse en casa desperdiciando el tiempo, trabajaba. Tener las manos ocupadas le ayudaba a olvidarse de los desastres que habían ocurrido en el pasado. Y llevar las cuentas del rancho la tendría aún más tiempo ocupada.

Y no había decidido ponerse una falda porque fuera al Circle M. Era simplemente que aquella falda era lo más fresco que tenía.

Mientras bajaba las ventanillas de su coche, admitió que un poco de dinero extra no era algo que hubiera que despreciar. Su coche era antiguo y ni siquiera tenía aire acondicionado. Arrancó y se dirigió hacia el oeste, hacia el rancho…

El paisaje que rodeaba a la carretera que iba hacia el Circle M era precioso y en aquella época del año, finales de agosto, todo estaba florido.

Cuando por fin divisó la casa principal del Circle M, Windover, pensó que no había cambiado. Pero todo lo demás en el rancho estaba distinto.

La perspectiva de ver a Mike frecuentemente había hecho que Grace soñara con él en más de una ocasión…

Cuando aparcó frente a la casa, se llevó una mano al estómago. Había sido más fácil cuando él no había estado tanto tiempo en el pueblo. Ella había sido capaz de olvidarse momentáneamente del breve romance que habían tenido… si es que alguna vez había podido llamarse romance.

Ella había tenido diecisiete años y él, veintiuno. Durante unas pocas semanas habían sido más que amigos. Durante unas pocas semanas ella había sido enormemente feliz.

Pero cuando la temporada de rodeos hubo comenzado de nuevo, él se hubo marchado sin apenas una explicación. Ella había estado bien durante un tiempo, o eso es lo que había pensado. Habían vuelto a ser amigos las pocas veces que sus caminos se habían cruzado. Y en aquel momento en el que él había vuelto para quedarse, verlo frecuentemente había provocado que resurgieran en ella añoranzas que había creído muertas y enterradas.

Cuando Steve y ella hubieron firmado los papeles del divorcio, se había percatado de que los finales felices en realidad no existían.

Cuando llamó a la puerta, la casa estaba en silencio, así que se acercó a uno de los laterales por si acaso alguien estaba fuera.

Tuvo suerte. Johanna, la abuela de Connor, estaba arrodillada sobre unas flores con la pequeña Maren, parloteando felizmente a su lado.

—Buenos días, señora Madsen.

—Grace, querida. Me alegro de verte —dijo la mujer, levantándose y dándole la mano a la pequeña—. Maren, ¿te acuerdas de Grace, verdad?

De repente la niña guardó silencio y se introdujo el dedo pulgar en la boca.

—Es posible que no se acuerde de mí. No he estado mucho por aquí últimamente.

—Y eso está a punto de cambiar, ¿no es así?

Grace asintió con la cabeza.

—Pensé en venir hoy y comenzar con el trabajo.

—Connor y Mike están fuera, pero tú conoces el sistema. Sé que a ambos les alegra que estés aquí.

—¿Cómo está Alex?

—Monitorizada —explicó Johanna, tomando en brazos a la niña y subiendo al porche—. Por ahora todo va bien, pero a las treinta y dos semanas…

Grace siguió a Johanna dentro de la casa.

—Quieren que ella, y el bebé, tengan más tiempo.

—Exactamente. El médico dice que incluso un par de semanas más pueden suponer una gran diferencia en los pulmones del bebé. Connor está muy preocupado —dijo la señora Madsen.

Entonces colocó a Maren en la sillita.

—Connor pasa casi todo el tiempo en el hospital, y a Mike no se le da muy bien la contabilidad, así que me alegro de que estés aquí para ayudar —continuó diciendo Johanna.

—Haría lo que fuese por… para ayudar —dijo Grace, ruborizándose ante su casi metedura de pata.

Aunque ella sabía que haría lo que fuera por Mike… ¡el resto de mundo no tenía por qué enterarse!

Pero entonces la puerta se abrió, y ella dio un brinco. Cuando Mike entró en la cocina, se echó hacia atrás y no pudo evitar mirarlo.

Estaba guapísimo. Sus pantalones vaqueros y su camiseta marcaban su musculoso cuerpo. Al verla se quitó el gorro con el que siempre trabajaba, y ella pudo ver sus oscuros rizos y cómo una gota de sudor le recorría la mejilla.

—Grace.

—Mike.

—Yo, hum, sólo he venido a por algo de beber.

—Creo que Johanna está preparando té helado.

Ambos se estaban mirando a los ojos, y ella recordó cómo se había sentido cuando él la había agarrado por los brazos el día anterior por la mañana. Mike tragó saliva y se percató de que se estaban mirando el uno al otro como idiotas.

—Me vendría muy bien un té helado, pero usted no está aquí para cuidar de mí, señora Madsen.

Johanna sirvió tres vasos con té.

—Me gustaría saber de dónde viene esa tontería de llamarme señora Madsen. Os conozco desde hace tanto tiempo… incluso os sonaba la nariz, así que llámame Johanna o Gram, como hace todo el mundo.

Mike tuvo que reprimir una sonrisa. Los Madsen eran lo más cercano que él conocía a una familia, sin contar a su prima Maggie.

Johanna miró a Maren y la tomó en brazos.

—Voy a ir a cambiarla —sugirió—. Grace, estoy segura de que recuerdas dónde está el despacho.

—Desde luego. Arreglaré las cosas, no te preocupes.

—Seguro que Mike te ayudará, ¿verdad, Mike?

—Desde luego que lo haré… Gram.

Entonces Johanna se marchó con la pequeña y Mike se quedó a solas con Grace. Pensó que estaba muy guapa aquel día. Como de costumbre. Pero le pareció ver que tenía ojeras, cosa normal en ella ya que siempre estaba trabajando. Se sintió un poco culpable por haberle pedido aquel favor. Debía haber elegido otra manera de solucionar sus problemas.

Pero otra manera hubiera significado que no tendría una excusa para verla y, tras haberla visto en la fiesta de aniversario de los Riley, había querido verla cada vez más. Se había quedado muy impresionado, y saber que Grace todavía sentía algo por él le hacía justificar su propia atracción hacia ella. Una vez ya había dejado que se marchara y lo había estado lamentando desde entonces. Pero saber que ella todavía sentía algo por él cambiaba todo…

No lo iba a reconocer, pero había puesto la excusa de que necesitaba beber algo simplemente porque había visto que ella había llegado.

Para él, Grace era la viva imagen de la feminidad, de la pureza.

—Pareces cansada. Espero que este trabajo extra no te someta a más presión innecesaria.

—Tus cumplidos hacen a una chica sentirse muy bien.

—No pretendí decir que tuvieras mal aspecto.

—Lo estás mejorando. Sabes, no sé qué es lo que ven en ti las mujeres de por aquí —no pudo evitar decir Grace.

Pero al segundo se ruborizó. Ambos sabían que estaba mintiendo. Él sabía que ella era una de esas mujeres.

—Pero te puedo asegurar que puedo soportar un poco de, como dices tú, presión innecesaria. No estoy hecha de cartón, Michael —dijo su nombre completo, ya que sabía que a él no le gustaba.

Mike se había vuelto a poner su gorro.

—¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte?

Grace lo miró y pudo ver la calidez reflejada en los ojos de él; pero para ella estaba claro que Mike no sentía nada por ella. Los hombres que se interesaban por una mujer le hacían cumplidos, no le decían el mal aspecto que tenía.

—Sí, Mike, hay algo que puedes hacer por mí. Puedes apartarte de mi camino y dejarme hacer mi trabajo.


Capítulo 2

Grace cerró el talonario de cheques y suspiró. Alex había hecho un buen trabajo con la contabilidad, pero iba con un par de meses de retraso. Era normal; estaba embarazada y tenía una pequeña a la que cuidar. Y en verano era la época de más actividad de la granja.

No sabía si tener que estar tan cerca de Mike tan a menudo iba a suponer una bendición o una maldición.

Pero estaba muy contenta, ya que le encantaba la contabilidad. Y aparte, necesitaba el dinero. Era un pueblo pequeño y no conseguía suficiente dinero con los pequeños trabajos de contabilidad que realizaba. También ofrecía sus servicios como mujer de la limpieza. Le daba la posibilidad de ganar más dinero y le permitía no estar tan sola.

El día anterior, por ejemplo, había estado todo el día limpiando para la señora Darrin. Una vez hubo terminado de limpiar, había planeado regresar a su casa para terminar de pintar. Pero la señora Darrin se había sentido enferma y le había pedido que se ocupara también de su jardín. Así que se hubo quedado. Había cortado el césped y quitado las malezas.

Y después de aquello se había quedado para tomar el té. Apreciaba tener relaciones sociales casi tanto como el dinero que le pagaban. Pero como había trabajado durante mucho tiempo en casa de la señora Darrin, se había tenido que levantar a las cinco de la mañana para terminar de pintar y poder pasar el día trabajando en Windover.

—¿Cómo va todo?

Al oír la voz de Mike, Grace se giró en la silla muy bruscamente.

—Dios, Mike, ¿cómo demonios logras asustar a la gente de esta manera?

—He hecho el suficiente ruido como para despertar a un muerto. Estabas en las nubes.

Grace se quedó mirando una gota de sudor que le recorría a Mike por la garganta. Había algo muy atractivo sobre el trabajo manual que él hacía.

—No… no tienes puesto el gorro —tartamudeó ella, sintiéndose estúpida ante aquel comentario.

—Tiene que estar en algún sitio por aquí.

Aquello era una locura. Cada vez que él no estaba delante, ella se juraba a sí misma que no iba a dejar que él la afectan de aquella manera, pero cada vez que lo veía se convenía en una idiota. Se dio la vuelta y tomó su bolígrafo rojo.

—Todavía tengo trabajo que hacer, así que, a no ser de que haya algo que necesites…

Entonces él se acercó y puso una mano en el reposabrazos de la silla, girándola levemente.

—He venido a pedirte otro favor. Se lo pediría a Johanna, pero…

—Pero una mujer de su edad… detrás de una pequeña de casi dos años, es demasiado para ella. Lo sé. ¿Qué quieres?

Mike la miró con sus ojos grises, y ella hizo lo mismo. Cuando sus miradas se encontraron, fue como si aquellos diez años no hubieran transcurrido. No fue capaz de apartar la vista.

—Alex regresa a casa esta noche, y yo me preguntaba… Como sé que ella tiene que mantener reposo y todo eso…

—¿Quieres preparar algo agradable?

—Sí —dijo él, sonriendo tímidamente.

Aquello era una de las cosas que a ella le gustaba de él; parecía muy masculino y fuerte, pero luego se mostraba muy amable.

—Y quieres que yo te ayude.

—Es que yo no sé mucho de este tipo de cosas. Y Connor está con Alex y no puede ayudar.

—Puedo preparar una cena especial —ofreció ella—. Puedo arreglar a Maren, preparar un recibimiento sencillo con la familia.

—Gracias, Grace. Es perfecto.

Grace recordó que tenía su propia casa muy sucia. Pero no importaba. Nadie la iba a ver aparte de ella. Suspiró y pensó que pasar la tarde con los Madsen le vendría muy bien.

Mike oyó el suspiro y lo malinterpretó.

—Lo siento. No debería haber preguntado. Tienes mucho que hacer y estás ocupada. Puedo pedir que traigan algo de un restaurante.

—No. No es eso. Me gustaría…

Mike cambió de humor tan rápido que le impresionó. Esbozó una dura mueca. Parecía enfadado con ella, y Grace no tenía ninguna idea de por qué sería.

—Siempre es así, Grace. Siempre te gustaría. Cada vez que alguien te pide un favor, ahí estás tú. Te estás matando a trabajar, ¿y para qué? Es obvio que estás agotada. Pedir comida a domicilio sería mejor… así tú descansas un poco. Debería haber pensado en eso antes.

De nuevo, él le estaba diciendo lo cansada que parecía. Grace se enfureció. Él no sabía nada de su vida y no era nadie para decirle lo que debía hacer.

—¿Sabes una cosa, Mike? Soy una chica mayor y creo que conozco mis límites.

—Creo que no los conoces —dijo él con dureza—. Trabajarías sin parar si te dejara. No te preocupes por la cena. Olvídate de que lo he mencionado.

—¿Sabes? Estás comenzando a enfadarme —contestó Grace.

Para alguien que no fuese Mike, aquello habría sonado a amenaza.

—¿Si tú me dejaras? No recuerdo haberte pedido permiso, Mike Gardner. Si no tuviera tiempo para hacerlo, te lo diría. ¿Cuándo ha sido un problema para mí pasar tiempo con Connor y Alex? No tengo nada que hacer por la tarde.

¡Estupendo! Debido a su enfado, iba a parecer que ella no tenía vida social.

—Podrías dormir —continuó Mike—. Veo lo duro que trabajas, Grace. Limpias la mitad del pueblo y llevas la contabilidad de la otra mitad. ¡Un día de éstos te vas a poner enferma!

Grace se levantó de la silla, a punto de llorar debido a la rabia que sentía.

—¿Quién te crees que eres para criticarme? ¿Eres mi ángel de la guarda?

A Grace le gratificó ver que él se echaba para atrás.

—Bueno, ¡si tú no vas a cuidar de ti misma, alguien tiene que hacerlo!

—¡Por si no te habías dado cuenta, soy una mujer adulta!

—Oh, ¡claro que me he dado cuenta! —espetó él.

Entonces se creó un tenso silencio.

—Bien, me alegro de que hayamos aclarado este asunto. Ahora apártate de mi camino. Si voy a preparar la cena, tengo que terminar con eso —Grace le dirigió una fulminante mirada—. Sin tu interferencia.

Mike se dio la vuelta. No le suponía ningún problema apartarse del camino de Grace, sobre todo cuando ella lo atacaba de aquella manera. Se podía ir olvidando de que él fuera a preocuparse de nuevo por su bienestar.

Salió de la casa y se dirigió a los cimientos donde la suya propia iba a ser construida.

Ella no entendía nada. Siempre la había visto como a una hermana pequeña, pero cuando hubo crecido, él se había percatado de ello. Ella había sido la imagen de la belleza inocente. Durante un tiempo se había permitido preocuparse de ella y había dejado que ella hiciera lo mismo con él. Durante un corto periodo de tiempo había dejado que fuese su corazón el que mandara y no su cabeza. La había abrazado y besado. Pero se había enamorado demasiado rápido y había sabido que una vez que ella hubiese visto cómo era él en realidad, habría salido corriendo. Por eso, en cuanto hubo comenzado la temporada de rodeos, él había tomado el coche y se había marchado sin mirar para atrás.

Cuando ella hubo regresado al pueblo tras haberse divorciado, él había estado por allí unas semanas y se había quedado impresionado al verla. Se había convertido en una mujer preciosa. Era más que guapa; era exactamente lo que una mujer debe ser.

Al acercarse a los cimientos de su futura casa, bromeó con los obreros y ayudó, pero ella permanecía en su mente.

Aquel mismo verano, en la fiesta de aniversario de los Riley, Grace había bebido demasiado y habían bailado juntos. Viejos amigos…

—Mike, eres tan guapo —le había dicho ella, sonriendo abiertamente.

Él había bromeado sobre ello, pero ella había permanecido impertérrita.

—Apuesto a que también eres bueno en la cama. Hemos estado especulando sobre ello.

Aquello había impresionado a Mike, por decirlo suavemente, y le había avergonzado. No había sabido cómo responder. Había creído que ella había dejado su aventura amorosa en el pasado, sobre todo al haberse mudado a Edmonton y haberse casado. Él sólo había regresado para quedarse a vivir en el pueblo en primavera.

Mientras habían estado bailando, había sentido las sexys curvas de ella.

—¿Piensas sobre eso? —le había preguntado claramente.

Hubo parecido que ella se había dado cuenta de repente de lo que había dicho, ya que se hubo enderezado y ruborizado.

—Cállate —había ordenado ella—. Olvida lo que he dicho.

El cambio de tono de voz de ella había tranquilizado a Mike. Pero el problema era que él no había podido olvidarlo. No había hecho otra cosa que pensar en ello desde entonces, preguntándose cómo les iría juntos. Quería besarla, abrazarla…

Pero Grace se merecía otra cosa que fuera mejor que un ex jinete con un turbio pasado. Y de alguna manera iba a demostrarle que él era mucho más que eso. Simplemente necesitaba tiempo.

 

 

Mike se detuvo en la puerta, respirando profundamente. Había sido demasiado duro con ella; la razón había sido que odiaba verla trabajar tanto, pero no había expresado bien su preocupación, y ella se había enfadado con él. Esperaba que ya no lo estuviera.

No llamó a la puerta, simplemente entró. Al pasar por la cocina, se detuvo en la puerta al ver a Grace llevando los platos a la mesa.

—A la mesa le falta algo.

Ella levantó la cabeza, sorprendida.

—¿Cuándo has entrado?

—Hace un segundo. La cena huele muy bien.

—Es sólo pollo y ensalada. He vestido a Maren, y Johanna la ha llevado consigo al hospital. Regresarán todos juntos.

—Pensé que podías utilizar algunos adornos —dijo él, entrando en la cocina y mostrándole lo que tenía en las manos.

—Flores. ¿Has cortado flores del jardín?

—Pensé que quizá harían que las cosas parecieran un poco más especiales —dijo, entregándoselas.

No había llevado flores a una mujer desde que había estado en el colegio y había querido impresionar a una de las madres adoptivas que había tenido.

—También pensé que te suavizarían un poco y que me disculparías.

—¿Disculparte?

—Siento que antes nos hayamos peleado —dijo, sin ser capaz de decir que sentía todo lo ocurrido, sentía haberla disgustado.

—Yo también lo siento.

Entonces sus miradas se encontraron. Ella estaba preciosa, y él se preguntó qué haría ella si se acercase y la besara, como había estado deseando hacer desde hacía semanas…

—Simplemente estaba preocupado, eso es todo. Te conozco desde hace mucho tiempo, Grace. Simplemente quiero que te cuides.

Grace colocó las flores en un jarrón en medio de la mesa.

—Gracias por preocuparte, Mike, pero no tienes por qué hacerlo. Llevo tiempo cuidándome a mí misma.

Mike pensó que claro que lo había hecho. Llevaba viviendo en el pueblo cinco o seis años. Vivía sola. Pero eso no evitaba que él sintiera un instinto de protección sobre ella.

Entonces se oyeron voces en la casa.

—Creo que ya han llegado —observó Grace—. Justo a tiempo. El pollo está preparado.

Cuando Alex y Connor entraron con su pequeña, Mike forzó una sonrisa.

—Bienvenidos a casa.

—Oh, no teníais que haberos molestado —dijo Alex con los ojos llenos de lágrimas. Entonces miró a Grace—. ¿Tú has hecho esto?

—Fue idea de Mike. Agradece que yo haya cocinado y no él.

Todos rieron, incluyendo a Mike.

—Yo prepararé el café. Todo lo demás se lo confío a Grace.

—¡Qué listo! —replicó Grace.

Alex sonrió y abrazó a Mike.

—Eres un blandengue —le susurró al oído.

—No digas nada. Eso es un secreto —susurró él a su vez. Entonces se enderezó—. No trabajes. Nosotros vamos a cuidar de todo para que tú te ocupes simplemente de cuidar ese paquete que llevas ahí —dijo, señalando la barriga de Alex.

—Eso es lo que yo le he estado diciendo —dijo Connor, colocando a Maren en su sillita y dándole una galleta—. Nada es más importante que cuidar de nuestro bebé.

Mike miró a Grace, la cual tenía una extraña expresión reflejada en la cara mientras miraba a Alex… como dolida. Entendía que se sintiera de aquella manera por la preocupación por su amiga, pero había algo más. Una profunda tristeza. No entendía por qué ver a Alex la ponía triste.

Grace se percató de que estaba mirándola y sonrió, borrando aquella triste expresión de su cara como si nunca la hubiese reflejado.

—¿Puedes servir el pollo, por favor, Mike? Yo voy a sacar el resto de la comida del frigorífico.

Todos se sentaron a cenar, pero Mike no pudo quitarse de la cabeza la triste expresión de Grace.

 

 

Connor y Alex estaban acostando a Maren, y Johanna estaba limpiando la cocina. Grace había tratado de ayudar, pero Johanna se lo había impedido. Entonces, como sabía que no debía simplemente marcharse a su casa, salió al jardín. Estaba anocheciendo. Suspiró, sabía que si se marchaba a su casa en aquel momento terminaría sintiendo pena por ella misma. A pesar de las preocupaciones que tenían, los Madsen eran una familia feliz. Ella había pensado que algún día tendría una igual, pero en aquel momento sabía que nunca ocurriría. La mayoría del tiempo lo llevaba bien, pero en un momento como aquél… le dolía y le hacía lamentar lo que nunca tendría.

Nunca tendría su propia familia…

—Hace una noche muy bonita, ¿verdad? —dijo Mike, interrumpiendo los pensamientos de ella.

—Sí.

—¿Vas a contarme por qué estás tan triste?

Mike estaba detrás de ella, que le estaba dando la espalda. Si lo miraba, no sabía si sería capaz de contenerse y se crearía una situación muy incómoda.

—Estoy bien, simplemente disfrutando de la noche.

—Grace Lundquist, mientes muy mal.

Ella suspiró, deseando que él se quedara detrás de ella.

Cerró los ojos.

—Déjalo, Mike.

Durante un momento, él guardó silencio, y ella se preguntó si se habría ido. Pero entonces él volvió a hablar.

—No puedo.

Grace se preguntó por qué tendría él que preocuparse tanto por ella de repente. Él no veía en ella nada más que a una amiga y, aunque lo hiciera, no significaría mucho, ya que él no se quedaba con nada ni con nadie mucho tiempo. Y a ella no le gustaban ese tipo de relaciones.

A ella le preocupaba Mike, eso era verdad, pero no podía permitirse acercarse demasiado a él. No confiaba en que él no fuera a abandonarla de nuevo, y no quería cometer el mismo error dos veces.

Se llevarían mucho mejor si sólo eran amigos.

Mike puso una mano sobre su hombro y ella se apoyó en ella.

—Estoy bien. Te lo prometo.

—Durante la cena no parecía que estuvieses bien. Parecía como si todo tu mundo se estuviese desmoronando a tu alrededor.

Grace se forzó a sonreír y se giró para así mirarlo a los ojos, que reflejaban preocupación. La tomó de los dedos.

Ella apartó la mano.

—¿Cuándo te has vuelto tan dramático, Mike? Mundos desmoronándose. Como si eso ocurriera.

—Si no estuvieras disgustada, ¿qué es lo que haces aquí fuera en la oscuridad?

—No quería ser impertinente. Debería marcharme a casa.

—No deberías preocuparte por ser impertinente. Yo vivo aquí. No puedes entrometerte más de lo que ya lo hago yo.

—Es sólo temporal.

—Sí, lo es. Tengo muchas ganas de tener mi propia casa.

Grace lo miró, contenta de que hubieran cambiado de conversación.

—Parece gracioso el que vayas a tener tu propia casa y estés atado a un negocio. Nunca has sido de esa clase de personas.

—Y no lo era. No lo he sido durante mucho tiempo. Pero las cosas cambian.

—¿Qué cosas? —Grace inclinó la cabeza, curiosa.

—No tenía sentido estar de aquí para allá sin ningún propósito, buscando algo sin saber qué era. Llegó un momento en el que quería establecerme, encontrar un lugar para mí. Construir un negocio. Crear un hogar, incluso una familia.

Grace sintió como si sus huesos se derritieran. Tenía que escapar. Mike, una casa y una familia. Palabras que nunca había esperado oír de sus labios..

Sintió unas ganas desesperadas de llorar y se mordió el labio para contenerse.

—Tengo que marcharme —dijo, corriendo hacia su coche, montándose y arrancando.

Lo que Mike estaba buscando en aquel momento era lo que ella nunca sería capaz de darle.


Capítulo 3

Grace se levantó de la cama. Se había resfriado y se encontraba muy mal. Todo lo que deseaba era quedarse en la cama, lo que era una pena, teniendo en cuenta el fabuloso día otoñal que hacía.

Al día siguiente era día de pago en el Circle M. Alex estaba guardando reposo en cama y dependía de ella que se escribieran los cheques. Se sentó en la mesa, pensando que de ninguna manera podía ir al rancho aquella mañana. La última cosa que Alex, o Maren, necesitaban era que les contagiara el catarro.

Quizá alguien del Circle M., podría acercarle los documentos necesarios. Se levantó y telefoneó para arreglarlo…

 

 

Mike aparcó su furgoneta, tomó las carpetas con los documentos y salió fuera. Se dirigió hacia la puerta trasera, donde sabía que a ella le gustaba sentarse a leer. Iba a dejar el libro de contabilidad y el talonario de cheques, pero también iba a asegurarse de que ella estuviese bien.

Pareció que Grace tardó mucho en contestar a la llamada de la puerta y, cuando lo hizo, Mike tuvo que esforzarse para no quedarse boquiabierto.

Estaba vestida con pantalones vaqueros y una camiseta de seda azul que le hizo la boca agua. Tragó saliva. Era una combinación de inocencia y seducción y, por un momento, se imaginó agarrándola por los hombros y besándola apasionadamente. Pero la toalla que llevaba alrededor del pelo habría dificultado un poco las cosas…

—Estoy interrumpiéndote.

—Está bien —dijo, congestionada—. Pasa.

Mike la siguió dentro de la casa.

—Gracias, Mike, por traerme los documentos de la contabilidad.

—Parece que estás muy resfriada.

Cuando Johanna le había dicho que Grace estaba enferma, en lo primero que había pensado él había sido en ofrecerse voluntario para llevarle los documentos. Quería cuidar de ella. Había algo en Grace que le inspiraba esa necesidad de protegerla.

—He intentado mejorar con té y miel y he tomado un descongestionante nasal, pero todavía no ha surtido efecto —explicó ella, apoyándose sobre la encimera de la cocina.

—Sí, bueno, puedes llevar los cheques cuando los termines. Mañana es día de pago, pero los muchachos entenderán si te retrasas un poco. Tendrías que quedarte un día en cama.

Grace miró a los ojos de Mike y él se percató de lo ruborizada y preciosa que estaba ella. Imaginársela en la cama no le ayudaba a mantener su salud mental.

—Sabes que los entregaré a tiempo.

—No pasa nada. Tienes que descansar —insistió él.

—¿De repente te has convertido en médico?

Grace se apartó de la encimera, cruzándose de brazos.

—Estás enferma. Nos pasa a todos.

—Exactamente. Y el mundo no se detiene porque alguien tenga un resfriado. He dicho que tendré los cheques preparados a tiempo, y así será. Además, tengo otro trabajo que hacer que no tiene que ver con el Circle M con el que no me quiero retrasar.

Mike no se pudo contener.

—Trabajar, trabajar y trabajar. ¡Es todo lo que haces! —espetó.

—Sí, trabajo mucho. ¡Por si no te habías dado cuenta, no tengo un desbordante calendario social y, como el resto del mundo, tengo facturas que pagar!

Se dio la vuelta, enfadada consigo misma por haber caído en las provocaciones de Mike. Se le cayó la toalla del pelo y la sujetó con una mano, apartándose el pelo de la cara con la otra.

Mike la miró durante largo rato.

—¿Estás teniendo problemas financieros, Grace? —preguntó, preocupado.

—No… no tengo ese tipo de problemas —Grace suspiró—. Pero tampoco me sobra el dinero.

—Permíteme ayudarte.

Ella lo miró a los ojos, titubeando levemente ante la sincera preocupación que vio reflejada en ellos. Pero no, no era su problema y hacía mucho tiempo que ella había aprendido que sólo podía depender de sí misma. Se enderezó.

—Gracias, pero estoy bien. Me gusta trabajar, Mike.

—¿No puedo preocuparme por ti?

—Ya no tengo doce años, Mike —dijo Grace, tratando de mantenerse calmada—. Ya no tienes que estar defendiéndome.

Mike rió, suavizando un poco el ambiente.

—A mí me parece que hubo un tiempo en el que eras tú la que me defendías a mí.

Grace se ruborizó, deseando que él se olvidara de aquello. Incluso cuando habían sido niños, ella había salido en su defensa cuando los otros no lo habían hecho.

—Gracias por tu preocupación, pero estoy bien. Debes de tener trabajo que hacer. Llevaré los cheques cuando haya terminado de hacerlos.

No esperó a que él se marchara. Tomó los documentos y se dirigió al salón. Cuando oyó la puerta trasera cerrarse, respiró profundamente.

 

 

Mike le dio a Thunder una última palmadita afectuosa y salió del establo. Thunder y Lightning eran los primeros caballos que había comprado.

Durante años, su camino se había cruzado con el de Grace y, siempre que eso había ocurrido, él se había preocupado por ella, tanto si ella se había dado cuenta como si no.

Cuando ella había conocido a su marido, él había estado fuera en los circuitos y, cuando hubo regresado, ella ya se había ido… Se había casado con diecinueve años y se había ido a vivir a Edmonton. No podía cambiar el pasado. Después de todo, él había sido el que se había marchado.

Pero deseaba a Grace de todas las maneras posibles. Durante un largo periodo de tiempo había abandonado la idea de que pudiese ocurrir, ya que pensaba que había desperdiciado su oportunidad. Pero en aquel momento… había vuelto y sabía que, si hacía las cosas bien… habría esperanza.

Entonces vio el coche de ella llegar. Había cumplido su palabra sin importar lo enferma que estuviera…

 

 

Grace oyó cómo él abrió la puerta principal. En realidad, había estado esperando oírlo. Había elegido esperar en la cocina en vez de en el íntimo estudio. No quería estar allí mucho tiempo; no quería contagiar a Alex o a Maren.

Aunque no levantó la mirada, supo cuándo Mike se acercó a la puerta. El aire cambió.

—Hola, Mike. Ya tengo preparados los cheques.

—Estupendo —dijo él, entrando en la cocina—. Me alegra que hayas podido incluirlos en tu agenda.

Cuando ella levantó la vista, le costó mantener la boca cerrada. Mike estaba… formidable. Respiró profundamente, tratando de mantenerse calmada. Era irónico que con sólo estar allí de pie él pudiera provocarla.

Su aspecto dejaba claro que estaba enfadado por algo, pero ella no tenía ni idea de por qué podía ser.

—Tomé algunas medicinas y dormí un poco —dijo, todavía un poco congestionada—. No me ha costado nada tener los cheques preparados.

Entonces volvió a centrar su atención en los sobres con los cheques.

—Quería traerlos, ya que tengo trabajo que hacer para mañana.

—¿Estando así de enferma?

—Estoy mucho mejor, gracias. Para tu información, mis planes eran irme a casa, prepararme una sopa y ver una película hasta que me quedara profundamente dormida, para así levantarme completamente curada —dijo, sin molestarse en camuflar el sarcasmo de su tono de voz.

Mike esperó unos segundos antes de hablar.

—¿No te has planteado descansar durante un par de días? ¿Te cuesta decirle a la gente que no?

Grace lo miró con los ojos desorbitados debido al duro tono de voz que había empleado.

—No me cuesta hacerlo. ¿Cómo es esto? ¿Quiero discutir esto contigo de nuevo? ¡No! —espetó, dándose la vuelta.

Se preguntó por qué todo se había convertido en una pelea con Mike en los últimos días. Parecía como si él pensara que tenía derecho a decidir cosas sobre su vida.

—No me has entendido esta mañana. No voy a discutir sobre mi agenda o salud contigo.

—Bueno, pues bien. ¡Es estupendo, Grace!

—Sabes, Mike, no me gusta esta actitud protectora que pareces haber adoptado últimamente. ¿Qué te da el derecho de establecer cómo debo vivir mi vida?

—¿El derecho? —preguntó él, acercándose a ella—. ¡El hecho de que es obvio que necesitas que alguien lo haga para no dejarte tomar decisiones desastrosas! —su voz resonó por toda la sala.

—Habla más bajo —advirtió ella—. Hay otras personas en esta casa que probablemente estén tratando de descansar.

Mike se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones, pero no se movió.

—Ésta es mi vida, Mike —susurró con dureza—. Mis decisiones. Mis errores. Nadie, incluyéndote a ti, me va a decir lo que puedo o no puedo hacer. Francamente, ir a trabajar cuando uno tiene un resfriado no se puede calificar como una «decisión desastrosa».

—Odio que te preocupes de todo el mundo menos de ti. Algún día, Grace, te va a pasar factura, y entonces… ¿qué harás?

En ese momento le acarició la mejilla a Grace, sorprendiéndola.

—Sólo quiero asegurarme de que estés bien.

—Yo puedo cuidar de mí misma —dijo ella, que se estaba relajando ante aquella caricia.

—Quizá —dijo Mike, comenzando a acariciarle la otra mejilla al mismo tiempo.

Grace se quedó sin aliento. Vio cómo la estaba mirando él… estaba traspasándola con la mirada.

—¿Por qué te importa?

—Me importa —dijo él, mirándola a los labios—. Tú me importas.

Grace tragó saliva. ¿Le importaba a Mike? Él la estaba mirando de una manera diferente… y los amigos no se miraban a los labios como estaba haciendo él en aquel momento.

—No puedo dejar que sufras, Grace… —susurró él, acercándose a su boca.

Ella tomó las muñecas de él y las apartó de su cara. Se alejó de él.

—¿No puedes dejar que yo sufra? —preguntó, mirándolo.

Él estaba frunciendo el ceño, confundido.

—No lo entiendes, Mike. Dices que no puedes dejar que yo sufra. Y yo no puedo dejar que tú tomes decisiones por mí —dijo, conteniéndose de decir «otra vez no».

—¿Ni incluso cuando te equivoques?

—Entonces serán mis errores, no tuyos. Gracias por tu preocupación, pero es infundada.

—Hace un momento casi me besas.

A Grace le dio un vuelco el estómago. Sí, casi le había besado. Y su cuerpo todavía ansiaba saber si besarlo seguiría siendo lo mismo. O si sería diferente. O mejor…

—Creo que has sido tú el que casi me ha besado —dijo, mirando de bromear.

—No hagas eso. No cambies el asunto. Aquí hay muchas más cosas involucradas de las que admitidas.

—Eso es, hay muchas cosas involucradas —afirmó ella—. Estás siendo muy torpe conmigo, ¿no te parece?

—Ahora mismo no sé qué pensar.

—Ya somos dos.

—Maldita sea, Grace. Simplemente estoy tratando de protegerte.

—Y yo te estoy diciendo que no quiero ni necesito tu protección.

—Bien. Entonces ya no hay nada más que decir.

Mike salió a toda prisa de la cocina y, segundos después, se oyó un portazo en la puerta principal. Entonces se oyó cómo Maren comenzó a llorar; se había despertado por el ruido. En poco tiempo Johanna aparecería por la cocina, y lo último que quería Grace eran más preguntas.

A toda prisa metió el último cheque en un sobre y garabateó una nota, dejando todos los documentos en el centro de la mesa. Cuando salió hacia su coche, vio que Mike se había ido.

Entonces se marchó de allí, pero cuando llevaba sólo un momento en la carretera, comenzó a sentir algo raro y notó cómo el coche hizo un movimiento extraño que provocó que ella se golpease la frente contra el volante… para luego detenerse.

—No, no, no —gritó, desesperada por salir de la carretera—. No me abandones ahora, pequeño.

Desafortunadamente el vehículo no estaba escuchando, porque no se movió del medio de aquella sucia carretera. Entonces Grace apagó el motor y salió del coche.

Algo olía a quemado. Se agachó para ver debajo del vehículo y vio cómo caía un fluido rojizo de él.

Se levantó, respirando profundamente. Ella estaba bien. Aquello no era como la otra ocasión. El coche se había detenido, pero ella no estaba herida. Entonces abrió la puerta del conductor y, sujetando el volante, logró llevar el coche hasta el arcén.

Jadeando por el esfuerzo, se sentó en el parachoques y respiró profundamente. Estaba muy sentimental y sintió ganas de llorar.

Entonces se levantó y subió el capó, como si fuese a saber qué le había ocurrido al coche sólo con mirar el motor.

Que Mike le estuviese prestando toda aquella atención la estaba volviendo loca. Pero era lo que ella había querido, había querido que Mike la viera con otros ojos.

Bajó el capó de nuevo y suspiró, recordando la caricia de él sobre sus mejillas y lo cerca que sus labios habían estado de los suyos. Él tenía razón. Había algo entre ambos.

Mike estaba cambiando. Estaba asentando la cabeza. Estaba mirando hacia el futuro y, probablemente, hacia una familia. Todo lo que ella había querido por aquel entonces.

Y por esa razón no debía ocurrir nada entre ambos. No si ella quería ser justa.

Entonces comenzó a dirigirse hacia el rancho. Tenía que regresar para telefonear y que alguien remolcara el coche.

Mientras caminaba, vio la figura de alguien a caballo en una pradera a su izquierda. Siguió andando. Podía ser cualquiera de los muchachos del rancho.

El jinete se acercó y ella pudo reconocer el gorro y después al caballo. Era Mike. Estaba montando a Lightning.

Siguió andando, ignorándolo.

—¿Tienes problemas, Grace?

—Estoy dándome el paseo de por las tardes —contestó ella secamente.

—Ya veo. ¿Se te ha parado el coche?

—Voy a regresar para telefonear al taller y que lo remolquen.

—Queda mucho hasta llegar al rancho. Y te van a salir ampollas en esos preciosos piececitos.

Grace se detuvo, dirigiéndole una fulminante mirada. Entonces se quitó las sandalias y comenzó a andar de nuevo… descalza.

Mike se rió abiertamente.

—Sé que odias que los hombres lleguen a tu rescate y que te digan lo que tienes que hacer.

—Eso suponiendo que una necesite que la rescaten —dijo ella, mirando la carretera. Si lo miraba a los ojos, él sabría que le había llegado al corazón.

—Pero si no me permites ayudarte…

Grace esbozó una mueca ante el tono tan formal que utilizó Mike.

—A Lightning y a mí nos gustaría llevarte de vuelta al rancho.

Entonces ella se giró y lo miró abiertamente por primera vez desde que había aparecido a su lado en la carretera.

Siempre tendría debilidad por Mike Gardner. Simplemente con mirarlo, con verlo polvoriento, montando a su caballo favorito… sonriendo… no podía resistirse.

—Está bien —dijo finalmente, poniéndose de nuevo las sandalias y dirigiéndose a la valla.

—¿Qué te ha ocurrido?

De repente, la voz de Mike cambió y ella miró hacia arriba, confundida.

—¿Estás bien?

—Desde luego. ¿Por qué no iría a estarlo?

Mike sacó un pañuelo de su bolsillo, poniéndoselo en la frente. Ella hizo un gesto de dolor, sorprendida ante ello.

—¿No te habías dado cuenta?

—Debo haberme golpeado la cabeza.

—Estás sangrando, sobre todo en la cabeza. ¿Qué ha ocurrido?

—El coche se ha quedado como muerto. Noté un gran golpe y el coche ya no se movió.

Grace trató de no pensar en lo delicadas que eran las manos de Mike al tratar de cubrir su herida.

—¿Un golpe? El coche debe de haberse quedado sin transmisión.

—Quizá. Pero no arranca —dijo ella, apartando las manos de Mike de su cabeza—. Estaba soltando un líquido rojo por debajo. No sé si eso te aclara algo.

—Parece un problema del fluido de transmisión. ¿Puedes montar? Te ayudaré.

—No estoy realmente herida —protestó ella, poniendo el pie en el estribo.

Mike la agarró con fuerza por la cintura para ayudarla a sentarse en la silla de montar, que era grande, pero no estaba hecha para dos personas. Él estaba detrás de ella, agarrando las riendas con la mano derecha y la cintura de ella con la izquierda.

Aquello era lo más cerca que había estado de él durante varios años, y sentirlo presionando su cuerpo le trajo recuerdos del pasado. Estaba tan cerca que podía sentir el latido de su corazón en su hombro.

Por mucho que estuviera enfadada con él, el estar arropada por su cuerpo provocó en ella una excitación sexual. Había tenido diecisiete años cuando había salido con él y, desde entonces, cada vez que él la había tocado, le había dado vuelcos el estómago. Y en aquella ocasión no era diferente. Sus latidos se revolucionaron.

Entonces se dirigieron hacia el rancho y ella se sintió tan en peligro como no lo había hecho en mucho tiempo. Un peligro que no tenía nada que ver con caballos o coches, sino que tenía todo que ver con un cowboy llamado Mike Gardner.


Capítulo 4

Mike guió a Lightning a los establos. Al llegar, desmontó y Grace sintió inmediatamente la pérdida de la sensación de su cuerpo presionando al suyo.

Entonces él la ayudó a desmontar.

En ese momento, si él se hubiera echado levemente para delante, ella se hubiese olvidado de todas las razones por las que él la enfurecía y lo hubiera besado. Hubiera puesto sus labios sobre los de él para ver cómo se sentía, para ver si él seguía sabiendo igual a como ella recordaba. Era la segunda vez en aquella tarde que sentía la necesidad de hacerlo…

Al bajarla al suelo, Mike se marchó a colocar a Lightning en su compartimiento.

Grace respiró para recuperarse. Tenía que ir a la casa para telefonear al taller; se puso enferma al pensar en la posibilidad de que el coche no pudiese ser reparado. Se preguntó qué haría en ese caso. No podía permitirse comprar uno nuevo.

Se dirigió a la casa y telefoneó al taller de Bob, donde Phil contestó al teléfono. Él era el hijo de Bob. Le prometió que alguien iría a por su coche en la próxima hora. Cuando estaba colgando el teléfono, Mike entró.

—¿Has conseguido una grúa?

—Sí. Phil va a mandar a alguien.

—Estupendo.

Grace pasó por su lado, saliendo al porche.

—Sí, bueno, va a ser una molestia estar sin el coche. Dios sabe cuánto tiempo van a tardar en arreglarlo.

—Si es un problema de transmisión, y parece que así es, puede que tarden un tiempo.

Mike se acercó a ella y le tocó con cuidado la herida que tenía en la frente.

—Deberías utilizar el cinturón de seguridad. En serio, Grace. ¿Estás segura de que estás bien?

Ella se apartó de él… y de sus críticas.

—¿Tú, el señor Contusión, me vas a dar lecciones sobre cinturones de seguridad? Para tu información, lo llevaba puesto. Simplemente no funcionó correctamente. No tienes que reprenderme por ello.

—Alguien tiene que hacerlo. Podrías haber resultado seriamente herida si el coche se hubiese salido de la carretera.

Grace se dio la vuelta para marcharse, pero él la agarró del brazo.

—¿Y si tienes una contusión? ¿Te duele la cabeza? ¿Estás mareada?

Mike no le soltaba el brazo y ella tuvo que luchar contra la excitación que comenzó a recorrerle el cuerpo.

Se rió tensamente al contraatacarle.

—Tú estás acostumbrado a los síntomas de las contusiones —dijo, levantando la barbilla—. Pero lo único que me está poniendo dolor de cabeza hoy eres tú.

Lo último que ella debería haber esperado era que él sonriera, pero lo hizo, derritiéndola.

—Grace, no recuerdo que antes fuese tan divertido discutir contigo.

Ella se apartó, colocando las manos en sus caderas, ya que sabía que, si no lo hacía, iba a borrarle esa sonrisita de la cara con un beso.

¡Tenía que dejar de pensar en besarlo!

—Quizá es porque no te quedaste conmigo lo suficiente como para comprobarlo.

La sonrisa que estaba esbozando él se desvaneció.

—Pero no te preocupes por mí. Ahora mismo tengo mayores preocupaciones, gracias.

—No te preocupes por tu coche, yo me ocuparé de él.

¿Que él iba a hacer qué? Grace se preguntó cuándo iba él a darse cuenta de que ella no quería que la cuidaran.

—Puedo hacerlo yo misma. Pero gracias de todas maneras —dijo entre dientes.

—Oye, estabas aquí trabajando para el Circle M. Lo menos que puedo hacer es ocuparme de arreglar tu coche. Piénsalo. Si estás sin medio de transporte, puedes tomar prestada una de las camionetas de la granja.

—Aquí tenemos una información de última hora —dijo Grace, a quien le estaba comenzando a doler la cabeza—. No quiero, ni necesito, tu ayuda.

Por un momento se balanceó y comenzó a temblar. Se dio cuenta de que se podía haber hecho daño de nuevo. Se agarró a la verja y respiró profundamente para tratar de ganar control.

Entonces oyó cómo un automóvil se acercaba y se preguntó si sería Phil. Pero era Connor.

—Mírate, estás temblando —dijo Mike, poniéndole una mano en la espalda—. ¿Por qué estás tan empeñada en no dejar que nunca nadie te ayude? ¿Por qué tienes que hacerlo todo tú sola?

Mike no lo comprendería. Él siempre había hecho lo que había querido cuando había querido, incluyendo haberla dejado atrás. Ella había odiado tanto quedarse en el pueblo tras su partida que había decidido irse a Red Deer, al instituto.

Había sido un gran error, error que trataba de olvidar para no malgastar su energía arrepintiéndose. La razón por la que le había dado un vuelco al corazón cuando se le había parado el coche había sido porque había revivido su anterior accidente, el miedo de haber estado en el hospital, la devastación de haberse despertado de la anestesia para haberse enterado de las terribles noticias.


Дата добавления: 2015-10-31; просмотров: 156 | Нарушение авторских прав


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La mejor unión| Capítulo 1

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