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Capítulo 11

Capítulo 1 | Capítulo 2 | Capítulo 3 | Capítulo 4 | Capítulo 5 | Capítulo 6 | Capítulo 7 | Capítulo 8 | Capítulo 9 | Capítulo 13 |


Читайте также:
  1. Capítulo 1
  2. Capítulo 10
  3. Capítulo 12
  4. Capítulo 13
  5. Capítulo 14
  6. Capítulo 15

 

Me hubiera gustado echarla de menos, pero no…, ¿se puede odiar a los muertos? Aquella forma de maltratarme y gritarme con la mirada formaba parte de mi vida desde muy pequeña. Si me sentía culpable de algo precisamente era de eso, de no echarla de menos. Yo solo extrañaba a mi madre. Sin embargo, marqué su número de teléfono con las manos temblorosas confiando en que escucharía su voz gemela. Luego cerré los ojos para oírla… Laurent, tú me dirías: «¿Qué haces, pequeña?, olvida el dolor, quédate con su recuerdo, el verdadero». Y como un golfillo me sacarías a respirar aire y a tomar cañas. Sin embargo, marqué sin hacer ruido en las teclas del teléfono. Silenciándome a mí misma, como si me escondiera en una paradoja absurda de mí. Pero no la oí a ella, sino al director de la Fundación, que estaba contestando a todas sus llamadas lacónicamente: «Teresa, deberías haber venido a Madrid, tía Brígida habría querido que estuvieras en su velatorio».

—No hace falta que vaya, te lo aseguro, te lo aseguro...

Yo ya había visto muerta a esa mujer el día que murió mi madre. La tía estaba erguida junto al ataúd llorando por su hermana gemela y mi único consuelo fue pensar que la que estaba tumbada en aquella seda blanca era ella, y no mi madre. ¿Podría yo haber cambiado lo que sucedió? Mientras me vestía, cerraba los ojos para sentir que eran sus manos, las de mamá y no las de ella, las que me hacían el lazo a la espalda, las que me estiraban el pelo en una trenza o las que abotonaban el vestido. No tenía miedo; mi rol imaginario me hizo creer que la tía era la que cerraron en la caja para sacarla a hombros por los pasillos. Por eso no lloré. Durante meses viví pensando que mi madre seguía viva, conmigo. La seguía por los pasillos, esquivando las sillas o escondida tras los sillones, su misma forma de caminar, su mismo tono de voz, su mismo perfume… Después, aproximadamente dos años más tarde, empecé a darme cuenta de que el «no» también existe. Tuve que aceptar que la tierra se había llevado a mi madre y que me había dejado la copia mala. Entonces vomité.

La echaba de menos. A mi tía ahora también. Porque hasta cuando me gritaba por teléfono, oía la voz de mamá.



Дата добавления: 2015-11-04; просмотров: 46 | Нарушение авторских прав


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