Студопедия
Случайная страница | ТОМ-1 | ТОМ-2 | ТОМ-3
АвтомобилиАстрономияБиологияГеографияДом и садДругие языкиДругоеИнформатика
ИсторияКультураЛитератураЛогикаМатематикаМедицинаМеталлургияМеханика
ОбразованиеОхрана трудаПедагогикаПолитикаПравоПсихологияРелигияРиторика
СоциологияСпортСтроительствоТехнологияТуризмФизикаФилософияФинансы
ХимияЧерчениеЭкологияЭкономикаЭлектроника

Capítulo 32

Читайте также:
  1. Capítulo 1
  2. Capítulo 1
  3. Capítulo 1
  4. CAPÍTULO 1
  5. Capítulo 1
  6. Capítulo 1 1 страница
  7. Capítulo 1 5 страница

Querida Rosie:

Antes de romper esto dame una oportunidad para explicarme, por favor. Ante todo pido perdón sinceramente desde el fondo de mi corazón por los años que han transcurrido. Por no estar a tu lado, por no apoyarte y darte la ayuda que merecías. Estoy lleno de remordimientos y decepcionado conmigo mismo por la manera en que me he comportado y el tipo de vida que he elegido. Soy consciente de que no puedo hacer nada para cambiar los años en que he actuado tan estúpidamente y os he tratado tan mal a las dos, ni tampoco para mejorarlos.

Pero te ruego que me des una oportunidad para construir un futuro mejor, para corregir lo que está mal. Entiendo que estés muy enfadada, que te sientas traicionada y herida, y que me odies, pero no deberías pensar sólo en ti misma. Vuelvo la vista atrás y me pregunto qué puedo mostrar de mi vida. No he hecho muchas cosas de las que me sienta orgulloso. No puedo explicar una trayectoria de éxitos, no he ganado un millón. Sólo hay una cosa en mi vida de la que estoy orgulloso: mi hija.

Tengo una hija pequeña que ya ni siquiera es «pequeña». No estoy orgulloso de cómo la he tratado. Hace unas semanas, el día en que cumplí treinta y dos años, al despertarme por la mañana fue como si de repente me cayera encima toda la sensatez que he estado echando de menos durante estos treinta y dos años. Me di cuenta de que tenía una hija, una hija adolescente de quien no sabía nada y que no sabe nada de mí. Me encantaría tener ocasión de conocerla. Me han dicho que se llama Katie. Es un nombre muy bonito. Me pregunto qué aspecto tendrá. ¿Se parece a mí?

Ya sé que no he demostrado merecer esto, pero si tú y Katie estáis dispuestas a hacerme un hueco en vuestras vidas, te demostraré que no será una pérdida de tiempo. Katie conocerá a su padre y yo veré a mi hija, ¿cómo cabe considerar que eso no merezca la pena? Por favor, ayúdame a hacer realidad mi sueño.

Ponte en contacto conmigo, Rosie. Dame la oportunidad de enmendar mis errores del pasado y de contribuir a crear un nuevo futuro para Katie y para mí.

Con mis mejores deseos,

Brian

 

Rosie: No no no no no no no no no no...

Ruby: Ya lo sé, cariño, te entiendo. Pero al menos echa un vistazo a las demás opciones.

Rosie: ¿Opciones? ¿QUÉ PUÑETERAS OPCIONES? No tengo ninguna. ¡NINGUNA! Tengo que marcharme. Quedarme aquí no es una opción.

Ruby: Cálmate, Rosie. Estás alterada.

Rosie: ¡Pues claro que estoy alterada! ¿Cómo demonios voy a rehacer mi vida cuando todos los que me rodean se dedican a jodérmela? ¿Cuándo me tocará a mí vivir mi vida en lugar de hacerlo por los demás? Ya estoy harta, Ruby. Hasta la coronilla. No puedo más. Me marcho y punto. ¿Quién es ese hombre? ¿Dónde puñetas ha estado durante los últimos trece años? ¿Dónde se escondió durante los años más importantes de la vida de Katie, o de la mía, ya puestos?

¿Quién se pasó las noches en vela dándole de mamar, paseando por los pasillos y cantando puñeteras nanas para aplacar sus constantes chillidos? ¿Quién le cambió los pañales sucios, le limpió los mocos de la nariz y acabó harta de lavarle la ropa a diario? ¿Quién tiene estrías y cicatrices, las tetas caídas y canas a los treinta y dos? ¿Quién asistió a reuniones de padres y alumnos, la acompañó y recogió del colegio, hizo la cena, puso la mesa, pagó el alquiler, fue a trabajar, la ayudó a hacer los deberes, le dio consejos, le enjugó las lágrimas, le explicó los pájaros y las abejas, le explicó por qué su papá no estaba en casa como los papás de los demás niños? ¿Quién se pasó la noche despierta y preocupada cuando estuvo enferma, poniéndole el termómetro y comprando medicinas, yendo al médico y al hospital en plena noche? ¿Quién dejó de ir a la universidad, pidió días libres en el trabajo y se quedó en casa el fin de semana para cuidar de ella? Yo y sólo yo. ¿Dónde estaba ese cabrón entonces?

Y tiene el morro de irrumpir tan campante en nuestras vidas al cabo de trece años cuando todo el trabajo duro ya ha terminado, encogiendo un poco los hombros con un patético «lo siento», justo después de que mi marido me haya puesto los cuernos, mi matrimonio se haya ido al carajo y por fin haya decidido mudarme a Boston, que es donde tendría que haber estado todo este tiempo si ese taimado gilipollas no hubiese arruinado mis planes, trastornando por completo mi vida y abandonando el país con la polla entre las piernas.

Que se joda.

Ahora se trata de mí, Rosie Dunne, y de nadie más.

Ruby: Te equivocas, Rosie. También se trata de Katie. Tiene que saber que su padre quiere verla. No la castigues por los errores que has cometido en tu vida.

Rosie: Pero si se lo digo, seguro que querrá verle. La emocionará mucho la idea de conocerle y luego lo más probable es que él le vuelva a fallar y le parta el corazón otra vez. ¿Y quién tendrá que arreglar el estropicio? Yo. Seré yo quien intente recomponer el corazón roto de mi hija. Tendré que recoger los pedacitos y enjugarle las lágrimas. Tendré que poner cara de aquí no pasa nada, encogerme de hombros y decir: «Bueno, no te preocupes, querida hija de trece años, no todos los hombres son unos canallas, sólo los que has conocido».

Ruby: Pero, Rosie, podría salir la mar de bien. A lo mejor es verdad que ha cambiado. Nunca se sabe.

Rosie: Tienes razón, nunca se sabe. NUNCA. Y una cosa más, ¿cómo quieres que conozca a su padre cuando ya tenemos un pie en la otra punta del mundo? No quiero quedarme aquí, Ruby. Quiero largarme. Quiero dejar atrás este desastre de vida.

Ruby: No es ningún desastre, Rosie. La vida dista mucho de ser perfecta para todos. No eres la única. No hay una gran nube negra justo encima de tu cabeza y en la de nadie más. Sólo da esa impresión. Pero todo el mundo la tiene. Debes aprovechar lo que tienes y tú eres afortunada: tienes una hija preciosa, saludable, inteligente y divertida que te quiere con locura. Procura no perder eso de vista. Si Katie quiere conocer a Brian, deberías apoyarla. Puedes mudarte igualmente y que él os vaya a visitar, pero si consideras que es lo bastante importante como para quedarte, quédate.

Rosie: Katie querrá quedarse. El mes pasado pensaba que vivía en el paraíso. La vida me ha cambiado en un instante.

Ruby: Bueno, ése es el problema del paraíso. Es lo que más atrae a las serpientes.

 

Querida Stephanie:

¡Enhorabuena por el embarazo! Estoy contentísima por ti y Pierre. Seguro que este segundo bebé os dará tantas alegrías como Jean-Louis. Supongo que mamá te ha contado lo mío. Está encantada de que ya no me vaya a América. Alex no. Me maldijo, me insultó y me soltó todos los tacos habidos y por haber. Piensa que me estoy rindiendo otra vez, que estoy dejándome pisotear, así que está de morros y no se digna hablarme. Puede que otras veces me haya dejado pisotear, pero esta vez no. Katie es lo primero en mi vida y mi razón de ser es asegurarme de que tenga ocasión de ser feliz.

Ha pasado por muchas cosas últimamente, con Greg, volviendo a vivir en casa de los papás y luego preparándose para mudarse a América. Ha soportado un montón de tensión injustificada. Se supone que tendría que estar preocupada por los granos, los sujetadores y los chicos, no por el adulterio, los cambios de continente y la mágica reaparición de su padre. Nada de esto es culpa suya y puesto que fui yo quien la trajo a este mundo, lo menos que puedo hacer es continuar el buen trabajo que he estado haciendo hasta ahora. No es drogadicta, no es maleducada, le van bien los estudios, tiene todos los miembros en el sitio que corresponde y se las ha arreglado para no cometer ninguna estupidez con su vida. De modo que, habida cuenta de las espantosas historias que a una le cuentan, pienso que lo estoy haciendo muy bien.

Algo me dice que Alex aparecerá por la puerta en cualquier momento. Seguro que ha subido al primer avión que ha podido para venir a partirle la cara a Brian. Supongo que para esto están los buenos amigos. No puedo evitar ponerme a llorar cada vez que pienso en cómo habría sido mi vida en Boston. No sé qué tengo que hacer ahora. No tengo trabajo ni casa y vuelvo a vivir con nuestros padres. En esta casa todo me devuelve a una época en que no fui nada feliz. Tuve una infancia maravillosa, pero los años con Katie fueron tan difíciles que son el recuerdo más fuerte que guardo de esta casa: los olores, los ruidos, el papel pintado, los dormitorios, todo me recuerda las noches en vela, los madrugones y las preocupaciones de entonces.

En fin, perdona que últimamente no haya estado en contacto contigo, pero es que intentaba salir de este embrollo. Procuro otorgarle sentido a la frase «todo ocurre por alguna razón» y me parece que por fin he conseguido averiguar cuál es esa razón: fastidiarme.

Cuando ingresé en el colegio pensaba que los alumnos de sexto eran muy mayores y lo sabían todo pese a que no tenían más de doce años. Cuando cumplí los doce calculé que había que esperar a los dieciocho para saberlo todo. Cuando cumplí dieciocho pensé que al terminar la universidad ya sería una mujer madura de verdad. A los veinticinco aún no había ido a la universidad, seguía sin enterarme de nada y tenía una hija de siete años. Estaba convencida de que al llegar a los treinta tendría al menos algún indicio de hacia dónde iba mi vida.

Pues nada, eso no ha sucedido.

Así que estoy empezando a pensar que cuando tenga cincuenta, sesenta, ochenta o noventa años seguirá faltándome mucho para ser una persona sabia y que sabe dónde está. A lo mejor las personas que están en el lecho de muerte, que después de una vida muy larga han visto de todo, han recorrido el mundo, han tenido hijos, han pasado por experiencias traumáticas, han vencido a sus demonios y aprendido las lecciones más duras de la vida estarán pensando: «Dios, seguro que en el cielo la gente lo sabe todo».

Pero apuesto a que cuando por fin mueren se unen a las multitudes de allí arriba, toman asiento, espían a los seres queridos que han dejado atrás y siguen pensando que en su próxima vida lograrán comprenderlo todo.

Aunque me parece que yo ya lo he comprendido, Steph. Llevo años sentada pensando en ello y he descubierto que nadie, ni siquiera el gran jefe de arriba, tiene la más remota idea sobre qué está pasando.

Rosie

 

De: Stephanie

Para: Rosie

Asunto: La vida

Bueno, ¿y no crees que eso te hace sabia? La edad te ha enseñado algo. Que nadie sabe qué está pasando.

 

Hola:

Mis más sinceras disculpas por la ridícula nota que te envié la semana pasada. La atribuyo a un fallo momentáneo de concentración, soy un tonto de remate (como bien sabes) y no tengo la más remota idea de en qué estaba pensando. Pero te alegrará saber (espero) que he vuelto a aterrizar en este planeta dándome un buen trompazo y que estoy más que dispuesto a darnos otra oportunidad. Así que no perdamos más nuestro valioso tiempo y centrémonos en lo que importa. ¿Podemos quedar esta noche?

Alex


Дата добавления: 2015-10-30; просмотров: 74 | Нарушение авторских прав


Читайте в этой же книге: Capítulo 20 | Capítulo 21 | Capítulo 22 | Capítulo 23 | Capítulo 24 | Capítulo 25 | Capítulo 26 | Capítulo 27 | Capítulo 28 | Capítulo 29 |
<== предыдущая страница | следующая страница ==>
Capítulo 31| Capítulo 33

mybiblioteka.su - 2015-2024 год. (0.009 сек.)