Студопедия
Случайная страница | ТОМ-1 | ТОМ-2 | ТОМ-3
АрхитектураБиологияГеографияДругоеИностранные языки
ИнформатикаИсторияКультураЛитератураМатематика
МедицинаМеханикаОбразованиеОхрана трудаПедагогика
ПолитикаПравоПрограммированиеПсихологияРелигия
СоциологияСпортСтроительствоФизикаФилософия
ФинансыХимияЭкологияЭкономикаЭлектроника

Capítulo 19

Capítulo 8 | Capítulo 9 | Capítulo 10 | Capítulo 11 | Capítulo 12 | Capítulo 13 | Capítulo 14 | Capítulo 15 | Capítulo 16 | Capítulo 17 |


Читайте также:
  1. Capítulo 1
  2. Capítulo 10
  3. Capítulo 11
  4. Capítulo 12
  5. Capítulo 13
  6. Capítulo 14
  7. Capítulo 15

 

Ërno Hessel rellenó mi copa de vino tinto. Temí manchar mi vestido blanco, sabía que no era el más apropiado para comer con un desconocido, pero estaba tan feliz que quería ser un foco de luz.

—Su cuadro acabará colgado en un museo.

—Qué vergüenza que me vean todos.

—No se la reconoce, Alice, ya sabe la técnica del polaco…

—Es muy raro.

—… sé de qué habla. Su conducta no es ética.

—No sabría qué decir.

—No diga nada.

—Llevo muchas semanas trabajando como modelo en su estudio.

—¿Y? ¿Se ha planteado dejarlo?

—De momento es mi trabajo, entiendo que no es...

—No se justifique, gracias a él estamos aquí. ¿Qué importa ahora?

—Al principio me parecía terrible, si no hubiera sido por la estufa que calentaba mis músculos, habría estado entumecida desde la primera sesión y me habrían echado. No es fácil. El maestro tampoco lo hizo fácil…

—Es un frívolo que va de duro.

—Es Kisling, ya sabe.

Callamos un segundo como si los dos tuviéramos la misma información y las mismas ganas de olvidarla. Escondí mis manos bajo la mesa como una niña, él se llevó la copa a los labios, bebió un sorbo y me miró fijamente. Hasta ese momento no reparé en sus ojos. Dos pinceladas verdes que reflejaban en sus pupilas todo el escenario exterior. Vi el Sena en sus ojos. Estaban llenos de silencio.

—Usted es más bella que ese lienzo.

—Gracias.

—Todos los que han visto su retrato en mi salón han elogiado su belleza… y la magnífica obra. Kisling acabará siendo un grande si deja de estar siempre a la sombra de Modi.

—¿Usted cree?

—Ërno. Yo la llamo Alice, ¿no? Llámeme Ërno…

 

En ese precioso instante en que él y yo empezamos a llamarnos de tú supe que era el hombre que marcaría mi vida para siempre. De hecho, al brindar, dijo algo en húngaro, el vino se vertió ligeramente sobre mi falda y su firma quedó estampada como un pagaré a tiempo incondicional sin fecha de vencimiento ni razón social. En virtud del momento el pago del amor se realizará hasta la fecha prevista, el avalista se convierte en deudor solidario con el avalado, el tomador está obligado a recibir un pago parcial del pagaré; pero retendrá el documento en su poder. « Perdón, Alice, no sé lo que me está pasando, me ha temblado la mano», o bien «discúlpeme, he sentido un pánico momentáneo a la hora de brindar». ¿Qué nos dijimos? ¿Importa que no lo recuerde? También yo me sobresalté, también sentí el sonrojo, estaba encogida ante la emoción y no sé qué dijo él, no sé qué dije yo, algo digno de dos chalados, algo que sonaba a fantasía, un fragmento de felicidad, un trastorno atropellado a la hora de brindar, lo más probable. Deseé que desaparecieran las voces de los camareros ofreciendo su ayuda y que volviera a caerme el vino.

El amor se firmó de rojo burdeos.

—Te has manchado… —comentó.

Intenté quitarle importancia.

—No es nada.

—¿Quieres que llame a un camarero? ¿Pido que te traigan un vestido?

—Es poca cosa, el vino es felicidad —contesté—. Creo que eso dicen.

—¡Manchémonos, pues!

—¿Qué?

—Solo estaba bromeando —me dijo, abriendo la boca en la sonrisa más maravillosa del mundo—. Si cogemos esas flores de la mesa a modo de ramo, podrás tapar la mancha al caminar cuando salgamos, parecerás una novia deslizándote entre las mesas.

No contesté. Se está bien callada a veces. Contemplé su mirada luminosa. Me preguntaba en qué estaría pensando. Me apreté las manos bajo la mesa, otra vez, y le pedí un deseo a mi santa, rogándole que ese momento fuera eterno.

Por eso sentí que debí haber guardado el vestido blanco para otra ocasión, que me había adelantado ofreciéndome vestida de novia. Las prisas por ser la primera por una vez en la vida. La urgencia por empezar de cero, las ganas de poner en blanco mis días, mis emociones, mi corazón. Allí estaba yo, en el restaurante más caro de París, sentada ante una vida desconocida. Aguijoneada por el amor. La mancha iba expandiéndose en mi falda al mismo tiempo que me dejaba llevar, abandonada en sus pensamientos más que en los míos. Él estaba sentado con la espalda arqueada hacia mí, acurrucándome con su voz y su acento ronco. Volví a notar las lágrimas escociéndome los ojos.

El amor se extendía por mi falda hasta mi pecho.

Él estaba tan seguro hablándome de la gran bodega del restaurante que mi vida entró en ebullición frente a aquella ventana de París en la que se veía la vieja Notre Dame y la torre de hierro de la Exposición. El monstruo de metal se me hizo hermoso en medio de tantas palabras. Sé que me habló de viajar, de sus libros favoritos, de sus amigos, de la arquitectura, de la vida de Montmartre y Montparnasse, de su gusto por el arte, por comprar a los nuevos pintores…, pero yo estaba en otro lugar. Todo era nuevo. Yo era nueva.

Inspiré profundamente y de repente me encontré contándole toda la historia de mi familia, de mi padre muerto, de los Fresnault, de mi niñez, de mi madre. Cuanto más hablaba, más se enternecía, su gesto era el de un doctor que sabe el diagnóstico. Me sentí culpable por no haber sido sincera, pero también me aliviaba no estar contando toda la verdad. Incluso fue mejor.

Cuando acabé de hablar, Ërno puso su mano sobre la mía.

Quise mirar de nuevo sus ojos pero sentí que la vergüenza me sobrevenía de golpe. Me giré hacia el ventanal y todo estaba en su orden, el París que no sabía de su existencia se mostró desnudo, como yo en el cuadro de la galería. Volví a temblar, esta vez por la realidad. El cristal reflejó su cara involuntariamente, me estaba mirando; a medida que yo disimulaba buscando los arcos de la catedral, él aparecía frente a mí, dibujado en la ventana, apocado y enamorado. Mirándome.

La mancha y el amor se habían extendido.


Дата добавления: 2015-11-04; просмотров: 32 | Нарушение авторских прав


<== предыдущая страница | следующая страница ==>
Capítulo 18| Capítulo 20

mybiblioteka.su - 2015-2024 год. (0.006 сек.)