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Segunda parte 8 страница

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Sentн una ira terrible. Le dije que no habнa que jugar con los sentimientos y las lealtades mбs profundos de una per­sona.

Don Juan riу hasta que las lбgrimas corrieron por sus me­jillas, y lo odiй. Tuve un deseo avasallador de darle un gol­pe y marcharme; habнa en su risa, sin embargo, un ritmo tan extraсo que me tenнa paralizado casi por entero.

‑No te enojes tanto ‑dijo don Juan apaciguadoramente.

Y dijo que sus actos jamбs habнan sido una farsa, que tambiйn йl habнa puesto en juego su vida mucho tiempo antes, cuando su propio benefactor lo habнa atrapado igual que йl a mн. Don Juan dijo que su benefactor era un hom­bre cruel que no pensaba en йl como el mismo don Juan pensaba en mн. Aсadiу con mucha severidad que la mujer habнa probado su fuerza contra йl y que en verdad tratу de matarlo.

‑Ahora sabe que yo estaba jugando con ella ‑dijo, rien­do‑, y por eso te odiarб a ti. A mн no puede hacerme na­da, pero se desquitarб contigo. Todavнa no sabe quй tanto poder tienes, asн que vendrб a probarte, poco a poco. Ahora no tienes otra alternativa que aprender para defenderte, o serбs presa de esa seсora. No es cosa de burla.

Don Juan me recordу la forma en que la mujer se habнa apartado en un vuelo.

‑No te enojes ‑dijo‑. No fue una trampa comъn. Fue la regla.

Habнa algo verdaderamente enloquecedor en la forma co­mo la mujer se apartу de mн. Yo mismo lo habнa presen­ciado: saltу el ancho de la carretera en un parpadeo. No tenнa yo manera de librarme de tal certeza. Desde ese mo­mento, enfoquй toda mi atenciуn en aquel incidente y poco a poco acumulй "evidencia" de que la Catalina en verdad me perseguнa. La consecuencia final fue que tuve que abandonar el aprendizaje bajo la presiуn de mi miedo irracional.

 

Unas horas despuйs, en las primeras de la tarde, regresй a la casa de don Juan. El parecнa haberme estado esperando. Se me acercу cuando bajaba del coche y me examinу con mirada curiosa, caminando en torno mнo dos veces.

‑їPor quй los nervios? ‑preguntу antes de que yo tuviera tiempo de decir nada.

Le expliquй que algo me habнa ahuyentado esa maсana, y que habнa empezado a sentir algo que me rondaba, como antes. Don Juan se sentу y pareciу sumergirse en pensa­mientos. Su rostro tenнa una expresiуn inusitadamente se­ria. Parecнa fatigado. Me sentй junto a йl y ordenй mis notas.

Tras una pausa muy larga, su rostro se iluminу y sus la­bios sonrieron.

‑Lo que sentiste en la maсana era el espнritu del ojo de agua ‑dijo‑. Te he dicho que debes estar preparado para encontrarte de repente con esas fuerzas. Creн que entendнas.

‑Entendн.

‑їEntonces por quй el miedo?

No pude responder.

‑El espнritu sigue tu rastro ‑dijo йl‑. Ya te topу en el agua. Te aseguro que te toparб otra vez, y probablemente no estarбs preparado y ese encuentro serб tu fin.

Las palabras de don Juan me produjeron genuina preo­cupaciуn. Lo que sentнa era, sin embargo, extraсo; me preo­cupaba, pero no tenнa miedo. Lo que me ocurrнa, fuera lo que fuese, no habнa podido provocar mis viejos sentimien­tos de terror ciego.

‑їQuй debo hacer? ‑preguntй.

‑Olvidas con demasiada facilidad ‑respondiу‑. El camino del conocimiento se anda a la mala. Para aprender necesitamos que nos echen espuelas. En el camino del co­nocimiento siempre estamos peleando con algo evitando algo, preparados para algo; y ese algo es siempre inexpli­cable, mбs grande y poderoso que nosotros. Las fuerzas inexplicables vendrбn a ti. Ahora es el espнritu del ojo de agua, luego serб tu propio aliado, por eso en este momen­to no tienes otra tarea que el prepararte a la lucha. Hace aсos la Catalina te espoleу, pero esa era sуlo una bruja y esa trampa fue de principiante.

"El mundo estб en verdad lleno de cosas temibles, y no­sotros somos criaturas indefensas rodeadas por fuerzas que son inexplicables e inflexibles. El hombre comъn, en su ig­norancia, cree que se puede explicar o cambiar esas fuer­zas; no sabe realmente cуmo hacerlo, pero espera que las acciones de la humanidad las expliquen o las cambien tarde o temprano. El brujo, en cambio, no piensa en explicarlas ni en cambiarlas; en vez de ello, aprende a usar esas fuer­zas. El brujo se ajusta los remaches y se adapta a la di­recciуn de tales fuerzas. Ese es su truco. La brujerнa no es gran cosa cuando le hallas el truco. Un brujo apenas anda mejor que un hombre de la calle. La brujerнa no lo ayuda a vivir una vida mejor; de hecho yo dirнa que le estorba; le hace la vida incуmoda, precaria. Al abrirse al conocimien­to, un brujo se hace mбs vulnerable que el hombre comъn. Por un lado, sus semejantes lo odian y le temen y se es­fuerzan por acabarlo; por otro lado, las fuerzas inexplica­bles e inflexibles que a todos nos rodean, por el derecho de que estamos vivos, son para el brujo la fuente de un peligro todavнa mayor. Que un semejante lo atraviese a uno duele, cуmo no, pero ese dolor no es nada en comparaciуn con el topetazo de un aliado. Un brujo, al abrirse al cono­cimiento, pierde sus resguardos y se hace presa de tales fuerzas y sуlo tiene un medio de equilibrio: su voluntad; por eso debe sentir y actuar como un guerrero. Te lo re­pito una vez mбs: sуlo como guerrero es posible sobrevivir en el camino del conocimiento. Lo que ayuda a un brujo a vivir una vida mejor es la fuerza de ser guerrero.

"Es mi obligaciуn enseсarte a ver. No porque yo perso­nalmente quiera hacerlo, sino porque fuiste escogido; tъ me fuiste seсalado por Mescalito. Sin embargo, mi deseo personal me fuerza a enseсarte a sentir y actuar como gue­rrero. Yo personalmente creo que ser guerrero es mбs ade­cuado que cualquier otra cosa. Por tanto, he procurado en­seсarte esas fuerzas como un brujo las percibe porque sуlo bajo su impacto aterrador puede uno convertirse en guerre­ro. Ver sin ser antes un guerrero te debilitarнa; te darнa una mansedumbre falsa, un deseo de hundirte en el olvido; tu cuerpo se echarнa a perder porque te harнas indiferente. Mi obligaciуn personal es hacerte guerrero para que no te desmorones.

"Te he oнdo decir una y otra vez que siempre estбs dis­puesto a morir. No considero necesario ese sentimiento. Me parece una entrega inъtil. Un guerrero sуlo debe estar pre­parado para la batalla. Tambiйn te he oнdo decir que tus padres daсaron tu espнritu. Yo creo que el espнritu del hombre es algo que se daсa muy fбcilmente, aunque no con las mismas acciones que tъ llamas daсinas. Creo que tus padres sн te daсaron, haciйndote indulgente y flojo y dado a quedarte sentado mбs de la cuenta.

"El espнritu de un guerrero no estб engranado para la entrega y la queja, ni estб engranado para ganar o perder. El espнritu de un guerrero sуlo estб engranado para la lu­cha, y cada lucha es la ъltima batalla del guerrero sobre la tierra. De allн que el resultado le importa muy poco. En su ъltima batalla sobre la tierra, el guerrero deja fluir su espнritu libre y claro. Y mientras libra su batalla, sa­biendo que su voluntad es impecable, el guerrero rнe y rнe."

Terminй de escribir y alcй la vista. Don Juan me miraba. Meneу la cabeza de lado a lado y sonriу.

‑їDe veras escribes todo? ‑preguntу en tono incrйdu­lo‑. Genaro dice que nunca puede estar serio contigo por­que tъ siempre estбs escribiendo. Tiene razуn; їcуmo pue­de uno estar serio si siempre escribes?

Riу por lo bajo, y yo tratй de defender mi posiciуn.

‑No importa ‑dijo‑. Si algъn dнa aprendes a ver, supongo que habrбs de hacerlo de ese rarнsimo modo.

Se puso de pie y mirу el cielo. Era alrededor del medio­dнa. Dijo que aъn habнa tiempo para salir de cacerнa a un sitio en las montaсas.

‑їQuй vamos a cazar? ‑preguntй.

‑Un animal especial: venado o jabalн, o puede que un puma.

Callу un momento y despuйs aсadiу:

‑Hasta un бguila.

Me incorporй y lo seguн hacia mi coche. Dijo que esta vez sуlo нbamos a observar, y a descubrir quй animal de­bнamos cazar. Estaba a punto de subir en el coche cuando pareciу recordar algo. Sonriу y dijo que el viaje debнa pos­ponerse hasta que yo hubiera aprendido algo sin lo cual nuestra caza serнa imposible.

Desandamos nuestros pasos y volvimos a sentarnos bajo la ramada. Habнa muchas cosas que yo deseaba preguntar, pero йl hablу de nuevo sin darme tiempo de decir nada.

‑Esto nos lleva al ъltimo punto que debes saber ‑sobre la vida de un guerrero. Un guerrero elige los elementos que forman su mundo. El otro dнa que viste al aliado y tuve que lavarte dos veces, їsabes quй cosa te pasaba?

‑No.

‑Habнas perdido tus resguardos.

‑їQuй resguardos? їDe quй habla usted?

‑Dije que un guerrero elige los elementos que forman su mundo. Elige con deliberaciуn, pues cada elemento que escoge es un escudo que lo protege de los ataques de las fuerzas que йl lucha por usar. Un guerrero utiliza sus resguardos para protegerse de su aliado, por ejemplo.

"Un hombre comъn y corriente, igualmente rodeado por esas fuerzas inexplicables, se olvida de ellas porque tiene otras clases de resguardos especiales para protegerse.

Hizo una pausa y me mirу con una pregunta en los ojos. Yo no habнa entendido a quй se referнa.

‑їQuй son esos resguardos? ‑preguntй.

‑Lo que la gente hace ‑repuso.

‑їQuй hace?

‑Bueno, mira a tu alrededor. La gente estб ocupada ha­ciendo lo que la gente hace. Esos son sus resguardos. Cada vez que un brujo se encuentra con cualquiera de esas fuer­zas inexplicables e inflexibles de las que hemos hablado, su abertura se ensancha, haciйndolo mбs susceptible a su muerte de lo que es comъnmente; te he dicho que morimos por esa abertura; por ello, si estб abierta, uno tiene que tener la voluntad lista para llenarla; eso es, si uno es gue­rrero. Si uno no es guerrero, como tъ, el ъnico recurso que le queda es usar las actividades de la vida cotidiana para apartar a la mente del susto del encuentro y asн permitir que la abertura se cierre. Tъ te enojaste conmigo ese dнa que te encontraste al aliado. Te hice enojar cuando parй tu coche y te enfriй al echarte al agua. El que tuvieras la ropa puesta te dio aъn mбs frнo. El enojo y el frнo te ayu­daron a cerrar tu abertura y quedaste protegido. Pero a esta altura en tu vida ya no puedes usar esos resguardos en forma tan efectiva como un hombre corriente. Sabes demasiado de esas fuerzas y ahora estбs por fin al borde de sentir y actuar como guerrero. Tus antiguos resguardos ya no son seguros.

‑їQuй es lo que deberнa hacer?

‑Actuar como guerrero y elegir los elementos de tu mundo. Ya no puedes rodearte de cosas a la loca. Te digo esto de la manera mбs seria. Ahora, por primera vez, no estбs seguro en tu antigua forma de vivir.

‑їA quй se refiere usted con lo de elegir los elementos de mi mundo?

‑Un guerrero encuentra esas fuerzas inexplicables e in­flexibles porque las anda buscando adrede; asн que siempre estб preparado para el encuentro. Tъ, en cambio, nunca estбs preparado. Es mбs, si esas fuerzas vienen a ti van a tomarte por sorpresa; el susto ensancharб tu abertura y por ahн se escaparб sin remedio tu vida. Entonces, la primera cosa que debes hacer es estar preparado. Piensa que el aliado va a saltar en cualquier momento frente a tus ojos y debes estar listo. Encontrarse con un aliado no es fiesta de domingo ni paseo al campo, y un guerrero toma la responsabilidad de proteger su vida. Luego, si cualquiera de esas fuerzas te topa y ensancha tu abertura, debes luchar deliberadamente por cerrarla tъ solo. Para ese propуsito deberбs haber elegido cierto nъmero de cosas que te den paz y placer, cosas que puedas usar deliberadamente para apartar los pensamientos de tu susto y cerrarte y amacizarte.

‑їQuй clase de cosas?

‑Hace aсos te dije que, en su vida cotidiana, el gue­rrero escoge seguir el camino con corazуn. La consistente preferencia por el camino con corazуn es lo que diferencia al guerrero del hombre comъn. El guerrero sabe que un camino tiene corazуn cuando es uno con йl, cuando experimenta gran paz y placer al atravesar su largo. Las cosas que un guerrero elige para hacer sus resguardos son los elementos de un camino con corazуn.

‑Pero usted dice que yo no soy guerrero, de modo que їcуmo puedo escoger un camino con corazуn?

‑Este es el empalme de caminos. Digamos que hasta hoy no tenнas verdadera necesidad de vivir como guerre­ro. Ahora es distinto, ahora debes rodearte con los ele­mentos de un camino con corazуn y debes rehusar el resto, o de otro modo perecerбs en el prуximo encuentro. Puedo aсadir que ya no necesitas pedir el encuentro. Ahora, un aliado puede venir a ti mientras duermes; mientras hablas con tus amigos; mientras escribes.

‑Durante aсos he tratado realmente de vivir de acuer­do con sus enseсanzas ‑dije‑. Por lo visto no he sabido hacerlo. їCуmo puedo mejorar ahora?

‑Piensas y hablas demasiado. Debes dejar de hablar contigo mismo.

‑їQuй quiere usted decir?

‑Hablas demasiado contigo mismo. No eres ъnico en eso. Cada uno de nosotros lo hace. Sostenemos una conver­saciуn interna. Piensa en eso. їQuй es lo que siempre haces cuando estбs solo?

‑Hablo conmigo mismo.

‑їDe quй te hablas?

‑No sй; de cualquier cosa, supongo.

‑Te voy a decir de quй nos hablamos. Nos hablamos de nuestro mundo. Es mбs, mantenemos nuestro mundo con nuestra conversaciуn interna.

‑їCуmo es eso?

‑Cuando terminamos de hablar con nosotros mismos, el mundo es siempre como deberнa ser. Lo renovamos, lo encendemos de vida, lo sostenemos con nuestra conversa­ciуn interna. No sуlo eso, sino que tambiйn escogemos nuestros caminos al hablarnos a nosotros mismos. De allн que repetimos las mismas preferencias una y otra vez hasta el dнa en que morimos, porque seguimos repitiendo la misma conversaciуn interna una y otra vez hasta el dнa en que morimos.

"Un guerrero se da cuenta de esto y lucha por parar su habladurнa. Este es el ъltimo punto que debes saber si quieres vivir como guerrero.

‑їCуmo puedo dejar de hablar conmigo mismo?

‑Antes que nada debes usar tus oнdos a fin de quitar a tus ojos parte de la carga. Desde que nacimos hemos es­tado usando los ojos para juzgar el mundo. Hablamos a los demбs, y nos hablamos a nosotros mismos, acerca de lo que vemos. Un guerrero se da cuenta de esto y escucha el mundo; escucha los sonidos del mundo.

Guardй mis notas. Don Juan riу y dijo que no buscaba llevarme a forzar el proceso, que escuchar los sonidos del mundo debнa hacerse armoniosamente y con gran paciencia.

‑Un guerrero se da cuenta de que el mundo cambiarб tan pronto como deje de hablarse a sн mismo ‑dijo‑, y debe estar preparado para esa sacudida monumental.

‑їQuй es lo que quiere usted decir, don Juan?

‑El mundo es asi‑y‑asн o asн‑y‑asб sуlo porque nos de­cimos a nosotros mismos que esa es su forma. Si dejamos de decirnos que el mundo es asн‑y‑asб, el mundo deja de ser asн‑y‑asб. En este momento no creo que estйs listo para un golpe tan enorme; por eso debes empezar despacio a deshacer el mundo.

‑ЎPalabra que no le entiendo!

‑Tu problema es que confundes el mundo con lo que la gente hace. Pero tampoco en eso eres el ъnico. Todos lo hacemos. Las cosas que la gente hace son los resguardos contra las fuerzas que nos rodean; lo que hacemos como gente nos da consuelo y nos hace sentirnos seguros; lo que la gente hace es por cierto muy importante, pero sуlo como resguardo. Nunca aprendemos que las cosas que hacemos como gente son sуlo resguardos, y dejamos que dominen y derriben nuestras vidas. De hecho, podrнa decir que para la humanidad, lo que la gente hace es mбs grande y mбs importante que el mundo mismo.

‑їA quй llama usted el mundo?

‑El mundo es todo lo que estб encajado aquн ‑dijo, y pateу el suelo‑. La vida, la muerte, la gente, los aliados y todo lo demбs que nos rodea. El mundo es incomprensible. Jamбs lo entenderemos; jamбs desenredaremos sus secretos. Por eso, debemos tratarlo como lo que es: Ўun absoluto misterio!

"Pero un hombre corriente no hace esto. El mundo nun­ca es un misterio para йl, y cuando llega a viejo estб con­vencido de que no tiene nada mбs por quй vivir. Un viejo no ha agotado el mundo. Sуlo ha agotado lo que la gente hace. Pero en su estъpida confusiуn cree que el mundo ya no tiene misterios para йl. ЎQuй precio tan calamitoso pa­gamos por nuestros resguardos!

"Un guerrero se da cuenta de esta confusiуn y aprende a tratar a las cosas debidamente. Las cosas que la gente hace no pueden, bajo ninguna condiciуn, ser mбs importan­tes que el mundo. De modo que un guerrero trata el mundo como un interminable misterio, y lo que la gente hace como un desatino sin fin."

 

XV

 

Iniciй el ejercicio de escuchar los "sonidos del mundo" y lo prolonguй dos meses, como don Juan habнa especificado. Al principio resultaba torturante escuchar y no mirar, pero todavнa peor era el no hablar conmigo mismo. Al finalizar los dos meses, yo era capaz de suspender mi diбlogo interno durante periodos cortos, y tambiйn de prestar atenciуn a los sonidos.

Lleguй a casa de don Juan a las 9 a.m. del lo de noviem­bre de 1969.

‑Hay que emprender ese viaje ahora mismo ‑dijo йl a mi llegada.

Descansй una hora y luego viajamos hacia las bajas la­deras de las montaсas al este. Dejamos mi coche al cuida­do de un amigo suyo que vivнa en esa zona, mientras nos adentrбbamos a pie en las montaсas. Don Juan habнa pues­to en una mochila galletas y panes de dulce para mн. Habнa suficientes provisiones para un dнa o dos. Preguntй a don Juan si necesitarнamos mбs. Sacudiу la cabeza negativa­mente.

Caminamos toda la maсana. Era un dнa algo cбlido. Yo llevaba una cantimplora llena, y bebн la mayor parte del agua. Don Juan sуlo bebiу dos veces. Cuando ya no hubo agua, me asegurу que podнa beber de los arroyos que en­contrбbamos en el camino. Se riу de mi renuncia. Tras un rato corto, la sed me hizo superar los temores.

Poco despuйs del mediodнa nos detuvimos en un valle­cito al pie de unas exuberantes colinas verdes. Detrбs de las colinas, hacia el este, las altas montaсas se recortaban contra un cielo nublado.

‑Puedes quedarte callado pensando, o puedes escribir lo que digamos o lo que percibas, pero nada acerca de dуnde estamos ‑dijo don Juan.

Descansamos un rato y luego sacу un bulto debajo su camisa. Lo desatу y me mostrу su pipa. Llenу el cuenco con mezcla para fumar, encendiу un fуsforo y con йl una ramita seca, puso la rama ardiente dentro del cuenco y me dijo que fumara. Sin un trozo de carbуn dentro del cuenco era difнcil encender la pipa; tuvimos que seguir prendien­do ramas hasta que la mezcla empezу a arder.

Cuando terminй de fumar, don Juan me dijo que estб­bamos allн para que yo descubriera quй clase de presa me correspondнa cazar. Repitiу con cuidado, tres o cuatro ve­ces, que el aspecto mбs importante de mi empresa era hallar unos agujeros. Recalcу la palabra "agujeros" y dijo que dentro de ellos un brujo podнa encontrar todo tipo de mensajes e indicaciones.

Quise preguntar quй clase de agujeros eran; don Juan pareciу haber adivinado mi pregunta y dijo que eran impo­sibles de describir y se hallaban en el terreno de "ver". Repitiу en diversos momentos que yo debнa enfocar toda mi atenciуn en escuchar sonidos, y hacer lo posible por hallar los agujeros entre los sonidos. Dijo que йl tocarнa cuatro veces su cazador de espнritus. Se suponнa que yo usara esos extraсos clamores como guнa para encontrar el aliado que me habнa dado la bienvenida; ese aliado me en­tregarнa entonces el mensaje que yo buscaba. Don Juan me instу a permanecer muy alerta, pues ni йl tenнa idea de cуmo se me manifestarнa el aliado.

Escuchй con atenciуn. Estaba sentado con la espalda con­tra el costado rocoso del cerro. Experimentaba un entume­cimiento leve. Don Juan me advirtiу que no cerrara los ojos. Empecй a escuchar y pude discernir silbidos de pб­jaro, el viento agitando las hojas, zumbido de insectos. Al colocar mi atenciуn unitaria en esos sonidos, pude distinguir cuatro tipos diferentes de silbidos. Podнa diferenciar las velocidades del viento, en tйrminos de lento o rбpido; tambiйn oнa el distinto crujir de tres tipos de hojas. Los zumbidos de los insectos eran asombrosos. Habнa tantos que no me era posible contarlos ni diferenciarlos correc­tamente.

Me hallaba sumergido en un extraсo mundo sonoro, como nunca en mi vida. Empecй a deslizarme hacia la de­recha. Don Juan hizo un movimiento para detenerme, pe­ro me frenй antes de que йl lo hiciera. Me enderecй y vol­vн a sentarme erecto. Don Juan moviу mi cuerpo hasta apoyarme en una grieta en la pared de roca. Despejу de piedras el espacio bajo mis piernas y puso mi nuca contra la roca.

Me dijo, imperativamente, que mirara las montaсas ha­cia el sureste. Fijй la mirada en la distancia, pero йl me corrigiу y dijo que no me quedara viendo nada, sino que mirase, como recorriendo, los cerros frente a mн y la ve­getaciуn en ellos. Repitiу una y otra vez que toda mi aten­ciуn debнa concentrarse en mi oнdo.

Los sonidos recobraron prominencia. No era tanto que yo quisiese oнrlos; mбs bien, tenнan un modo de forzarme a concentrarme en ellos. El viento sacudнa las hojas. El viento llegaba por encima de los бrboles y luego caнa en el valle donde estбbamos. Al caer, tocaba primero las hojas de los бrboles altos; hacнan un sonido peculiar que me pa­reciу rico, rasposo, exuberante. Luego йl viento daba contra los arbustos, cuyas hojas sonaban como una multitud de cosas pequeсas; era un sonido casi melodioso, muy absor­bente e impositivo; parecнa capaz de ahogar todo lo otro. Me resultу desagradable. Me sentн apenado porque se me ocurriу que yo era como el crujir de los arbustos, regaсуn y exigente. El sonido era tan semejante a mн que yo lo odiaba. Luego oн al viento rodar en el suelo. No era un crepitar sino mбs bien un silbido, casi un timbrar agudo o un zum­bido llano. Escuchando los sonidos que hacнa el viento, advertн que los tres ocurrнan al mismo tiempo. Estaba pen­sando cуmo fui capaz de aislarlos, cuando de nuevo me di cuenta del silbar de pбjaros y el zumbar de insectos. En cierto instante, sin embargo, sуlo habнa los sonidos del viento, pero al siguiente, otros sonidos brotaron en gigan­tesco fluir a mi campo de atenciуn. Lуgicamente, todos los sonidos existentes deben haberse emitido de continuo du­rante el tiempo en que yo sуlo oнa el viento.

No podнa contar todos los silbidos de pбjaros o zumbidos de insectos, pero me hallaba convencido de que estaba es­cuchando cada sonido individual en el momento en que se producнa. Juntos creaban un orden de lo mбs extraordina­rio. No puedo llamarlo otra cosa que "orden". Era un or­den de sonidos que tenнa un diseсo; es decir, cada sonido ocurrнa en secuencia.

Entonces oн un peculiar lamento prolongado. Me hizo temblar. Todos los otros ruidos cesaron un instante, y hubo completo silencio mientras la reverberaciуn del gemido alcanzaba los lнmites extremos del valle; despuйs recomen­zaron los ruidos. De inmediato captй su diseсo. Tras es­cuchar con atenciуn un momento, creн entender la reco­mendaciуn que don Juan me hizo de buscar agujeros entre los sonidos. ЎEl diseсo de los ruidos contenнa espacios en­tre un sonido y otro! Por ejemplo, los cantos de ciertos pб­jaros tenнan su tiempo y sus pausas, y de igual manera todos los demбs sonidos que yo percibнa. El crujir de las hojas era la goma que los unificaba en un zumbido homo­gйneo. El hecho era que el tiempo de cada sonido formaba una unidad en la pauta sonora general. Asн, los espacios o pausas entre sonidos eran, si uno se fijaba, hoyos en una estructura.

Oн nuevamente el penetrante lamento del cazador de es­pнritus. No me sacudiу, pero los sonidos volvieron a cesar un instante y percibн tal cesaciуn como un agujero, un hoyo muy grande. En ese preciso momento mi atenciуn se trasla­dу del oнdo a la vista. Me hallaba mirando un conglomera­do de cerros con lujuriante vegetaciуn verde. La silueta de los cerros estaba dispuesta de tal manera que desde mi po­siciуn se veнa un agujero en una de las laderas. Era un espacio entre dos cerros, y a travйs de йl me era visible el tinte profundo, gris oscuro, de las montaсas distantes. Por un momento no supe quй cosa era. Fue como si el agujero que miraba fuese el "hoyo" en el sonido. Luego volvieron los ruidos, pero persistiу la imagen visual del enorme agu­jero. Un momento despuйs, cobrй una conciencia todavнa mбs aguda de la pauta sonora, de su orden y la disposiciуn de sus pausas. Mi mente era capaz de discernir y discriminar un nъmero enorme de sonidos individuales. Me era posible seguir todos los sonidos; asн, cada pausa era un hoyo defi­nido. En un momento dado las pausas cristalizaron en mi mente y formaron una especie de malla sуlida, una estruc­tura. Yo no la veнa ni la oнa. La sentнa con alguna parte desconocida de mн mismo.

Don Juan tocу su cuerda una vez mбs; los sonidos ce­saron como antes, creando un enorme agujero en la estruc­tura sonora. Esta vez, sin embargo, la gran pausa se confun­diу con el agujero en las colinas que yo estaba mirando; ambos se sobreimpusieron. El efecto de percibir los dos agujeros durу tanto tiempo que pude ver‑oнr cуmo sus contornos encajaban mutuamente. Luego volvieron a empe­zar los otros sonidos y su estructura de pausas se convirtiу en una percepciуn extraordinaria, casi visual. Empecй a ver cуmo los sonidos creaban diseсos y luego todos esos dise­сos se sobreimpusieron al medio ambiente de la misma ma­nera en que percibн la superposiciуn de los dos grandes agujeros. Yo no miraba ni oнa como suelo hacerlo. Hacнa algo que era enteramente distinto pero combinaba facetas de ambos procesos. Por algъn motivo, mi atenciуn se enfocaba en el gran hoyo en los cerros. Sentнa estarlo oyendo y mi­rando al mismo tiempo. Algo habнa en йl de reclamo. Do­minaba mi campo de percepciуn, y cada pauta sonora ais­lada, correspondiente a un detalle del entorno, tenнa su gozne en aquel agujero.

Oн de nuevo el gemido sobrenatural del cazador de es­pнritus; cesaron los demбs sonidos; los dos grandes aguje­ros parecieron encenderse y de pronto me hallй mirando nuevamente el campo de labranza; el aliado estaba allн de pie, como lo habнa visto antes. La luz de la escena total se hizo muy clara. Pude verlo perfectamente, como si se ha­llara a cincuenta metros. No distinguнa su cara; el sombrero la cubrнa. Entonces empezу a acercarse, alzando despacio la cabeza; estuve a punto de ver su rostro y me aterrй. Supe que debнa pararlo sin demora. Sentн un extraсo empellуn dentro de mi cuerpo; sentн que brotaba "poder". Quise mover la cabeza hacia un lado para detener la visiуn, pero no podнa hacerlo. En ese instante crucial una idea acudiу a mi mente. Supe a quй se referнa don Juan cuando dijo que los elementos de un "camino con corazуn" eran escudos. Habнa algo que yo deseaba realizar en mi vida, algo que me consumнa e intrigaba, algo que me llenaba de paz y alegrнa. Supe que el aliado no podнa avasallarme. Movн la cabeza sin ninguna dificultad, antes de ver todo su rostro.

Empecй a oнr todos los demбs sonidos; de pronto se hi­cieron muy fuertes y agudos, como si estuvieran airados conmigo. Perdieron sus pautas y se convirtieron en un con­glomerado amorfo de chillidos punzantes, dolorosos. Mis oнdos empezaron a zumbar bajo la presiуn. Sentнa la ca­beza a punto de estallar. Me puse de pie y cubrн mis oнdos con la palma de las manos.

Don Juan me ayudу a caminar hasta un arroyo muy pe­queсo, me hizo quitarme la ropa y me rodу en el agua. Me hizo yacer en el lecho casi seco y luego reuniу agua en su sombrero y me rociу con ella.

La presiуn en mis oнdos disminuyу con gran rapidez, y sуlo se necesitaron unos minutos para "lavarme", Don Juan me mirу, sacudiу la cabeza en gesto aprobatorio y dijo que me habнa puesto "sуlido" muy rбpidamente.

Me vestн y me llevу de vuelta al sitio donde estuve senta­do. Me encontraba extremadamente vigoroso, alegre y lъcido.

Quiso conocer todos los detalles de mi visiуn. Dijo que los brujos usaban los "agujeros" de los sonidos para averi­guar cosas especнficas. El aliado de un brujo revelaba asun­tos complicados a travйs de tales agujeros. Rehusу especifi­car sobre ellos y se saliу de mis preguntas diciendo que, al no tener yo un aliado, tal informaciуn sуlo me harнa daсo.

‑Todo tiene sentido para un brujo ‑dijo‑. Los soni­dos tienen agujeros, lo mismo que todo cuanto te rodea. Por lo general, un hombre no tiene velocidad para pescar los agujeros, y por eso recorre la vida sin protecciуn. Los gusanos, los pбjaros, los бrboles: todos ellos nos pueden decir cosas increнbles, si llegamos a tener la velocidad ne­cesaria para agarrar su mensaje. El humo puede darnos esa velocidad de agarre. Pero debemos estar en buenos tйrmi­nos con todas las cosas vivientes de este mundo. Por esta razуn hay que hablarles a las plantas que vamos a matar y pedirles perdуn por daсarlas; igual debe hacerse con los animales que vamos a cazar. Sуlo debemos tomar lo sufi­ciente para nuestras necesidades, de otro modo las plantas y los animales y los gusanos que matamos se pondrнan en contra nuestra y nos causarнan enfermedad y desventura. Un guerrero se da cuenta de esto y hace por aplacarlos; asн, cuando mira por los agujeros, los бrboles y los pбjaros y los gusanos le dan mensajes veraces.


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