Студопедия
Случайная страница | ТОМ-1 | ТОМ-2 | ТОМ-3
АрхитектураБиологияГеографияДругоеИностранные языки
ИнформатикаИсторияКультураЛитератураМатематика
МедицинаМеханикаОбразованиеОхрана трудаПедагогика
ПолитикаПравоПрограммированиеПсихологияРелигия
СоциологияСпортСтроительствоФизикаФилософия
ФинансыХимияЭкологияЭкономикаЭлектроника

Capítulo 16

Capítulo 5 | Capítulo 6 | Capítulo 7 | Capítulo 8 | Capítulo 9 | Capítulo 10 | Capítulo 11 | Capítulo 12 | Capítulo 13 | Capítulo 14 |


Читайте также:
  1. Capítulo 1
  2. Capítulo 10
  3. Capítulo 11
  4. Capítulo 12
  5. Capítulo 13
  6. Capítulo 14
  7. Capítulo 15

 

Un sonido me sobresaltó. Era mi móvil. El teléfono estaba sonando en el salón y yo todavía estaba tirada en la cama con las fotos pensando en la última vez que había estado acompañada entre unas sábanas. Unas veces por exceso de protección, otras por pudor, otras por recuerdos que riegas sin agua… Todo araña. Acabas tapando el pasado con capas de maquillaje como cuando ocultaba mis pecas con base oscura para no parecerme a la nívea de mi tía. El dolor no hay manera de maquillarlo. Es lo que tenemos las mujeres con el corazón cosido con hilo gris, el mismo gris de aquel uniforme del Liceo Francés, que un día hasta el azul de los ojos empieza a parecer ceniza. Me levanté corriendo, procurando no tirarlas al suelo. La luz del sol estaba iluminando el salón como uno de esos días luminosos que regalan los dioses a París después de nubes y lluvias. Descolgué.

—¿Sí? Soy Teresa.

Era el señor Ardisson, que me proponía quedar a almorzar en La Tour d’Argent. Un extraño pálpito me erizó la piel al escuchar el nombre. Jamás había comido en ese restaurante porque me parecía el típico exceso parisino propio de turistas con dinero, pero algo se puso a flotar en mi mente.

—¿La Tour d’Argent? —repetí.

—Le gustará. Creo que es el lugar en el que más sentido tiene lo que quiero contarle. ¿No ha venido a vivir el París de las películas? Pues este es un must de París.

—Me parece perfecto. ¿A la una?

—Sí.

Me apoyé sobre el alféizar de la ventana. Él parecía más interesado que yo, ¿por qué? Las palabras entraban y salían de mi mente flotando, algunas lúcidas, muchas aleatorias, otras incoherentes. Yo no acababa de entenderlo, pero inhalé hondo y me refugié en las vistas que tenía enfrente. El Pont de Sant-Louis estaba como una pieza de puzle encajado entre dos grandes porciones ya ensambladas de ciudad. Yo estaba empezando a encajar las mías. Todo parecía coger forma y me emocionaba tanto como esos rayos de sol que se reflejaban en el pavimento resplandeciente.

—Además, le pilla cerca. Está justo en el quai de la Tournelle. Lo puede ver desde su casa.

—Lo puedo ver… —miré hacia el muelle—. He pasado alguna mañana por la puerta paseando hacia Notre Dame.

—No crea que tengo muchos más datos —me dijo, abriéndome todavía más la inquietud—. Seguro que le sirven para algo.

—De acuerdo, a la una en La Tour.

Noté cómo algo vibraba dentro de mí, como si hubiera descubierto un sonajero en mi estómago. Sentí un calor extraño.

«La Tour d’Argent…»

Luego me puse la música de Françoise Hardy, una de esas canciones que me habían asaltado en Madrid de forma extraña como un aviso de que la vida estaba empezando a cambiar como una escala musical. Esta vez estaban sonando en el lugar apropiado, París; no hay nada más bonito que estar en medio de tus sueños y sentir que no duermes, que sigues despierta. Yo estaba así. Despreocupada y preocupada al mismo tiempo. ¿Sabes cuando sientes que algo va a pasar? ¿Conoces esos nervios? ¿Ese aviso? Algo más. Ese cosquilleo me tenía revuelta desde que llegué a mi nueva ciudad, y lo más difícil de explicar es que, al mismo tiempo que deseaba que se acabara la incertidumbre, estaba nerviosa por dejar bullir la excitación y disfrutar de ella… Tampoco es muy extraño. La emoción que se siente la primera vez que abres una puerta, esa sacudida al estrenar una calle, al probar un plato, el estremecimiento al sentirse conmovida por un monumento que solo has visto en fotos, en el cine, el efecto que produce sentirse nueva, hacer la primera foto, oler el primer café, colarse por una calle que no conoces, miedosa de perderte, curiosa; todo sucede en tu piel, todo es efervescente, caminas impresionada por la sorpresa, como los niños ante un juguete sin abrir, como un beso primero…, todo eso no vuelve a sentirse nunca. Nunca, nunca, nunca.

Nunca, nunca, nunca. Nunca aparece una primera vez.

Así caminaba yo esos días por París, como una cría con la sonrisa de estreno. ¿Cómo podía haber tardado tanto en venirme a vivir? ¿Cómo podía haber dejado pasar tantos años baldíos? ¿Qué había hecho durante tanto tiempo? Tanta pereza, tantos miedos, tantas inseguridades. Estaba anestesiada y me había despertado… Dormir no sirve de nada si no es para soñar.

No me canso de recordarme en ese preciso instante. París y yo. Cierro los ojos y vuelve a sonar la música que invadió mi casa.

Je ne sais pas qui tu peux être, je ne sais pas qui tu espères, je cherche toujours à te connaître et ton silence trouble mon silence...

Me arreglé para mi encuentro con el señor Ardisson. Algo tenía que decirme.


Дата добавления: 2015-11-04; просмотров: 32 | Нарушение авторских прав


<== предыдущая страница | следующая страница ==>
Capítulo 15| Capítulo 17

mybiblioteka.su - 2015-2024 год. (0.013 сек.)