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En manifestaciуn! ЎEn manifestaciуn!

Es la cosa mбs grandiosa del mundo | Fui el mayal del Seсor | Maсana nos perderemos en lo desconocido | Los guardianes exteriores del nuevo mundo | ЇQuiйn podнa haberlo previsto? | Han ocurrido las cosas mбs extraordinarias | Por una vez fui el hйroe | Todo era espanto en el bosque | Una escena que no olvidarй jamбs | Йstas fueron las verdaderas conquistas |


 

Deseo hacer constar, en estas lнneas, nuestro agradeci­miento a todos nuestros amigos del Amazonas por la gran­dнsima gentileza y hospitalidad que nos demostraron durante nuestro viaje de regreso. Quiero agradecer muy es­pecialmente al Signor Peсalosa 31 y a otros funcionarios del gobierno del Brasil las providencias especiales que tomaron para facilitar nuestro viaje, asн como al Signor Pereira, de Parб, a cuya previsiуn debemos el completo equipo, necesa­rio para presentarnos decentemente en la civilizaciуn, que hallamos preparado para nosotros en dicha ciudad. Resulta ingrata retribuciуn a tanta cortesнa como encontramos que tengamos que engaсar a nuestros huйspedes y benefactores, pero en verdad no tenнamos alternativas en tales circunstan­cias y desde aquн debo decirles que sуlo perderбn su tiempo y su dinero si intentan seguir nuestras huellas. Incluso los nombres han sido alterados en nuestros relatos, y tengo la absoluta certeza de que nadie, aun estudiбndolos cuidadosamente, podrнa llegar ni siquiera a mil millas de nuestra tie­rra desconocida.

 

­3l. Asн en el original. No seha podido saber si Conan Doyle suponнa que signor era el equivalente portuguйs de `seсor' o si sospechaba que en el Amazonas se hablaba italiano.

 

Nosotros creнamos que la conmociуn causada en todos los lugares de Sudamйrica que habнamos atravesado era pu­ramente local, y puedo asegurar a nuestros amigos de Ingla­terra que no tenнamos nociуn de la bulla que el simple ru­mor de nuestras aventuras habнa causado en Europa. Sуlo cuando el Ivernia se hallу a unas quinientas millas de Sout­hampton y empezaron a llegar los cables inalбmbricos de un periуdico tras otro y de una agencia tras otra ofreciйndonos grandes sumas por un breve mensaje de respuesta acerca de nuestros descubrimientos, comprendimos hasta quй punto se habнa intensificado la atenciуn, no sуlo del mundo cientн­fico sino del pъblico en general. No obstante quedу acorda­do entre nosotros que ninguna declaraciуn precisa serнa entregada a la prensa hasta que nos hubiйsemos puesto en contacto con los miembros del Instituto Zoolуgico, ya que como delegados suyos nuestro claro deber era entregar nuestro primer informe al organismo del que habнamos re­cibido nuestra misiуn investigadora. Por ello, aunque halla­mos Southampton lleno de periodistas, rehusamos comple­tamente cualquier informaciуn, lo cual tuvo como efecto natural que la atenciуn del pъblico se concentrase en la reu­niуn anunciada para la noche del 7 de noviembre. El Zoolo­gical Hall, que habнa sido el escenario de los comienzos de nuestra tarea, fue hallado demasiado pequeсo para esta asamblea, y sуlo se pudo encontrar acomodaciуn para ello en el Queen's Hall de Regent Street. Es ya de dominio pъbli­co que si los organizadores se hubieran arriesgado con el Al­bert Hall, aun en este lugar hubiera escaseado el espacio.

La gran reuniуn habнa sido fijada para la segunda noche despuйs de nuestra llegada. La primera, sin duda, la dedica­mos a los propios y apremiantes asuntos personales que de­bнan absorbernos. De los mнos, no puedo hablar todavнa. Quizб cuando estйn mбs alejados en el tiempo pueda pensar en ello, y hasta hablar de ello, con menos emociуn. He reve­lado al lector, al principio de este relato, cuбles fueron las fuentes que me impulsaron a la acciуn. Quizб sea mejor que lleve esta historia adelante y muestre tambiйn sus resultados. Y tal vez llegue el dнa en que piense que las cosas sucedieron de la mejor manera posible. Por lo menos, he sido impulsa­do a tomar parte en una aventura maravillosa y no puedo menos que agradecer a la fuerza que me empujу a ella.

Y ahora entro en el momento supremo y memorable que da fin a nuestra aventura. Estaba yo atormentando mi cere­bro para idear la mejor manera de describirlo cuando mis ojos toparon con la ediciуn de mi propio periуdico que co­rrespondнa al 8 de noviembre, que contiene el excelente y ex­haustivo reportaje de mi amigo y colega Macdona. їQuй me­jor puedo hacer que transcribir su relato... con titulares y todo? Admito que mi periуdico se portу de manera exube­rante en este asunto, ademбs de felicitarse a sн mismo por su espнritu emprendedor, que le habнa llevado a enviar un co­rresponsal; pero los otros grandes periуdicos no se habнan quedado muy atrбs en la amplitud de sus informaciones. De este modo, pues, el amigo Mac narrу su crуnica:

 

EL NUEVO MUNDO

 

GRAN ASAMBLEA EN EL QUEEN'S HALL

ESCENAS TUMULTUOSAS

UN INCIDENTE EXTRAORDINARIO

їQUЙ FUE AQUELLO?

DESУRDENES NOCTURNOS EN REGENT STREET

(Especial)

 

«La tan discutida reuniуn del Instituto Zoolуgico, convoca­da para escuchar el informe de la Comisiуn Investigadora que fue enviada el aсo pasado a Sudamйrica para comprobar las aserciones hechas por el profesor Challenger acerca de la continuidad, en aquel continente, de la existencia de una vida prehistуrica, se celebrу anoche en una sala mбs grande, el Queen's Hall, y se puede decir, con toda certeza, que mar­carб con letras de fuego una fecha en la historia de la ciencia, porque lo allн actuado tuvo un carбcter tan extraordinario y sensacional que ninguno de los asistentes serб capaz de olvi­darlo. (ЎOh, hermano escriba Macdona, quй pбrrafo inicial tan excesivo!) Teуricamente, las entradas estaban reservadas a los miembros del Instituto y sus amigos, pero este ъltimo es un tйrmino muy elбstico, y mucho antes de las ocho, la hora fijada para comenzar el acto, cada rincуn del gran salуn esta­ba atiborrado de gente. Sin embargo el pъblico en general, que en forma totalmente irrazonable se sentнa perjudicado por haber sido excluido, asaltу las puertas a las ocho menos cuarto, tras una prolongada mкlйe 32 en la que varias personas resultaron lastimadas, incluso el inspector Scoble, de la Divi­siуn H, que resultу desgraciadamente con una pierna rota. Despuйs de esta imprevisible invasiуn, que no solamente col­mу todos los pasillos sino que llegу a forzar el espacio re­servado para la prensa, se estimу en cinco mil el nъmero de personas que esperaron la llegada de los viajeros. Cuando aparecieron al fin, ocuparon sus puestos en la parte delantera del estrado, donde ya se hallaban todos los cientнficos de pri­mera fila, no sуlo de este paнs sino tambiйn de Francia y Ale­mania. Suecia tambiйn estaba representada en la persona del profesor Sergius, el famoso zoуlogo de la Universidad de Up­sala. La entrada de los cuatro hйroes de la jornada fue la seсal para una notable demostraciуn de bienvenida, porque la concurrencia se puso de pie y los aplaudiу durante varios mi­nutos. Algъn observador agudo habrнa detectado, sin embar­go, algunas seсales de disentimiento entre los aplausos, e in­ferido que el acto iba a ser, probablemente, mбs bullicioso que armуnico. Puede jurarse, sin embargo, que nadie podнa prever el extraordinario giro que iban a tomar los hechos.

 

32. ‘Barahъnda’, ‘refriega’. En francйs en el original.

 

»Poco puede aсadirse acerca del aspecto de los cuatro viajeros, ya que sus fotografнas vienen apareciendo desde hace tiempo en todos los periуdicos. Muestran pocas hue­llas de las penalidades que, segъn se dice, han tenido que so­brellevar. Quizб la barba del profesor Challenger estй mбs hirsuta y las facciones del profesor Summerlee aparezcan mбs ascйticas, mientras la figura de lord John Roxton se ve mбs enflaquecida, y los tres aparecen bronceados con un tono mбs oscuro que cuando abandonaron nuestras playas; pero todos parecen hallarse en un уptimo estado de salud. En cuando a nuestro representante, el bien conocido atleta y jugador internacional de rugby E. D. Malone, parece haberse entrenado perfectamente y, cuando examinу de una ojeada a la concurrencia, una sonrisa de satisfecho buen humor lle­nу su cara honesta y sencilla. (ЎBien, Mac, ya verбs cuando te coja a solas!)

»Cuando se restableciу el silencio y la concurrencia retor­nу a sus asientos despuйs de la ovaciуn que habнa rendido a los viajeros, el presidente, duque de Durham, se dirigiу a la asamblea. No querнa, dijo, permanecer allн mбs que un mo­mento, dilatando el instante en que la vasta asamblea recibi­rнa el placer esperado. No querнa anticiparse a lo que el pro­fesor Summerlee, que era el portavoz de la Comisiуn, tenнa que decirles, pero ya era un secreto a voces que la expediciуn habнa sido coronada por un йxito extraordinario. (Aplau­sos.) Aparentemente, aъn no se habнa extinguido la era de la aventura y existнa un terreno comъn en el cual las mбs extra­vagantes imaginaciones del novelista podнan coincidir con las investigaciones cientнficas actuales del buscador de la verdad. Sуlo querнa agregar, antes de sentarse, que se regoci­jaba ––y con йl todos los demбs, seguramente–– de que aque­llos caballeros hubieran regresado sanos y salvos de su difнcil y peligroso empeсo, porque no podнa negarse que cualquier desastre sobrevenido a una expediciуn semejante habrнa in­fligido un daсo casi irreparable a la causa de la ciencia zoolуgica. (Grandes aplausos, a los cuales, segъn se observa, se une el profesor Challenger.)

»Cuando el profesor Summerlee se puso de pie, se produ­jo otro extraordinario brote de entusiasmo, que estallу de nuevo a intervalos durante toda su intervenciуn. No vamos a dar in extenso su alocuciуn en estas columnas porque ya se estб publicando en ellas un completo informe sobre todas las aventuras de la expediciуn en forma de suplemento, debido a la pluma de nuestro corresponsal especial. Por lo tanto, serбn suficientes algunas referencias generales. Tras describir la gйnesis de la expediciуn y ofrecer un elegante tributo a su amigo el profesor Chafenger, al que uniу su dis­culpa por la incredulidad con que habнan sido recibidas sus aseveraciones (que ahora quedaban plenamente reivindi­cadas), pasу a explicar el curso del viaje, pero reteniendo cuidadosamente toda informaciуn que pudiese ayudar al pъblico en cualquier intento de localizar aquella notable meseta. Cuando hubo descrito en tйrminos generales el re­corrido desde el rнo principal hasta el momento en que al­canzaron la base de los riscos o farallones rocosos, subyugу a sus oyentes con su relato de las dificultades que tuvo que afrontar la expediciуn en sus repetidos intentos de escalar los riscos. Por ъltimo explicу de quй manera sus desespera­dos esfuerzos alcanzaron el йxito, al precio de que perdieran la vida sus dos fieles servidores mestizos. (Esta asombrosa versiуn de lo ocurrido fue el resultado de los esfuerzos de Summerlee para evitar que se plantearan cuestiones sospe­chosas en la reuniуn.)

»Despuйs de haber transportado a su auditorio con la imaginaciуn hasta la cima de la meseta, y tras dejarlos aban­donados en ella por la caнda de su puente, el profesor proce­diу a describir los horrores y los atractivos de aquel paнs asombroso. Hablу poco de las aventuras de carбcter perso­nal, pero puso de relieve, especialmente, la abundante cose­cha obtenida por la ciencia con las observaciones acerca de la maravillosa vida de las fieras, pбjaros, insectos y plantas que se desarrollaba en la meseta. Es especialmente rica en coleуpteros y lepidуpteros, habiйndose obtenido en el curso de unas pocas semanas cuarenta y seis nuevas especies de los primeros y noventa y cuatro de estos ъltimos. Pero el interйs del pъblico, sin duda, estaba centrado en los animales mбs grandes, y sobre todo en los animales gigantescos supuesta­mente extinguidos desde hace mucho tiempo. Acerca de es­tos ъltimos pudo dar una lista considerable, pero seсalando que no cabнan muchas dudas de que esa lista podrнa am­pliarse mucho mбs cuando el lugar fuese investigado mбs a fondo. Йl y sus compaсeros habнan visto, por lo menos, a una docena de animales, la mayorнa de ellos a cierta distan­cia, que no se correspondнan en nada con todo lo conocido hasta ahora por la ciencia. A su tiempo serнan debidamente clasificados y examinados. Citу una serpiente, por ejemplo, cuya muda de piel, de color pъrpura intenso, tenнa cincuenta pies de longitud, y mencionу un ser blanco, que parecнa ser un mamнfero y que en la oscuridad emanaba una fosfores­cencia muy marcada. Tambiйn se refiriу a una gran polilla negra cuya picadura era, segъn los indios, sumamente pon­zoсosa. junto a estas formas de vida enteramente nuevas, coexistнan en la meseta, y en abundancia, las formas prehis­tуricas conocidas y que en algunos casos databan de la era jurбsica primitiva. Entre estos animales mencionу al gigan­tesco y grotesco estegosaurio, visto una vez por el seсor Ma­lone en un abrevadero junto al lago y que ya figuraba dibu­jado en el бlbum de aquel aventurero norteamericano que habнa penetrado por primera vez este mundo desconocido. Describiу asimismo al iguanodonte y al pterodбctilo: dos de las primeras maravillas que habнan encontrado. Luego hizo estremecer a la asamblea con algunas explicaciones acerca de los terribles dinosaurios carnнvoros, que en mбs de una ocasiуn habнan perseguido a miembros de la expediciуn y que eran los seres mбs formidables de todos los que habнan encontrado. A continuaciуn se detuvo en el enorme y feroz pбjaro, el phororachus, y en el gran alce que todavнa vaga por aquellas tierras altas. Sin embargo, sуlo cuando esbozу los misterios del lago central se despertу el mбximo interйs y el entusiasmo de la concurrencia. Tenнamos que pellizcarnos para asegurarnos de que estбbamos despiertos cuando oн­mos cуmo aquel profesor tan cuerdo y pragmбtico describнa en frнos y mesurados tonos a los monstruosos peces––lagar­tos de tres ojos y a las inmensas serpientes de agua que habi­tan aquella hechizada lбmina de agua. Se refiriу luego a los indios, y a la extraordinaria colonia de monos antropoides, que podrнan ser observados como un estadio mбs avanza­do que el pitecбntropo de Java y por lo tanto mucho mбs prуximo que ninguna otra forma conocida a esa creaciуn hipotйtica, el eslabуn perdido. Por ъltimo describiу, entre la diversiуn del auditorio, el invento aeronбutico del profesor Challenger, tan ingenioso como lleno de peligros, y conclu­yу su informe, autйnticamente memorable, explicando los mйtodos hallados por la comisiуn para retornar a la civiliza­ciуn.

»Todos esperaban que la sesiуn terminase allн, y que un voto de agradecimiento y congratulaciуn, promovido por el profesor Sergius, de la Universidad de Upsala, iba a ser se­cundado y aprobado debidamente. Pero pronto se hizo pa­tente que el curso de los acontecimientos no estaba destina­do a deslizarse con tanta suavidad. De tiempo en tiempo se habнan hecho evidentes, durante la velada, algunos sнntomas de oposiciуn, y ahora el doctor James Illingworth, de Edim­burgo, sobresalнa en el centro del salуn. El doctor Illing­worth preguntу si era posible presentar una enmienda antes de votarse el acuerdo.

»EL PRESIDENTE: Sн, seсor, si hay que hacer alguna en­mienda.

»DOCTOR ILLINGWORTH: Hay que hacerla, seсorнa.

»EL PRESIDENTE: Presйntela ya, enseguida.

»PROFESOR SUMMERLEE (Poniйndose en pie de un salto): їSe me permite explicar, su seсorнa, que este hombre es mi enemigo personal desde que mantuvimos una controversia en el Quarterly Journal of Science acerca de la verdadera na­turaleza del Bathybius?

»EL PRESIDENTE: Me temo que no puedo entrar en cues­tiones personales. Proceda.

»El doctor Illingworth era escuchado de modo imperfec­to en parte de sus afirmaciones porque los amigos de los ex­ploradores hicieron patente una ruidosa oposiciуn. Hubo incluso algunos intentos para obligarlo a sentarse. Pero como es un hombre de complexiуn enorme y poseedor de una voz muy potente, dominу el tumulto y logrу terminar su discurso. Era evidente, desde el momento en que se levantу, que tenнa una cantidad de amigos y simpatizantes en la sala, aunque formasen una minorнa dentro de la concurrencia. En cuanto a la actitud de gran parte del pъblico, puede ser descrita como de atenta neutralidad.

»El doctor Illingworth iniciу sus observaciones expre­sando su alta estima por la labor cientнfica del profesor Challenger y del profesor Summerlee. Lamentу mucho que pudiera leerse en sus afirmaciones algъn prejuicio perso­nal, ya que las mismas estaban enteramente dictadas por su deseo de alcanzar la verdad cientнfica. De hecho, su posi­ciуn era sustancialmente la misma que habнa sostenido el profesor Summerlee en la asamblea anterior. En ella, el profesor Challenger habнa hecho ciertas aseveraciones que habнan sido puestas en duda por su colega. Ahora este cole­ga se adelantaba йl mismo con idйnticas afirmaciones y es­peraba que nadie dudase de ellas. їEra esto razonable? ("ЎSн!", "Ўno!" y una prolongada interrupciуn durante la cual se oyу desde la tribuna de la prensa al profesor Cha­llenger, que pedнa permiso a la presidencia para poner en la calle al doctor Illingworth.) Hace un aсo era un solo hom­bre el que decнa ciertas cosas. Ahora son cuatro, que relatan otras cosas aъn mбs sobrecogedoras. їIban a ser йstas to­madas como pruebas concluyentes, cuando los asuntos que se discutнan eran del carбcter mбs revolucionario e in­creble? Habнa ejemplos recientes de viajeros que llegaban de lugares ignotos con ciertas historias que se aceptaron como verdaderas con demasiada prontitud. їIba a colo­carse el Instituto Zoolуgico de Londres en una posiciуn semejante? Йl admitнa que los miembros de la Comisiуn eran hombres reputados. Pero la naturaleza humana es muy compleja. Hasta los profesores pueden ser confundi­dos por el deseo de la notoriedad. Como a las polillas, a to­dos nos gusta revolotear en torno a la luz. A los que se de­dican a la caza mayor les gusta estar en posiciуn de sobrepujar los relatos de sus rivales, y los periodistas no tienen aversiуn a los coups 1 sensacionalistas, aunque la imaginaciуn tenga que ayudar a los hechos dentro del pro­ceso. Cada uno de los miembros de la Comisiуn tenнa sus propios motivos para sacar el mayor provecho de sus re­sultados. ("ЎQuй vergьenza!", "Ўquй vergьenza!") Йl no deseaba ser ofensivo. ("ЎYa lo creo que lo es!", e interrup­ciуn.) La confirmaciуn de estos cuentos fantбsticos resulta demasiado dйbil tal como se describe. їCon quй cuentan? Con algunas fotografнas. їEs posible que en esta йpoca de ingeniosas manipulaciones fotogrбficas, aquйllas se pue­dan aceptar como prueba? їQuй mбs? Tenemos el relato de una fuga y de un descenso por medio de cuerdas que impi­dieron la presentaciуn de ejemplares mayores. Era algo in­genioso, pero que no resulta convincente. Se dio a enten­der que lord John Roxton aseguraba que tenнa el crбneo de un phororachus. Sуlo podнa decir que le gustarнa ver tal crбneo.

 

33. ‘Golpes de efecto’. En francйs en el original.

 

»LORD JOHN ROXTON: їEste fulano me estб llamando embustero? (Alboroto.)

»EL PRESIDENTE: ЎOrden! ЎOrden! Doctor Illingworth, tengo que exigirle que concluya con sus observaciones y pre­sente su enmienda.

»DOCTOR IILLINGWORTH: Seсorнa, tengo algo mбs que decir, pero acato sus reglas. Propongo, pues, que al mismo tiempo que se dan las gracias al profesor Summerlee por su interesante discurso, se declare que la cuestiуn en su conjun­to debe ser considerada como non proven 34 y que debe vol­ver a manos de una mбs amplia y, si es posible, una mбs fia­ble Comisiуn Investigadora.

 

34. ‘No comprobado’.

 

»Resulta difнcil describir la confusiуn que causу esta en­mienda. Un amplio sector de la audiencia expresу su indig­naciуn ante semejante menosprecio por la reputaciуn de los exploradores con ruidosos gritos y frases de disidencia, como: "ЎQue no se someta a votaciуn!" "Ўretнrela!", "Ўque lo echen!". Por otra parte los descontentos ––y no podнa negarse que eran bastante numerosos–– aplaudнan la enmienda con gritos de "Ўorden!", "Ўsiйntense!" y "Ўjuego limpio!". Se trabу un forcejeo en los bancos del fondo y se cambiaron golpes a discreciуn entre los estudiantes de medicina que colmaban aquella parte del salуn. Sуlo gracias a la influencia modera­dora del gran nъmero de seсoras allн presentes pudo preve­nirse un tumulto absoluto. De pronto, sin embargo, hubo una pausa, siseos para hacer callar a la concurrencia y, por fin, un completo silencio. El profesor Challenger se habнa puesto de pie. Su apariencia y sus maneras atraen extraсamente la aten­ciуn y, cuando levantу su mano para exigir orden, toda la concurrencia se sentу para escucharle llena de expectativa.

»––Muchos de los aquн presentes recordarбn quizб ––dijo el profesor Challenger–– que escenas de similar estupidez y mala educaciуn caracterizaron la ъltima reuniуn en que pude dirigir la palabra. En aquella ocasiуn fue el profesor Summerlee el principal ofensor, y aunque ahora aparece castigado y contrito, el asunto no podнa caer enteramente en el olvido. Esta noche he escuchado expresiones similares, pero aъn mбs ofensivas, de parte de la persona que acaba de sentarse, y, aunque para colocarse en su mismo nivel mental es necesario hacer un esfuerzo consciente de anulaciуn per­sonal, tratarй de lograrlo, para poder allanar cualquier razo­nable duda que pudiera existir en la mente de cualquiera. (Risas e interrupciуn.) No necesito recordar a este auditorio que, a pesar de que el profesor Summerlee, como jefe de la Comisiуn Investigadora, ha tenido que tomar la palabra esta noche, sigo siendo yo el verdadero e inicial promotor de este asunto y a mн se debe principalmente cualquier resultado venturoso. Yo he conducido sanos y salvos a estos tres caba­lleros al lugar mencionado, y soy yo, tal como ustedes lo han escuchado, quien los convenciу de la exactitud de mi expe­riencia anterior. Esperбbamos que no hallarнamos, a nuestro regreso, a ninguna persona tan estъpida como para contra­decir nuestras conclusiones conjuntas. No obstante, preve­nido por mi experiencia anterior, no he dejado de traer pruebas suficientes como para convencer a personas razo­nables. Como ha explicado el profesor Summerlee, cuando los monos––hombres registraron nuestro campamento me­tieron mano en nuestras cбmaras arruinando la mayor parte de nuestros negativos. (Burlas, risas y un "cuйntanos otra" desde atrбs.) Ya he mencionado a los monos––hombres, y no puedo dejar de decir que algunos de los sonidos que ahora llegan a mis oнdos me retrotraen vнvidamente en mi recuer­do a las experiencias con estos interesantes animales. (Ri­sas.) A pesar de la destrucciуn de tantos negativos de valor incalculable, todavнa queda en nuestra colecciуn un cierto nъmero de fotografнas que corroboran las condiciones de vida en dicha meseta. їNos acusan de haberlas falseado? (Una voz: "Sн", y considerables interrupciones que conclu­yen con la expulsiуn de varios hombres, que son sacados de la sala.) Los negativos estaban a disposiciуn de expertos para que los examinasen. їPero no habнa otras pruebas? En las condiciones en que se produjo su huida era naturalmente imposible acarrear un equipaje de gran volumen, pero se han rescatado las colecciones de mariposas y escarabajos del profesor Summerlee, que contienen muchas especies nue­vas. їNo era esto una prueba? (Algunas voces: "No".) їQuiйn ha dicho no?

»DOCTOR ILLINGWORTH (Levantбndose): Nosotros sos­tenemos que una colecciуn semejante puede haberse recogi­do en otros lugares y no en una meseta prehistуrica.

»PROFESOR CHALLENGER: Sin duda, seсor, debemos in­clinarnos ante su autoridad cientнfica, aunque debo admitir que su nombre no me resulta familiar. Pasemos, pues, de las fotografнas y de las colecciones entomolуgicas para llegar a la variada y minuciosa informaciуn que hemos aportado con nosotros acerca de puntos que hasta ahora nunca se ha­bнan elucidado. Por ejemplo, acerca de las costumbres do­mйsticas del pterodбctilo... (Una voz: "Tonterнas", y griterнo general...) Digo que podemos proyectar un haz de luz sobre las costumbres domйsticas del pterodбctilo. Puedo mostrar­les a ustedes un dibujo de mi бlbum, tomado del natural, que los convencerнa de...

»DOCTOR ILLINGWORTH: Ningъn dibujo va a convencer­nos de nada.

»PROFESOR CHALLENGER: їNecesitan ver la cosa en sн?

»DOCTOR ILLINGWORTH: Indudablemente.

»PROFESOR CHALLENGER: їY entonces la aceptarнan?

»DOCTOR ILLINGWORTH (Riendo): Sin la menor duda.»En este punto surgiу la sensaciуn de la noche... una sensaciуn tan dramбtica que no tuvo nunca paralelo en la historia de las reuniones cientнficas. El profesor Challen­ger alzу una mano, a modo de seсal, y pudo observarse que nuestro colega, el seсor E. D. Malone, se levantу al ins­tante y se encaminу al fondo del estrado. Un momento despuйs reapareciу en compaснa de un gigantesco negro. Entre ambos arrastraban una gran caja cuadrada de las usadas para embalaje. Era evidentemente muy pesada y fue arrastrada lentamente hasta colocarla delante de la silla del profesor. Se habнa hecho el silencio mбs absoluto entre la concurrencia y todos estaban absorbidos por el es­pectбculo que se desarrollaba ante ellos. El profesor Cha­llenger abriу la tapa corrediza de la caja. Atisbу dentro y chasqueу los dedos varias veces; desde la fila de la prensa se le oyу decir: "Vamos, ven ahora, precioso, precioso", con voz insinuante. Un instante despuйs, entre ruidos de araсazos y rechinamientos, surgiу de adentro de la caja el ser mбs horrendo y repelente, que se encaramу sobre uno de los costados del cajуn. Ni siquiera la caнda inesperada del duque de Durham al patio de butacas, que ocurriу en ese momento, pudo distraer la atenciуn de la enorme con­currencia, petrificada ante la visiуn. La faz de aquel ser era como la mбs descabellada gбrgola que la imaginaciуn de un constructor medieval enloquecido podrнa haber conce­bido. Era maliciosa, horrible, con dos pequeсos ojos rojos que brillaban como carbones encendidos. Su boca alarga­da y feroz, medio abierta, estaba repleta de dientes en do­ble fila y parecidos a los de un tiburуn. Tenнa las espaldas cargadas y las rodeaba una especie de mantуn de un gris desvaнdo. Era el diablo en persona, tal como lo imaginбba­mos en nuestra infancia. Estallу una barahъnda tremenda entre los espectadores... algunos gritaban, dos damas que se hallaban en primera fila se cayeron de sus sillas, desma­yadas, y hubo un movimiento general en el estrado, como si fueran a seguir al presidente camino del patio de buta­cas. Hubo por un momento el peligro de que estallase un pбnico generalizado. El profesor Challenger sacudiу sus manos para calmar la conmociуn, pero el movimiento alarmу al animal que se hallaba junto a йl. Sъbitamente desplegу su extraсo mantуn en toda su amplitud y revolo­teу con su par de alas correosas. Su amo se aferrу a sus pa­tas, pero ya era demasiado tarde para retenerle. Habнa sal­tado de su percha y circulaba lentamente alrededor del re­cinto del Queens's Hall, con el aleteo seco y correoso de sus alas de diez pies, mientras un olor pъtrido y solapado in­vadнa toda la sala. Los gritos del pъblico que estaba en las galerнas, que se alarmу ante la proximidad de aquellos ojos incandescentes y aquel pico asesino, excitaron al animal hasta el frenesн. Volaba cada vez mбs rбpido, chocando contra las paredes y las lбmparas en su ciego frenesн de te­mor. "ЎLa ventana! ЎPor amor de Dios, cierren esa venta­na!", rugнa el profesor desde la tribuna, bailoteando y re­torciйndose las manos en agуnica aprensiуn. ЎPero, ay, su advertencia fue tardнa! En un instante, aquella bestia, dan­do golpes y topetazos en las paredes como una enorme po­lilla dentro de la pantalla de una lбmpara de gas, llegу a la abertura, la atravesу comprimiendo su hedionda corpu­lencia y desapareciу. El profesor Challenger se dejу caer en su silla con la cara oculta entre sus manos, mientras la con­currencia dejaba escapar un largo y profundo suspiro de alivio, al comprender que el incidente habнa terminado.

»Y entonces... ЎOh!, pero їcуmo se puede describir lo que sucediу entonces...? La total exuberancia de la mayorнa y la reacciуn unбnime de la minorнa se unieron para engendrar una gran ola de entusiasmo, que se agitу desde el fondo de la sala, cobrу volumen al avanzar, barriу el patio de buta­cas, sumergiу el estrado y arrastrу a los cuatro hйroes sobre su cresta. (Bien por ti, Mac.) Si la concurrencia se habнa comportado antes con injusticia, ahora se corregнa amplia­mente. Todos se habнan puesto de pie. Todos se movнan, gritaban, gesticulaban. Una densa multitud de hombres que aplaudнan rodeу a los cuatro viajeros. "ЎArriba con ellos! ЎArriba con ellos!", gritaban cientos de voces. En un instante las cuatro figuras sobresalieron por encima de la muchedumbre. En vano se esforzaron por soltarse: los sos­tuvieron en sus elevados puestos de honor. En realidad hubiera sido difнcil que los bajasen al suelo, aunque lo desea­ran, tan densa era la multitud que los rodeaba. "ЎPor Re­gent Street! ЎPor Regent Street!", resonaban las voces. Hubo un remolino en la apiсada muchedumbre; luego una lenta corriente, sosteniendo a los cuatro sobre sus hombros, se abriу camino hacia la puerta. En la calle la escena era extra­ordinaria. Una reuniуn de no menos de cien mil personas estaba esperando. La compacta muchedumbre se extendнa desde el otro lado del hotel Langham hasta Oxford Street. Un bramido de aclamaciones acogiу a los cuatro aventure­ros cuando aparecieron, muy por encima de las cabezas de la gente, bajo el vнvido fulgor de los focos elйctricos. "ЎEn manifestaciуn! ЎEn manifestaciуn!", fue el grito unбnime. En una cerrada falange, que bloqueaba las calles de acera a acera, la multitud avanzу rectamente, tomando la ruta de Regent Street, Pall Mall, St. James Street y Picadilly. Todo el trбfico del centro de Londres quedу interrumpido, y mu­chas colisiones se registraron entre los manifestantes por un lado y la policнa y los conductores de taxicabs por otro. Por fin, no fue sino despuйs de medianoche que los cuatro viajeros fueron dejados en libertad a la puerta de las habi­taciones de lord John Roxton, en el Albany. La exuberante multitud, despuйs de cantar "They are Jolly Good Fellows" a coro, concluyу su programa con el "Good Save the King". Asн concluyу una de las veladas mбs memorables que Lon­dres haya contemplado desde hace mucho tiempo».

 

Hasta ahн llega mi amigo Macdona; su relato de los sucesos podrнa considerarse bastante cuidadoso, si bien algo florido. En cuanto al incidente mayъsculo, casi no hace falta que lo diga, fue una aturullarte sorpresa para el pъblico, pero no para nosotros. El lector recordarб cуmo encontrй a lord John Roxton en la precisa ocasiуn en que, dentro de su miri­сaque protector, habнa ido a atrapar al «polluelo del Diablo», como llamaba a la crнa de pterodбctilo, para dбrselo al pro­fesor Challenger. Tambiйn he aludido a los problemas que nos ocasionу el equipaje del profesor cuando abandonamos la meseta, y si hubiera descrito nuestro viaje, habrнa hablado mucho de las molestias que tuvimos para aplacar con pesca­do podrido el apetito de nuestro sucio compaсero. Si he ha­blado muy poco anteriormente acerca de ello fue, natural­mente, porque el profesor deseaba prudentemente que ningъn rumor acerca del irrebatible argumento que trans­portбbamos se difundiera hasta que llegase el momento de confundir a sus enemigos.

Una palabra acerca de la suerte corrida por el pterodбctilo de Londres. Nada puede confirmarse sobre este particular. Segъn el testimonio de dos aterrorizadas mujeres, estuvo posado sobre el tejado del Queen's Hall, donde permaneciу durante algunas horas como una estatua diabуlica. Al dнa si­guiente los periуdicos de la tarde publicaban la noticia de que el soldado Miles, de los Coldstream Guards, que estaba de servicio en el exterior de Marlborough House, habнa de­sertado de su puesto sin permiso, por lo cual habнa compa­recido ante una corte marcial. El soldado Miles contу que habнa arrojado su fusil y huido a todo correr por el Mall aba­jo porque al mirar hacia arriba habнa visto de improviso al diablo, volando entre йl y la luna; la corte marcial no aceptу este relato, y sin embargo podrнa ser que el mismo estuviera directamente relacionado con el asunto en litigio. La otra prueba, ъnica que puedo aducir, procede del libro de bitбco­ra del S. S. Friesland, un navнo holandйs––americano, donde se asegura que a las nueve de la maсana siguiente, teniendo en esos momentos a Start Point a diez millas y un cuarto de estribor, se les adelantу algo que parecнa estar entre una ca­bra voladora y un murciйlago monstruoso, volando a una prodigiosa velocidad hacia el sudoeste. Su instinto domйsti­co lo conducнa en la direcciуn justa, por lo cual no cabe du­dar que el ъltimo pterodбctilo europeo hallу su fin en algъn lugar perdido entre las soledades del Atlбntico.

Y Gladys... Ўoh, Gladys mнa!... Gladys, la del mнstico lago, que ahora serб rebautizado como Lago Central, de ningъn modo alcanzarб la inmortalidad por mi intermedio. їAcaso no habнa advertido yo nunca que en su naturaleza habнa algu­na fibra inflexible? їAcaso no percibнa, incluso en los tiempos en que estaba orgulloso de obedecer sus mandatos, que era se­guramente un amor muy pobre el que era capaz de enviar a su amado a la muerte o al peligro que conduce a la aniquilaciуn? їAcaso, en mis pensamientos mбs verdaderos, que siempre se repetнan y siempre echaba a un lado, no divisaba, mбs allб de la belleza del rostro, e inclinбndome dentro del alma, las som­bras gemelas del egoнsmo y de la inconstancia destacбndose oscuramente allб en el fondo? їAmaba ella lo heroico y lo es­pectacular por su misma nobleza o iba detrбs de la gloria que pudiera reflejarse sobre ella misma sin esfuerzo ni sacrificio? їO bien estos pensamientos son el resultado de la vana sabidu­rнa que sucede a los hechos? Fue el mayor golpe de mi vida. Por un momento esa conmociуn me convirtiу en un cнnico. Pero ha pasado ya, mientras escribo, una semana. Hemos celebra­do nuestra trascendental entrevista con lord John y... bueno, quizб las cosas podrнan haber sido peores.

Dejбdmelo contar en pocas palabras. En Southampton no habнa carta ni telegramas para mн, de modo que lleguй a la pequeсa villa de Streatham hacia las diez de la noche, inva­dido por una alarma febril. їEstarнa viva o muerta? їDуnde habнan quedado todos mis sueсos nocturnos de brazos abiertos, el rostro sonriente, las palabras de alabanza para su hombre, el que habнa arriesgado su vida para complacer un antojo suyo? Yo habнa caнdo ya de las altas cimas y estaba con los pies bien asentados sobre la tierra. Sin embargo, algunas buenas razones me habrнan hecho volar de nuevo hacia las nubes. Atravesй presuroso el sendero del jardнn, llamй a la puerta, oн dentro la voz de Gladys, hice a un lado a la atуnita doncella e irrumpн en la sala. Ella estaba sentada en un tabu­rete bajo la luz de una lбmpara de pie con pantalla que estaba junto al piano. Crucй la habitaciуn en tres pasos y cogн sus dos manos entre las mнas.

––ЎGladys! ––exclamй––. ЎGladys!

Ella levantу la vista para mirarme con asombro. Algo ha­bнa cambiado en ella de una manera sutil. La expresiуn de sus ojos, la mirada dura y levantada, los labios rнgidos, todo era nuevo para mн. Retirу las manos.

––їQuй significa esto? ––dijo.

––ЎGladys! ––exclamй––. їQuй sucede? Tъ eres mi Gladys, їno eres... la pequeсa Gladys Hungerton?

––No ––dijo––. Yo soy Gladys Potts. Permнteme que te pre­sente a mi marido.

ЎQuй absurda es la vida! Me hallй inclinбndome y estre­chando la mano de un hombrecillo de cabellos color de jen­gibre que estaba repantigado en el hondo sillуn que en otro tiempo habнa estado consagrado a mi propio uso. Ambos in­tercambiamos inclinaciones de cabeza y sonrisas forzadas, puestos de pie uno frente al otro.

––Papб ha permitido que nos quedбsemos a vivir aquн. Es­tamos terminando de arreglar nuestra casa ––dijo Gladys.

––їAh, sн? ––dije yo.

––Entonces, no recibiste mi carta en Parб, їverdad?

––No, no recibн ninguna carta.

––ЎOh, quй lбstima! Ella te lo hubiera aclarado todo.

––Todo estб bastante claro ––dije.

––Le he contado todo a William acerca de ti ––repuso ella––. No tenemos secretos. Siento tanto lo ocurrido... Sin embar­go, la cosa no serнa tan profunda si te permitiу marcharte al otro lado del mundo dejбndome sola. No eres rencoroso, їverdad?

––No, en absoluto. Bien, creo que me voy.

––Tome usted algъn refresco ––dijo el hombrecito, y aсadiу en tono confidencial––: Siempre sucede asн, їno es cierto? Y debe ser asн a menos que exista la poligamia, sуlo que al re­vйs. Usted me comprende.

Se riу como un idiota mientras yo me encaminaba hacia la puerta. Ya iba a atravesarla cuando un impulso sъbito y fan­tбstico me hizo volver atrбs para ir al encuentro de mi rival triunfante, que mirу nerviosamente hacia el timbre elйctrico.

––їQuerrнa usted contestarme una pregunta? ––preguntй.

––Bueno, si es razonable ––dijo.

––їCуmo lo consiguiу? їBuscу un tesoro escondido, des­cubriу uno de los polos, superу a algъn pirata, cruzу a nado el Canal de la Mancha, o quй? їDуnde estб la fascinaciуn ro­mбntica? їCуmo la conquistу?

Me mirу fijamente con una expresiуn desesperanzada en su rostro vacнo, bonachуn, insignificante.

––їNo cree usted que todo esto es algo demasiado perso­nal? ––dijo.

––Bueno, una sola pregunta mбs ––exclamй––. їQuй es us­ted? їCuбl es su profesiуn?

––Soy escribiente de un procurador ––dijo––. El segundo en las oficinas de Johnson and Merrivale's, 41, Chancery Lane.

––ЎBuenas noches! ––dije, y desaparecн entre las sombras, como todos los hйroes desconsolados y con el corazуn des­hecho; con la pena, la ira y la risa hirviendo dentro de mн como en una olla puesta al fuego.

Otra pequeсa escena y habrй terminado. Anoche hemos cenado todos en las habitaciones de lord John Roxton, y de sobremesa nos sentamos a fumar en buena camaraderнa y hablamos otra vez de nuestras aventuras. Resultaba extraсo ver en este entorno distinto las caras y figuras tan conocidas y habituales. Estaba Challenger, con su sonrisa condescen­diente, sus pбrpados entrecerrados, sus ojos intolerantes, la barba agresiva y su enorme torso, engreнdo y satisfecho mientras propinaba teorнas a Summerlee. Y tambiйn estaba allн Summerlee, con su corta pipa de escaramujo entre el del­gado bigote y su gris barba de chivo, adelantando su rostro consumido para debatir vehementemente todas las afirma­ciones de Challenger. Y por ъltimo allн estaba nuestro anfi­triуn, con su rostro ceсudo y aguileсo y sus frнos y azules ojos de glaciar en cuyas profundidades siempre resplande­cнa una llamita de humor y malicia. Йsta es la ъltima imagen de ellos que me llevo conmigo. Era despuйs de la cena, en su propio sanctum ––la habitaciуn de luminosidades rosбceas y los innumerables trofeos––, donde lord John Roxton se pro­ponнa decirnos algo. Sacу de un aparador una vieja caja de cigarros y la depositу encima de la mesa.

––Hay una cosa ––dijo–– que quizб debн haberles dicho antes de ahora, pero querнa saber algo mбs claramente quй cosa tenнa entre manos. No tiene sentido despertar esperanzas que luego se disipan. Pero son hechos, no esperanzas, lo que ahora tenemos con nosotros. Recordarбn ustedes aquel dнa en que hallamos el nidal de los pterodбctilos en la ciйnaga... їno? Bueno, algo en la situaciуn del terreno me llamу la atenciуn. Quizб ustedes no lo advirtieron, por eso lo refiero ahora. Era una tronera volcбnica llena de arcilla azul.

Los profesores asintieron con movimientos de cabeza.

––Y bien: de todos los lugares del mundo que he visitado, sуlo en otro hallй una boca volcбnica de arcilla azul. Fue en la gran mina de diamantes De Beers, en Kimberley... їeh? Como ustedes ven, los diamantes se me metieron en la cabe­za. Aparejй una armadura para mantener a distancia a aque­llas hediondas bestias y pasй allн un dнa feliz empuсando una escarda. Esto es lo que saquй.

Abriу su caja de cigarros y dбndole vuelta dejу caer unas veinte o treinta piedras toscas, cuyo tamaсo variaba entre el de un guisante y el de una castaсa.

––Tal vez pensarбn ustedes que debн haberlo contado an­tes. Bueno, asн lo habrнa hecho, sуlo que sй que hay monto­nes de trampas para el incauto y que muchas piedras de cualquier tamaсo pueden resultar de poco valor una vez que se aclara su color y consistencia. Por eso las traje, y el primer dнa de nuestro arribo a casa llevй una al joyero Spink y le pedн que la tallase toscamente y que la tasase.

Sacу de su bolsillo una caja de pнldoras y cogiу un hermo­so diamante que resplandecнa, una de las piedras preciosas mбs bellas que habнa visto en mi vida.

––Ahн estб el resultado ––dijo––. El joyero tasу el lote en un precio mнnino de doscientas mil libras. Por supuesto lo re­partiremos entre nosotros cuatro. No quiero oнr nada en contrario. Y bien, Challenger, їquй harб con sus cincuenta mil?

––Si realmente insiste usted en su generoso parecer ––dijo el profesor––, fundarй un museo privado, algo que ha sido uno de mis sueсos desde hace mucho tiempo.

––їY usted, Summerlee?

––Me retirarй de la enseсanza, y asн hallarй tiempo para proseguir mi clasificaciуn definitiva de los fуsiles calcб­reos.

––Y yo usarй mi parte ––dijo lord John Roxton–– para equi­par una expediciуn bien organizada y echar otro vistazo a nuestra vieja y querida meseta. En lo que se refiere a usted, compaсerito, por supuesto gastarб la suya en casarse.

––Pues no pienso hacerlo, todavнa ––dije con una sonrisa apesadumbrada––. Creo que mбs bien me gustarнa ir con us­ted, si me acepta.

Lord Roxton no dijo nada, pero una mano morena se ex­tendiу hacia mн a travйs de la mesa.

 

 


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