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I. Los heroнsmos nos rodean por todas partes

Es un hombre totalmente insoportable | Es la cosa mбs grandiosa del mundo | Fui el mayal del Seсor | Maсana nos perderemos en lo desconocido | Los guardianes exteriores del nuevo mundo | ЇQuiйn podнa haberlo previsto? | Han ocurrido las cosas mбs extraordinarias | Por una vez fui el hйroe | Todo era espanto en el bosque | Una escena que no olvidarй jamбs |


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Arthur Conan Doyle

El mundo perdido

He forjado mi simple plan

si doy una hora de alegrнa

al muchacho que es a medias un hombre

o al hombre que es un muchacho a medias.

 

Нndice

 

Advertencia

Capнtulo 1. Los heroнsmos nos rodean por todas partes

Capнtulo 2. Pruebe fortuna con el profesor Challenger

Capнtulo 3. Es un hombre totalmente insoportable

Capнtulo 4. Es la cosa mбs grandiosa del mundo

Capнtulo 5. ЎDisiento!

Capнtulo 6. Fui el mayal del Seсor

Capнtulo 7. Maсana nos perderemos en lo desconocido

Capнtulo 8. Los guardianes exteriores del nuevo mundo

Capнtulo 9. їQuiйn podнa haberlo previsto?

Capнtulo 10. Han ocurrido las cosas mбs extraordinarias

Capнtulo 11. Por una vez fui el hйroe

Capнtulo 12. Todo era espanto en el bosque

Capнtulo 13. Una escena que no olvidarй jamбs

Capнtulo 14. Йstas fueron las verdaderas conquistas

Capнtulo 15. Nuestros ojos han visto grandes maravillas

Capнtulo 16. ЎEn manifestaciуn! ЎEn manifestaciуn!

 

 

Advertencia

E. D. Malone desea aclarar que tanto el mandato de prohibi­ciуn como la acciуn por calumnias han sido revocados sin reservas por el profesor G. E. Challenger, que, habiendo quedado satisfecho al constatar que ninguna crнtica o co­mentario de este libro contiene бnimo de ofensa, ha garanti­zado que no pondrб ningъn obstбculo a su publicaciуn y cir­culaciуn. E. D. Malone desea tambiйn expresar su gratitud a Patrick L. Forbes, de Rosslyn Hill, Hampstead, por la destre­za y simpatнa con que ha preparado los dibujos que trajimos de Sudamйrica, y tambiйn a W Ransford, de Elm Row, Hampstead, por su valiosa ayuda de experto en lo referente a las fotografнas.

 

 

I. Los heroнsmos nos rodean por todas partes

 

Su padre, el seсor Hungerton, era verdaderamente la per­sona menos dotada de tacto que pudiese hallarse en el mun­do; una especie de cacatъa pomposa y desaliсada, de exce­lente carбcter pero absolutamente encerrado en su propio y estъpido yo. Si algo podнa haberme alejado de Gladys, era el imaginar un suegro como aquйl. Estoy convencido de que creнa, de todo corazуn, que mis tres visitas semanales a Los Nogales se debнan al placer que yo hallaba en su compaснa y, muy especialmente, al deseo de escuchar sus opiniones so­bre el bimetalismo1, materia en la que iba camino de conver­tirse en una autoridad.

 

1. Sistema monetario basado en la utilizaciуn de los patrones oro y plata.

 

Durante una hora o mбs tuve que oнr aquella noche su monуtono parloteo acerca de cуmo la moneda sin respaldo disipa la seguridad del ahorro, sobre el valor simbуlico de la plata, la devaluaciуn de la rupia y los verdaderos patrones de cambio.

––Supуngase ––exclamaba con enfermiza exaltaciуn–– que se reclamasen en forma simultбnea todas las deudas del mundo y se insistiese en su pago inmediato. їQuй ocurrirнa entonces, dadas las actuales circunstancias?

Le contestй que eso me convertirнa, evidentemente, en un hombre arruinado, ante lo cual saltу de su silla reprochando mi habitual ligereza, que le impedнa discutir en mi presencia cualquier tema razonable. Tras decir esto, saliу disparado de la habitaciуn para vestirse, porque iba a una reuniуn de ma­sones.

ЎPor fin estaba a solas con Gladys, y habнa llegado la hora que decidirнa mi suerte! Durante toda la velada me habнa sentido como el soldado que espera la seсal que le ha de lan­zar a una empresa desesperada, alternбndose en su бnimo la esperanza de la victoria y el temor al fracaso.

Ella estaba sentada, y su perfil orgulloso y delicado se re­cortaba sobre el fondo rojo de la cortina que habнa detrбs de ella. ЎQuй bella era! Y, sin embargo, Ўquй distante! Йramos amigos, muy buenos amigos, pero nunca habнa podido pa­sar con ella de una camaraderнa similar a la que podнa unir­me a cualquiera de mis colegas periodistas de la Gazette: una camaraderнa perfectamente franca, afectuosa y asexual.

Todos mis instintos rechazan a la mujer que se muestra demasiado franca y desenvuelta conmigo. Esto no es ningъn cumplido para el hombre. Allн donde surgen los verdaderos sentimientos sexuales, la timidez y el recelo son sus compa­сeros, como herencia de aquellos viejos y crueles dнas en los que el amor y la violencia iban con frecuencia de la mano. La cabeza inclinada, los ojos bajos, la voz trйmula, el estremeci­do retroceso ante la proximidad de los cuerpos; йstas, y no la mirada atrevida y la respuesta franca, son las autйnticas se­сales de la pasiуn. Me habнa alcanzado la corta experiencia de mi vida para aprender todo eso..., o lo habнa heredado de esa memoria de la raza humana que llamamos instinto.

Gladys poseнa todas las cualidades de la feminidad. Al­gunos la juzgaban frнa y dura, pero semejante pensamien­to era una traiciуn. Esa piel delicadamente bronceada, casi oriental en su pigmentaciуn, esos cabellos negros como ala de cuervo, los grandes ojos hъmedos, los labios grue­sos pero exquisitos..., todos los estigmas de la pasiуn esta­ban presentes en ella. Pero yo era dolorosamente conscien­te de que hasta ahora no habнa descubierto el secreto que harнa surgir esa pasiуn a la superficie. Sin embargo, fuera como fuese, estaba decidido a terminar con la duda y ha­cer que las cosas se aclarasen definitivamente aquella no­che. Lo mбs que ella podнa hacer era rechazarme, y era mejor ser rechazado como amante que aceptado como hermano.

Hasta ahн me habнan llevado mis pensamientos y estaba ya a punto de romper aquel largo y molesto silencio cuando dos ojos negros se posaron en mн con expresiуn de censura, mientras la orgullosa cabeza se sacudнa en un gesto de son­riente reproche.

––Tengo el presentimiento de que te vas a declarar, Ned. Preferirнa que no lo hicieses, porque las cosas son mucho mбs agradables tal y como estбn.

Acerquй un poco mбs mi silla.

––Pero, їcуmo has sabido que iba a declararme? ––le pre­guntй verdaderamente asombrado.

––їAcaso no lo saben siempre las mujeres? їSupones que hubo alguna vez en el mundo mujer a la que una declaraciуn haya cogido de sorpresa? ЎOh, Ned, nuestra amistad era tan buena y tan placentera! ЎSerнa una lбstima echarla a perder! їNo comprendes cuбn esplйndido resulta que un joven y una muchacha sean capaces de hablar cara a cara, como noso­tros lo hacнamos?

––No lo sй, Gladys... Verбs, yo puedo hablar cara a cara con... con el jefe de estaciуn.

No puedo imaginar cуmo se introdujo este funcionario en la conversaciуn, pero el caso es que apareciу, haciйndo­nos reнr a ambos.

––No. Eso no me satisface lo mбs mнnimo. Quiero rodearte con mis brazos, apoyar tu cabeza en mi pecho, y, oh, Gladys, quiero...

Al ver que yo me proponнa poner en prбctica algunos de mis deseos, ella saltу de su silla.

––Lo has echado todo a perder, Ned ––dijo––. Todo es tan be­llo y natural hasta que estas cosas ocurren... ЎQuй pena! їPor quй no puedes dominarte?

––No he sido yo quien lo ha inventado ––me defendн––. Es la naturaleza. ЎEs el amor!

––Bien, quizб serнa diferente si amбsemos los dos. Pero yo nunca he sentido amor.

––Pero tъ tienes que sentirlo... ЎTъ, con tu belleza, con tu alma! ЎOh, Gladys, tъ has sido hecha para amar! ЎDebes amar!

––Hay que esperar a que el amor llegue.

––їY por quй no puedes amarme a mн, Gladys? їEs por mi aspecto, o quй?

Ella pareciу ablandarse un poco. Extendiу la mano ––Ўcon quй gracia y condescendencia!–– y empujу mi cabeza hacia atrбs. Luego contemplу mi rostro levantado hacia ella y son­riу pensativamente.

––No, no es eso ––dijo al fin––. Como no eres uno de esos muchachos engreнdos por naturaleza, puedo decirte confia­damente que no es por eso. Es por algo mбs profundo.

––їMi carбcter?

Asintiу severamente.

––їQuй puedo hacer para enmendarme? Siйntate y discu­tбmoslo. ЎNo, no harй nada si te sientas, de verdad!

Me mirу con recelo e incertidumbre, algo que me impre­sionу mucho mбs en su favor que su habitual y confiada franqueza. ЎQuй bestial y primitivo parece todo esto cuando uno lo pone por escrito! Y quizб, despuйs de todo, sea tan sуlo un sentimiento propio de mi naturaleza. De todos mo­dos, ella volviу a sentarse.

––Y ahora, dime que hay de malo en mн.

––Es que estoy enamorada de otro ––dijo ella. Esta vez me tocу a mн saltar de la silla.

––No se trata de nadie en particular ––explicу riйndose ante la expresiуn de mi rostro––. Sуlo es un ideal. Nunca he halla­do la clase de hombre a que me refiero.

––Hбblame de ese hombre. їCуmo es? їA quiйn se parece?

––Oh, podrнa parecerse mucho a ti.

––ЎBendita seas por decir eso! Bueno. їQuй es lo que йl hace y yo no pueda hacer? Di una sola palabra: que es abstemio, vegetariano, aeronauta, teуsofo, superhombre..., y tratarй de serlo yo tambiйn. Gladys, si sуlo me dieras alguna idea de lo que te agradarнa que fuese...

Ella rompiу a reнr ante la flexibilidad de mi carбcter.

––Bien ––dijo––. Ante todo no creo que mi hombre ideal ha­blase de este modo. Йl serнa mбs duro, mбs severo y no esta­rнa dispuesto a adaptarse tan fбcilmente a los caprichos de una muchacha tonta. Pero, por encima de todo, tendrнa que ser un hombre capaz de hacer cosas, de actuar, de mirar a la muerte cara a cara sin temerla... Un hombre capaz de gran­des hazaсas y extraordinarias experiencias. No serнa al hom­bre al que yo amarнa, sino a las glorias por йl ganadas, que se reflejarнan en mн. ЎPiensa en Richard Burton2! Cuando leo el libro que su esposa escribiу acerca de su vida, comprendo el amor que sentнa por йl. ЎY el de lady Stanley3! їHas leнdo alguna vez ese maravilloso capнtulo final del libro que escri­biу acerca de su marido? Йsa es la clase de hombres que una mujer serнa capaz de adorar con toda su alma, engrande­ciйndose, en lugar de sentirse mбs pequeсa a causa de su amor, porque todo el mundo la honrarнa como la inspirado­ra de nobles hazaсas.

 

2. Richard Burton, explorador inglйs (1827––1890) que descubriу el lago Tanganyka, junto con Speke.

3. John Roland Stanley (llamado Henry Morton). Explorador y perio­dista que fue en rescate de Livingstone (1814––1904).

 

Estaba tan bella, exaltada por el entusiasmo, que mis sen­tidos estuvieron a punto de quebrar el elevado nivel que has­ta entonces habнa mantenido la conversaciуn. Me reprimн con un gran esfuerzo y continuй con mis argumentaciones.

––No todos podemos ser Stanleys o Burtons ––dije––. Ade­mбs, tampoco se nos presentan tales oportunidades; por lo menos, yo nunca las tuve. Si se me presentasen, tratarнa de aprovecharlas.

––Las ocasiones estбn a nuestro alrededor, sin embargo. El rasgo caracterнstico de esa clase de hombre a que me refiero es que son ellos quienes forjan sus propias oportunidades. No es posible retenerlos. Nunca me encontrй con uno de ellos, y, sin embargo, me parece que los conozco perfecta­mente. Estamos rodeados de heroнsmos que esperan que nosotros los concretemos. Son los hombres quienes deben hacerlo y a las mujeres les estб reservado darles su amor como recompensa. Fнjate en ese joven francйs que ascendiу en globo la semana pasada. Soplaba un viento fortнsimo, pero, como estaba anunciada su partida, insistiу en remon­tarse. El viento lo arrastrу a mil quinientas millas de distan­cia en veinticuatro horas y cayу en el centro de Rusia. Йsta es la clase de hombre a que me refiero. ЎPiensa en la mujer ama­da por йl, en cуmo la habrбn envidiado las otras mujeres! Esto es lo que me gustarнa: que me envidiasen por mi hom­bre.

––Yo habrнa hecho lo mismo para complacerte.

––Pero no deberнas hacerlo simplemente para agradarme. Deberнas hacerlo porque no puedes evitarlo, porque surge de un impulso interior, inherente a ti mismo; porque el hombre que llevas dentro clama por expresarse de una ma­nera heroica. Por ejemplo, tъ me describiste, el mes pasado, la explosiуn en la mina de carbуn de Wigan. їPor quй no descendiste para ayudar a esa gente, a pesar de la atmуsfera deletйrea?

––Lo hice.

––Nunca me lo dijiste.

––No valнa la pena alardear de ello.

––No lo sabнa.

Ella me mirу con mayor interйs.

––Fue valeroso de tu parte.

––Tuve que hacerlo. Si uno quiere escribir un buen repor­taje, tiene que estar donde las cosas suceden.

––ЎQuй mуvil tan prosaico! Eso parece quitarle todo ro­manticismo. Sin embargo, cualquiera que fuese el motivo, me alegro de que bajases a la mina.

Gladys me tendiу la mano, pero con tanta gentileza y dig­nidad que no pude menos de inclinarme y besбrsela. Luego me dijo:

––Me atrevo a decir que no soy mбs que una mujer tonta con caprichos de muchacha. Pero es algo tan real para mн, algo que forma parte de mi ser de manera tan completa, que no tengo mбs remedio que seguir este impulso y obrar asн. Si me caso, me casarй con un hombre famoso.

––їPor quй no? ––exclamй––. Son las mujeres como tъ las que impulsan a los hombres. ЎDame una oportunidad y verбs si la aprovecho! Ademбs, como tъ has dicho, son los hombres quienes deben crear sus propias oportunidades sin esperar a que les sean dadas. Fнjate en Clive4, que no era mбs que un amanuense y conquistу la India. ЎPor Dios! ЎAъn tengo algo que hacer en el mundo!

 

4. Robert Clive de Plassey (1725––1774), soldado y administrador britб­nico, empezу siendo un empleado de la Compaснa de las Indias Orien­tales en 1743 y acabу como gobernador y comandante en jefe de Benga­la. En 1767 abandonу la India despuйs de haber creado un imperio.

 

Ella riу ante mi sъbita efervescencia irlandesa.

––їPor quй no? ––dijo––. Posees todo lo que un hombre pue­da desear: juventud, salud, vigor fнsico, instrucciуn, energнa. Al principio sentн que hablases de ese modo. Pero ahora me alegro, me alegro mucho, de que con ello hayan despertado en ti esos sentimientos.

––їY si llego a...?

Su mano se posу como tibio terciopelo sobre mis labios.

––Ni una palabra mбs, seсor. Ya hace media hora que de­berнas haber llegado a la redacciуn para tus tareas de la no­che; pero no tuve valor para recordбrtelo. Algъn dнa, quizб, cuando hayas ganado tu lugar en el mundo, hablaremos de todo esto otra vez.

Y asн fue como aquella brumosa noche de noviembre me encontrй persiguiendo el tranvнa de Camberwell, con el co­razуn que parecнa estallar en mi pecho y con la vehemente determinaciуn de no dejar pasar ni un dнa mбs sin procurar alguna hazaсa que fuese digna de mi dama. Pero nadie en este ancho mundo habrнa sido capaz de imaginar la enverga­dura increнble que iba a adquirir esta hazaсa, ni los extraсos pasos que habrнan de llevarme a su concreciуn.

Despuйs de todo, el lector podrнa pensar que este capнtulo inicial no tiene nada que ver con mi narraciуn; pero йsta no habrнa existido sin aquйl, porque ъnicamente cuando el hombre se arroja al mundo pensando que el heroнsmo lo ro­dea por todas partes, y con el deseo siempre vivo en su cora­zуn de salir a conquistar el primero que pueda avizorar, es cuando rompe, como yo lo hice, con la vida acostumbrada y se aventura en el crepъsculo mнstico de la maravillosa tierra que encierra las grandes aventuras y las grandes recompen­sas. ЎHeme aquн, pues, en la redacciуn de la Daily Gazette, de cuyo personal era yo un insignificante nъmero, con la firme determinaciуn de hallar aquella misma noche, si era posi­ble, una empresa digna de mi Gladys! їEra crueldad rigurosa de su parte, era egoнsmo que ella me pidiese que arriesgara mi vida para su propia glorificaciуn? Tales pensamientos pueden asaltar a un hombre de edad madura, pero nunca a un ardoroso joven de veintitrйs aсos en la fiebre de su pri­mer amor.

 


Дата добавления: 2015-11-14; просмотров: 58 | Нарушение авторских прав


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