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Nota del autor

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Friedrich Nietzsche y Josef Breuer no se conocieron. Y por supuesto, la psicoterapia no fue inventada como resultado de un encuentro inexistente. Sin embargo, las circunstancias de la vida de los personajes principales está basada en hechos reales y los componentes esenciales de esta novela –la angustia de Breuer, la desesperación de Nietzsche, Anna O., Lou Salomé, la relación de Freud con Breuer, el palpitante embrión de la psicoterapia– corresponden al momento histórico de 1882.

Friedrich Nietzsche fue presentado a la joven Lou Salomé por Paul Rée en la primavera de 1882 y, durante los meses siguientes, mantuvieron una relación amorosa breve, intensa y casta. Salomé tenía por delante un brillante porvenir como escritora y psicoanalista. También seria conocida por su íntima amistad con Freud y sus historias románticas, sobre todo con el poeta Rainer Maria Rilke.

La relación de Nietzsche con Lou Salomé, complicada por la presencia de Paul Rée y saboteada por Elisabeth, la hermana del primero, tuvo un final desastroso para éste. Durante años se sintió angustiado por aquel amor perdido y por la creencia de que había sido traicionado. En los últimos meses de 1882 –momento en que se sitúa la trama de este libro– Nietzsche se sumió en una honda depresión de tendencia suicida. Sus desesperadas cartas a Salomé, citadas en este libro, son auténticas, aunque no se sabe con certeza cuáles fueron sólo borradores y cuáles se enviaron. La carta de Wagner a Nietzsche, del capitulo 1, también es auténtica.

El tratamiento de Bertha Pappenheim, conocida como Anna O., llevado a cabo por Josef Breuer, ocupó gran parte de su atención en 1882. En noviembre de aquel año, Breuer empezó a discutir el caso con su joven protegido, Sigmund Freud, que, como se describe en la novela, era un visitante asiduo de la casa de los Breuer. Doce años después, Anna O. fue el primer caso descrito en Estudios sobre la histeria, el libro de Freud y Breuer que originó la revolución psicoanalítica.

Al igual que Salomé, Pappenheim fue una mujer notable. Años después de su tratamiento con Breuer, destacó como asistente social hasta el punto de que en 1954 fue homenajeada en Alemania a título póstumo, dedicándosele un sello postal. Que se trataba de Anna O. no fue de dominio público hasta que Ernesto Dones lo reveló en su Vida y obra de Sigmund Freud(1953).

¿Sintió el histórico Josef Breuer una obsesión erótica por Bertha Pappenheim? Poco se sabe de la vida íntima de Breuer, pero las investigaciones serias no excluyen esa posibilidad. Las dispares versiones históricas concuerdan sólo en que el tratamiento de Bertha Pappenheim provocó sentimientos complejos y poderosos tanto en ella como en Breuer. Breuer estaba tan preocupado por su joven paciente y pasaba tanto tiempo con ella, que Mathilde, su esposa, llegó a sentirse celosa y enfadada. Freud habló de forma explícita a Ernest Jones de la relación emocional de Breuer con su paciente y, en una carta a su prometida, Martha Bernays, escrita en aquella época, le aseguró que a él no le sucedería nada parecido. El psicoanalista George Pollock ha insinuado que la fuerte reacción de Breuer pudo haber tenido origen en la pérdida temprana de la madre, también llamada Bertha.

El falso embarazo de Anna O., así como el pánico de Breuer y el precipitado final de la terapia forman parte de la historia psicoanalítica. Freud describió el incidente en una carta que en 1932 mandó al novelista Stefan Zweig y Ernest Jones lo repitió en su biografía de Freud. El hecho no ha sido cuestionado hasta fecha reciente, y la biografía de Breuer que Albrecht Hirschmüller publicó en 1990 sugiere que el incidente fue un mito inventado por Freud. Breuer nunca aclaró si fue cierto o no y en el trabajo que escribió en 1895 no hizo más que aumentar la confusión en torno al caso de Anna O., exagerando de modo desmesurado la eficacia de su tratamiento.

Si se tiene en cuenta su vasta influencia en el desarrollo de la psicoterapia, es curioso que Breuer se interesase por la psicología tan sólo durante un breve período de su trayectoria profesional. La medicina recuerda a Josef Breuer no sólo como importante investigador de la fisiología de la respiración y el equilibrio, sino como médico de brillantes diagnósticos y como médico de toda una generación de grandes figuras de la Viena de fin de siglo.

Nietzsche tuvo problemas de salud durante casi toda la vida. Si bien en 1890 tuvo un colapso y se sumergió de manera irrevocable en la severa demencia conocida como paresis (forma de sífilis terciaria, de la que murió en 1900), nadie duda que durante la mayor parte de su vida padeció otra enfermedad. Al parecer, Nietzsche (cuyo cuadro clínico he descrito siguiendo el vivido bosquejo biográfico de Stefan Zweig, de 1939) sufría migrañas fortísimas. Con el fin de acabar con ellas, visitó a muchos médicos de toda Europa, por lo que es muy posible que alguien le convenciese de que visitara al eminente Josef Breuer.

No es probable que Lou Salomé se dirigiese toda afligida a Breuer para que ayudara a Nietzsche. Según sus biógrafos, no era propensa a sentirse culpable; se sabe que concluyó muchas relaciones amorosas, al parecer, sin demasiados remordimientos. En la mayor parte de sus asuntos era reservada y, según he podido comprobar, no mencionaba en público su relación personal con Nietzsche. Las cartas que mandó a éste no han sobrevivido. Es muy probable que las destruyera Elisabeth, la hermana de aquél, cuya enemistad con Lou Salomé duró toda la vida. Salomé, en efecto, tuvo un hermano, Jenia, que en 1882 estaba estudiando medicina en Viena. Sin embargo, es muy improbable que Breuer presentara el caso de Anna O. aquel año en una conferencia pronunciada ante un grupo de estudiantes. La carta de Nietzsche a Peter Gast, su amigo y editor (final del capitulo 12), así como la de Elisabeth a su hermano (final del capitulo 7) son ficticias, al igual que la clínica Lauzon y los personajes Fischmann y Max, el cuñado de Breuer. (Aunque Breuer era un ávido jugador de ajedrez.) Todos los sueños descritos son ficticios, excepto dos de Nietzsche: su padre levantándose de la tumba y los estertores del anciano.

En 1882, la psicoterapia todavía no había nacido. Nietzsche, por supuesto, nunca centró su atención en ella. Sin embargo, al leer a Nietzsche he percibido una preocupación profunda y significativa por la autocomprensión y el cambio personal. En aras de la coherencia cronológica, me he limitado a citar las obras de Nietzsche anteriores a 1882, sobre todo Humano, demasiado humano, Consideraciones intempestivas, Aurora y El gay saber. No obstante, he dado por sentado que los grandes pensamientos de Así habló Zaratustra (la mayor parte de los cuales escribió unos meses después de la fecha en que finaliza la historia del presente libro) ya se filtraban en su mente.

Estoy en deuda con Van Harvey, profesor de Estudios Religiosos de la Universidad de Stanford, por haberme permitido asistir a su soberbio curso sobre Nietzsche, por las numerosas horas de discusión académica y por haber leído mi manuscrito con un enfoque crítico. Mi gratitud a mis colegas del Departamento de Filosofía, en especial a Eckart Förster y Dagfinn Follesdal, por permitirme asistir a cursos sobre fenomenología y filosofía alemana. Muchas personas me han brindado sugerencias para este manuscrito: Morton Rose, Herbert Kotz, David Spiegel, Gertrud y George Blau, Kurt Steiner, Isabel Davis, Ben Yalom, Joseph Frank, miembros del Seminario de Biografía de Stanford bajo la dirección de Bárbara Babcock y Diane Middlebrook; a todos ellos les doy las gracias. Asimismo, la ayuda de Betty Vadeboncoeur, de la biblioteca de historia de la medicina de Stanford, fue muy valiosa para mis investigaciones. Timothy K. Donahue–Bombosch tradujo las cartas de Nietzsche y Lou Salomé que reproduzco. Muchas personas me han aconsejado y me han prestado ayuda: Alan Rinzler, Sara Blackburn, Richard Elman y Leslie Becker. El personal de Basic Books, en especial Jo Ann Miller, me ha dado un gran apoyo; Phoebe Hoss, tanto en éste como en libros anteriores, ha sido una correctora autorizada. Mi mujer, Marilyn, que siempre ha sido mi primera crítica, y también la más puntillosa y despiadada, en este libro se ha superado a si misma, pues no sólo realizó una crítica permanente, desde el primer borrador hasta el último, sino que, además, sugirió el título del libro.

 


Дата добавления: 2015-11-14; просмотров: 43 | Нарушение авторских прав


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