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No quiero aburrir a quienes se internen en esta narraciуn con un relato del confortable viaje que disfrutamos a bordo del buque de la Booth, ni tampoco voy a hablar de nuestra estancia de una semana en Parб (salvo que quiero dejar constancia de la gran amabilidad de la Compaснa Pereira da Pinta al ayudarnos a reunirnos con nuestro equipaje). Sуlo quiero aludir brevemente a nuestro trayecto aguas arriba por un rнo ancho, de lenta corriente con aguas color de arcilla, a bordo de un vapor que era casi tan grande como el que nos habнa transportado a travйs del Atlбntico. Finalmente cruzamos los estrechos de Obidos y arribamos a la ciudad de Manaos. Allн fuimos rescatados de los limitados atractivos de la posada local por el seсor Shortman, representante de la British and Brazilian Trading Company. En su hospitalaria fazenda13 pasamos el tiempo hasta el dнa en que estarнamos autorizados a abrir la carta con las instrucciones del profesor Challenger. Pero antes que llegue a relatar los sorprendentes sucesos de esa fecha, desearнa esbozar un retrato mбs definido de mis camaradas en esta empresa y de los colaboradores que ya habнamos congregado en Sudamйrica. Hablarй sin reservas, seсor McArdle, y dejo a su discreciуn el uso que quiera dar a mis materiales, ya que este informe ha de pasar por sus manos antes que sea dado a conocer en el mundo.
13. ‘Hacienda’, ‘finca rъstica’. En portuguйs en el original.
Los logros cientнficos del profesor Summerlee son harto bien conocidos para que me moleste en recapitularlos. Estб mejor preparado para una expediciуn tan ruda como йsta de lo que uno podrнa imaginar a primera vista. Su cuerpo alto, enjuto y correoso es insensible a la fatiga y ningъn cambio en el ambiente que lo rodea afecta a su carбcter seco, medio sarcбstico y, a menudo, carente de toda simpatнa. A pesar de que tiene ya sesenta y seis aсos, jamбs le he oнdo expresar algъn disgusto ante las ocasionales penalidades con que nos hemos enfrentado. Yo habнa conceptuado su presencia como un estorbo para la expediciуn, pero en realidad ahora estoy convencido de que su capacidad de resistencia es tan grande como la mнa. En cuanto a su temperamento, es naturalmente agrio y escйptico. Nunca ha ocultado, desde el principio, su creencia de que el profesor Challenger es un completo farsante, que nos hemos embarcado todos en una empresa quimйrica y absurda, y que lo mбs probable es que sуlo cosechemos desilusiones y peligros en Sudamйrica y el correspondiente ridнculo en Inglaterra. Йstos eran los puntos de vista que vertiу en nuestros oнdos durante todo nuestro viaje de Southampton a Manaos, ilustrando sus peroraciones con apasionados visajes de sus descarnadas facciones y sacudidas de su rala perilla, que se parecнa a la barba de un chivo. Desde que desembarcamos, ha obtenido algъn consuelo en la belleza y variedad de insectos y pбjaros que pululan a su alrededor, porque su devociуn por la ciencia es absoluta y la siente de todo corazуn. Se pasa los dнas merodeando por los bosques, con su escopeta y su red de cazar mariposas, y ocupa sus veladas en clasificar y montar los muchos ejemplares que ha adquirido. Entre sus particularidades menores se pueden contar su descuido en el vestir, la falta de limpieza en su persona, la extremada distracciуn en todos sus hбbitos y su aficiуn a fumar en una corta pipa de escaramujo, que rara vez estб fuera de su boca. Durante su juventud participу en varias expediciones cientнficas (estuvo con Robertson en Papuasia) y la vida en campamentos y canoas no es para йl ninguna novedad.
Lord John Roxton tiene algunos puntos en comъn con el profesor Summerlee y otros en que constituyen una verdadera antнtesis uno del otro. Es veinte aсos mбs joven, pero similar en el fнsico, descarnado y enjuto. En cuanto a su apariencia, ya la he descrito, me parece, en la parte de mi narraciуn que dejй en Londres. Es extremadamente aseado y meticuloso en sus hбbitos, viste siempre cuidadosamente, con trajes de dril blanco y altas botas protectoras de color castaсo, y se afeita al menos una vez al dнa. Como la mayorнa de los hombres de acciуn, es lacуnico en el hablar y se sumerge fбcilmente en sus propios pensamientos, pero siempre estбpronto a responder a una pregunta o a participar en las conversaciones, con un lenguaje algo excйntrico y medio humorнstico. Su conocimiento del mundo, y de Sudamйrica en especial, resulta sorprendente; cree de todo corazуn en las posibilidades de nuestra expediciуn, sin que le desanimen las mofas del profesor Summerlee. Tiene una voz suave y unos modales serenos, pero detrбs de sus relampagueantes ojos azules acecha una capacidad para estallar en ira furiosa e implacable resoluciуn, tanto mбs peligrosas cuanto que las refrena. Hablaba poco de sus hazaсas en el Brasil y en Perъ, pero fue una revelaciуn para mн descubrir la excitaciуn que causу su presencia entre los indнgenas ribereсos, que lo consideraban su campeуn y protector. Las proezas del jefe Rojo, como le llamaban, se habнan vuelto legendarias entre ellos, pero los hechos reales, por lo que pude saber, eran ya bastante sorprendentes.
Sucediу que algunos aсos antes lord John se hallaba en aquella tierra de nadie que forman las fronteras definidas a medias de Perъ, Brasil y Colombia. En ese enorme distrito florece el бrbol silvestre que produce el caucho, el cual se ha convertido (como tambiйn ocurre en el Congo) en una maldiciуn para los nativos, que sуlo puede compararse con los trabajos forzados a que los sometнan otrora los espaсoles en las viejas minas de plata del Dariйn. Un puсado de malvados mestizos dominaba el paнs, habнa dado armas a ciertos indios de quienes podнa fiarse y convirtiу en esclavos a todos los demбs, a los que aterrorizaba con las mбs inhumanas torturas para obligarles a recoger el caucho, que luego era embarcado en el rнo para llevarlo a Parб. Lord John Roxton tratу de disuadirlos para defender a las desdichadas vнctimas, pero sуlo recibiу amenazas e insultos por sus esfuerzos. Entonces declarу formalmente la guerra a Pedro Lуpez, el jefe de los esclavizadores; enrolу en sus cuadros a una banda de esclavos fugitivos, los armу y emprendiу una campaсa, que concluyу al dar muerte con sus propias manos al famoso mestizo y al destruir el sistema que йste representaba.
No era de extraсar por lo tanto que la apariciуn del hombre pelirrojo, de voz suave y maneras libres y sencillas, fuera contemplada ahora con profundo interйs en las riberas del gran rнo sudamericano, aunque los sentimientos que inspiraba estuvieran evidentemente mezclados, ya que la gratitud de los indнgenas era igualada por el resentimiento de aquellos que deseaban explotarlos. Un resultado beneficioso de sus experiencias anteriores era que podнa hablar fluidamente la Lingoa Geral 14 que es el habla caracterнstica, mezcla de un tercio de palabras portuguesas y dos tercios de vocablos indios, de uso corriente en todo el Brasil.
14. ‘Lengua general’. En portuguйs en el original.
He dicho antes que lord John Roxton era un manнaco de Sudamйrica. No podнa hablar de aquel gran paнs sin entusiasmarse ardorosamente, y ese ardor era contagioso, porque, ignorante como yo era, consiguiу atraer mi atenciуn y estimular mi curiosidad. Quisiera ser capaz de reproducir el hechizo de sus plбticas, la peculiar mezcla de conocimientos sуlidos y chispeante imaginaciуn que les otorgaba su atractivo, hasta conseguir que incluso la sonrisa cнnica y escйptica del profesor se fuera desvaneciendo gradualmente de su enjuto rostro a medida que escuchaba. Se disponнa a contar la historia del enorme rнo tan rбpidamente explorado (ya que algunos de los primeros conquistadores del Perъ cruzaron en realidad todo el continente sobre sus aguas)15, pero aъn tan desconocido respecto a todo lo que se ocultaba mбs allб de sus orillas en continuo cambio.
15. Se refiere seguramente a la expediciуn de Orellana, que, partiendo de Perъ, navegу el Orinoco y el Amazonas hasta su desembocadura, en busca del mнtico El Dorado, en 1542.
––їQuй hay mбs allб? ––exclamaba, seсalando hacia el norte––. Selva, pantanos y una jungla impenetrable. їQuiйn sabe lo que eso puede ocultar? їY allб hacia el sur? El yermo de las florestas pantanosas donde ningъn hombre blanco ha puesto el pie todavнa. Por todas partes se nos enfrenta lo desconocido. їQuiйn conoce algo mбs allб de las estrechas cintas de los rнos? їQuiйn osarнa decir quй cosas pueden suceder en un paнs semejante? їPor quй no podrнa estar en lo cierto el viejo Challenger? Ante este directo desafio, reaparecнa la porfiada sonrisa de burla en el rostro del profesor Summerlee, y permanecнa sentado, moviendo su sardуnica cabeza en un silencio desprovisto de cordialidad parapetado tras la nube de humo de su pipa de raнz de escaramujo.
Esto es todo, por el momento, acerca de mis dos compaсeros blancos, cuyos caracteres y limitaciones serбn expuestos con mayor amplitud, como los mнos propios, a medida que prosiga este relato. Pero ya habнamos contratado a ciertos asistentes que habrнan de jugar una parte de cierta importancia en lo que estaba por venir. El primero es un negro gigantesco llamado Zambo, un Hйrcules moreno, tan voluntarioso como un caballo y de una inteligencia casi igual. Lo alistamos en Parб por recomendaciуn de la compaснa de vapores, en cuyos barcos habнa aprendido a hablar un inglйs titubeante.
Tambiйn contratamos en Parб a Gуmez y Manuel, dos mestizos de la regiуn situada en el curso superior del rнo y que acababan de bajar por el mismo con un cargamento de madera de palo de rosa. Eran individuos de piel morena, barbudos y fieros, tan activos y tensos como panteras. Ambos habнan pasado su vida en esa zona del curso superior del Amazonas, precisamente la que querнamos explorar, y por esa circunstancia recomendable lord John los habнa contratado. Uno de ellos, Gуmez, tenнa la ventaja suplementaria de hablar un inglйs excelente. Estos hombres se ofrecieron voluntariamente a trabajar como nuestros criados personales, a cocinar, remar o a hacerse ъtiles de cualquier otro modo, por una paga de quince dуlares mensuales. Ademбs de ellos, habнamos contratado a tres indios mojo de Bolivia, porque, de todas las tribus ribereсas, aquйlla era la mбs hбbil para la pesca y la navegaciуn. Al jefe de estos indios le llamamos Mojo, con el nombre de su tribu, y a los otros dos los conocнamos como Josй y Fernando. Tres blancos, dos mestizos, un negro y tres indios constituнamos pues el personal de la pequeсa expediciуn, que permanecнa en Manaos esperando instrucciones antes de partir en pos de su extraсa bъsqueda.
Por fin, despuйs de una semana tediosa, llegaron el dнa y la hora seсalados. Le pido que se represente la sombreada estancia de la fazenda Santo Ignacio, dos millas tierra adentro desde la ciudad de Manaos. En el exterior, resplandecнa el sol con una luz amarilla, broncнnea, que recortaba las sombras de las palmeras en contornos tan negros y definidos como los бrboles mismos. El aire estaba en calma, lleno del eterno zumbido de los insectos, que formaban un coro tropical de muchas octavas desde el bajo profundo de la abeja hasta la flauta aguda y afilada de los mosquitos. Detrбs del pуrtico o galerнa habнa un pequeсo jardнn despejado, con cercas de cactos y adornado con macizos de arbustos floridos, donde revoloteaban grandes mariposas azules y cruzaban como saetas diminutos colibrнes que trazaban arcos de luz rutilante. Nosotros estбbamos en el interior, sentados alrededor de la mesa de caсa sobre la cual estaba el sobre sellado. En su anverso, trazadas con la mellada letra del profesor Challenger, se leнan estas palabras:
«Instrucciones para lord John Roxton y su grupo. Para ser abierto en Manaos el dнa 15 de julio, a las doce en punto de la maсana».
Lord John habнa colocado su reloj sobre la mesa, ante sн.
––Faltan todavнa siete minutos ––dijo––. El querido viejo es muy estricto.
El profesor Summerlee sonriу agriamente, al tiempo que recogнa el sobre con su mano flaca.
––їQuй puede importar si lo abrimos ahora o dentro de siete minutos? ––dijo––. Todo esto es parte del mismo sistema de charlatanerнa y falta de sentido comъn que caracteriza notoriamente al autor de la carta, lamento tener que decirlo.
––Oh, vamos, tenemos que jugar nuestra partida de acuerdo con las reglas ––dijo lord John––. El espectбculo pertenece al viejo Challenger y nosotros estamos aquн gracias a su buena voluntad, de modo que serнa una acciуn pйsima y deplorable la de no seguir sus instrucciones al pie de la letra.
––ЎBonito negocio! ––exclamу amargamente el profesor––. Ya me sonaba absurdo en Londres, pero me siento inclinado a decir que visto de cerca lo es aъn mбs. No sй lo que contiene este sobre, pero, a menos que traiga instrucciones bien definidas, me sentirй muy tentado a tomar el primer barco que salga rнo abajo, para tomar el Bolivia nada mбs llegar a Parб. Despuйs de todo, tengo en el mundo tareas de mayor responsabilidad que andar corriendo para desautorizar las afirmaciones de un lunбtico. Vamos, Roxton, seguramente ya es la hora.
––Asн es, y usted ya puede tocar el pito ––dijo lord Roxton. Levantу el sobre y lo cortу con su cortaplumas. Extrajo de su interior una hoja de papel doblada. La desplegу con mucho cuidado y la extendiу sobre la mesa. Era una hoja en blanco. Le dio la vuelta. Tambiйn estaba en blanco. Nos miramos unos a otros en azorado silencio, que fue roto por el discordante estallido de la risa burlesca del profesor Summerlee.
––Es una clara confesiуn ––exclamу––. їQuй mбs quieren ustedes? Ese fulano es un embaucador confeso. Sуlo nos resta regresar a casa e informar que es un impostor descarado.
––їTinta invisible? ––sugerн.
––ЎNo lo creo! ––dijo lord Roxton mirando el papel al trasluz––. No, compaсerito––camarada, no sirve de nada engaсarse a sн mismo. Puedo garantizar que en este papel no se ha escrito nunca nada.
––їPuedo entrar? ––retumbу una voz desde la galerнa.
La sombra de una figura rechoncha se interponнa en la franja de sol. ЎAquella voz! ЎAquella monstruosa anchura de hombros! Nos pusimos de pie de un salto con el aliento entrecortado por la sorpresa, al ver que Challenger, tocado con un sombrero de paja redondo y juvenil, con una cinta de color... Challenger, con las manos en los bolsillos de su chaqueta y sus zapatos de lona haciendo elegante palanca sobre las puntas al caminar..., aparecнa en el espacio vacнo que se abrнa ante nosotros. Echу atrбs la cabeza y se quedу envuelto en el resplandor dorado, con toda la exuberancia de su barba de la antigьedad asiria y toda su ingйnita insolencia, marcada en sus pбrpados entornados y sus ojos intolerantes.
––Me temo que llego con algunos minutos de retraso ––dijo, sacando su reloj––. Debo confesar que cuando les entreguй ese sobre no tenнa la menor intenciуn de que lo abriesen, porque ya entonces habнa determinado estar con ustedes antes de la hora fijada. El infortunado retraso debe repartirse, en partes iguales, entre la torpeza de un piloto y la intrusiуn de un banco de arena. Sospecho que esto habrб dado ocasiуn a mi colega, el profesor Summerlee, para que blasfeme un poco.
––Siento la obligaciуn de decirle, seсor ––contestу lord John con algo de severidad en la voz––, que su regreso nos ha producido un alivio considerable, porque nuestra misiуn parecнa haber llegado ya a un fin prematuro. Incluso ahora, que me ahorquen si comprendo por quй ha obrado usted de manera tan extraordinaria.
En lugar de contestar, el profesor Challenger entrу, nos estrechу las manos a lord John y a mн, se inclinу con abrumadora insolencia ante el profesor Summerlee y se sentу en un sillуn de mimbre, que crujiу y se cimbrу bajo su peso.
––їEstб todo preparado para iniciar nuestra jornada? ––preguntу.
––Podemos salir maсana.
––Pues entonces saldrбn. Ya no necesitan mapas con instrucciones, puesto que disfrutarбn de la inestimable ventaja de que sea yo el guнa. Desde el principio estaba decidido a presidir yo mismo sus investigaciones. Ustedes deben admitir enseguida que los mapas mбs completos serнan un pobre sustituto de mi propia inteligencia y mi consejo. En cuanto a esta pequeсa artimaсa que he usado para burlarme de ustedes, en el asunto del sobre, estб claro que, si yo les hubiese comunicado mis intenciones, me habrнa visto obligado a resistir a molestas presiones para que viajase en compaснa de ustedes.
––ЎNo de mi parte, seсor! ––exclamу el profesor Summerlee apasionadamente––. Al menos mientras hubiese otro barco que cruzase el Atlбntico.
Challenger hizo caso omiso del profesor con un ademбn de su manaza peluda.
––Estoy seguro de que su buen sentido hallarб razonables mis reparos y comprenderбn que era mejor que yo pudiera dirigir mis propios movimientos y apareciese ъnicamente en el momento exacto en que mi presencia fuera necesaria. Ese momento ha llegado al fin. Estбn ustedes en buenas manos. Llegarбn a destino sin contratiempos. Desde este momento tomo el mando de esta expediciуn y tengo que pedirles que completen su preparaciуn esta noche, a fin de que seamos capaces de salir por la maсana temprano. Mi tiempo es valioso y lo mismo puede decirse, sin duda ––aunque en menor grado––, del de ustedes. Propongo, pues, que avancemos tan rбpidamente como sea posible, hasta que les haya demostrado las cosas que han venido a ver.
Lord John Roxton habнa fletado una gran lancha de vapor, la Esmeralda, que debнa llevarnos rнo arriba. Por lo que ataсe al clima, era indistinto el momento que eligiйsemos para nuestra expediciуn, porque la temperatura, lo mismo en invierno que en verano, fluctъa entre los setenta y cinco y los noventa grados16, sin apreciable diferencia en el calor. Sin embargo, en lo que respecta a la humedad, la cosa varнa; de diciembre a mayo se extiende el perнodo de las lluvias, y durante el mismo el rнo crece lentamente hasta alcanzar una altura de casi cuarenta pies sobre su nivel mбs bajo. Cubre las orillas, se extiende en grandes lagunas sobre una monstruosa extensiуn de territorio y forma un inmenso distrito, llamado en la regiуn el Gapo, que en su mayor parte es demasiado pantanoso para atravesarlo a pie y demasiado poco profundo para que sea navegable en lancha. A mediados de junio las aguas comienzan a descender, y alcanzan su nivel mбs bajo en octubre o noviembre. Asн, nuestra expediciуn transcurrнa en medio de la estaciуn seca, cuando el gran rнo y sus afluentes se hallaban mбs o menos en condiciones normales.
16. Grados de la escala Fahrenheit usada en los paнses anglosajones. En ella 0° centнgrados equivale a 32° Fahrenheit, y los 100° centнgrados, a 212° Fahrenheit. La temperatura, pues, oscilaba entre 24° y 32° centнgrados.
La corriente del rнo es dйbil, con una pendiente que no sobrepasa las ocho pulgadas por milla. Ningъn otro rнo podrнa resultar mбs conveniente para la navegaciуn, ya que los vientos dominantes son los que soplan del sudoeste, y las barcas pueden navegar a vela hasta la frontera peruana; al regreso, se dejan llevar por la corriente. En nuestro caso, la excelente mбquina de la Esmeralda podнa despreciar la perezosa corriente del rнo, e hicimos progresos tan rбpidos como si estuviйsemos navegando por un lago de aguas estancadas. Durante tres dнas avanzamos hacia el noroeste por un rнo que aun allн, a mil millas de su desembocadura, seguнa siendo tan enorme que sus orillas, vistas desde el centro de la corriente, parecнan meras sombras sobre la lejana lнnea del horizonte. Al cuarto dнa de haber dejado Manaos, doblamos por un afluente cuya desembocadura era muy poco menor en anchura que el rнo principal. Sin embargo fue estrechбndose rбpidamente, y despuйs de otros dos dнas de navegaciуn a vapor llegamos a una aldea india, en la que el profesor insistiу en que debнamos desembarcar, en tanto la Esmeralda era devuelta a Manaos. Explicу que muy pronto caerнamos sobre unos rбpidos que harнan imposible el uso de aquella embarcaciуn. Aсadiу, confidencialmente, que nos estбbamos aproximando a la puerta del paнs desconocido y que cuanto menor fuese el nъmero de personas que tuviese parte en nuestras revelaciones, tanto mejor serнa. Con esta finalidad, nos requiriу a cada uno de nosotros la palabra de honor de que no publicarнamos ni dirнamos nada que pudiera dar la clave exacta del paradero de nuestro viaje, y con la misma finalidad tomу juramento solemne a nuestros servidores. Por esta razуn me veo obligado a emplear en mi narraciуn ciertas indefiniciones, y quiero advertir a mis lectores que en todos los mapas y diagramas que adjunto la relaciуn entre los diversos lugares es correcta, pero los puntos de referencia de la brъjula han sido cuidadosamente confundidos, para que en ningъn caso puedan ser tomados como guнa para llegar al paнs. Las razones que tiene el profesor Challenger pueden ser vбlidas o no, pero a nosotros no nos quedу otra opciуn que aceptarlas, porque йl estaba dispuesto a abandonar la expediciуn antes que modificar las condiciones bajo las cuales iba a servirnos de guнa.
El dнa 2 de agosto, al dar la despedida a la Esmeralda, cortamos nuestro ъltimo lazo con el mundo exterior. Desde entonces han pasado cuatro dнas, y durante este lapso hemos contratado dos grandes canoas indias, hechas de un material tan liviano (pieles sobre un armazуn de bambъ) que podremos transportarlas por encima de cualquier obstбculo. Las cargamos con todos los efectos y contratamos a dos indios mбs para que nos ayudasen en la navegaciуn. Segъn entiendo, son precisamente los dos ––se llaman Ataca e Ipetъque acompaсaron al profesor Challenger en su viaje anterior. Parecen aterrorizados ante la perspectiva de repetirlo, pero el jefe ejerce poderes patriarcales en estas comarcas, y si un negocio le parece bueno, los miembros de la tribu carecen de poder de elecciуn en la materia.
Por lo tanto, maсana nos perderemos en lo desconocido. Transmito este relato rнo abajo por canoa, y quizб sean йstas nuestras ъltimas palabras dirigidas a quienes se interesan por nuestro destino. De acuerdo con lo convenido, lo dirijo a usted, mi querido seсor McArdle, y dejo a su discreciуn el poder suprimir, alterar o hacer con йl lo que usted quiera. Por la seguridad que ostenta el profesor Challenger ––y a pesar del constante pesimismo del profesor Summerlee––, no tengo dudas de que nuestro conductor darб fe de sus afirmaciones y de que verdaderamente nos hallamos en la vнspera de las mбs notables experiencias.
Дата добавления: 2015-11-14; просмотров: 63 | Нарушение авторских прав
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