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Capítulo 7

Capítulo 1 | Capítulo 2 | Capítulo 3 | Capítulo 4 | Capítulo 5 | Capítulo 9 | Capítulo 10 | Capítulo 11 | Capítulo 12 | Capítulo 13 |


Читайте также:
  1. Capítulo 1
  2. Capítulo 10
  3. Capítulo 11
  4. Capítulo 12
  5. Capítulo 13
  6. Capítulo 14
  7. Capítulo 15

 

Subí el volumen de la música y me puse a andar por la casa perseguida por mí misma. La canción de Françoise Hardy inundó cada rincón y fue aliviando poco a poco la tensión en la que me había sumergido voluntaria o involuntariamente. Olvidar Madrid. Dejar la Fundación. Romper. Salir de este ático. Programar el riego para siempre. Buscar un lugar. Dejar de vagar por mi calle. Dejarse llevar. La música me acompañaba para soltar miedos. Para soltar lastre. ¿Dónde voy? Sola. Qué haré. Ahora no es el momento. Estás instalada aquí. Madrid es tu ciudad. La Fundación te necesita. Tus padres depositaron en ti la responsabilidad de llevar a término el proyecto. Mi casa. Mi lugar. Los acordes de la música se colaban por cada rincón de la casa. Yo estaba descontrolada, caminando por el pasillo, girando hacia las habitaciones, encendiendo y apagando las luces como si necesitara encender toda una central eléctrica que me sacara de allí. La corriente de aire se colaba todavía por la cristalera de la cocina moviendo las flores que había puesto en la mesita de la entrada y que extrañamente seguían vivas desde hacía semanas. Me inquietó verlas tan frescas.

Me fui a la cocina para beber un vaso enorme de agua fría y me quedé atrapada en la voz de la canción que irradiaba todo de energía reverdecida. Mi cabeza no estaba embotada, estaba desafiándome por primera vez a mí misma y no sentía ningún latido de misericordia ni arrepentimiento. Pasé al despacho y miré el cartel. Estiré el brazo como queriendo tocar las letras desde la puerta, dibujándolas en el aire, A-L-I-C-E, en un intento de romper el siglo que nos separaba a Alice y a mí.

—Creo que tenemos algo en común —dije sin darme cuenta en voz alta.

La música del salón paró. La presencia se hacía evidente. Tragué saliva.

Di unos pasos caminando de espaldas, encendí un cigarrillo y me fui a mi habitación. Cerré la puerta y dejé correr el agua de la bañera. Me hacía falta un baño caliente para buscar algunas respuestas a todo aquello que me estaba rondado por la cabeza. No era un deseo morboso de que apareciera alguien allí. Un fantasma. En absoluto. Tampoco me atraía la idea de que aquello se convirtiera en normal porque no lo era. Tenía el extraño sentimiento de que en el París de Alice Humbert se encontraba mi lugar, de que allí todo iba a ser distinto para bien, de un modo feliz. Fue en ese momento cuando sucedió algo asombroso. Cuando estaba desnudándome para meterme en el agua, un estruendo seco se oyó al final del pasillo.

«Ya está… La señal.»

El ruido brusco vino acompañado de un golpeteo de pequeñas cosas que se caían en cascada. Con el corazón en un puño avancé en dirección a la zona donde se había originado el golpe, acercándome al despacho con una sensación tan amenazante como atractiva. No tuve sensación de riesgo, pero…

Un escalofrío me recorrió la espalda. La música había empezado a sonar otra vez. «Alice», murmuré. No obtuve respuesta. O sí.

Al encender la luz del despacho vi que el cartel se había desplomado de la pared y había tirado varios botes de lapiceros y pinturas al suelo. La música invadía el espacio imponiendo sus sensaciones en lo más hondo de mí. Me agaché a recoger el cartel, que se había roto en parte. En la tabla, por la parte trasera, se había descolocado un trozo de madera más nueva que servía de protección al viejo bastidor descubriendo así el tono original de detrás. Se podía leer claramente escrito a mano:

 

10, rue du Pont Louis-Philippe. París.

 

Traté de adoptar un aire de seguridad, cuando en realidad me sentía lanzada a un universo completamente extraño para mí. Sin embargo, estaba tranquila, dispuesta al caos o al infinito.



Дата добавления: 2015-11-04; просмотров: 37 | Нарушение авторских прав


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