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Tres son multitud 2 страница

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Sacudн la cabeza, como si con eso pudiera deshacerme de todos los malos recuerdos e intentй comprender lo que Edward querнa decir, mientras sentнa un incуmodo peso en el estуmago.

—їUn plan de emergencia? —repetн.

—Bueno, no estaba dispuesto a vivir sin ti —puso los ojos en blanco como si eso resultara algo evidente hasta para un niсo—. Aunque no estaba seguro sobre cуmo hacerlo. Tenнa claro que ni Emmett ni Jasper me ayudarнan..., asн que pensй que lo mejor serнa marcharme a Italia y hacer algo que molestara a los Vulturis.

No querнa creer que hablara en serio, pero sus ojos dorados brillaban de forma inquietante, fijos en algo lejano en la distancia, como si contemplara las formas de terminar con su propia vida. De pronto, me puse furiosa.

—їQuй es un Vulturis? —inquirн.

—Son una familia —contestу con la mirada ausente—, una familia muy antigua y muy poderosa de nuestra clase. Es lo mбs cercano que hay en nuestro mundo a la realeza, supongo. Carlisle viviу con ellos algъn tiempo durante sus primeros aсos, en Italia, antes de venir a Amйrica. їNo recuerdas la historia?

—Claro que me acuerdo.

Nunca podrнa olvidar la primera vez que visitй su casa, la enorme mansiуn blanca escondida en el bosque al lado del rнo, o la habitaciуn donde Carlisle —el padre de Edward en tantos sentidos reales— tenнa una pared llena de pinturas que contaban su historia personal. El lienzo mбs vнvido, el de colores mбs luminosos y tambiйn el mбs grande, procedнa de la йpoca que Carlisle habнa pasado en Italia. Naturalmente que me acordaba del sereno cuarteto de hombres, cada uno con el rostro exquisito de un serafнn, pintados en la mбs alta de las balconadas, observando la espiral caуtica de colores. Aunque la pintura se habнa realizado hacнa siglos, Carlisle, el бngel rubio, permanecнa inalterable. Y recuerdo a los otros tres, los primeros conocidos de Carlisle. Edward nunca habнa utilizado la palabra Vulturis para referirse al hermoso trнo, dos con el pelo negro y uno con el cabello blanco como la nieve. Los llamу Aro, Cayo y Marco, los mecenas nocturnos de las artes.

—De cualquier modo, lo mejor es no irritar a los Vulturis —continuу Edward, interrumpiendo mi ensoсaciуn—. No a menos que desees morir, o lo que sea que nosotros hagamos —su voz sonaba tan tranquila que parecнa casi aburrido con la perspectiva.

Mi ira se transformу en terror. Tomй su rostro marmуreo entre mis manos y se lo apretй fuerte.

—ЎNunca, nunca vuelvas a pensar en eso otra vez! ЎNo importa lo que me ocurra, no te permito que te hagas daсo a ti mismo!

—No te volverй a poner en peligro jamбs, asн que eso es un punto indiscutible.

—ЎPonerme en peligro! їPero no estбbamos de acuerdo en que toda la mala suerte es cosa mнa? —estaba enfadбndome cada vez mбs—. їCуmo te atreves a pensar en esas cosas? —la idea de que Edward dejara de existir, incluso aunque yo estuviera muerta, me producнa un dolor insoportable.

—їQuй harнas tъ si las cosas sucedieran a la inversa? —preguntу.

—No es lo mismo.

Йl no parecнa comprender la diferencia y se riу entre dientes.

—їY quй pasa si te ocurre algo? —me puse pбlida sуlo de pensarlo—. їQuerrнas que me suicidara?

Un rastro de dolor surcу sus rasgos perfectos.

—Creo que veo un poco por dуnde vas... sуlo un poco —admitiу—. Pero їquй harнa sin ti?

—Cualquier cosa de las que hicieras antes de que yo apareciera para complicarte la vida.

Suspirу.

—Tal como lo dices, suena fбcil.

—Seguro que lo es. No soy tan interesante, la verdad.

Parecнa a punto de rebatirlo, pero lo dejу pasar.

—Eso es discutible —me recordу.

Repentinamente, se incorporу adoptando una postura mбs formal, colocбndome a su lado de modo que no nos tocбramos.

—їCharlie? —aventurй.

Edward sonriу. Poco despuйs escuchй el sonido del coche de policнa al entrar por el camino. Busquй y tomй su mano con firmeza, ya que mi padre bien podrнa tolerar eso.

Charlie entrу con una caja de pizza en las manos.

—Hola, chicos —me sonriу—. Supuse que querrнas tomarte un respiro de cocinar y fregar platos el dнa de tu cumpleaсos. їHay hambre?

—Estб bien. Gracias, papб.

Charlie no hizo ningъn comentario sobre la aparente falta de apetito de Edward. Estaba acostumbrado a que no cenara con nosotros.

—їLe importarнa si me llevo a Bella esta tarde? —preguntу Edward cuando Charlie y yo terminamos.

Mirй a Charlie con rostro esperanzado. Quizбs йl tuviera ese tipo de concepto de cumpleaсos que consiste en «quedarse en casa», en plan familiar. Йste era mi primer cumpleaсos con йl, el primer cumpleaсos desde que mi madre, Renйe, volviera a casarse y se hubiera ido a vivir a Florida, de modo que no sabнa quй expectativas tendrнa йl.

—Eso es estupendo, los Mariner juegan con los Fox esta noche —explicу Charlie, y mi esperanza desapareciу—, asн que seguramente serй una mala compaснa... Toma —sacу la cбmara que me habнa comprado por sugerencia de Renйe (ya que necesitarнa fotos para llenar mi бlbum) y me la lanzу.

Йl deberнa haber sabido mejor que nadie que yo no era ninguna maravilla de coordinaciуn de movimientos. La cбmara saltу de entre mis dedos y cayу dando vueltas hacia el suelo. Edward la atrapу en el aire antes de que se estampara contra el linуleo.

—Buena parada —remarcу Charlie—. Si han organizado algo divertido esta noche en casa de los Cullen, Bella, toma algunas fotos. Ya sabes cуmo es tu madre, estarб esperando verlas casi al mismo tiempo que las vayas haciendo.

—Buena idea, Charlie —dijo Edward mientras me devolvнa la cбmara.

Volvн la cбmara hacia йl y le hice la primera foto.

—Va bien.

—Estupendo. Oye, saluda a Alice de mi parte. Lleva tiempo sin pasarse por aquн —Charlie torciу el gesto.

—Sуlo han pasado tres dнas, papб —le recordй. Charlie estaba loco por Alice. Se encariсу con ella la ъltima primavera, cuando me estuvo ayudando en mi difнcil convalecencia; Charlie siempre le estarнa agradecido por salvarle del horror de ayudar a ducharse a una hija ya casi adulta—. Se lo dirй.

—Que os divirtбis esta noche, chicos —eso era claramente una despedida. Charlie ya se iba camino del salуn y de la televisiуn.

Edward sonriу triunfante y me tomу de la mano para dirigirnos hacia la cocina.

Cuando fuimos a buscar mi coche, me abriу la puerta del copiloto y esta vez no protestй. Todavнa me costaba mucho trabajo encontrar el camino oculto que llevaba a su casa en la oscuridad.

Edward condujo hacia el norte, hacia las afueras de Forks, visiblemente irritado por la escasa velocidad a la que le permitнa conducir mi prehistуrico Chevrolet. El motor rugнa incluso mбs fuerte de lo habitual mientras intentaba ponerlo a mбs de ochenta.

—Tуmatelo con calma —le advertн.

—їSabes quй te gustarнa un montуn? Un precioso y pequeсo Audi Coupй. Apenas hace ruido y tiene mucha potencia...

—No hay nada en mi coche que me desagrade. Y hablando de caprichos caros, si supieras lo que te conviene, no te gastarнas nada en regalos de cumpleaсos.

—Ni un centavo —dijo con aspecto recatado.

—Muy bien.

—їPuedes hacerme un favor?

—Depende de lo que sea.

Suspirу y su dulce rostro se puso serio.

—Bella, el ъltimo cumpleaсos real que tuvimos nosotros fue el de Emmett en 1935. Dйjanos disfrutar un poco y no te pongas demasiado difнcil esta noche. Todos estбn muy emocionados.

Siempre me sorprendнa un poco cuando se referнa a ese tipo de cosas.

—Vale, me comportarй.

—Probablemente deberнa avisarte de que...

—Bien, hazlo.

—Cuando digo que todos estбn emocionados... me refiero a todos ellos.

—їTodos? —me sofoquй—. Pensй que Emmett y Rosalie estaban en Бfrica.

El resto de Forks tenнa la sensaciуn de que los retoсos mayores de los Cullen se habнan marchado ese aсo a la universidad, a Dartmouth, pero yo tenнa mбs informaciуn.

—Emmett querнa estar aquн.

—Pero... їy Rosalie?

—Ya lo sй, Bella. No te preocupes, ella se comportarб lo mejor posible.

No contestй. Como si yo simplemente pudiera no preocuparme, asн de fбcil. A diferencia de Alice, la otra hermana «adoptada» de Edward, la exquisita Rosalie con su cabello rubio dorado, no me estimaba mucho. En realidad, lo que sentнa era algo un poco mбs fuerte que el simple desagrado. Por lo que a Rosalie se referнa, yo era una intrusa indeseada en la vida secreta de su familia.

Me sentнa terriblemente culpable por la situaciуn. Ya me habнa dado cuenta de que la prolongada ausencia de Emmett y Rosalie era por mi causa, a pesar de que, sin reconocerlo abiertamente, estaba encantada de no tener que verla. A Emmett, el travieso hermano de Edward, sн que le echaba de menos. En muchos sentidos, se parecнa a ese hermano mayor que yo siempre habнa querido tener..., sуlo que era mucho, mucho mбs amedrentador.

Edward decidiу cambiar de tema.

—Asн que, si no me dejas regalarte el Audi, їno hay nada que quieras por tu cumpleaсos?

Mis palabras salieron en un susurro.

—Ya sabes lo que quiero.

Un profundo ceсo hizo surgir arrugas en su frente de mбrmol. Era evidente que hubiera preferido continuar con el tema de Rosalie.

Parecнa que aquel dнa no hiciйramos nada mбs que discutir.

—Esta noche, no, Bella. Por favor.

—Bueno, quizбs Alice pueda darme lo que quiero.

Edward gruсу; era un sonido profundo y amenazante.

—Este no va a ser tu ъltimo cumpleaсos, Bella —jurу.

—ЎEso no es justo!

Creo que pude oнr cуmo le rechinaban los dientes.

Estбbamos a punto de llegar a la casa. Las luces brillaban con fuerza en las ventanas de los dos primeros pisos. Una larga lнnea de relucientes farolillos de papel colgaba de los aleros del porche, irradiando un sutil resplandor sobre los enormes cedros que rodeaban la casa. Grandes maceteros de flores —rosas de color rosбceo— se alineaban en las amplias escaleras que conducнan a la puerta principal.

Gemн.

Edward inspirу profundamente varias veces para calmarse.

—Esto es una fiesta —me recordу—. Intenta ser comprensiva.

—Seguro —murmurй.

Йl dio la vuelta al coche para abrirme la puerta y me ofreciу su mano.

—Tengo una pregunta.

Esperу con cautela.

—Si revelo esta pelнcula —dije mientras jugaba con la cбmara entre mis manos—, їaparecerбs en las fotos?

Edward se echу a reнr. Me ayudу a salir del coche, me arrastrу casi por las escaleras y todavнa estaba riйndose cuando me abriу la puerta.

Todos nos esperaban en el enorme salуn de color blanco. Me saludaron con un «ЎFeliz cumpleaсos, Bella!», a coro y en voz alta, cuando atravesй la puerta. Enrojecн y clavй la mirada en el suelo. Alice, supuse que habнa sido ella, habнa cubierto cada superficie plana con velas rosadas y habнa docenas de jarrones de cristal llenos con cientos de rosas. Cerca del gran piano de Edward habнa una mesa con un mantel blanco, sobre el cual estaba el pastel rosa de cumpleaсos, mбs rosas, una pila de platos de cristal y un pequeсo montуn de regalos envueltos en papel plateado.

Era cien veces peor de lo que habнa imaginado.

Edward, al notar mi incomodidad, me pasу un brazo alentador por la cintura y me besу en lo alto de la cabeza.

Los padres de Edward, Esme y Carlisle —jуvenes hasta lo inverosнmil y tan encantadores como siempre— eran los que estaban mбs cerca de la puerta. Esme me abrazу con cuidado y su pelo suave del color del caramelo me rozу la mejilla cuando me besу en la frente. Entonces, Carlisle me pasу el brazo por los hombros.

—Siento todo esto, Bella —me susurrу en un aparte—. No hemos podido contener a Alice.

Rosalie y Emmett estaban detrбs de ellos. Ella no sonreнa, pero al menos no me miraba con hostilidad. El rostro de Emmett se ensanchу en una gran sonrisa. Habнan pasado meses desde la ъltima vez que los vi; habнa olvidado lo gloriosamente bella que era Rosalie, tanto, que casi dolнa mirarla. Y Emmett siempre habнa sido tan... їgrande?

—No has cambiado en nada —soltу Emmett con un tono burlуn de desaprobaciуn—. Esperaba alguna diferencia perceptible, pero aquн estбs, con la cara colorada como siempre.

—Muchнsimas gracias, Emmett —le agradecн mientras enrojecнa aъn mбs.

Йl se riу.

—He de salir un minuto —hizo una pausa para guiсar teatralmente un ojo a Alice—. No hagas nada divertido en mi ausencia.

—Lo intentarй.

Alice soltу la mano de Jasper y saltу hacia mн, con todos sus dientes brillando en la viva luz. Jasper tambiйn sonreнa, pero se mantenнa a distancia. Se apoyу, alto y rubio, contra la columna, al pie de las escaleras. Durante los dнas que habнamos pasado encerrados juntos en Phoenix, pensй que habнa conseguido superar su aversiуn por mн, pero volvнa a comportarse conmigo exactamente del mismo modo que antes, evitбndome todo lo que podнa, en el momento en que se vio libre de su obligaciуn de protegerme. Sabнa que no era nada personal, sуlo una precauciуn y yo intentaba no mostrarme susceptible con el tema. Jasper tenнa mбs problemas que los demбs a la hora de someterse a la dieta de los Cullen; el olor de la sangre humana le resultaba mucho mбs irresistible a йl que a los demбs, a pesar de que llevaba mucho tiempo intentбndolo.

—Es la hora de abrir los regalos —declarу Alice. Pasу su mano frнa bajo mi codo y me llevу hacia la mesa donde estaban la tarta y los envoltorios plateados.

Puse mi mejor cara de mбrtir.

—Alice, ya sabes que te dije que no querнa nada...

—Pero no te escuchй —me interrumpiу petulante—. Бbrelos.

Me quitу la cбmara de las manos y en su lugar puso una gran caja cuadrada y plateada. Era tan ligera que parecнa vacнa. La tarjeta de la parte superior decнa que era de Emmett, Rosalie y Jasper. Casi sin saber lo que hacнa, rompн el papel y mirй por debajo, intentando ver lo que el envoltorio ocultaba.

Era algъn instrumento electrуnico, con un montуn de nъmeros en el nombre. Abrн la caja, esperando descubrir lo que habнa dentro, pero en realidad, la caja estaba vacнa.

—Mmm... gracias.

A Rosalie se le escapу una sonrisa. Jasper se riу.

—Es un estйreo para tu coche —explicу—. Emmett lo estб instalando ahora mismo para que no puedas devolverlo.

Alice siempre iba un paso por delante de mн.

—Gracias, Jasper, Rosalie —les dije mientras sonreнa al recordar las quejas de Edward sobre mi radio esa misma tarde; al parecer, todo era una puesta en escena—. Gracias, Emmett —aсadн en voz mбs alta.

Escuchй su risa explosiva desde mi coche y no pude evitar reнrme tambiйn.

—Abre ahora el de Edward y el mнo —dijo Alice, con una voz tan excitada que habнa adquirido un tono agudo. Tenнa en la mano un paquete pequeсo, cuadrado y plano.

Me volvн y le lancй a Edward una mirada de basilisco.

—Lo prometiste.

Antes de que pudiera contestar, Emmett apareciу en la puerta.

—ЎJusto a tiempo! —alardeу y se colocу detrбs de Jasper, que se habнa acercado mбs de lo habitual para poder ver mejor.

—No me he gastado un centavo —me asegurу. Me apartу un mechуn de pelo de la cara, dejбndome en la piel un leve cosquilleo con su contacto.

Aspirй profundamente y me volvн hacia Alice.

—Dбmelo —suspirй.

Emmett riу entre dientes con placer.

Tomй el pequeсo paquete, dirigiendo los ojos a Edward mientras deslizaba el dedo bajo el filo del papel y tiraba de la tapa.

—ЎMaldita sea! —murmurй, cuando el papel me cortу el dedo. Lo alcй para examinar el daсo. Sуlo salнa una gota de sangre del pequeсo corte.

Entonces, todo pasу muy rбpido.

—ЎNo! —rugiу Edward.

Se arrojу sobre mн, lanzбndome contra la mesa. Las dos nos caнmos, tirando al suelo el pastel y los regalos, las flores y los platos. Aterricй en un montуn de cristales hechos aсicos.

Jasper chocу contra Edward y el sonido pareciу el golpear de dos rocas.

Tambiйn hubo otro ruido, un gruсido animal que parecнa proceder de la profundidad del pecho de Jasper. Йste intentу empujar a Edward a un lado y sus dientes chasquearon a pocos centнmetros de su rostro.

Al segundo siguiente, Emmett agarraba a Jasper desde detrбs, sujetбndolo con su abrazo de hierro, pero Jasper se debatнa desesperadamente, con sus ojos salvajes, de expresiуn vacнa fijos exclusivamente en mн.

No sуlo estaba en estado de shock, sino que tambiйn sentнa pena. Caн al suelo cerca del piano, con los brazos extendidos de forma instintiva para parar mi caнda entre los trozos irregulares de cristal. Justo en aquel momento sentн un dolor agudo y punzante que me subiу desde la muсeca hasta el pliegue del codo.

Aturdida y desorientada, mirй la brillante sangre roja que salнa de mi brazo y despuйs a los ojos enfebrecidos de seis vampiros repentinamente hambrientos.

Los puntos

Carlisle fue el ъnico que conservу la calma. En el aplomo y la autoridad de su voz se acumulaban siglos de experiencia adquirida en las salas de urgencias.

—Emmett, Rose, llevaos de aquн a Jasper.

Emmett, que estaba serio por vez primera, asintiу.

—Vamos, Jasper.

El interpelado tenнa una expresiуn demente en los ojos. Continuу resistiйndose contra la presa implacable de Emmett. Se debatiу e intentу alcanzar a su hermano con los colmillos desnudos.

El rostro de Edward estaba blanco como la cal cuando rodу para cubrir con su cuerpo el mнo en una posiciуn claramente defensiva. Profiriу un sordo gruсido de aviso entre los dientes apretados. Estaba segura de que en ese momento no respiraba.

Rosalie, la de rostro divino y extraсamente petulante, se puso delante de Jasper, aunque se mantuvo a una cautelosa distancia de sus dientes, y ayudу a Emmett en su forcejeo para sacarlo por la puerta de cristal que Esme sostenнa abierta, aunque sin dejar de taparse la nariz y la boca con una mano.

El rostro en forma de corazуn de Esme parecнa avergonzado.

—Lo siento tanto, Bella —se disculpу entre lбgrimas antes de seguir a los demбs hasta el patio.

—Deja que me acerque, Edward —murmurу Carlisle.

Transcurriу un segundo antes de que Edward asintiera lentamente y relajara la postura.

Carlisle se arrodillу a mi lado y se inclinу para examinarme el brazo. Mi rostro aъn mostraba la conmociуn de la caнda asн que intentй recomponerme un poco.

—Toma, Carlisle —dijo Alice mientras le tendнa una toalla.

Йl sacudiу la cabeza.

—Hay demasiados cristales dentro de la herida.

Se alzу y desgarrу una tira larga y estrecha de tela del borde del mantel blanco. La enrollу en mi brazo por encima del codo para hacer un torniquete. El olor de la sangre me estaba mareando. Los oнdos me pitaban.

—Bella —me dijo Carlisle con un hilo de voz—, їquieres que te lleve al hospital, o te curo aquн mismo?

—Aquн, por favor —susurrй. No habrнa forma de evitar que Charlie se enterara si me llevaba al hospital.

—Te traerй el maletнn —se ofreciу Alice.

—Vamos a llevarla a la mesa de la cocina —le sugiriу Carlisle a Edward.

Edward me levantу sin esfuerzo; Carlisle mantuvo firme la presiуn sobre mi brazo y me preguntу:

—їCуmo te encuentras, Bella?

—Estoy bien —mi voz sonу razonablemente firme, lo cual me agradу.

El rostro de Edward parecнa tallado en piedra.

Alice ya se encontraba allн. El maletнn negro de Carlisle descansaba encima de la mesa, cerca del pequeсo pero intenso foco de luz de un flexo enchufado a la pared. Edward me sentу con dulzura en una silla. Carlisle acercу otra y se puso a trabajar sin hacer pausa alguna.

Edward permaneciу de pie a mi lado, todavнa alerta, aunque continuaba sin respirar.

—Sal, Edward —suspirй.

—Puedo soportarlo —insistiу, pero su mandнbula estaba rнgida y sus ojos ardнan con la intensidad de la sed contra la que luchaba, una sed aъn peor que la de los demбs.

—No tienes por quй comportarte como un hйroe. Carlisle puede curarme sin tu ayuda. Sal a tomar un poco el aire.

Hice un gesto de malestar cuando Carlisle me hizo algo en el brazo que doliу.

—Me quedarй —decidiу йl.

—їPor quй eres tan masoquista? —mascullй.

Carlisle decidiу interceder.

—Edward, quizбs deberнas ir en busca de Jasper antes de que la cosa vaya a mбs. Estoy seguro de que se sentirб fatal y dudo que estй dispuesto a escuchar a ningъn otro que no seas tъ en estos momentos.

—Sн —aсadн con impaciencia—. Ve a buscar a Jasper.

—De ese modo, harнas algo ъtil —apostillу Alice.

Edward entrecerrу los ojos como si pensara que nos habнamos confabulado contra йl, pero finalmente, asintiу y saliу sin hacer ruido por la puerta trasera de la cocina. Estaba segura de que no habнa inspirado ni una sola vez desde que me cortй el dedo.

Una sensaciуn de entumecimiento y pesadez se extendнa por mi brazo y, aunque aliviaba el dolor, me recordaba el tajo que me habнa hecho, asн que me dediquй a mirar el rostro de Carlisle con gran atenciуn para distraerme de lo que hacнan sus manos. Su cabello destellaba como el oro bajo la potente luz cuando se inclinу sobre mi brazo. Sentнa ligeros pinchazos de malestar en la boca del estуmago, pero estaba decidida a no dejarme dominar por mis remilgos habituales. Ahora no me dolнa, sуlo tenнa una suave sensaciуn de tirantez que procurй ignorar. No habнa motivo para sentirme enferma como si fuera un bebй.

Si ella no hubiera estado ante mis ojos, no habrнa sido consciente de cuбndo Alice se rindiу y se escabullу de la habitaciуn. Esbozу una sonrisa de disculpa y saliу por la puerta de la cocina.

—Bien, ya no queda nadie —suspirй—. Estб claro que soy capaz de desalojar una habitaciуn.

—No es culpa tuya —me consolу Carlisle sonriendo entre dientes—. Podrнa pasarle a cualquiera.

—Podrнa —repetн—, pero casualmente sуlo me pasa a mн.

Йl volviу a reнrse.

Su calma y su aspecto relajado extraсaban aъn mбs si cabe en comparaciуn directa con la reacciуn de los demбs. No logrй descubrir ni una pizca de ansiedad en su rostro. Trabajaba con movimientos rбpidos y seguros. El ъnico sonido aparte de nuestras respiraciones era el tenue tic, tic de las esquirlas de cristal al caer una tras otra sobre la mesa.

—їCуmo puedes hacer esto? —le preguntй—. Incluso Alice y Esme... —mi voz se extinguiу y sacudн la cabeza maravillada.

Aunque todos los demбs habнan abandonado la dieta tradicional de los vampiros de modo tan radical como Carlisle, йl era el ъnico capaz de soportar el olor de mi sangre sin sufrir una fuerte tentaciуn. Sin embargo, esto sin duda era algo mucho mбs difнcil de lo que йl lo hacнa parecer.

—Son aсos y aсos de prбctica —me explicу—, ya casi no noto el olor.

—їCrees que te resultarнa mбs difнcil si abandonaras el hospital durante un periodo largo de tiempo y no tuvieras alrededor tanta sangre?

—Quizбs —se encogiу de hombros, pero su pulso permaneciу firme—. Aunque... nunca he sentido la necesidad de tomarme unas largas vacaciones —me dirigiу una brillante sonrisa—. Me gusta demasiado mi trabajo.

Tic, tic, tic. Me sorprendнa la cantidad de cristales que parecнa haber en mi brazo. Tuve la tentaciуn de echar una ojeada al creciente montуn para ver lo grande que era, pero sabнa que no serнa una buena idea y que no me ayudarнa en mi propуsito de no vomitar.

—їY quй es lo que te gusta de tu trabajo? —le preguntй en voz alta. No comprendнa la razуn que le habнa impulsado a soportar todos esos aсos de lucha y de negaciуn de su propia naturaleza hasta sobrellevarlo con tanta facilidad. Ademбs, querнa que siguiera hablando, ya que no prestarнa atenciуn a las nбuseas mientras tuviera la mente ocupada en la conversaciуn.

Sus ojos oscuros se mostraban tranquilos y pensativos cuando me contestу:

—Mmm. Disfruto especialmente cuando mis habilidades... especiales me permiten salvar a alguien que de otro modo hubiera muerto. Es magnнfico saber que las vidas de algunas personas son mejores gracias a mi existencia, a mis capacidades. En ocasiones, me resulta ъtil como instrumento de diagnуstico incluso el sentido del olfato.

Un lado de su boca se elevу en una media sonrisa.

Reflexionй sobre ello mientras йl examinaba la herida con atenciуn a fin de asegurarse de que hubieran desaparecido todas las esquirlas de cristal. Entonces, empezу a hurgar en su maletнn en busca de otros utensilios y yo me esforcй por no imaginar la aguja y el hilo.

—Intentas compensar a los demбs con toda tu alma por algo que, al fin y al cabo, no es culpa tuya —sugerн, mientras comenzaba a sentir una nueva clase de pinchazos en los bordes de la herida—. Lo que quiero decir es que tъ no pediste esto. No escogiste esta clase de vida y, aun asн, has de luchar mucho para superarte a ti mismo.

—No creo que intente compensar a nadie —me contradijo con dulzura—. Como todo el mundo, sуlo he tenido que decidir quй hacer con lo que me ha tocado en la vida.

—Haces que suene demasiado fбcil.

Examinу de nuevo mi brazo.

—Muy bien —dijo mientras cortaba el hilo—. Terminado.

Sacу un gran bastoncillo de algodуn y lo empapу en un lнquido parecido al jarabe que luego me extendiу por toda la zona herida. El olor era extraсo e hizo que me diera vueltas la cabeza. El jarabe me manchу el brazo.

—Sin embargo, al principio —insistн mientras йl colocaba una larga pieza de gasa para proteger la herida y la pegaba a la piel—, їcуmo se te ocurriу probar un camino diferente al habitual?

Una sonrisa enigmбtica curvу sus labios.

—їNo te ha contado la historia Edward?

—Sн, pero pretendo comprender cуmo se te ocurriу...

Su rostro se volviу sъbitamente serio y me preguntй si sus pensamientos habнan seguido el mismo camino que los mнos, si se preguntaba cuбl serнa mi postura cuando —me negaba a formular la frase como si fuera una condicional— me tocara a mн.

—Ya sabes que mi padre era clйrigo —musitу mientras limpiaba la mesa con cuidado; lo hacнa a conciencia, frotaba una y otra vez hasta eliminar todos los restos con una gasa mojada. El olor del alcohol me quemaba la nariz—, y tenнa una visiуn bastante estricta del mundo, que yo habнa empezado a cuestionar ya antes de mi transformaciуn —Carlisle depositу todas las gasas sucias y las esquirlas de cristal en el interior de un bote vacнo. No entendн lo que estaba haciendo ni cuando encendiу la cerilla. Entonces, la arrojу a las fibras empapadas en alcohol y la repentina llamarada me sobresaltу—. Lo siento —se disculpу—. He de hacerlo... Asн que ya entonces discrepaba con su forma de entender la fe, pero en cualquier caso nunca, en los casi cuatrocientos aсos transcurridos desde mi nacimiento, he visto nada que me haya hecho dudar de la existencia de Dios. Ni siquiera el reflejo en el espejo.

Fingн examinar el vendaje del brazo para ocultar la sorpresa por el rumbo que habнa tomado nuestra conversaciуn. En esas circunstancias, el ъltimo tema de conversaciуn que se me hubiera ocurrido mantener con йl era la religiуn. Yo misma carecнa de fe. Charlie se consideraba luterano, pero eso era porque sus padres lo habнan sido; el ъnico tipo de servicio religioso al que asistнa los domingos era con una caсa de pescar en las manos. Renйe probaba con unas iglesias y otras, igual que hacнa con sus sъbitas aficiones al tenis, la alfarerнa, el yoga y las clases de francйs, y para cuando yo me daba cuenta de su nuevo hobby, ya habнa comenzado con otro.

—Estoy seguro de que esto suena un poco extraсo, procediendo de un vampiro —sonriу al percatarse de que siempre me sorprendнa cuando йl mencionaba la palabra con tanta naturalidad—, pero albergo la esperanza de que esta vida tenga algъn sentido, incluso para nosotros. Es una posibilidad remota, lo admito —continuу con voz brusca—. Segъn dicen, estamos malditos de todas formas, pero espero, quizбs estъpidamente, que alcancemos un cierto mйrito por intentarlo.

—No creo que sea una estupidez —murmurй. No me podнa imaginar a nadie, incluido cualquier tipo de deidad, que no se sintiera impresionado por Carlisle. Ademбs, la ъnica clase de cielo que yo podнa tener en cuenta debнa ser uno que incluyera a Edward—. Y tampoco creo que nadie lo vea asн.

—Pues, tъ eres la ъnica que estб de acuerdo conmigo.

—їLos demбs no lo ven igual? —preguntй sorprendida; en realidad, sуlo pensaba en una persona.

Carlisle nuevamente adivinу la direcciуn de mis pensamientos.

—Edward sуlo comparte mi opiniуn hasta cierto punto. Para йl, Dios y el cielo existen... al igual que el infierno. Pero no cree que haya vida tras la muerte para nosotros —Carlisle hablaba en voz muy baja. Su mirada se perdнa a travйs de la ventana en el vacнo, en la oscuridad—. Ya ves, йl cree que hemos perdido el alma.

Pensй inmediatamente en las palabras de Edward esa misma tarde:...a menos que desees morir, o lo que sea que nosotros hagamos. Una pequeсa bombilla se encendiу en mi mente.

—Йse es el problema, їno? —intentй adivinar—. Por eso resulta tan difнcil persuadirle en lo que a mн respecta.

Carlisle respondiу pausadamente.

—Miro a mi... hijo, veo la fuerza, la bondad, la luz que emana, y eso todavнa da mбs fuerzas a mi esperanza, a mi fe, mбs que nunca. їCуmo podrнa ser de otra manera con una persona como Edward?


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