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Mi padre me dijo que mi historia de la Semana del Japуn en Carabanchel Alto habнa durado cien kilуmetros y que conmigo no habнa quien se aburriera.
–Pues mamб siempre me dice que se aburre de escucharme todo el dнa.
–Porque mamб no sabe lo que es bueno.
Me puse tan gordo por lo que me acababa de decir mi padre que hasta se me desabrocharon los pantalones de lo que engordй en tres milйsimas de segundo.
Mi padre parу delante de un almacйn para empezar a cargar su material. Le preguntй quй material era el que llevбbamos y me dijo que era un cargamento secreto. Habнa un montуn de hombres cargando camiones y luego se pusieron a cargar el de mi padre, nuestro camiуn Manolito. Uno de los que cargaban era Marcial, que se habнa quedado en camiseta y llevaba unos tatuajes terrorнficos en el brazo. Marcial se echу a reнr cuando vio que yo le miraba los tatuajes y me dijo:
–їVes йste de la calavera ardiendo en el infierno? Lo llevo desde que tenнa tu edad. Me lo hice con el filo de una navaja. Si quieres te hago uno.
Echй a correr hasta donde estaba mi padre y le cogн la mano. El dueсo del almacйn le dio un paquete muy grande.
–Йste es el paquete que me pediste.
–їQuй es el paquete, papб? –le preguntй yo.
–Pues es... –empezу a decir el seсor del almacйn.
No sй por quй pero me pareciу que mi padre le hacнa una seсa al encargado, pero es algo a lo que el Imbйcil y yo estamos acostumbrados, a que de repente mi madre y йl se hagan seсas secretas delante de nosotros. El encargado se quedу callado.
–їQuй hay en el paquete? –le volvн a decir a mi padre.
Mi padre me dijo que lo del cargamento secreto habнa sido una broma tonta, que нbamos a llevar en el camiуn lo que йl lleva siempre: Cosas de limpieza para los Prycas.
–Y este paquete es para tu madre –dijo el encargado con una sonrisa.
Mirй a mi padre y le dije que era mejor que no le llevara nada a mi madre porque mi madre estaba muy harta de que sуlo le llevara, despuйs de una semana de estar fuera, productos de limpieza, y que hacнa poco le habнa dicho:
–Manolo, no me vuelvas a traer detergente, Ўque te lo tiro a la cara!
Ademбs el detergente no nos cabe ya en la cocina, y lo tenemos que poner en el mueble-bar, y el Imbйcil, que tiene que meter su chupete en todas partes, no distingue entre un azucarero y un paquete de jabуn, йl mete su chupete donde sea con tal de que salga lleno de algo. Y le dije a mi padre que se acordara de que no hacнa ni dos fines de semana que estбbamos viendo todos tan tranquilos un capнtulo de Expediente X, y mi madre le dijo a mi padre tocбndole el brazo y con cara de terror:
–ЎManolo, mira, Dios mнo!
Y todos volvimos la cara hacia el mueble-bar, que era donde seсalaba mi madre, y nos quedamos con los ojos a cuadros porque el rincуn del mueble-bar estaba en penumbra pero podнamos ver que de atrбs del mostrador salнan unas pompas enormes, una y otra y otra. Como en mi casa no hay ni un solo miembro que se distinga por su gran valentнa, nos quedamos todos en el sitio viendo cуmo salнan las pompas y un chupchup misterioso sin identificar. De repente, mi abuelo cayу en la cuenta de que el Imbйcil no estaba entre nosotros. Yo dije que habнa visto una pelнcula de Polstergeit y que se abrнan agujeros paranormales en el suelo de las casas y que se tragaban a los niсos. Mi madre me dio una colleja y me dijo:
–Eso no lo digas ni en broma.
Ella no se olvida de las tradiciones aunque estй asistiendo a fenуmenos paranormales, y una de sus tradiciones es la Colleja al Bies, que es la colleja que te da de lado mientras estб pendiente de otra cosa.
Mi padre se armу de valor, dio la luz del rincуn y se fue detrбs del mueble-bar. Desde el fondo del mostrador se oyу la voz del Imbйcil, bueno, una voz parecida a la voz del Imbйcil, pero mucho mбs pastosa, como si estuviera hablando desde dentro de la lavadora.
–Al nene no le gusta.
Allн lo pillamos al Niсo-Polstergeit, con todo el armario del mueble-bar abierto, con uno de los paquetes de detergente roto por un lado, y a йl mojando la puntita del chupete para luego pegarle un lametazo. Echaba espuma y burbujas por la boca, como dice Yihad que hacнa la niсa endemoniada de El exorcista. Mi madre le llevу corriendo al cuarto de baсo para lavarle la lengua hasta el fondo y le debiу de limpiar hasta la campanilla porque el Imbйcil hacнa unos ruidos muy extraсos, como si llorara con la barriga. Si hubiera sido yo el Niсo- Polstergeit me hubiera llevado una buena bronca pero como fue el Imbйcil, la bronca se la llevу mi padre. Fue entonces cuando mi madre le dijo:
–Manolo, no me vuelvas a traer detergente, que te lo tiro a la cara. Es que no ves que tus hijos se lo comen.
Desde que mi padre hace portes de detergente, mi casa estб llena por todas partes. Mi madre ya no sabe dуnde meterlo. Una vez metiу una de las cajas en uno de los botes Molico de mi abuelo y se olvidу de retirarlo del armario de la cocina, y al darle mi abuelo vueltas a su soperнo de por las noches (soperio=leche con galletas machacadas), el soperнo empezу a crecer y se extendiу por toda la mesa. Mi abuelo le dijo a mi madre:
–Hija mнa, dime la verdad, їno serб que quieres acabar conmigo?
A nosotros no nos hace falta ver Expediente X, nuestra vida de todos los dнas es ya un fenуmeno paranormal.
Todas estas cosas se las contй yo al encargado del almacйn, y el encargado del almacйn me miraba como si yo tambiйn fuera un fenуmeno paranormal.
–Bueno, cбllate, Manolito –dijo mi padre–. Las cosas de casa no le interesan a nadie.
Antes de que nos fuйramos, el encargado me dijo en voz bastante baja:
–їTъ crees que tu madre le echу a tu abuelo el detergente en la leche Molico a propуsito?
–Ella dice que no.
Me iba a seguir preguntando pero mi padre me mirу desde la puerta con una mirada de esas que te paralizan a distancia, asн que yo me quedй callado y el encargado se quedу observбndome hasta que me fui con unos ojos bastante enigmбticos.
Cuando nos montamos en el camiуn mi padre me dio la charla y me dijo que a la gente nunca habнa que contarle nada de lo que pasaba en tu vida o en tu casa.
–їEntonces tъ quieres que no hable? –le dije yo.
Y mi padre me dijo que no, que tenнa que aprender a hablar sin contar nada importante. Y yo pensй que a mн lo del Imbйcil comiendo jabуn no me parecнa tan importante, ni tampoco lo de mi madre echando detergente en los botes de mi abuelo, a mн eso me parecнa una tonterнa. Me parecнa importante que la gente no supiera que hay un chulo en mi clase (Yihad) que ya me ha roto las gafas dos veces, y que encima desde entonces quiero ser su amigo para que no me las vuelva a romper; me parecнa importante que nadie supiera que un dнa robй en la panaderнa de la Porfiria, pero que ya no soy un ladrуn y estoy reinsertado de verdad en la sociedad (no como el hermano de Yihad que se reinserta lo menos seis veces al aсo); me parecнa importante que mi madre no supiera que Melody Martнnez ha decidido por su cuenta que es mi novia, y que yo no me atrevo a llevarle la contraria, porque ademбs eso a Melody no le importa, lo que yo piense no le importa. A mi madre le parece bien que seamos amigos pero nada mбs. Nos vio un dнa en el parque del Ahorcado, un dнa que Melody Martнnez no hacнa mбs que cogerme de la mano y darme un besito por aquн y otro por allб, que me estaba poniendo de los nervios, y cuando volvн a casa, mi madre me decнa:
–Que sois amigos, muy bien, estupendo, pero de besitos nada, que los padres de Melody estбn en la cбrcel.
–Pero mujer –le decнa mi abuelo–, si sуlo tienen diez aсos.
–Asн se empieza. Y me veo en la boda de йste y con mis consuegros pidiendo un permiso especial para acudir a la ceremonia.
A mн me da igual que mis suegros estйn o no en la cбrcel, yo lo que no quiero es tener suegros, ni ahora ni nunca. Cuando cumpla por fin la edad penal me irй con mi abuelo a vivir a una residencia, no me importa que sea de ancianos. Mi abuelo dice que va a pedir permiso a las autoridades para poderse llevar al nieto (yo).
Despuйs de descargar no sй cuбntos paquetes en no sй cuбntos sitios, paramos por fin en el campo para comernos la tortilla de patatas de mi madre. Hice un agujerito en el papel de plata y metн la nariz para oler la tortilla. Me tapй el otro agujero de la nariz para que me entrara el olor hasta bien dentro. Casi me caigo para atrбs del gusto. En ese momento tuve mucho cariсo a mi madre. Para que veas que hay momentos en que nos queremos bastante. Nos sentamos en dos piedras y yo le dije a mi padre:
–їA que no sabes cuбl es el trabajo que NO quiero tener nunca en mi vida?
–Pues no sй.
–Caliente, caliente, que casi te quema, que te quema, que te frнes.
–Dнmelo, venga.
–Camionero –se lo dije sin mala intenciуn, pero yo creo que a mi padre no le hizo mucha gracia.
–Pues es el trabajo de tu padre.
–Ya, pero es que yo no quiero trabajar tanto como tъ; yo quiero ser director de algo, tener una oficina en Torre Picasso, que es donde limpia la madre del Mostaza y dice que mola un despacho en el piso 25.
–Pues tendrбs que estudiar mucho para no ser camionero.
–Йse es el lado malo.
–Y tendrбs que vender el camiуn Manolito, porque ya no te harб falta.
–ЎNo, eso no, irй todos los dнas a la Torre Picasso montado en el camiуn Manolito! Lo que harй es que vivirй en el camiуn, me pondrй dentro un salуn con todo y con parabуlica y con una baсera de burbujas. Como tendrй mucho dinero porque no voy a ser camionero...
No sй muy bien por quй pero me pareciу que mi padre se quedaba un poco triste, asн que abrн mi mochila y le dije que no se comiera todavнa el bocadillo, que tenнa que darle en la cara y en los brazos Protecciуn 18 que me habнa dado mi madre para el viaje.
–Si no me hace falta, no me pongas eso, que son cosas de tu madre.
Y yo le dije que sн que le hacнa falta porque habнa visto en un documental que habнa un conductor al que le habнan atacado los rayos que venнan del mismo agujero de la capa de ozono, le habнan dado en el brazo que llevaba fuera de la ventanilla y que casi, casi le entra un cбncer.
–Asн que, quieras o no, te voy a dar en ese brazo protecciуn 18, y yo me voy a dar en йste, que es el que yo llevo por fuera de la ventanilla.
Dejamos nuestros bocadillos, que estaban a la mitad, en una de las piedras, y yo le empecй a poner crema a mi padre. Se volviу a poner otra vez contento porque le dije ademбs que en este viaje no le iba atacar el rayo asesino del agujero de la capa de ozono, porque yo siempre le iba a estar dando con la crema porque era su camionero-copiloto.
–їNo decнas que no querнas ser camionero?
Y le dije que a lo mejor sн porque me di cuenta de que a йl le gustaba que dijera que sн. Me pasй no sй cuбnto tiempo poniйndole crema, y luego йl me puso a mн la Protecciуn 18. Pero, cuando acabamos de luchar con los rayos asesinos, un ejйrcito de cien mil hormigas se habнa apoderado de nuestros bocadillos. Mi padre dijo «Ay, Dios mнo» y sin decir nada mбs me ayudу a montarme en el camiуn.
–Yo tengo mucha hambre –le dije.
–Si eres capaz de aguantar un poco mбs te voy a llevar a un sitio donde nos vamos a poner las botas.
El sitio se llamaba «El Chohuн» y llegamos al final de la tarde, despuйs de que mi padre fuera descargando su cargamento secreto en no sй cuбntos hнpers y yo me aburriera tanto que hasta echй de menos al Imbйcil. Todo niсo tiene sus momentos bajos.
El sitio se llamaba «El Chohuн» porque a la dueсa, que era amiga de mi padre, le gustaba una canciуn que decнa «Chohuн, Chohuн, Chohuн», y no me acuerdo mбs de la letra. La dueсa se llamaba Alicia, y era una mujer rubia y que me dijo que tenнa muchas ganas de conocerme porque mi padre le habнa contado muchas cosas de mн. Cuando la mujer rubia se fue a atender a otro seсor del bar, yo le preguntй a mi padre que quй le habнa contado, que si le habнa contado que Yihad me habнa roto las gafas dos veces y que en el Belйn Viviente del colegio sуlo he sido un aсo Бrbol y al aсo siguiente Oveja, pero nunca persona.
–Que no le he contado nada importante, pesado, sуlo le he dicho que eres muy simpбtico y esas cosas...
La mujer rubia me dijo que si me gustaban las salchichas y yo le dije que de quй marca. Mi padre dijo quй pregunta era йsa. Y la mujer rubia dijo que eran mucho mejor que las de marca porque eran autйnticas de pueblo. Y yo le dije a la mujer rubia que a mн me gustaban las que hacнa mi madre, que eran de la marca «Dнa». La mujer rubia se echу a reнr y me dijo que le diera la oportunidad de enseсarme lo ricas que estaban sus salchichas. Cuando se fue a prepararlas mi padre me dio otra charla, me dijo que no tenнa por quй pensar que lo que comнa o hacнa en mi casa era lo mejor del mundo, que tenнa que ser un niсo abierto y no un niсo cateto. Era la segunda vez en mi vida que me llamaba cateto. Era duro para mн, y eso que no sabнa lo que significaba.
Voy a confesarte que cuando vi las salchichas tuve que tragar saliva porque tenнan forma de salchichas pero estaban llenas de tropezones por dentro, y las de mi madre son lisas y superperfectas, pero como mi padre y la mujer rubia estaban que no me quitaban ojo me metн el primer bocado. Pensй en tragбrmelo a lo bestia, todo de golpe, como las pastillazas que toma mi abuelo para la prуstata, pero cuando ya tenнa el trozo casi en el tubo de escape hacia el estуmago, la boca se me llenу de un regusto que la tuve un rato en la lengua y la chupй como un caramelo.
Me comн ocho. Mi padre me decнa: «A ver si ahora te vas a poner malo, que tъ o te pasas o no llegas». La mujer rubia se reнa, de pie, al lado de nuestra mesa, y se le movнa con la risa un escote muy grande que subнa y bajaba. Por la tele empezaron a echar un reportaje real de unos matrimonios que se hacнan ellos mismos en su casa pelнculas no autorizadas (esas que llama el Imbйcil «de culitos», y que la Luisa tiene escondidas) y luego las vendнan. Todo el mundo cenaba mientras veнa el programa pero, cuando el presentador dijo: «їNos pueden enseсar cуmo lo hacen?», la mujer rubia se sacу el mando a distancia del delantal que llevaba y apagу la tele. Todo el mundo empezу a protestar, pero ella dijo que estando un niсo delante no se podнan ver esas cosas. Dos seсores que conocнan a mi padre, porque le llamaron por su nombre, le dijeron sin cortarse que por quй no acababa de una vez el niсo ese con las salchichas y se iba a dormir, pero la mujer rubia dijo que, para una noche que tenнa un niсo en su comedor, no iba a echarlo y que ya podнan ir callбndose. Creo que casi todos me miraron con un poco de odio, sobre todo porque yo todavнa me comн otras dos salchichas y luego unas natillas que tampoco eran de marca, eran natillas de la mujer rubia y tenнan una galleta redonda encima que se llamaba «Marнa». Se tuvieron que fastidiar porque tardй la tira de tiempo en acabar. Me llenaba la cuchara de natillas y luego la tenнa en la boca quince segundos (lo estaba viendo en mi reloj). En cuanto acabй y me levantй, uno de ellos dijo: «Venga, Alicia, que ya se va». Mi padre cerrу la puerta del comedor y se oyу la televisiуn otra vez.
–їA que les he caнdo fatal?
–Que no, tonto, es que son asн con todo el mundo.
Se habнa hecho de noche y salimos a por mi mochila al camiуn. El campo se veнa todo oscuro y «El Chohuн» estaba de lo mбs misterioso con sus letras que se encendнan y se apagaban. Primero se encendнa CHO y luego al rato se encendнa HUН, y al lado del HUН habнa un pбjaro que cantaba subido en una palmera. Le dije a mi padre que si estбbamos en un hotel de lujo y se echу a reнr y me dijo:
–їA ti quй te parece?
Y yo mirй las letras del CHO y luego del HUН y el pбjaro subido a la palmera y le dije que sн, que estбbamos en un hotel de lujo. Le di un beso en el lomo al camiуn Manolito antes de irme a la cama y le dije que si me necesitaba que encendiera y apagara las luces.
La habitaciуn tenнa dos camas y encima tenнa un cuarto de baсo para nosotros. Yo pensй que el cuarto de baсo estarнa en el pasillo, como en todas las casas de Carabanchel (Alto). Y encima nos habнan puesto bolsitas de champъ y de jabуn para nosotros solos.
–їY no pasarб ningъn hombre al vбter a mitad de la noche?
–Esto es para nosotros solos.
Las camas estaban superperfectas hechas, sуlo tenнan algъn roto en la colcha que tenнas que fijarte mucho para notarlo. Le dije a mi padre que si podнa llamar a casa, porque tenнa muchas ganas de que el Imbйcil se muriera de envidia. Fue el propio Imbйcil el que descolgу el telйfono porque llevaba esperando lo menos dos horas a que llamбramos. El Imbйcil y yo nunca nos hemos separado, asн que cuando le dije para hacerle un poco de rabiar que a lo mejor no volvнa nunca porque me gustaba vivir en un hotel de lujo, el Imbйcil soltу el telйfono y se tirу al suelo y se puso a aullar como sуlo йl sabe hacerlo. Oн que mi madre recogнa el telйfono y me dijo:
–їPero es que ni estando lejos vas a dejar de meterte con tu hermano chico?
Casi todo el tiempo se lo pasу consolando al Imbйcil, y luego me tuve que poner yo para decir que sн, que iba a volver y que sуlo le habнa querido hacer una bromita entre hermanos. Mi abuelo y mi madre me hicieron contarle todo, que cуmo era la habitaciуn, que si me habнa mareado. Mi padre estaba al lado y cuando no querнa que contara una cosa me ponнa un dedo en la boca y me decнa que contara otra. Me cortу cuando iba a empezar a contarle a mi madre lo de sus bocadillos de tortilla, y tampoco quiso que le empezara a contar las cosas que me habнa preparado Alicia, la mujer rubia. Sн que me dejу contar que en la habitaciуn habнa un cuadro encima de mi cama de unos ciervos que parecнa que iban a salir corriendo hacia el vбter, era un cuadro superrealista, y me dejу contar que no tenнamos ni que salir de la habitaciуn si nos entraban ganas de mear a medianoche.
–Eso es lo que le vendrнa bien al Imbйcil: Un vбter en la misma habitaciуn, a lo mejor asн le resultaba mбs fбcil no mearse en la cama.
Mi madre me dijo que como idea estaba bien pero que el ъnico sitio un poco libre que habнa en mi casa para poner el vбter era el mueble-bar. Me dijo que tenнamos que acostarnos pronto y que no me separara de mi padre ni un momento. Antes de colgar el telйfono me dio lo menos diez besos que se me metieron en todo el oнdo interno. Hay cariсos que matan.
Por mн me hubiera acostado con la misma ropa que llevaba pero mi padre dice siempre que no es lo mismo un camionero limpio que un camionero guarro, y tambiйn me dijo que aunque me diera pereza me tenнa que duchar porque si no la habitaciуn por la maсana olerнa a choto.
Mi padre me dijo «venga, desnъdate», y yo me fui al baсo y fui a cerrar la puerta, pero йl dijo que allн no era necesario, que nadie nos podнa ver, que era nuestro propio cuarto de baсo. Todo el mundo sabe en mi casa que desde el aсo pasado yo no quiero que nadie me vea en casa desnudo. Sуlo puede entrar el Imbйcil, porque por mucha vergьenza que me da que me vean desnudo, mucho mбs me cuesta renunciar a nuestros clбsicos concursos de pedos acuбticos o pedos baсereros (de baсera). Eso mi padre no lo sabe porque no nos ve a diario, y los fines de semana se pide para йl sуlo el cuarto de baсo lo menos dos horas, y deja todo el cuarto lleno de vapor con olor de afeitado que el Imbйcil y yo nos tiramos allн sentados, yo en el trono grande, en el vбter, y йl en el bidй, aspirando el olor hasta que lo gastamos por completo.
Mi padre me volviу a decir «pero, venga, a quй esperas, que te has quedado pasmao». Me quitй la ropa y cuando ya sуlo me quedaban los calzoncillos me metн corriendo en la ducha. Me preguntу que si me ayudaba y le vi acercarse por detrбs de la cortina y le dije que no, que no, que no, y sin darme cuenta me puse las dos manos tapбndome el pito. Se alejу otra vez diciendo «bueno, bueno». Quй susto. Por un momento, cuando veнa la sombra que se me acercaba por detrбs de la cortina transparente se me habнa parecido a un trozo de pelнcula que vi una noche de una abuela que le pegaba veinte cuchilladas a una chica rubia que se estaba duchando tan tranquilamente sin meterse con nadie.
Cuando cerrй el grifo mi padre me envolviу en la toalla y me sacу de la baсera como hace mi madre con el Imbйcil. Me decнa de broma «mi niсo chico», y lo hacнa a posta porque sabнa que me daba vergьenza y que tambiйn me daba la risa. Me dejу sentado encima de la cama y ahн me quedй pensando que nunca habнa dormido fuera de mi terraza de aluminio visto o en la cama nido del Orejones Lуpez. Mi padre saliу al poco rato y desnudo, como si un padre que estuviera desnudo fuera la cosa mбs normal del mundo. Yo quise mirar para otro sitio pero una fuerza superior y sobrenatural me llevу los ojos hacia un lugar del cuerpo de mi padre, bueno, lo voy a decir mбs claro, que le mirй el pito, y luego levantй un poquillo la toalla para ver el mнo, y me entrу un mal rollo con la diferencia, que se me debiу de notar en la cara porque mi padre me dijo:
–Ya te crecerб, tienes mucho tiempo por delante.
–Pero es que nunca me crece de como estб ahora.
–Eso te lo parece a ti.
–De verdad, que lo miro todos los dнas cuando salgo de la ducha. Bueno, todos los dнas, no, porque no me ducho todos los dнas, pero sн dнa sн, dнa no.
—Yo a tu edad la tenнa todavнa mбs chica.
–Entonces, no se te verнa.
–Muy poquillo, y mi padre decнa «No te preocupes, ya te crecerб».
Me dijo mi padre que asн se lo han ido diciendo los Manolo Garcнa de padres a hijos desde las postrimerнas del siglo xv. El Orejones lo tiene mucho mбs grande que yo y es que йl dice que el largo del pito estб relacionado con el tamaсo de las orejas. Yihad dice que eso es una tonterнa porque йl tiene las orejas superchicas y, sin embargo, dice que tiene el pito bastante grande, aunque ninguno de nosotros se lo hemos visto. Cuando le operaron de fimosis en el Hospital del Niсo Jesъs fuimos el Orejones y yo a verle y nos dijo que le habнan quitado un cacho asн (y se seсalу casi medio dedo) y que no le importaba porque el mйdico habнa dicho que tenнa de sobra. Se lo contamos a mi abuelo en el autobъs de vuelta a Carabanchel y mi abuelo dijo «dime de quй presumes y te dirй de quй careces». Entonces el Orejones que no se corta ni un pelo le contу a mi abuelo su teorнa de las orejas y le preguntу:
–їY el suyo es grande o es pequeсo?
–Pues...
–Las orejas las tiene bastante grandes –dijo el Ore y los dos le miramos sus dos orejas monstruosas.
–En mi caso se rompe la teorнa –dijo mi abuelo pensбndose un rato la contestaciуn–. No creo que tenga mucha relaciуn el tamaсo de las orejas con...
Dos seсoras que iban en los asientos de delante se volvieron para ver cуmo mi abuelo acababa la frase. Es la primera vez que he visto ponerse a un abuelo rojo como un tomate. Fue bastante impresionante porque mi abuelo siempre es de color amarillo.
Las seсoras miraban a mi abuelo fijamente y nosotros tambiйn. Todo el mundo esperaba su respuesta.
–La verdad es que en estos momentos no consigo acordarme de mi propio tamaсo. Es la edad, que no perdona.
Una gran decepciуn se masticу en el ambiente.
Las seсoras miraron otra vez para adelante, pero por lo que pude oнr siguieron hablando del tema y hablando de narices y de dedos de la mano y de sus maridos. Como verбs, no me enterй de mucho.
Despuйs de esa conversaciуn crucial de padre a hijo, mi padre se fue otra vez al cuarto de baсo y dejу la puerta medio abierta. Yo me puse el pijama y me metн en aquellas sбbanas tan suaves. El dedo gordo se me metiу por un agujero de la sбbana y sonу Ўras!, pero no dije nada, no fuera a ser que en aquel hotel de lujo me echaran a mн las culpas y tuviera mi padre que pagar una sбbana nueva.
–Ў Papб!
–їQuй? –me dijo mi padre desde el cuarto de baсo.
–їTe acuerdas de Arturo Romбn, el que hizo de cordero conmigo en el Belйn Viviente de este aсo, que balaba tan fuerte que a mн no se me oнa balar ni tampoco a ninguno de los personajes del Belйn Viviente, te acuerdas?
–Sн, sн, el otro corderino.
–Pues di que Arturo Romбn al pito no le llama pito.
–їAh, no, y cуmo le llama?
Me estaba entrando tal risa que no podнa decнrselo, iba a pronunciar la palabra y me salнa una pedorreta o un ronquido.
–Al pito le llama pene, papб, al pito le llama pene.
Sуlo de decir la palabra me entraban todavнa mбs ganas de reнr. Decнa «pene», y me daba la risa, y otra vez «pene», y la risa... No me acuerdo de mбs, eso fue lo ъltimo que dije.
No vi a mi padre salir del cuarto de baсo y apagar la luz ni meterse en la cama ni decir buenas noches. En medio de la risa, oyendo a mi padre que tambiйn se reнa en el cuarto de baсo, con mi dedo gordo metido en el agujero de la sбbana de aquel hostal de lujo, me quedй dormido. Estaba seguro de que aquйlla era la mejor noche de mi vida en el Planeta.
Un ciervo se estaba descolgando del cuadro superrealista, tenнa medio cuerpo fuera y estaba a punto de pisarme con una pata la cabeza. Desde mi cama le veнa los cuernos tan grandes que parecнa que iban a tocar el techo.
–ЎAbuelo!
Ese que habнa gritado era yo, que estaba sentado en la cama, sudando hasta por los cristales de las gafas y a punto de ser el primer niсo del mundo con un infarto de miocardio. No sabнa dуnde estaba. Mirй a mi alrededor y me asustй otra vez porque en la pared estaban reflejados los cuernos del ciervo. Pero no, eran sombras que venнan de la ventana. Afuera, en la calle, una luz se apagaba y se encendнa. Ah, el CHOHUН con el pajarillo y la palmera. Mirй el cuadro, y los ciervos seguнan en su sitio. Ya me iba a dar media vuelta y a dormirme otra vez cuando empecй a ver la habitaciуn con claridad y me di cuenta de que la cama de mi padre estaba vacнa, y sin deshacer. Me entrу un poco de miedo, la verdad. Yo no soy de esos niсos a los que les gusta quedarse solos por la noche en hostales de lujo. Comprobй si alguien habнa cortado el cable del telйfono. No lo habнan cortado, seguнa teniendo seсal. Dirбs que estoy un poco de los nervios, pero es que no me digas que la situaciуn en la que me encontraba no era de pelнcula de terror: Un niсo en un hostal de una carretera se despierta y estб solo, va a llamar por telйfono para pedir auxilio y el telйfono no rula. Ese niсo, amigo mнo, estб en peligro. Lo hemos visto en demasiadas pelнculas.
Me levantй para mirar por la ventana. Querнa saber si Manolito (el de la ruedas) seguнa ahн. Tenнa que asegurarme de que mi padre, el hombre que se reнa en el cuarto de baсo, no se habнa ido a comprar tabaco y me habнa abandonado. Menos mal: Manolito estб aparcado en el mismo sitio, pero debнa de necesitarme porque encendiу y apagу las luces como yo le habнa dicho. Me frotй las gafas, no fuera a ser que me hubiera metido en otro sueсo distinto. No, no era un sueсo. Era mi padre que estaba sacando el paquete que le habнa dado el encargado del almacйn. Alicia se acercу hasta el camiуn y mi padre le entregу el paquete. Luego se fueron andando los dos juntos y se sentaron en un banco. Se ve que mi padre habнa decidido regalarle el detergente a Alicia por lo bien que se estaba portando conmigo, y porque mi madre ya se lo habнa dicho: «ЎComo me traigas otra vez detergente te lo tiro a la cara!». Al acordarme de mi madre me acordй tambiйn de que ella me habнa insistido mil veces que no podнa permitir que mi padre se acostara tarde. Un camionero–copiloto nunca puede dejar pasar una misiуn que le han encomendado sus superiores, asн que me armй de valor, me puse las zapatillas que habнa colocado mi padre por fuera de la ventana (no por los Reyes Magos sino por el olor) y me fui a buscarle.
El pasillo estaba muy oscuro y las escaleras tambiйn. Se oнan ronquidos que salнan de las habitaciones y yo tenнa los pelos de punta del miedo que me estaba entrando. Pensaba que en cualquier momento una mano asesina me podнa asaltar por la espalda. Lo ъnico que se veнa de vez en cuando eran los ojos de los animales disecados que Alicia tenнa de adorno. Algunos colgaban del techo, йsos eran los mбs terrorнficos, habнa un buitre supercarroсero y un buho que me miraba con los ojos muy abiertos mientras bajaba las escaleras. Por las paredes habнa otros colocados en estanterнas al lado de copas triunfales, sobre todo habнa ardillas y gatos. Los gatos habнan sido de Alicia, me enterй luego por mi padre. Los habнa querido tanto que habнa aprendido a disecarlos para tener siempre su vivo retrato.
Hace poco me acordй de esto y se lo contй a mi abuelo, como йl siempre estб con el rollo de que le faltan sуlo dos aсos para morirse y que quiere que esparzamos la mitad de sus cenizas en la puerta del Bar el Tropezуn y la otra mitad en el Bar la Pava de Mota del Cuervo, que dice que han sido los dos lugares santos de su vida, yo le dije que a lo mejor le podнamos pedir a Alicia que lo disecara y tenerlo la mitad del aсo sentado en una mesa del Tropezуn y la otra mitad en la Pava. Mi abuelo me dijo que podнamos hacer lo que quisiйramos pero que йl preferнa quedarse en polvo, que los animales disecados le daban grima porque les ponнan los ojos de cristal y parecнa que siempre te estaban mirando. Al seсor Ezequiel le ha encantado la idea, dice que podrнa tener mucho tirуn comercial, que a lo mejor venнa gente de todo el mundo a hacerse fotos con el primer abuelo disecado de la historia. Se lo dijo a mi abuelo: «Nicolбs, yo te siento en el rinconcillo, enfrente de la tele, donde a ti te gusta y te pongo un carajillo delante en invierno y un tinto de verano cuando haga calor. Ya verбs lo ricamente que vas a estar. Sin embargo, como se pongan tus nietos a esparcirme las cenizas por la puerta, ya sabes que yo por las maсanas barro y lo echo todo para el parque del Ahorcado, que a mн me gusta tener la entrada como un espejo».
Es verdad que los animales disecados te siguen con los ojos a todas partes porque yo notaba que ninguno de ellos me quitу ojo hasta que no lleguй al bar, que estaba a oscuras. Cuando los dejй a mis espaldas me echй la mano a la nuca porque me estaba dando miedo que cualquiera de esas aves carroсeras me saltara a la cabeza y me picoteara el cerebro. Pero aъn me faltaba otro susto mayor, cuando abrн la puerta del bar para salir del hostal, me chistaron desde un rincуn del porche. Al principio no lo pude ver bien porque estaba oscuro, pero en cuanto se encendiу la sнlaba HUН, le vi la cara. Era Marcial, que al estar iluminado por el color rojo del HUН y el verde del pajarillo y la palmera, era todavнa mбs terrible que con la luz del dнa. Yo peguй un salto del susto de verle la cara y йl me dijo:
–El mundo es un paсuelo, Manolito.
Echй a andar hacia donde estaba mi padre. Detrбs de mн oнa la voz de Marcial cada vez mбs lejos: «Deja a tu papб, que estб muy tranquilo, dйjale vivir...».
Mi padre y Alicia estaban de espaldas asн que no me vieron acercarme. Alicia se reнa de una cosa que estaba contando mi padre. Me pareciу que hablaba de un niсo que no querнa quitarse la ropa para ducharse. Empecй a andar muy despacito para que no pudieran oнr mis pasos y cuando lleguй le tapй a mi padre los ojos con las manos. Mi padre pegу un respingo y me quitу las manos al momento.
–Pero, їquй haces aquн, Manolito?
–Que estaba durmiendo y he tenido una pesadilla y encima me despierto y no estбs.
–Estaba tomando un poco el fresco.
–Pues tienes que subir porque mamб me dijo que no te dejara acostar tarde –mirй a Alicia para que lo comprendiera–. Es que tiene que dormir.
Mi padre se levantу y me cogiу de la mano.
–Venga, a la cama se ha dicho. Alicia, muchas gracias por todo.
Alicia nos miraba con el paquete en las manos.
–Yo sй lo que tiene ese paquete.
–їAh, sн? –me dijo Alicia.
–Sн, era un regalo para mi madre pero es que mi madre no lo quiere. Empieza por D y acaba por E.
–їNo serб un Diamante? –dijo Alicia riйndose.
–No, un Diamante es lo que le gustarнa a mi madre. El Diamante es para siempre y esto se gasta.
Cuando entramos en el hostal Marcial le dijo a mi padre: «Ten cuidado con lo que haces, Manolo, que este niсo te lo han mandado para vigilarte». Mi padre le dijo a Marcial que ese niсo (yo) tenнa razуn, que ya era hora de cerrar el ojo. Cuando volvimos por el camino de los animales se los enseсй a mi padre y no sй por quй ya no me parecieron tan terrorнficos. Antes de dormirme le preguntй quiйn era ese niсo que no querнa desnudarse para meterse en la ducha del que le estaba hablando a Alicia. Mi padre me dijo: «No lo conoces, es el hijo de un amigo mнo».
–їY ese niсo quiere meterse en la ducha vestido?
–A dormir, Manolito.
Me dormн por segunda vez en la misma noche, me dormн pensando que mi padre tenнa amigos su–perraros. Claro, que en eso habнa salido a mн: El Orejones con sus orejas y sus traumas gigantescos, Paquito Medina con sus dos ombligos, Melody Martнnez con sus padres en la cбrcel, el chulo de Yihad, la Susana con sus bragas sucias... ЎAnda que los mнos no eran raros!
Me despertу el olor de la crema de afeitar de mi padre y su cara muy cerca de la mнa. Me dijo que no habнa querido levantarme porque eran las siete de la maсana, que siguiera durmiendo y que luego bajara a desayunar con Alicia, que a media maсana vendrнa a por mн. Me dio dos besos que me olieron muy bien y me quedй en la cama pero ya no me dormн. Desde la ventana vi cуmo se iba Manolito con Manolo dentro y cуmo pasaban muchos camiones por delante del «Chohuн». Cuando me aburrн me fui al baсo y me di crema de afeitar con la brocha de mi padre y me estuve mirando un rato en el espejo, hasta que me aburrн tambiйn porque la cuchilla no la toco desde que, el aсo pasado en casa del Orejones, quisimos probar cуmo era eso de afeitarse y, como no nos encontrбbamos ni un solo pelo, nos quitamos cada uno una ceja. La verdad es que no pensamos que se nos fuera a notar tanto la diferencia de estar con una ceja a estar con dos. Mi madre me tuvo toda una semana castigado sin salir al parque del Ahorcado y estuve castigado y sin ceja. Los dнas de colegio me puso una tirita encima del ojo para que nadie me lo notara. Al Orejones, su madre le pintу una ceja artificial con un lбpiz marrуn, y parecнa un payaso de circo. Al final se enterу todo el mundo de que nos habнamos quedado sin ceja y al Ore le llevу mi sita a la psicуloga por autolesionarse y a mн me dijo que como siguiera haciendo esas tonterнas me iba a pasar como a alguna de sus amigas, que empezaron a quitarse las cejas por presumir y ahora las cejas no les salнan. –Y ahн las tienes, merendando por las tardes en las cafeterнas, haciйndose viejas y con las cejas pintadas, y no dirбs que se les cae la cara de vergьenza.
Me imaginй haciйndome viejo en el Tropezуn y merendando sin cejas y me entrу una angustia que decidн no volver a coger la maquinilla hasta que no me llegara el bigote hasta el suelo.
Despuйs de quitarme el jabуn, me vestн para bajarme a desayunar. El buho, el buitre, las ardillas y los gatos me vieron bajar las escaleras. Alicia me dijo: «Anda, quй maсanero», y me ayudу a que me sentara en un taburete de la barra. Tampoco habнa chococnspis en el «Chohuн». Me acordй del Imbйcil y pensй que con un poco de suerte estarнa tan aburrido como yo. Cuando uno se aburre, lo que desea es que su hermano, por muy lejos que estй, en el sitio mбs recуndito de la Tierra, se estй aburriendo tanto como tъ. Para que luego digan que no quiero a mi hermano. Alicia me puso el desayuno, pero no mirй lo que era, porque era muy difнcil fijarte en lo que Alicia te ponнa en el plato, casi siempre se te quedaban los ojos fijos en el escote que subнa y bajaba. Y no porque yo quisiera, no, era una de esas cosas que no puedes evitar. Al hombre que tenнa al lado desayunando y atufбndome con el cigarro le debнa de pasar lo mismo. Lo sй porque Alicia dio una palmada en la barra y dijo:
–Bueno, quй, aquн se viene a desayunar, no a quedarse como un bobo mirando el escote. Mucho cuidadito.
Los dos pegamos un saltillo en el taburete. Y yo me pase a mirar el desayuno todo colorado.
–No, cariсo –me dijo Alicia–, no iba por ti.
Ahora sн que vi el desayuno: Dos tostadas y la caja de Tulipбn para que me pusiera lo que yo quisiera. Me echй media tarrina de Tulipбn y me comн todo para que luego mi padre no me llamara cateto. Luego me entraron muchas ganas de gastarme el dinero que llevaba en la riсonera y que todavнa seguнa siendo el mismo que el dнa anterior, porque con mi padre no iba a ningъn sitio para poder gastбrmelo. Le preguntй a Alicia que si en el«Chohuн» podнa gastar algo de dinero y ella me dijo que allн tenнa barra libre.
Lo ъnico que se me ocurriу fue llamar por telйfono, asн que llamй a mi madre y echй tres monedas de cien. Mi madre cogiу el telйfono enseguida y me dijo que si habнa pasado algo de ayer a hoy. Yo le dije que nada, que me habнa duchado, me habнa dormido y que cuando me habнa despertado mi padre no estaba en la habitaciуn, que me peguй un susto que casi me muero, pero que lo vi por la ventana que le estaba dando el paquete con el detergente a la mujer rubia del hostal «El Chohuн», que se estaba portando muy bien conmigo la mujer rubia y que me habнa hecho unas salchichas mбs feas que las que me hacнa ella, pero mucho mбs ricas. Mi madre, no sй por quй, se empezу a poner nerviosa, y a preguntarme si mi padre habнa vuelto conmigo a la habitaciуn y que cуmo se llamaba la mujer rubia y que le dijera a mi padre que se pusiera... Yo le dije que mi padre se habнa ido y me habнa dejado con la mujer. Y mi madre se puso todavнa peor, que le contara otra vez lo del paquete con el regalo a la mujer, que si yo estaba seguro de que era detergente. Yo le dije lo que ella habнa dicho: «Pues serб un diamante». A mн toda esa conversaciуn no me estaba gustando nada porque hay veces que mi madre se pone en plan supermujerpolicнa, pero no sabes por quй delito te estб interrogando, le dije que se me iba a cortar el telйfono y lo ъltimo que le entendн fue: «Dile a tu padre que me llame en cuanto llegue». Colguй el telйfono y me fui a la barra. Sabнa que me la habнa cargado pero no sabнa por quй. Quise pedirme una copa y olvidar, pero me acordй de cуmo olнa el alcohol por las maсanas en la boca de la gente y se me quitaron las ganas. Alicia me puso un zumo sin que yo se lo pidiera.
–Mi padre se va a enfadar conmigo, ya lo verбs.
–їPor quй, tonto?
–No lo sй todavнa, pero ya lo verбs.
Allн me quedй esperбndole. Llegу muy pronto y sonriйndome desde la puerta. Yo le di la mala noticia antes de que se acercara, para quitбrmela cuanto antes de encima. Sуlo le tuve que decir: «He llamado a mamб», y ya le cambiу la cara; y entonces empezу un segundo interrogatorio, el que me hizo йl, me preguntу todo lo que yo le habнa contado a mi madre, y luego respirу hondo y se fue al telйfono. Yo le dije: «Si quieres te dejo mis monedas...», pero no me hizo ni caso. Estuvo mucho rato hablando con ella, yo le veнa escuchar y luego mover mucho la mano y dar explicaciones y luego colgar con cara de estar bastante enfadado. Cuando volviу a la barra me dijo: «їQuй, ya estбs contento? Ya le has calentado la cabeza a tu madre. Tiene razуn Marcial: Eres un espнa». Y luego aсadiу: «Venga, al camiуn, que tengo muchas cosas que hacer». Yo salн corriendo sin decirle adiуs a Alicia y me quedй esperando en la puerta del camiуn.
Nos subimos y todo el rato que estuvimos de viaje fuimos sin decir nada. Llegamos a un Pryca que habнan copiado exacto, exactнsimo al que hay en mi barrio, pura imitaciуn, y mi padre aparcу y se bajу. Yo me iba a bajar tambiйn pero me dijo que me estuviera quieto, que no bajara por ningъn motivo y que se llevaba las llaves. Me volviу a repetir que no bajara por ningъn motivo. Y yo le dije «vale, papб, ahora mismo me ato con el cinturуn para no moverme». Y me atй.
Desde el camiуn yo podнa ver a un hombre que estaba vendiendo cosas en el suelo a la puerta del hнper. Pensй que a lo mejor si le compraba algo a mi padre se le pasarнa ese enfado que no sabнa por quй tenнa conmigo. Como no podнa bajar del camiуn le chillй al hombre–vendedor.
–ЎEh, hombre!
El hombre mirу a todas partes hasta que vio mi mano que le hacнa seсas desde la ventanilla del camiуn.
–їQuй quieres?
–Saber quй es lo que vendes.
–Pues ven aquн y lo ves.
–Es que no me puedo bajar. No me deja mi padre.
–Pues lo siento –dijo el hombre y siguiу fumбndose su cigarro y gritando que si tenнa piolines y llaveros.
–Te voy a comprar algo, seguro, de verdad.
–A ver, їpara quiйn es el regalo?
–Es para mi padre.
–їY quй le gusta a tu padre?
–Las retransmisiones deportivas.
–De eso no tengo na. Como no quieras un llavero del Betis o del Valencia.
–Es que mi padre es del Madrid.
–Pues del Madrid se me acabaron ayer. їQuieres un muсeco-ventosa para el parabrisas? Tengo un Neptuno muy guapo y una Sirenita.
–їEl Neptuno cuбnto cuesta?
–El Neptuno cuesta seiscientas y la Sirenita te la dejo en quinientas porque es la ъltima.
–Es que la Sirenita es de chicas.
–No es de chicas. Los camioneros se llevan mбs la Sirenita que el Neptuno, pa que te enteres, chaval.
–Pues acйrcamela que la vea.
–Si me la vas a comprar te la acerco, si no me la compras no me hago el viaje.
Bueno, pensй que si no me gustaba nada pero nada se la llevaba a Melody Martнnez, que a ella le gusta todo lo que yo la regale porque estб por mн, y a las chicas que estбn por ti les puedes llevar un ramo de cardos que les gusta fijo. Le dije al hombre que bueno, que se lo compraba, y el hombre vino hasta el camiуn. Tenнa un bigote que le bajaba hasta el cuello, y una camisa de flores abierta de par en par y unas gafas de espejo que no te dejaban verle los ojos, me estuve viendo yo todo el rato que hablй con йl. El tнo metiу el brazo entero por la ventanilla y me enseсу la Sirenita. De repente, me dio mal rollo aquel hombre con todo el brazo dentro de mi camiуn y con aquel bigotazo.
–Mi padre se ha llevado las llaves asн que nadie puede robar el camiуn, їa que es buena idea?
Creo que el tнo se me quedу mirando fijamente, aunque no lo puedo asegurar porque no le veнa los ojos.
–Muy buena idea, sн –moviendo de un lado a otro la Sirenita–. Son quinientas pesetas. Esta Sirenita estб muy bien porque hay otras en el mercado que les levantas el pelo y estбn planas, pero esta Sirenita que yo te vendo tiene el aliciente de que debajo de la melena tiene sus pezoncitos.
El hombre sin ojos le levantу el pelazo a la Sirenita y ahн estaban las tetas de la Sirenita. Le di las quinientas pesetas. Estaba sacando el brazo cuando me puse a cerrar la ventanilla, asн que casi se lo pillo.
–Joй, chaval, que me dejas sin mano.
Se fue sin decir adiуs y yo echй un pegotуn de saliva en la ventosa y la peguй en el cristal. La Sirenita se quedу colgada. Es verdad, era mucho mejor que el Neptuno. Era muy bonita.
Mi padre saliу corriendo del Pryca y se montу en el camiуn. Me mirу sуlo un momento y me dijo que volverнamos al «Chohuн», comerнamos algo y despuйs de comer nos irнamos a Carabanchel, que habнa decidido dar por terminado el trabajo, que no podнa trabajar teniendo que estar pendiente todo el dнa de mн. Me decнa esas cosas pero yo no le hacнa mucho caso, me estaba dando la risa porque йl no se daba cuenta que la Sirenita se movнa de un lado para otro con el movimiento del camiуn, y a mн me hacнa reнr que no se diera cuenta.
–Pero, їquй te pasa? Pues no te creas que me hace tanta gracia volverme a Madrid, que me dejo un montуn de trabajo sin hacer y un montуn de dinero sin ganar.
Yo seguнa riйndome. Le hice una seсa con las cejas seсalбndole la Sirenita. Mi padre la mirу.
–Es un regalo –le dije–. Para ti.
–їNo te dije que no bajaras del camiуn?
–No me he bajado. Llamй al hombre y vino al camiуn. Fue venta a domicilio. їA que mola?
Mi padre quitу los ojos de la carretera y la mirу.
–Sн que mola, sн –dijo ahora ya sonriendo.
–Tenнan un Neptuno, pero йsta les gusta mucho mбs a los camioneros. Ademбs no es como esas Si–renitas que les levantas la melena y vienen planas, mira, йsta debajo del pelazo tiene sus pezoncitos.
A mi padre le entrу ahora una risa muy fuerte. La volviу a mirar.
–їA quiйn se parece? Esta sirenita me recuerda a alguien.
–No sй... Bueno, sн, se parece un poco a Alicia.
Era la mejor idea que podнa haber tenido porque a mi padre se le pasу el enfado misterioso conmigo y me dijo algo que me puso muy, muy nervioso: Que йl tambiйn tenнa algo para mн pero que iba a dбrmelo despuйs de entregar el ъltimo porte, de camino a Madrid. Por mбs que le preguntй no pude sacarle nada de nada. Mi padre es un tipo duro.
Y aquн llega la ъltima parte que es donde yo me pongo mбs nervioso cada vez que me toca contarla, y mi abuelo me dice: «No te lнes, que йste es el momento mбs emocionante de la historia». Me lнo porque sуlo de acordarme se me ponen los pelos de punta. Pero el caso es que en esta parte tambiйn hay que empezar por el principio de los tiempos.
El principio aquн serнa que despuйs de hacer dos o tres paradas para que mi padre fuera dejando las ъltimas tandas de la mercancнa, volvimos al«Chohuн» a comer. Habнa lo menos cinco camiones aparcados en fila porque un chaval que habнa en el porche los estaba limpiando. A mi padre le habнa cambiado la cara desde que habнa decidido que volvнamos esa tarde a Madrid, estaba mucho mбs contento y me dijo que pararнamos en Cuenca para comprarle a mi madre una cosa bonita para que no se enfadara por tonterнas. Me cogiу en brazos y me hizo abrir la puerta del restaurante del«Chohuн» con la cabeza, como en los salones del Oeste. Dos colegas de mi padre, los dos que se habнan quejado la noche anterior, le dijeron que si delante de este niсo (yo) se podrнa jugar la partidita de mus, y mi padre dijo que claro y que un respeto, que yo era su camionero-copiloto, no era un niсo cualquiera. En la mesa del rincуn estaba Marcial que nos saludу levantando el tenedor porque la boca la tenнa llena.
Nos sentamos a comer y Alicia nos puso un platazo de carne con tomate, y aunque no era de la marca que usa mi madre, que era uno de йsos con tropezones, me comн el plato entero y luego hice lo menos veinticinco barquitos. Los dos colegas de mi padre se sentaron al rato con nosotros y uno de ellos me echу un poquillo de vino en la casera.
–Buena la has hecho –dijo mi padre–, en cuanto llegue a casa se lo cuenta a su madre.
–ЎNo es verdad! –le dije yo superenfadado–. Siempre me estбs llamando chivato.
–Que era una broma. Bйbetelo, tonto.
Yo ya habнa probado el vino tinto con casera porque mi abuelo siempre nos da al Imbйcil y a mн un chupito de su vaso, y luego por la noche, cuando se hace de postre vino con pan y azъcar le metemos la cuchara para pillar un trozo de pan mojado en vino. Lo tenemos que hacer a espaldas de mi madre porque ella dice que eso de dejar a los niсos que prueben el vino es una cosa muy antigua y que ahora, si se entera la Asociaciуn de Padres del Colegio, igual te meten en la cбrcel. Al niсo, no, al padre. Al niсo lo meten en Alcohуlicos Anуnimos para que lo cuente por un micrуfono delante de unas personas que tambiйn metieron la cuchara en el vaso de su abuelo. Me bebн el vaso de una volб porque estaba muy fresquito y porque a mн me encanta todo lo que tenga burbujas en esta vida, incluidas las chicas que anuncian el champбn todos los aсos por Navidad. Yo me llenй otra vez el vaso con gaseosa y el otro colega de mi padre me hizo un gesto como para que no dijera a nadie nada y me echу otro poquillo de vino.
Alicia fue retirando las cosas de la mesa y despuйs de limpiar el hule puso un tapete verde. Me quedй con los ojos a cuadros cuando mi propio padre llamу a Marcial y le dijo «pero, venga, acaba, que te estamos esperando». Marcial vino masticando todavнa y con su vaso de vino en la mano. Iban por parejas y Marcial era de la pareja de los enemigos de mi padre. Alicia me dijo que si la querнa ayudar a poner unas copas para los jugadores.
–Eso, que trabaje, que los niсos de ahora no sirven pa nб.
Tuve que hacer lo menos diez viajes desde la cocina, uno por cada copa. Unas eran de anнs, unas de coсб y otras de una cosa que se llamaba Sol y Sombra. Antes de abrir la puerta del comedor pegaba un sorbito para ver cуmo sabнa. La puerta era una de esas puertas que se abren cuando las empujas, asн que despuйs de la segunda copa que saquй decidн abrirla con la cabeza, igual que me habнa hecho mi padre cuando entramos al comedor. Al principio me reнa yo solo de lo bien que abrнa la puerta a cabezazos y me reнa tambiйn de que al ir a poner la copa en la mesa miraba las cartas que tenнa Marcial y se las decнa a mi padre al oнdo. Pero, en una de йsas, Marcial se dio cuenta y pegу un puсetazo en la mesa y dijo:
–Manolo, este niсo estб de reformatorio. Te estб soplando al oнdo desde que hemos empezado.
–Bueno, Marcial, no te pongas asн, que son cosas de crios.
–Como no deje el niсo ese de rondarme por aquн por la espalda me levanto y no me vuelves a ver el pelo, que sabes que yo con las cosas del juego hablo en serio. Quнtame al niсo de la chepa o me largo.
Mi padre me dijo que me sentara en la mesa de al lado y que me esperara un rato, lo que tardaba en acabar la partida. Cuando me sentй fue cuando me di cuenta de que mi madre nunca se podrнa enterar de que yo era un niсo un poco borracho. Mi padre no se habнa dado cuenta y a mн me estaba entrando un sueсo que me daba la impresiуn de que la cabeza se me iba a ir al suelo, me apoyй en la mesa y cerrй los ojos, pero al cerrar los ojos el suelo del «Chohuн» empezу a moverse como si fuera el suelo de un barco. Mi padre que me vio echado encima de la mesa, me dijo:
–Anda, vete al camiуn y te echas la siesta. Venga, hijo, cuando te despiertes ya estaremos en casa.
No sй cуmo nadie se dio cuenta de que tuve que ir poniendo las manos en las mesas para no tropezarme. Salн al porche y me pareciу oнr a Alicia a mis espaldas: «їNo me dices adiуs, Manolito?», pero no sabнa si era verdad o me lo estaba imaginando. La luz del sol me hacнa mucho daсo en los ojos, asн que me fui corriendo al camiуn, que estaba enfilado con los otros camiones, y cuando abrн la puerta ya llevaba los ojos cerrados porque sуlo tenнa ganas de tumbarme y dormir. Y eso es lo que hice. Me tumbй y antes de quedarme dormido pensй que si no fuera porque tenнa sueсo hubiera vomitado otra vez, pensй que nunca volverнa a meter la cuchara en el vino con pan de mi abuelo, nunca beberнa de las copas de jugadores, nunca tomarнa vino con gaseosa, nunca, porque aquel camiуn tambiйn se movнa como si fuera un barco.
Cuando me despertй el barco se seguнa moviendo, pero ahora era cierto que el camiуn estaba en marcha. Tenнa la lengua pegada a la parte de arriba de la boca, tenнa mucha sed y tambiйn tenнa dolor de cabeza. Mi abuelo me dijo dнas despuйs: «Lo que tenнas era resaca». Quй vergьenza para un niсo.
Mi padre llevaba la radio superaltнsima y me entraron ganas de levantarme para decirle que la bajara porque la mъsica me daba golpes en la cabeza, pero volvн a cerrar los ojos y fue muy raro porque soсй aunque sin quedarme dormido, soсй con que la mъsica estaba sonando en el salуn de mi casa y el Imbйcil se habнa sentado en el taburete del mueble-bar de mi casa con un cubata en la mano. En otro taburete y a su lado estaba mi abuelo con su tinto de verano. El Imbйcil al verme entrar decнa:
–El nene borracho, como Manolito.
Y mi madre lloraba en el sofб y decнa: «Quй desgracia, quй desgracia, tan pequeсos y tan borrachos los dos». El Imbйcil se reнa a carcajadas. Yo me acercaba al mueble-bar y le decнa casi llorando a mi abuelo:
–Pero, їpor quй le has dejado beber, abuelo?
Y el Imbйcil me respondнa: –No puede hablar, estб disecado.
Era verdad, yo tocaba a mi abuelo y mi abuelo estaba seco y hueco como un muсeco de Tintнn que tiene el Orejones en la estanterнa de su cuarto. Abrн los ojos: lo que estaba tocando en realidad era el asiento del camiуn. En la radio del camiуn hablaban ahora de no sй quй niсo que habнa desaparecido y hablaba una vecina de ese niсo, que era idйntica a la Luisa y que decнa al entrevistador:
«No es que fuera un niсo perfecto, entiйndame, tenнa sus defectos como los tiene todo el mundo; incluso yo, pero aquн mi marido y yo lo querнamos como a un hijo, a veces lo querнamos mбs de lo que le quiere su madre, fнjese. Es que la madre estб muy centrada en el pequeсo, y a йste lo tiene un poquillo de lado, entiйndame, no abandonado, pero que le hace menos caso porque tambiйn es verdad que el chiquillo es un poco pesado.»
Luego hablaba un abuelo que era como mi abuelo, pero casi no se le entendнa porque estaba medio llorando y sin dentadura:
«Mi nieto... Lo mбs grande para mн.»
Luego se oнan unos alaridos estremecedores. Eran del Imbйcil, descarao.
Y luego una mujer, que hubiera jurado que era mi madre, empezу a decir:
«Es un niсo que todo lo que diga de йl es poco, es bueno, trabajador. Conmigo tiene pasiуn, siempre mamб quieres esto, mamб quieres lo otro; en el colegio su seсorita lo adora, todos los niсos van detrбs de йl siempre. No es porque sea mi hijo pero es un niсo con carisma. Yo, sin mi niсo, es que no sй vivir.»
A mн se me estaban saltando las lбgrimas por detrбs de las gafas, pero estaba claro que esa mujer no era mi madre, mi madre nunca hubiera dicho esas cosas de mн, sуlo las dice del Imbйcil. Me levantй para no seguir soсando despierto con hermanos borrachos, abuelos disecados y niсos perdidos y le fui a decir a mi padre que estaba malo y que me diera agua. Se habнa hecho muy de noche. No sabнa cuбnto tiempo habнa pasado, ni cuбnto faltaba para llegar a casa.
Desde atrбs le puse la mano en el hombro a mi padre y, no sй por quй, me pareciу un hombro muy raro. La espalda de aquellos hombros raros pegу un salto y la cabeza que habнa encima de aquellos hombros raros se dio la vuelta. El dueсo de los hombros raros no era mi padre. El me mirу un momento y empezу a gritar al mismo tiempo que yo, que estaba gritando con la boca tan abierta que durante muchos dнas me dolieron las mandнbulas. El hombre era nada mбs y nada menos que Marcial y se volvнa de vez en cuando sin dejar de gritar y me miraba con ojos asesinos y luego miraba a la carretera y hacнa cosas raras con el volante. Eso durу mucho rato, lo menos media hora, aunque mi padre me ha dicho luego que no pudo durar mбs de un minuto. Dimos no sй cuбntos tumbos con el camiуn por un sitio que ya no era carretera y de golpe nos paramos. Marcial empezу a gritar: «їPero quй haces aquн, quй haces aquн, niсo cabrуn?». Me llamу eso que he escrito al final, eso con todas sus letras, yo no lo pondrнa pero es que йl me lo llamу no una sino muchas veces, y segъn me lo decнa yo me convencнa cada vez mбs de que Marcial me habнa secuestrado y me querнa matar.
Mientras seguнa gritando y llevбndose las manos a la cabeza, decнa: «Ay, Dios mнo, que casi me mata el niсo cabrуn este...», y otros insultos que no voy a escribir porque no acabarнa nunca. Yo me colй por la puerta y echй a correr. Los coches pasaban muy deprisa y casi rozбndome, asн que saltй un quitamiedos y me fui por el campo. Marcial empezу a seguirme y a gritarme: «їY ahora adonde vas, niсo (y lo que sigue)?». Asн lo llevй mucho rato, detrбs de mн, diciendo que si querнa volverle loco, que si querнa matarlo. Y cuanto mбs le oнa yo decir esas cosas mбs seguro estaba de que Marcial era un tнo peligroso que no pararнa hasta agarrarme del cuello.
Por primera vez en mi vida yo corrн mбs rбpido. Cuando llevaba un rato largo sin oнrle gritar vi una casita de piedra. Todo estaba muy oscuro, pero dando la vuelta a toda la casa encontrй la puerta. Fui a llamar pero al poner la mano en la madera se abriу sola. Olнa fatal y el suelo me pareciу que era de paja. Me pareciу oнr un montуn de respiraciones. Me temblaba tanto la boca que los dientes me hacнan ruido al chocar unos con otros. Traguй saliva y preguntй con una voz muy rara, que no parecнa la mнa:
–їHay alguien ahн?
Y de pronto, de la oscuridad, surgiу un coro de voces que todas a una me contestaron:
–Beeeeeeeeeeeeeee.
Ya no me acuerdo de mбs porque, segъn lo que contaron mбs tarde, debн de desmayarme de la impresiуn. Desde luego hay momentos en la vida en los que es mejor desmayarse y йse fue uno de ellos. Se me juntу el desmayo con el sueсo y cuando me despertй se estaba haciendo de dнa y hacнa mucho frнo. Alrededor de mi habнa un montуn de ovejas que no me quitaban ojo. Yo pensй que a lo mejor me pasaba como a Mowgli, el de El libro de la Selva, sуlo que yo en vez de criarme entre lobos, panteras, osos y serpientes, me criaba entre ovejas. Les dije que yo habнa hecho de oveja en el Belйn Viviente de mi colegio, me pareciу una buena tarjeta de presentaciуn, sobre todo si tenнa que pasar los prуximos cincuenta aсos con ellas. Muy cerca de mн oн una voz que decнa:
–Aquн estб el chiquillo. Las ovejas empezaron a balar como locas anoche, tanto insistнan que me acerquй a ver quй pasaba y ahн lo vi, tal y como estб ahora. Le puse una manta para que no se enfriara y me fui a avisarlos a ustedes.
Una cara de guardia civil se me puso justo delante de las gafas.
–їTe llamas Manolito?
Yo le dije que sн con la cabeza y luego le preguntй:
–їMe va a detener?
–A los niсos yo no los detengo, los devuelvo a sus casas. їQuieres volver a tu casa?
–їLe importarнa detener al hombre que me estaba persiguiendo, que querнa secuestrarme y que le ha robado el camiуn a mi padre? Se llama Marcial.
–Ya lo tengo detenido. Ahora lo vas a ver en la carretera.
–Prefiero no verlo.
–Es que lo tienes que reconocer, para que yo sepa de verdad que es el que tъ dices.
Me levantй y antes de salir de aquel pajar les dije adiуs a las ovejas y al pastor. Por el camino le dije al seсor guardia que tenнa frнo y el seсor guardia se quitу la chaqueta y me la puso encima de los hombros. Me abrochу el primer botуn y se me quedу todo el cuerpo tapado, sуlo se me veнan los pies con las zapatillas.
–їLe importarнa dejarme un rato la pistola?
–Pero cуmo te voy a dejar la pistola, hombre. Anda que la pregunta.
Cuando llegamos a la carretera vi a Marcial hablando con el otro guardia, pero no me pareciу que estuviera detenido, no tenнa esposas ni nada y encima se estaba fumando un cigarro.
–ЎAquн estб el niсo! –dijo Marcial seсalбndome con el dedo. Delante de los guardias no se atreviу a decir aquello del niсo–cabrуn.
A mн me entraron ganas de volver a salir corriendo y el seсor guardia civil debiу de notarlo porque me puso la mano en el hombro muy fuerte y me hizo subir a la carretera. Yo tiraba para atrбs y йl tiraba para delante. Al final, viendo que йl no me soltaba, me quedй detrбs suyo y sуlo saquй el brazo para seсalar a Marcial y decir que aquйl era el hombre que le habнa robado el camiуn a mi padre y que me querнa matar y que, por eso, me perseguнa por el campo y me insultaba y me decнa lo que ya todo el mundo sabe.
–El camiуn de su padre, dice este demente. Mira, niсo, mira de quiйn es este camiуn.
Yo asomй la cabeza de detrбs del guardia y vi un cartelazo encima del parabrisas que decнa «MARCIAL», y abajo unas letras pequeсas que decнan: «Eres el mбs grande».
–El padre lo manda a echar la siesta porque el niсo se va durmiendo por las mesas y el perturbado se mete en mi camiуn y, en plena noche, el niсo de las narices se despierta y me pone una mano en la espalda. Nos podнamos haber matado los dos –Marcial se lo explicaba a los guardias como si yo fuera un delincuente y lo hubiera hecho a posta–. Si les voy a decir una cosa, me entran ganas de matarlo ahora mismo.
Yo me volvн a refugiar detrбs del guardia.
–No le diga eso al niсo, que йl tampoco ha tenido la culpa.
–Que no le diga eso... No estoy yo muy seguro de que no lo haya hecho a conciencia. Porque йste es uno de esos niсos que como te coja tirria va a por ti, descarao. Me di cuenta la primera vez que le vi la cara.
Marcial se quedу allн, en mitad de la carretera, echando pestes de mн, sin que nadie le hiciera mucho caso, porque los guardias me montaron en su jeep y me dijeron que mis padres ya estaban en camino para venir a buscarme. Yo les preguntй a los guardias que dуnde estaba y ellos me dijeron «Espera un momento y ahora lo verбs». El jeep iba por unos campos llenos de бrboles y de hierbas gigantescas y unos rнos estrechos pasaban a veces por debajo de la carretera. De pronto, sin que yo me lo esperara, lo vi. Mucho mбs grande que en la tele, estaba muy quieto y olнa fuerte, fuerte. El mar.
El coche se metiу por un caminillo y llegamos a un chiringuito. Me dijeron que estaba en Valencia y que allн esperarнamos a mis padres. La playa estaba llena de gente tomando el sol. Les dije a los seсores guardias que si podнa ir hasta la orilla a meter los pies. Y ellos me contestaron que me tenнan que acompaсar porque hasta que no vinieran mis padres no podнan dejarme solo.
Fui hasta la orilla con un seсor guardia a cada lado, como si me llevaran detenido. La gente se separaba de nosotros y se nos quedaba mirando, sobre todo a mн, porque debнan de pensar que era un niсo que habнa cometido un crimen tan gordo que no se me podнa dejar de vigilar ni un momento. Me dijeron los seсores guardias que si me querнa meter, pero les dije que no llevaba baсador.
–Pues con el calzoncillo mismo, anda quй problema. Si aquн, ya ves tъ, nadie se fija en nadie.
Pero no era verdad, todo el mundo estaba pendiente de lo que hacнan esos guardias con ese niсo detenido, asн que volvimos otra vez y la gente se volviу a apartar de nosotros como si fuйramos extraterrestres. Los guardias se quedaron en la barra y yo me sentй. Me dijeron que me pidiera lo que quisiera, y ahн estuve pidiendo frutopнas por un tubo hasta que llegaron mis padres.
Por fin el camiуn Manolito entrу en el aparcamiento. Las puertas se abrieron y mi madre se tirу como una loca desde el asiento. Por un momento se quedу en el suelo de rodillas. La vi venir corriendo de una manera que parecнa que cada pierna y cada brazo iban por un lado distinto y tenнa una cara tan rara que me levantй y tuve la tentaciуn de salir corriendo, porque no sabнa quй es lo que querнa hacerme aquella madre con aquella cara. No me pude escapar porque me agarrу con los brazos, con las piernas, con la cabeza, como si fuera un pulpo, y me llenу la cabeza de besos. Detrбs de ella vi a mi abuelo. Sentн algo hъmedo en la oreja: Era el chupete del Imbйcil. Mi madre decнa «Cariсo, cariсo, lo que hemos pasado toda la noche», mi abuelo decнa «Angйlico mнo», el Imbйcil decнa «Dejad al nene con Manolito». El Imbйcil se hizo sitio y se sentу encima de mн. Por detrбs de todos ellos vi a mi padre. Llevaba el paquete que le habнa dado a Alicia en las manos y, dirigiйndose hacia mн, dijo:
–El detergente era para ti.
No lo entendн muy bien, pero lo abrн, aunque me resultу difнcil porque los tenнa a todos encima. En mi familia somos asн, como estamos acostumbrados a vivir en una casa tan pequeсa, aunque salgamos a la calle seguimos estando unos encima de otros.
Дата добавления: 2015-11-14; просмотров: 77 | Нарушение авторских прав
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