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Segunda parte - la semana del Japуn

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  5. Marca la opción correcta. Haz “click” con el ratón encima de las partes sombreadas y elije la opción que creas acertada.
  6. PRIMERA PARTE 1 страница
  7. PRIMERA PARTE 2 страница

INDICE

I - Adios Carabanchel (Alto)....................................................... 4

II - La semana del Japуn............................................................ 22

III - El zorro de la Malvarrosa............................................. 39


 

Un dнa estaba en la cola del cine esperando para entrar a ver El Zorro, que la ponнan en un cine de Carabanchel Bajo, se me acercу un chaval y me preguntу por todo el morro:

–Oyes, niсo, їtъ no serбs Manolito Gafotas?

Y yo le dije a ese niсo que sн que lo era y que por quй lo habнa sabido. Y ese niсo me dijo que se lo habнa imaginado por las gafas, porque las llevaba sujetas con una goma, porque llevaba de la mano al Imbйcil, por las orejas de ese Orejones que iba a mi lado, porque habнa un chulo conmigo que debнa de ser Yihad y porque tambiйn me acompaсaban dos niсas bastante bestias, que seguramente eran: La Susana Bragas–sucias y Melody Martнnez.

Todos nos quedamos bastante alucinados con la inteligencia sobrenatural de aquel niсo adivinador y le rodeamos para preguntarle cosas sobre nuestras vidas y lo sabнa todo de todo, porque habнa leнdo los cuatro volъmenes que se han escrito sobre mi vida.

El niсo adivinador superу todas las pruebas sobre quiйn era la Luisa, las collejas de efecto–retardado que da mi madre, la prуstata de mi abuelo o los peluquines de mi padrino Bernabй, pero sobre lo que no pudo contestar casi ninguna pregunta fue sobre mi padre, porque me dijo que casi nunca salнa en los capнtulos de mi espeluznante vida. Todos mis amigos, que ademбs de ser mis amigos son unos cerdos y unos traidores, le dieron la razуn y dijeron a coro: «Es cierto, es cierto, a tu padre no lo sacas nunca».

La verdad es que si no le saco es porque mi padre nunca se queja, no es como los otros que me dan la vara continuamente con que cuente esto o cuente lo otro. Asн que este libro se lo he dedicado sobre todo a йl, porque este verano me ocurriу una cosa de esas que sуlo suceden una vez en la vida, y mi padre es el segundo protagonista de la historia, el primero soy yo, y los demбs son los de siempre: El Imbйcil, mi abuelo, el Ore, la Luisa, mi madre, Melody, Yihad... Es que si no los saco en todos los libros se rebotan conmigo y me dan la espalda, asн que no me queda mбs remedio. Serб por eso por lo que los tomos de mi vida estбn siempre llenos de gente, para que nadie se enfade, para no quedarme sin amigos. Mi abuelo me dice: «Ay, Manolito, pero quй tonto y quй buenazo eres...». Es verdad, soy el tнo mбs bueno que conozco.

 

PRIMERA PARTE - Adios Carabanchel (Alto)

No te lo vas a creer. Estas cosas sуlo les pasan a esos niсos que salen en las pelнculas, pero en la vida verdadera de los habitantes del Planeta Tierra no han ocurrido jamбs. Si cuando termines de escuchar mi increнble historia te atreves a asegurar delante de un Tribunal y con la mano en la Biblia que a ti te han pasado cosas mбs espeluznantes que las que a mн me pasaron, entonces me tendrй que callar como un muerto para el resto de mi vida.

No sй por dуnde empezar. їPor dуnde se empieza una historia de esta categorнa? Segъn mi abuelo, al que se la he contado por lo menos quince veces (y sigue pidiendo mбs y mбs), el principio estarнa el dнa en que mis padres discutieron por lo del viaje a Cuenca. Йse serнa el principio de los tiempos. Bueno, pues empezarй por ahн:

Esto era un sбbado de un verano, y en ese sбbado de ese verano mi padre habнa decidido dejar de trabajar por fin, despuйs de algunos aсos sin vacacio–nes, para quedarse con nosotros diez dнas en Cara–banchel. Yo nunca recuerdo a mi padre de vacaciones, bueno sн, cuando el Imbйcil naciу estuvo dos dнas en el hospital con el camiуn aparcado en la puerta, y le pusieron una multa muy gorda, y mi madre se puso a llorar con el Imbйcil reciйn nacido en los brazos y yo me puse a llorar tambiйn. Al principio pensй que llorбbamos por lo feo que habнa nacido mi hermanito; luego ya me enterй de que llorбbamos por lo de la multa y mi madre dijo: «Ese camiуn es nuestra ruina, hay que venderlo», y yo llorй entonces con un hipo incontrolable porque yo a nuestro camiуn lo quiero mбs que a algunas personas que conozco, y lo quiero igual que a mi padre y a mi madre, y lo quiero un poco menos que a mi abuelo. El orden serнa el siguiente:

Abuelo Nicolбs

Camiуn Manolito

El Imbйcil

Mi padre y mi madre

Bernabй y la Luisa (mis vecinos)

La Boni (la perra de la Luisa)

Melody Martнnez (que estб por mн)

El Orejones Lуpez

Mis otros amigos

Yihad (un chulo que me pega)

Gente de Carabanchel Alto

 

Una vez le enseсй esta lista a mi madre, pero como sй que ella es de las que se mosquean con nada la puse en el puesto nъmero1, porque mi madre es de esas madres que dicen que a una madre se la quiere mбs que a nada en el mundo (mundial). A mi madre la primera y a mi padre le dejй el cuarto porque a mi padre no le importan esas cosas. Asн que mi madre, cuando volviу mi padre el fin de semana le sacу la lista y se la repasу por las narices:

–ЎClaro, Manolo, comprйndelo, cуmo no te va a colocar tu hijo en el cuarto puesto si no estбs nunca en casa!

Es verdad, mi padre nunca estб en casa y siempre nos promete que habrб un futuro en que vayamos todos a remojarnos los pies en el agua del mar.

Bueno, pues figъrate que esto era ese sбbado de ese verano y que mi padre se iba a quedar diez dнas con nosotros, que no nos podнa llevar a la playa, pero nos iba a llevar al Zoo y al Parque de Atracciones y a la piscina, que estбn a cinco minutos de mi casa. Y ese sбbado histуrico de mi vida, йl se estaba afeitando y yo y el Imbйcil estбbamos desayunando en unos taburetes de la cocina. El Imbйcil, por si no lo sabes todavнa, es mi hermano pequeсo, no le llamo el Imbйcil por faltarle el respeto, le llamo el Imbйcil porque en un principio me sentу como un tiro que viniera a este mundo. Antes de su nacimiento yo era el ojito derecho de mi padre y el ojito derecho de mi madre. Ahora sуlo soy el ojo derecho de mi abuelo Nicolбs, pero teniendo en cuenta lo poco que pinta mi abuelo en casa, es un ojo derecho con pocas influencias. Ahora el Imbйcil tiene cuatro aсos y, claro, con el roce le voy cogiendo mбs cariсo pero el problema estб en que ya no me acuerdo de su verdadero nombre. Йl estб muy contento con su mote, en serio. Sin ir mбs lejos, el otro dнa mi madre le dijo:

–No hagas eso, Nicolбs.

Le llamу Nicolбs porque se debe de llamar Nicolбs, seguramente.

Y el Imbйcil protestу:

–ЎEl nene no es Nicolбs! ЎEl nene es el Imbйcil!

Esas cosas suceden cuando consigues que tu hermano pequeсo te admire sinceramente, y mi hermano me admira y le parece bien casi todo lo que yo haga. Es mi ъnico fan sobre la Tierra.

Asн que, como te decнa, el Imbйcil y yo estбbamos desayunando en calzoncillos porque en verano siempre desayunamos en calzoncillos. Mi madre es partidaria de eso, dice que siempre es mбs fбcil limpiar un pecho lleno de colacao que una camiseta. El Imbйcil y yo somos partidarios de ensuciarnos de colacao todos los dнas, si no lo hacemos, se nos queda un vacнo en el estуmago y una tristeza en el corazуn durante todo el dнa. Te lo juro.

Estбbamos a punto de beber el ъltimo sorbo, йse donde queda todo el chocolate, cuando sonу el telйfono de repente y el Imbйcil se llevу un susto mortal y soltу el vaso, que llenу de colacao y de cristales todo el suelo de la cocina. El Imbйcil se echу a llorar. Lo hace siempre cuando rompe un vaso, asн que lo hace continuamente, llorar y romper vasos. Mi madre le dio una colleja al Imbйcil que se puso a llorar mбs fuerte todavнa. A mн me empezу a dar la risa tonta porque, por muy buena persona que seas, no puedes evitar alegrarte un poco cuando el que recibe la colleja es otro y no tъ. Y sobre todo te hace mбs gracia si ese otro es un hermano tuyo. Es una alegrнa sana. Pero mi madre y yo no nos reнmos de las mismas gracias, asн que decidiу que habнa llegado el momento de que yo me llevara otra, con tal mala suerte que las gafas se me escaparon de las orejas y se cayeron dentro de mi tazуn de colacao. La verdad, fue un nъmero de circo. Las gafas dieron dos vueltas en el aire antes de caer en la leche. Si no conociera a mi madre hubiera aplaudido, como la conozco, sabнa que se estaba poniendo enferma de los nervios. Al Imbйcil se le escapaba la risa mientras lloraba y encima decнa que se hacнa pis. Siempre que llora le entran ganas de mear. Es un niсo bastante extraсo, cuando le da por soltar agua lo hace por todas partes: pito, nariz y ojos. Mi madre dijo que nadie pisarнa el suelo hasta que no estuviera limpio de cristales y de chocolate. Nos quedamos muy serios aguantбndonos la risa.

Mi padre abriу la puerta pero mi madre no le dejу pasar, le dijo «Sуlo me falta que ahora te cortes tъ», mi padre le dijo «Tenemos que hablar», mi madre le dijo «Pues habla desde ahн», mi padre le dijo «Es que no te va a gustar lo que te voy a decir, asн que me voy a vestir y luego te lo digo».

Mi padre tambiйn estaba en calzoncillos. Es algo que hemos heredado de mi padre, cuando llega el verano, pasamos mucho tiempo en calzoncillos, debe de ser una costumbre genйtica.

–Ahora no me vas a dejar con la curiosidad, ahora pasas y me dices lo que sea –dijo mi madre abriйndole la puerta.

–Es que voy descalzo y me puedo cortar.

Tъ pensarбs que la conversaciуn de mis padres es un poco pesada, que se repite una y otra vez lo mismo, que es un aburrimiento, y yo te pregunto: їEs que acaso la de los tuyos es mбs entretenida?

Lo que estaba claro es que mi padre ya no se podнa marchar sin soltar la verdad y nada mбs que la verdad.

–Bueno..., resulta que me acaban de llamar para ir maсana a hacer unos portes a Cuenca.

Creo que tengo que explicarte que mi padre se dedica a hacer traslados de un lugar a otro. Traslada muebles, artнculos de limpieza, ropa, lavadoras, todo aquello que las personas quieran trasladar, en eso йl no se mete. Mientras no sea una bomba nuclear mi padre traslada lo que sea. Si un dнa ves por la carretera un camiуn que lleva unas letras que ponen «MANOLITO», y ves a un camionero con gafas que conduce, ese seсor es mi padre, el camionero que va dentro.

–їїїA Cuenca??? –dijo mi madre abrazбndose al palo de la fregona y casi a punto de llorar–. їPor cuбntos dнas?

–Tengo cargamento para Cuenca, para Teruel, para Zaragoza, asн que sуlo serбn...

En ese momento crucial de nuestras vidas entrу mi abuelo, que se acababa de levantar, y dijo:

–їAlguien ha visto mi dentadura?

Pero nadie le hizo mucho caso y se dio media vuelta y se fue.

–їPor cuбntos dнas? –volviу a repetir mi madre sin piedad.

–Tres o cuatro.

–Pero tъ me dijiste que te tomarнas unos dнas de vacaciones...

Mi padre nunca se toma vacaciones porque tenemos que pagar las letras del camiуn. Es un camiуn que nunca se termina de pagar. Es un camiуn que vale millones.

Mi madre se puso a llorar y se fue con la fregona a su cuarto. El Imbйcil y yo nos quedamos solos, sentados, como dos niсos abandonados.

–El nene se mea ya –dijo.

Cuando el Imbйcil dice que se va a mear ya, es que se va a mear ya, es un niсo incapaz de mentir. En eso no se parece a mн. Lo cogн como pude en brazos. No lo hice para consolarlo, es que tal y como estaban las cosas sуlo faltaba que se cortara en un pie, los que le conocemos sabemos que no soporta la sangre, es un dramбtico a la hora de los cortes y se pondrнa a chillar como uno de los gorrinos que matan en el pueblo de mi abuelo.

Me lo llevй al cuarto de baсo. Se empeсу en hacer pis de pie, como hacemos nosotros, las personas mayores. Pero puso todo perdido, porque todavнa no llega bien a la taza y no habнa forma de que apuntara bien con el pito, y asн se quedу porque la fregona estaba con mi madre, encerradas las dos en su cuarto (fregona y madre).

Cuando salimos, mi padre estaba en la puerta, intentando convencerla para que saliera.

–Anda, Catalina, por favor, cuando vuelva iremos a la playa, te lo juro, Catalina.

La voz de mi madre se oнa desde dentro y muy pastosa, como si tuviera la fregona dentro de la boca.

–No, siempre dices lo mismo y nunca vamos. Debemos de ser los ъnicos en Carabanchel que nunca van a la playa.

Carabanchel es mi barrio, es un barrio de Madrid bastante importante, uno de los barrios mбs importantes de Europa.

El Imbйcil se puso a dar patadas a la puerta del cuarto de mi madre, йl no consiente que mi madre se encierre en ningъn sitio, tiene que estar presente hasta cuando ella se ducha, asн que mi madre siempre dice:

–Con estos niсos no tengo intimidad.

Todos estбbamos en la puerta esperando a que abriera. Tambiйn mi abuelo, que volviу preguntando otra vez por sus dientes. Por fin, mi madre decidiу abrir la puerta a su pъblico.

–Acabarй como todos los veranos, sola, con estos dos y con el abuelo, regбndole las plantas a las vecinas...

Y siguiу hablando, hablу mucho, con la fregona en la mano, hablaba de ese verano tan triste que iba a pasar con nosotros, saliendo sуlo para comprarnos un helado al parque del Ahorcado (es el parque que hay delante de mi casa, y que sуlo tiene un бrbol, el Бrbol del Ahorcado) y pasando calor y nosotros haciйndole la vida imposible, tirбndonos el colacao y rompiendo vasos y dando patadas a las puertas y dejando gotillas en la taza del vбter y pegбndonos y sin obedecer, como esas dos bestias humanas que somos.

El verano de mi madre era el verano mбs triste de todas las madres que viven en este Planeta. A mн se me saltaban las lбgrimas. Cuando el Imbйcil me vio llorar se puso a llorar tambiйn, es un niсo que siempre tiene que hacer lo que yo haga. A veces es un poco pesado que alguien te admire tanto.

–Crйeme, por Dios, Catalina, en cuanto vuelva nos vamos. Date cuenta, me lo van a pagar muy bien, nos servirб para pagar dos plazos del camiуn.

–El camiуn, el camiуn, estoy harta de oнr hablar del camiуn, me sale el camiуn por las orejas.

–їPero tъ quй te crees, que me voy de vacaciones, te crees que me gusta pasarme los dнas comiendo en bares de carretera, solo, como un perro, sentado al volante, teniendo que vencer el sueсo, echando de menos a los niсos?

Yo seguн llorando, pero esta vez no lloraba por el verano tan triste de mi madre, ahora lloraba por la vida de perro solitario de mi padre. Al Imbйcil ya no le quedaban lбgrimas, solamente hacнa el ruido de llorar y se habнa sentado en el suelo a jugar con un coche que se habнa encontrado. Asн que el ruido del llanto le servнa tambiйn como ruido del motor del coche. Es un niсo que siempre le saca provecho a la desgracia.

–їY tъ te crees que yo me quedo aquн de vacaciones? –dijo mi madre–. їPiensas que yo lo paso mejor que tъ? Estoy luchando con ellos todo el dнa, a veces cuando me acuesto tengo la voz afуnica de tanto gritar.

–Pues no grites tanto –dijo mi padre gritando.

–Y tъ no me grites a mн –dijo mi madre gritando.

–їDуnde estб mi dentadura? –dijo mi abuelo gritando–. He quedado para tomar unas tapas y no puedo comer aceitunas, ni patatas, ni almendras...

–Yo quй sй dуnde estб tu dentadura –le gritу mi madre–. Si no te quitaras los dientes cada dos por tres no te pasarнa esto.

–Creo que me irй sin dientes.

El Imbйcil y yo nos vestimos deprisa y echamos a correr detrбs de mi abuelo huyendo de la violencia que se mascaba en el ambiente.

Mi abuelo estaba ya en su mesa del Tropezуn tomбndose el primer cafй de la maсana antes de tomarse el primer tinto de la maсana. Y aquella maсana de aquel sбbado, el Imbйcil y yo nos pusimos las botas porque las tapas han sido hechas para la gente que tiene dientes, asн que mi abuelo nos dejу al Imbйcil y a mн todas las cosas gratis que le iban poniendo en el Tropezуn, que es el bar mбs famoso de mi barrio, y йl se dedicу sуlo a sus tintos de verano. Pobrecillo, lo subimos a casa sin dientes y bastante mareado. Intentaba apoyarse en mн y en el Imbйcil y estuvimos a punto de caernos los tres por las escaleras. Lo subнamos a casa sabiendo que mi madre interceptarнa el olor a tinto de verano nada mбs abrir la puerta. Tъ no conoces a mi madre, si la conocieras estarнas de acuerdo conmigo en que la podrнan colocar de perro policнa en las aduanas o en la entrada de El Corte Inglйs. Tiene un olfato prodigioso. Si mi madre trabajara de guardia–jurado en las puertas de la Casa Blanca, el presidente podrнa dormir tranquilo.

A mi madre no le gusta que mi abuelo suba mareado del bar porque dice que eso en un viejo estб muy feo. Tampoco le gusta que suba mi padre mareado porque dice que eso en un marido estб muy feo, y tampoco le gusta que los domingos mi abuelo nos moje una sopa en vino y azъcar porque dice que eso en un niсo estб tres veces feo. Sin embargo, cuando se toma sus vermutes con la Luisa los domingos en el Tropezуn, no le encuentra a beber ninguna pega. Mi abuelo siempre dice: «El que hace la ley, hace la trampa, Manolito». Un dнa que se fueron mis padres por ahн, mi abuelo nos echу al Imbйcil y a mн un chorro de vino en la casera y brindamos, y luego nos dormimos los tres con la boca abierta en el sofб y le prometimos a mi abuelo que nunca se lo dirнamos a nadie.

 

El caso es que nada sucede nunca como uno espera y cuando subimos de vuelta del Tropezуn a comer mi madre ni nos mirу. Puso la comida. Aquel dнa, al que llamaremos H por ser histуrico, comimos pollo como todos los domingos. En nuestras bocas se mascaban los muslos de aquel pollo y en el aire se mascaba la violencia. Cada uno miraba su plato, solamente su plato. Mi abuelo rompiу el duro hielo:

–Pues os digo una cosa, si no encuentro la dentadura ya no me voy a comprar otra, para dos aсos que me quedan de vida, no merece la pena ese dineral.

No dice estas cosas por fastidiar ni para dar pena, dice estas cosas porque las piensa. A mн me pareciу un buen tema de conversaciуn y dije:

–No hace falta que te la compres, espйrate a que al Imbйcil se le caigan los suyos y te haces una.

El Imbйcil se puso a llorar, no sй si pensу que se los нbamos a arrancar allн mismo, vete tъ a saber, es un niсo que llora antes de pensar por quй llora. Se puso a berrear mucho, a moco tendido. Lo del moco lo digo en serio: Le bajaban dos velas espeluznantes por la nariz, avanzaban hacia la boca como avanza la lava de un volcбn en plena erupciуn.

–Jobar, dile que se los limpie, mamб, que me da mucho asco.

Es verdad, los mocos de los demбs siempre me han dado mucho asco, con los mнos soy mбs tolerante. Mi madre se levantу y dijo:

–Asн todo el dнa, cuando no es uno es otro: «Mamб, mira йste; mamб, mira el otro». Y lo raro es que no haya acabado el pollo en el suelo, porque eso es lo normal, que la comida acabe desparramada. Asн siempre, y tъ no te enteras, porque tъ siempre estбs fuera. Uno porque se pasa el dнa llorando...

Se referнa al Imbйcil.

–... el otro porque me pone la cabeza loca, todo el dнa hablбndome, me pone la cabeza loca...

Se referнa a mн.

–... luego lo llevas a la psicуloga y quй dice: «Lo ъnico que le pasa a este niсo es que quiere hablar y quiere alguien que le escuche». Me gustarнa que viniera la psicуloga esa a pasar un verano entero encerrada en este piso con nosotros.

Esto fue lo ъltimo que mi madre dijo aquel dнa H porque mi padre, ese enigmбtico ser que nunca habla y que conduce un camiуn, dijo sin dejar de mirar el plato, como si estuviera leyendo las palabras escritas en el pollo:

–Estarй sуlo tres dнas y ese dinero lo gastaremos luego en irnos a la playa. Y estos dos no se pelearбn en mi ausencia porque Manolito se viene conmigo.

Hay frases en la vida que no olvidarбs mientras vivas, йsta serб una de ellas. Todos nos quedamos mirбndole con la boca bastante abierta. Aquн, en Espaсa, los camioneros suelen trabajar sin llevar a sus hijos en el camiуn, no te puedo asegurar que esto sea asн en todos los paнses del Planeta Tierra. Mi padre tuvo que repetir su frase inolvidable para que saliйramos del encanto que nos habнa paralizado:

–Manolito se viene conmigo. Mйtele tres calzoncillos y tres camisetas en mi bolsa, eso es todo lo que necesita.

Segъn mi madre, yo necesitaba algo mбs que eso, se pasу la tarde haciйndome el equipaje, echу el chubasquero por si llovнa, unos jerseys por si hacнa frнo, los zapatos de vestir por si se presentaba la ocasiуn, la gorra para que no me diera el sol en la cabeza, me hizo un botiquнn de suma urgencia, con sus aspirinas, con sus vendas, con sus tiritas, un baсador por si nos encontrбbamos de repente una piscina, otro baсador para que me pusiera en seguida uno seco al salir del agua y no cogiera frнo en las partes X de mi cuerpo, una toalla de Popeye el Marino, un colirio por si se me ponнan los ojos rojos del cloro, un pantalуn para cada dнa, todas mis camisetas, todos mis calcetines, todos mis calzoncillos y un superveneno corporal que fulmina sin piedad a los mosquitos. A esto hay que aсadirle que yo metн unos anteojos, unos tebeos de Super-Lуpez, una linterna y el vнdeo de la Familia Adams: La tradiciуn continъa, por si nos encontrбbamos un vнdeo en el lugar mбs insospechado. La verdad, con aquel equipaje parecнa que me disponнa a cruzar el ocйano.

Por la tarde llamй al Orejones Lуpez, mi gran amigo aunque sea algunas veces un cerdo traidor.

–Me voy maсana con mi padre en el camiуn tres dнas.

–їPuedo ir?

–No, vamos a trabajar.

–A mн no me importa, mejor, yo me quedo sentado en el camiуn mientras vosotros trabajбis.

El Orejones, mi gran amigo, es asн. Aparte de ser un cerdo traidor, tiene un pequeсo defecto: Va siempre a su bola, es el tнo mбs jeta que yo he conocido. Tiene ese defecto y que le huelen los pies. Por lo demбs es perfecto.

–Le digo a mi madre que me prepare la mochila y maсana estoy a la hora que me diga tu padre en tu portal –cuando se le mete una idea en la cabeza es muy difнcil convencerle de lo contrario.

Me obligу a que se lo preguntara a mi padre y, cuando lo hice, mi padre puso cara de susto y dijo: «їEl Orejones, es que te crees que yo estoy loco? Lo ъnico que me faltaba por oнr: El Orejones».

Le dije al Ore que no podнa venirse, y me dijo:

–Nunca lo olvidarй.

Y es cierto que nunca lo olvidarб porque es bastante rencoroso. Dirбs que le estoy poniendo a parir, pero es que prefiero ponerlo a parir yo, que soy su amigo, antes de que lo hagan otros. Eso es la amistad.

El caso es que el Orejones colgу el telйfono despuйs de saber que no habнa tu tнa y yo di la conversaciуn por terminada, claro, quй iba a hacer.

Llegу la noche y todo el mundo pensу que debнa acostarme pronto, cuando digo todo el mundo me refiero a mi madre. Le pedн que me llevara mi bolsa de viaje y me la dejara encima de la cama. Me gustaba verla allн y poder pensar en una frase que habнa oнdo en una pelнcula: «Maсana emprenderй un largo viaje».

Mi madre me trajo un vaso de leche y me dijo bastante trascendental:

–Manolito, hijo, tъ no te vayas si no quieres. Te quedas y vamos a la piscina y vamos un dнa al Zoo y vamos otro a...

En йsas, entrу mi padre.

–Dйjalo ya, Catalina, he dicho que se viene conmigo en el camiуn, me va a hacer mucha compaснa.

Asн de extraсo es el mundo, un dнa la gente echa pestes de ti, nadie te quiere a su lado, todos te dan la espalda, y, al cabo de unas horas, esas mismas personas se matan por estar contigo. En esos momentos tienes la sensaciуn de ser un tнo importante, fundamental para los demбs, para la humanidad en general.

Ya no habнa ninguna duda. Me iba. Como me dijo mi abuelo aquella noche: Estaba claro que ya tenнa el cuerpo de viaje.

Pasу mucho tiempo antes de que me durmiera, cogн la linterna de mi bolsa y estuve alumbrбndome los pies debajo de la sбbana. Parecнan los pies de un muerto. Era la linterna que habнa llevado el verano anterior a un campamento subvencionado en las afueras de Coslada. No me gustaba nada tener los pies de muerto asн que apaguй la linterna. Mi abuelo, como siempre, tenнa la radio puesta y roncaba como sуlo йl sabe hacerlo. Me escuchй entero un programa de toros que le gusta a mi abuelo, aunque nunca estб despierto cuando lo echan. Matй de un tortazo una mosca que estaba en la espalda de mi abuelo, la mosca se muriу y mi abuelo se despertу con el tortazo. Hay personas que si les das una torta en la espalda cuando estбn durmiendo se pegan un susto de muerte. Una de ellas es mi abuelo. Se sentу en la cama y se llevу la mano al corazуn como si le hubieran pegado un tiro.

–Ya no te picarб nunca mбs –le dije.

Fue mi ъltima buena obra del dнa H.

–Anda, Manolito, majo, duйrmete ya.

Pero todavнa estuve mucho, mucho rato despierto porque tal y como recordarнa con la voz entrecortada por el llanto dнas despuйs Nicolбs Moreno, el abuelo de Manolito Gafotas –yo–, a todos los periуdicos y las radios del paнs:

–Aquella noche mi nieto, mi Manolito, tenнa cuerpo de viaje.

 

Eran las seis y media de la maсana cuando el camiуn Manolito parу en seco. Un niсo que parecнa un explorador saliу de su interior. No le resultу fбcil porque, al igual que los verdaderos exploradores, el magnнfico niсo llevaba colgada una mochila, una chaqueta atada al cuello, una cantimplora, un walkman, una riсonera con sus ahorros y una gorra con una visera tan grande que no le dejaba ver bien el mundo y le hacнa tropezarse de vez en cuando. Ese niсo era yo y йsa fue nuestra primera parada en aquel largo viaje.La verdad es que sуlo hacнa diez minutos que habнamos dejado a mi madre llorando en el portal, como despiden las madres a los niсos que se van a una guerra cruel. Mi padre tuvo que arrancarme de los brazos de mi madre. No le fue fбcil. Mi madre podrнa trabajar de pulpo en un acuario, cuando te rodea con sus brazos es muy difнcil asegurar que saldrбs con vida.

Cuando nos montamos, tuvimos que decirle muchas veces adiуs con las manos, desde el camiуn: Cuando mi padre puso en marcha el motor, cuando el camiуn empezу a andar y cuando dimos la vuelta a la esquina. Yo puse una cara muy triste mientras movнa la mano porque, yo no sй si a tu madre le pasarб lo mismo, a la mнa eso le encanta. Si pones cara de pena en las despedidas ganas cincuenta puntos. Cuando la perdimos de vista guardй mi cara de pena para algъn otro momento y me puse a contar el dinero que llevaba en la riсonera, con esto de que me iba mi abuelo me habнa dado mil pesetas, mi madre otras mil y la Luisa, la vecina нntima de mi madre, sуlo quinientas. Mi madre dijo:

–Quй generosa, ha tirado la casa por la ventana.

Es que a mi madre todo lo que nos dй la Luisa le parece poco, porque la Luisa no tiene hijos, y mi madre dice que el dinero que no nos da a nosotros se lo gasta en boberнas.

Tenнa dos mil quinientas pesetas por un lado y mil que tenнa ahorradas en mi cerdo. Cuando digo cerdo me refiero a mi hucha. Contando el dinero me puse a pensar en lo que harнa con йl. La gente cuando viaja siempre compra regalos para sus familiares y amigos. Un regalo para mi abuelo, otro para el Imbйcil y otro para mi madre, y luego que si la Luisa, que si el Orejones... Si les compraba un regalo a cada uno me quedarнa sin nada. Una de dos: O la gente tenнa mбs dinero que yo o la gente tenнa menos familiares, si no no me explico cуmo pueden comprar cosas para quedar bien con todo el mundo. Me estaba empezando a poner la cabeza loca con ese pensamiento que me habнa entrado. Cuando me pasa eso mi abuelo, que parece tan sabio como un chino antiguo, siempre me recomienda:

–Ponte a pensar en otra cosa.

Mi abuelo tiene soluciones para los problemas mбs terribles. Como dice un amigo suyo igual de viejo y sin dientes como йl: «Estamos ante un gran filуsofo». Sin dientes... Conseguн que se me quitara de la cabeza la preocupaciуn de quй iba a hacer con mis increнbles riquezas pero me acordй de algo mбs horrible todavнa. Resulta que habнa estado tan pendiente de la pelea de mis padres que se me habнa pasado la gran pregunta que mi abuelo habнa estado haciendo durante todo el dнa:

–їDуnde estбn mis dientes?

Bueno, la habнa oнdo pero hay veces que oyes cosas pero que no caes en la cuenta hasta mucho mбs tarde. A mн me sucede mucho porque soy un niсo que no tiene sitio en la cabeza para tantos pensamientos. Mi madre dice que mбs me valнa pensar en estudiar y dejarme de tonterнas. La verdad es que dejarse de tonterнas no es tan fбcil, por lo menos para un cerebro como el mнo.

Todo esto venнa porque de repente me acordй de los dientes de mi abuelo. Yo sabнa dуnde estaban. Yo se los habнa escondido. Bueno, se los habнa escondido en defensa propia. La noche anterior al dнa H, mi abuelo los dejу en un vaso de agua en la rae–sita al lado de la cama, como siempre. Luego puso el programa de toros y se durmiу, como siempre. Entraba luz de la farola de mi calle y la dentadura brillaba en el vaso, como si yo tuviera un ser invisible a mi lado del que sуlo pudiera verse la sonrisa. Ese ser se estaba riendo de mн. Quй ser mбs asqueroso. Sуlo con su sonrisa me tenнa paralizado en la cama, y no es que yo sea muy miedoso, es que hay sonrisas que hielan la sangre del tнo mбs duro. De repente, en la oscuridad, el Imbйcil pegу un alarido de los suyos. Aquйlla parecнa la casa de los Mons–ter. Oн que mi madre se levantaba, no pasaba nada, el Imbйcil sуlo querнa agua. Йl es asн, le gusta pedir las cosas a lo grande. La voz de mi madre diciйndo–le al Imbйcil: «Ya estб bien, duйrmete de una vez por todas» me quitу el miedo de un plumazo pero no querнa volver a encontrarme a solas con el Espeluznante–ser–sonriente. Metн la mano en el vaso y cogн la dentadura. Resulta muy fбcil coger una dentadura con la mano, lo difнcil es pensar luego quй hacer con ella. Desde luego no estaban las cosas como para dormir con una dentadura debajo de la almohada. Igual, en medio de la noche, la dentadura cobraba vida y me pegaba un mordisco en una oreja. Mi corazуn no lo resistirнa (y mi oreja tampoco).

Me levantй con los dientes del Espeluznante–ser–sonriente en la mano y me puse a buscar un buen sitio para dejarlos. La cocina era la habitaciуn que quedaba mбs lejos de la terraza donde yo duermo, asн que hacia ella encaminй mis pasos. La dejй encima de un queso que mi padre habнa traнdo de la Mancha. Al lado del queso habнa un cuchillo, casi siempre hay un cuchillo al lado de un queso. Me di cuenta de que habнa elegido el peor sitio de la casa para dejar a sus anchas al Espeluznante–ser–sonriente. La cocina suele ser el sitio donde los asesinos sin escrъpulos se arman con un cuchillo o con las tijeras de limpiar el pescado. Otra vez empezу a latir mi pobre corazуn como un cosaco.

Tuve una gran idea. Cogн la dentadura de encima del queso, abrн la puerta del congelador, la soltй encima de los cubitos y cerrй la puerta de golpe. Uf, quй alivio mбs grande. Ahн te quedas, Espeluznante–ser, ahora sabrбs lo que significa que a uno se le hiele la sonrisa, en tu largo historial delictivo nunca te las habнas visto con tipos como yo.

Me fui a la cama riйndome para fuera y para mis adentros. Ahн estaba el vaso, ahora ya sуlo era un vaso de agua. Con los nervios se me habнa quedado la boca seca. Me bebн el agua. Ahora ya sуlo era un vaso. Muy orgulloso de mн mismo me dormн.

Quй culpa tengo yo de que aquel episodio terrorнfico se me olvidara. Es muy difнcil recordar cosas cuando estбs oyendo discutir a tus padres sobre ti y tu futuro. El caso es que a los diez minutos de emprender el largo viaje me acordй de la terrible historia y le dije a mi padre:

–Yo sй dуnde se dejу olvidados los dientes el abuelo.

Como comprenderбs mi padre no hubiera comprendido mi decisiуn de encerrar al Espeluznante-ser-sonriente en el congelador. No me iba a agradecer que hubiera salvado a toda mi familia de acabar como La noche de los muertos vivientes-2, asн que tuve que hacer como que habнa sido un despiste de mi abuelo. Es algo normal entre los miembros de mi familia: Cuando algo se pierde en mi casa le echamos la culpa a los despistes de mi abuelo, a йl no le importa y nosotros nos quedamos con la conciencia tranquila. Esto nos evita muchas discusiones.

Mi padre pensу que serнa mejor llamar antes de salir de Madrid, asн que parу al lado de una cabina de telйfonos (en Carabanchel Bajo) y me dio cinco duros. Y es aquн donde ese niсo con pinta de explorador –yo– intentaba bajar del camiуn. Todas las cosas que llevaba colgadas sonaban al chocar unas con otras: Era como si se bajara del camiуn una vaca con su cencerro. Tampoco fue fбcil entrar en aquella cabina. No me explico por quй los exploradores se empeсan en llevar trajes tan incуmodos. Mi padre me tuvo que decir a gritos el nъmero de nuestro telйfono porque, como yo nunca llamo a mi casa, no me lo acabo de aprender y eso que empieza por 6, que es un nъmero bastante mбs fбcil que otros.

Mi madre cogiу el telйfono al momento, como si estuviera al lado esperando la noticia de su vida, y dijo:

–їQuй pasa?

–Nada, que soy Manolito.

–їY cуmo estбs, hijo mнo, cуmo os estб yendo el viaje, ya te has mareado?

–No me ha dado tiempo todavнa, pero dentro de un rato, cuando entremos en la carretera general, me marearй, te lo prometo.

Eso parece que ya la dejу mбs tranquila.

–їTe has tomado ya el bocadillo que te he hecho?

Asн es mi madre, ella piensa que diez minutos despuйs de despedirte de ella te da tiempo a comerte su bocadillo y a vomitarlo.

–No he tenido tiempo material –a mн me gusta decir mucho eso del «tiempo material», en mi clase nadie lo dice, ni siquiera mis padres lo dicen, sуlo algunas veces se oye en el telediario.

–їCуmo?

Ahora sн que no tuve tiempo material para explicarle lo del tiempo material porque se acabaron los cinco duros y se cortу la comunicaciуn. Otra vez tuve que salir de la cabina como la vaca con su cencerro, mi padre me dio mбs dinero. Otra vez entrar en la cabina, otra vez mi padre gritar el nъmero... Quй rollo de vida.

–Que los dientes del abuelo estбn en el congelador.

–їY tъ por quй lo sabes?

–Porque el abuelo los metiу ahн para tenerlos frescos a la maсana siguiente.

Con mi madre hay que acostumbrarse a tener reflejos a la hora de mentir, sus interrogatorios son terribles, deberнan contratarla en la Brigada Criminal.

–Hay que ver quй hombre. Bueno, cariсo mнo, muchas gracias, te echo mucho de menos, que no te dй el sol en la cabeza, come lo que te pongan, hб–blale a papб para que no se duerma, avisa antes de vomitar y dile a papб que no se le olvide...

Otra vez se cortу. Me subн al camiуn arrastrбndome, con todo mi equipaje a cuestas.

–Ya le he dicho lo de los dientes y ella ha dicho: «Dile a papб que no se le olvide... pi, pi, pi». Se ha cortado, їquй serнa?

–No lo sй –dijo mi padre poniendo el camiуn en marcha.

–їNo quieres que llame otra vez para saber quй venнa despuйs del pipipi?

–Noooooooo –me dijo un NO de esos que dice cuando estб empezando a perder la paciencia. Luego cambiу el tono y dijo casi gritando:

–ЎVamonos, Manolito!

No sй si se referнa a Manolito-camiуn o a Manolito-hijo. Quй mбs daba: los tres Manolos нbamos juntos en el mismo viaje.

 

Al cabo de un rato mi padre se me quedу mirando:

–їEs necesario que lleves todas esas cosas colgando? Un camionero tiene que procurar ir cуmodo.

Tenнa razуn. Me fui quitando todo lo que me colgaba y tirбndolo a la parte de atrбs: La mochila, la cantimplora, los anteojos... Ser explorador era un rollo repollo. Yo era un camionero, como mi padre, por eso me quedй sуlo con la riсonera, porque el dinero siempre hay que tenerlo cerca de uno. Me remanguй un poco la camiseta y me puse a hacer que conducнa. Mi padre se echу a reнr mirбndome con sus gafas y yo le mirй con las mнas. Йramos los dos camioneros mбs parecidos del mundo. Y yo tambiйn me echй a reнr. Para entender este chiste tienes que llamarte Manolo como yo, como mi padre. Me sentнa como Dios.

–Me ha dicho mamб que te hable para que no te duermas.

–Pues habla.

–їDe quй puedo hablar? Dime un tema.

–Yo quй sй, hijo mнo, habla lo que a ti se te ocurra.

–O sea, tema libre, como una redacciуn.

Mi padre suspirу un poco.

Me puse los puсos en las sienes para pensar y a los dos minutos de estrujarme el cerebro me saliу uno:

–Ya se me ha ocurrido: los accidentes de trбfico, їte gusta?

–No, no me gusta –dijo mi padre suspirando por segunda vez–. Piensa otro.

–Pues es el ъnico que se me ocurre.

–Mira, Manolito, piйnsatelo tranquilamente, sin prisas.

–їY si te duermes mientras? Te duermes, tenemos un accidente y mamб me echarнa la culpa a mн.

–Manolito –esto me lo dijo muy despacito y diciendo muy claro cada trozo de las palabras–, he dicho que no me duermo. їVale?

Bueno, me di un plazo para pensar el tema, puse la alarma de mi reloj superdigital para dentro de cinco minutos. Los cinco minutos pasaron sin йxito. Sonу la alarma.

–їPara quй suena eso?

–Si quieres que hable tendrбs que darme un tema, yo no tengo imaginaciуn.

–Duйrmete, dentro de un rato pararemos a desayunar.

–Yo no puedo desayunar.

–їPor quй?

–Es que a mamб se le ha olvidado echarme los chococrispis.

–Tъ quieres ser mi compaсero, mi camionero-copiloto, en este viaje. їVerdad, Manolito?

–Sн.

–їY a cuбntos camioneros conoces que no desayunen porque en el bar no hay chococrispis?

–Igual no los piden porque saben que no los hay, si los hubiera a lo mejor los pedirнan. Alguien tiene que ser el primero.

–Pues tъ no vas a ser el primero –no sй por quй pero parecнa que se estaba enfadando el tнo–. Tъ vas a ser uno mбs de los que se piden un bollo o un bocadillo de queso.

–їHay muchos quesos en el bar en que vamos a parar?

–Pues sн, hay muchos quesos, montones de quesos manchegos.

–Es que no sй si te acuerdas de que una vez que fuimos al pueblo del abuelo paramos en un bar de los que tenнan muchos quesos manchegos.

–їY quй?

–Que yo en esos bares que tienen muchos quesos manchegos me mareo.

Mi padre me dijo que yo parecнa un Siete-Leyes y yo le preguntй que quй era un Siete-Leyes, y mi padre me explicу que un Siete-Leyes era un niсo bastante pesado que siempre andaba incordiando a las demбs personas con sus teorнas.

–їY yo soy como ese niсo?

–Todavнa no, pero si sigues por ese camino que llevas, puedes llegar a serlo.

Me quedй callado, pensando que sуlo llevaba un rato a solas con mi padre y parecнa que ya se estaba hartando de mн. Mi madre siempre dice que a primera vista yo parezco un niсo supersimpбtico, pero que cuando la gente pasa conmigo mбs de diez minutos ya no puede soportarlo. Decidн que como mi padre no me conocнa muy a fondo, sуlo a ratos los fines de semana, iba a cambiar de personalidad en este viaje. Iba a ser ese niсo callado y misterioso que nunca he sido. Me puse el cronуmetro a funcionar para proponerme estar en silencio veinte minutos. Mi padre, que me vio callado, me preguntу:

–їQuй pasa, hijo, te estб picando «Fernandillo»?

En Carabanchel Alto eso quiere decir: їTe estб entrando el sueсo? No me preguntes por quй, a lo mejor «Fernandillo» es el equivalente a la mosca tse-tse carabanchelera.

Como yo no contestaba me lo volviу a preguntar:

–їQue si te pica «Fernandillo»?

Estuve en un tris de contestarle, pero me mordн el labio con fuerza para no hacerlo, porque ahora era ese niсo callado y misterioso. No dije ni mu y cerrй los ojos.

–Anda que no tienes tъ puntos raros –oн que me dijo mi padre.

Pero ya lo estaba oyendo muy de lejos porque «Fernandillo» me habнa clavado su aguijуn criminal y sin darme cuenta me quedй completamente sopa.

 

Me despertй porque el camiуn se habнa parado y porque mi padre me habнa abierto la puerta para ayudarme a bajar.

–El camionero jefe y el camionero-copiloto tienen que reponer fuerzas –dijo mi padre.

Mientras entrбbamos en aquel bar yo echй de menos la cama en la terraza de aluminio visto que comparto con mi abu, y los desayunos con el Imbйcil, que son desayunos de alto riesgo, porque el dнa que no se le cae el vaso del colacao al suelo, le da la risa y le salen los chococrispis de la boca como perdigones mortales. No exagero, en una ocasiуn, uno de los chococrispis me dio en la frente y me tuvo que poner mi madre un hielo para el chichуn.

Yo le dije a mi madre que, por favor, le diera una colleja al Imbйcil (me gusta participar en su educaciуn), pero mi madre me dijo que la culpa la tenнa yo por hacerle reнr incontroladamente cuando tenнa la boca llena.

Pues todos esos buenos ratos en familia eran los que yo echaba de menos porque tenнa sueсo y porque cuando entrй en aquel bar todo estaba lleno de quesos aceitosos en la barra, como yo me temнa. Mi padre me sentу al lado de unos colegas suyos y uno de ellos se echу en el cafй con leche toda una copa del anнs que le gusta a mi abuelo y, despuйs de haber pegado un sorbo de oso hormiguero a la taza, se me acercу a la cara y me preguntу con su boca justo al lado de mi nariz:

–їY este gafillas de quiйn es?

Me quedй mirбndole sin contestarle. Primero, porque era el niсo callado y misterioso –recuerda– y, segundo, porque de la boca de aquel tнo salнa un pestazo criminal que me habнa dejado paralizado.

–Se le ha comido la lengua el gato –siguiу el tнo pesado.

–Es mi chico, que se ha mareado un poco –dijo mi padre.

Yo dije que no querнa desayunar, pero mi padre se empeсу en pedirme un vaso de leche. El tнo pesado me dio un codazo como si fuйramos amigos de toda la vida y me dijo otra vez cerca de la nariz:

–Si quieres te echo un chupito de mi vitamina en la leche y ya verбs cуmo se te pasa el mareo.

Dicho esto se puso a reнrse de su ocurrencia.

–Dйjalo, Marcial, que ahora no estб para bromas.

Asн que el tнo pesado se llamaba Marcial. Mi padre se puso a hablar con йl de carreteras y de portes y de cosas que a mн no me importaban. Y a mн me pareciу que mi padre era otra persona que la que yo conocнa, que aquel padre que venнa a mi casa los fines de semana y que casi nunca hablaba demasiado. Allн en el bar saludaba a todo el mundo, hablaba con el camarero, que estaba detrбs de los quesos; con Marcial, que pegaba sorbos sonoros a su mejunje asqueroso y parecнa que se lo estaba pasando de maravilla. Me acordй de cuando mi padre decнa que se pasaba la vida como un perro solitario andando por esas carreteras. Ja, ja, como un perro solitario. Mentira podrida.

Antes de salir del bar el gracioso de Marcial le dijo a mi padre:

–Pues sн que es simpбtico tu chaval y quй conversaciуn tiene.

Dejй que mi padre saliera y me acerquй a йl para decirle:

–Si bebes, no conduzcas.

Me fui corriendo y allн lo dejй, pero pude oнr que decнa a mis espaldas:

–Nos volveremos a ver, chaval, nos volveremos a ver.

Y un escalofrнo mortal me recorriу todas las partes de mi cuerpo.

Nos volvimos a montar en el camiуn. La alarma de mi reloj sonу y yo respirй porque estaba de ser un niсo callado y misterioso hasta las narices.

–їPor quй hablas tanto con las personas? –le preguntй a mi padre.

–Porque son mis amigos.

–їPero superamigos? Del uno al diez, їcuбnto de amigos?

–Pues... seis, mбs o menos.

–їSуlo seis y hablas tanto?

–їY quй problema le ves a que yo hable?

–Nada, que como en casa no hablas, serб que a nosotros nos quieres un cinco o un cuatro.

Mi padre se echу a reнr y a mн me dio rabia que se riera de un tema tan serio.

–Y aunque tu amigo sea un borracho, їa ti no te importa?

–їQuй amigo es un borracho?

–Marcial, que se echa anнs para desayunar.

–Pero eso no es ser un borracho.

–Sн, porque mamб no le deja bajar al abuelo a desayunar al Tropezуn para que no se eche anнs en el cafй porque dice que un viejo borracho es lo mбs feo que puede verse en el mundo.

–Tu madre es un poco exagerada.

–їCuбnto hay que beberse entonces para ser un borracho?

–No te podrнa decir...

–їLa botella entera?

–Es que tъ quieres respuestas para todo, y no todo tiene respuestas. Tu madre ve a uno que se desayuna un anнs y dice «йse es un borracho», y yo no soy asн.

–їY tъ cуmo eres?

–Pues ahн sн que me rindo. Que cуmo soy..., que cуmo soy... їTъ cуmo me ves? Dнmelo con sinceridad.

Le mirй un rato y al final de ese rato, le dije:

–Pues eres... un poco grande tirando a gordo, y un poco serio tirando a callado, y eres bastante bueno porque como casi nunca estбs en casa nos riсes menos que mamб.

–Asн que un tнo grande tirando a gordo...

Lo repitiу mirбndome muy serio y yo creнa que me iba a regaсar, pero de repente se echу a reнr a carcajadas:

–Un tнo grande tirando a gordo que es bueno porque nunca estб en casa. Sн, seсor, Ўйse soy yo!

Mientras mi padre se reнa yo empecй a notar que un sudor frнo me llenaba la cabeza. De la boca me saliу un eructo ensordecedor, de los que solнan soltar los dinosaurios velocirraptor despuйs de comerse cuatro o cinco бrboles del Planeta, y despuйs del eructo saliу sin que pudiera controlarlo una masa volcбnica de mi boca. La masa volcбnica cayу sobre el asiento y mi padre pegу un frenazo poniendo en peligro nuestras vidas para apartarse de la masa terrorнfica, que se estaba extendiendo por todo el asiento.

–Jodй, cуmo lo has puesto todo, hijo mнo.

–Te lo dije, me pasa siempre que entro a un bar de esos de quesos.

Mi padre me mirу como si estuviera bastante harto de mн.

–La prуxima vez no me vomites en el asiento, vomitas en...

Se puso a buscar un recipiente donde pudiera vomitar si es que el volcбn volvнa a ponerse en erupciуn y no encontrу nada mбs que mi gorra de las Tortugas Ninja.

–La prуxima vez antes de vomitar en el asiento, vomita en tu gorra.

No te lo creerбs pero a mн sуlo de imaginarme mi gorra nueva de las Tortugas Ninja llena de mi propio vуmito me entrу una pena que se me saltaron las lбgrimas (dos).

–їY, ahora, por quй lloras?

–Porque no quiero que se me estropee mi gorra.

Mi padre me dijo que entonces lo mejor serнa que no volviera a vomitar (es un hombre de grandes soluciones), que mirara al frente y que me pusiera a disfrutar del paisaje. Yo mirй a eso que mi padre llamaba el paisaje.

El paisaje se parecнa mucho a un secarral que compraron mis padres el aсo pasado para que nos hiciйramos un adosado. Pero no encontramos a nadie que quiera hacerse un adosado con nosotros. Durante dos meses sacamos el anuncio en el Segundamano:

 

Ofertуn: Familia Garcнa Moreno ofrece a la venta la mitad de un prado para hacer adosado. Vistas inigualables y familia encantadora.

 

Durante esos dos meses estuvimos yendo todos los fines de semana a enseсar el Ofertуn. La gente se quedaba pбlida al ver lo que mi madre habнa anunciado como prado. Miraban el secarral, nos mira–ban a nosotros, y tambiйn miraban al Imbйcil que se divertнa persiguiendo a los ratones de campo con su pistola de ventosas y riйndose como un niсo poseнdo de un lado para otro. La gente se metнa en su coche sin decir ni adiуs. Algunos arrancaban el coche tan deprisa que las ruedas derrapaban y se montaba una nube de polvo terrorнfica que nos cubrнa a todos nosotros.

Mi abuelo dice que no sabe si salнan huyendo al ver el secarral o al vernos a nosotros. Estб visto que, por lo que sea, nadie quiere ser compaсero de adosado en nuestro secarral de las afueras de Parla. A mi madre cada vez que sale el tema «Secarral» se le tuerce el morro. Antes decнa con una sonrisa: «Nuestra tierra»; ahora dice: «El secarral que comprу tu padre». Es una costumbre de los Garcнa Moreno echarnos la culpa los unos a los otros. Son tradiciones familiares que pasan de padres a hijos.

Yo le dije a mi madre que no habнa que perder la esperanza, que en las pelнculas cada vez que habнa un secarral que despreciaba todo el mundo, en ese secarral salнa petrуleo y los protagonistas se hacнan millonarios y se fumaban tres puros, o que a lo mejor tenнamos suerte y nos lo compraban para poner un cementerio de coches o un vertedero de basuras. Mi madre me dijo con el morro torcido (morro «Secarral»):

–Para vender el secarral harнa falta un milagro.

Es verdad, un milagro de esos que se aparece la Virgen y la gente se entera y la gente va como loca a comprar garrafas del agua de la roca donde se apareciу la Virgen. La Luisa tiene una garrafa de cuando fue a ver a la Virgen de Fбtima y, por las noches antes de meterse en la cama, mete el dedo en la garrafa y se pone dos gotitas detrбs de las orejas porque dice que asн la vida le va que te pasas de bien.

Nosotros, el agua de la «Virgen del Secarral» en garrafas, no la podrнamos vender. Allн tipo souvenir milagroso sуlo se podrнa vender un puсado de tierra o algъn ratуn del secarral que el Imbйcil metiera en un bote. Para que la gente echara ese ratуn en una botella de licor. Y el Imbйcil y yo vendiendo como locos artнculos supermilagrosos. Entonces, todo el mundo querrнa comprarnos nuestra tierra y dirнamos:

–No, no, amiguito, haberlo pensado antes, cuando aъn no se habнa aparecido la Virgen.

Mi madre dice que la Virgen no se nos puede aparecer porque mi abuelo no cree en Dios y que asн nos va la vida como nos va. Yo le dije a mi abuelo que si no le importaba creer en Dios un poco de tiempo, dos o tres meses, para ver si la cosa cambiaba. Mi abuelo dice que me promete que si vendemos el secarral empezarб a creer en Dios. Estas conversaciones no se pueden tener delante del Imbйcil porque es el ъnico que tiene cariсo al secarral (por su aficiуn a cazar ratones), y como se entere de que estб en venta se pone como йl se pone cuando se pone: Tirado en el suelo boca abajo y llorando con unos gritos que han llegado a oнrse en ocasiones en Carabanchel Bajo.

 

Esto venнa a cuento de que mi padre me habнa dicho que disfrutara del paisaje, y el paisaje por el que pasбbamos era un secarral detrбs de otro: Un secarral interminable.

–Me acuerdo del secarral –le dije a mi padre, para que viera que soy un niсo con un corazуn dentro.

Mi padre me mirу con cara rara y me dijo:

–En cuanto tenga algo de tiempo os voy a sacar de viaje porque, aparte del parque del Ahorcado y del secarral, no habйis visto nada de nada, y no quiero tener unos hijos tan catetos.

Yo no sabнa lo que era un cateto, pero me sonу fatal, y le dije a mi padre que sн que habнa estado en muchos mбs sitios: En Mota del Cuervo (Cuenca), que es el pueblo de mi abuelo; en Carabanchel Bajo, en la Gran Vнa y en la Semana del Japуn en Carabanchel que se celebrу en el Pryca. Mi padre se echу a reнr y, cuando la risa le dejу hablar, me preguntу:

–їY entre Carabanchel Bajo y Japуn, con quй te quedas?

–Con Japуn, mola mбs.

Y para que se diera cuenta de mi gran sabidurнa oriental le contй mi experiencia japonesa. Una historia espeluznante que te encontrarбs en el siguiente capнtulo y que pienso contar desde el principio de los tiempos.

 

 

SEGUNDA PARTE - La semana del Japуn

Lo anunciaban por la radio de mi barrio: «ЎHa lle­gado la Semana del Japуn!», y luego se oнa un gong que te ponнa los pelos de punta. El Japуn habнa lle­gado al hнper que hay cerca de mi casa y mi madre estaba que se morнa por celebrarlo, asн que llamу a la Luisa y se lo dijo:

–їLo has oнdo? Ha llegado la Semana del Japуn.

–Sн. Yo ya me estaba vistiendo. No hay tiempo que perder.

Mi madre hizo todo lo posible porque nosotros no nos fuйramos con ella, pero nadie estaba dis­puesto a cuidarnos. Se lo pidiу a mi abuelo:

–Esta tarde no, Cata, tengo la Final de Petanca en el parque del Ahorcado.

–Pues llйvatelos.

–No me dejan mis amigos.

Y es verdad, a mi abuelo no le dejan que vaya el Imbйcil a las partidas de petanca porque el Imbйcil muerde a los viejos que le van ganando a mi abuelo. Un dнa le mordiу en la pierna a un viejo, que es amigo de mi abuelo, y a ese viejo le tuvieron que poner la antirrбbica y todo, porque yo le dije a ese viejo que el Imbйcil compartнa el chupete con la Boni (la perra de la Luisa), y el viejo se puso a gri­tar y a montar el nъmero mirбndose la marca de los dientes del Imbйcil en la pierna. No cogiу la rabia pero estuvo sin hablarse con mi abuelo durante meses.

Mi madre insistiу en que mi abuelo cargara con nosotros:

–Pero, papб, їes que no me vas a hacer ese favor?

–Pero si te lo hago todas las tardes. No tengas morro, Catalina.

–No puedo nunca ir a ningъn sitio. Me tenйis atada entre unos y otros.

Mi madre siempre dice que no puede salir pero nunca estб en casa. Y yo no me quejo, que conste. A nosotros nos gusta (a mi abuelo, a mн y al Imbйcil).

Ella jamбs se da por vencida asн que le empezу a pedir a la gente que se quedara con nosotros. Baja­mos con ella al Tropezуn, a ver si el seсor Ezequiel nos querнa cuidar:

–Mira, Ezequiel –dijo mi madre con una sonri­sa–, ellos se estбn aquн en una mesita viendo la tele, calladitos, y no hay niсos.

El seсor Ezequiel se rascу la cabeza:

–Catalina, no me intentes vender la burra que conozco a tus niсos como si los hubiera criado en el bar. Me los dejas y dentro de cinco minutos me estбn cambiando el canal de la tele para poner sus dibujos, me estбn manoseando todas las tapas y se estбn riendo de los clientes.

Yo y el Imbйcil empezбbamos a estar un poco deprimidos, porque es un corte mortal que tu ma­dre busque un voluntario para cuidarte y que nadie quiera quedarse contigo. Se lo pidiу a la Porfiria, la panadera:

–їCon йstos, te crees que estoy loca? Y se pasan el rato pidiйndome chucherнas, si estos niсos no tienen boca mбs que para pedir.

Se lo pidiу a la madre del Orejones:

–No puedo –dijo la madre del Ore–, yo tambiйn voy a la Semana del Japуn. He dejado al Ore con la psicуloga, pagбndole dos horas extras.

–їY no le puedo dejar yo tambiйn los niсos a la psicуloga?

–No, porque eso ya serнa terapia de grupo y mi Ore necesita un tratamiento de choque individual.

Mi madre estaba tan desesperada que se lo llegу a pedir al vecino del cuarto, uno que nos ha hecho una gotera en el techo del vбter porque dice mi abuelo que tiene cara de mear fuera de la taza, fijo.

Subimos al cuarto la Luisa, mi madre, yo y el Im­bйcil. Yo y mi hermano estбbamos cogidos de la mano porque el vecino del cuarto siempre que nos ve, gruсe.

Abriу la puerta y dijo:

–їY ahora quй pasa?

Y la Luisa tomу la palabra:

–Es que Catalina y yo nos vamos al mйdico y los niсos no tienen con quiйn quedarse...

El vecino del cuarto nos mirу con el odio asesino de siempre, y yo y el Imbйcil nos escondimos de­trбs de mi madre.

–їY quй? –dijo.

–Pues que hemos pensado –siguiу la Luisa– que puede ser una buena oportunidad de que hagamos todos las paces y de que usted conozca a los niсos de cerca, porque estos niсos no son lo que parecen.

–їAh, no?

–No. Parecen insoportables, parecen malos por­que gritan muchнsimo, porque son muy empa­chosos...

Y siguiу mi madre:

–Porque no dejan vivir a nadie, se pelean conti­nuamente, han pintado la escalera...

Y siguiу el vecino:

–Me martirizan con los gritos a la hora de la sies­ta, y cуmo se insultan el uno al otro, mi mujer y yo lo comentamos: Parecen camioneros.

–Cuidado –dijo mi madre–, que mi marido es camionero.

–Perdуn, perdуn, no lo decнa por su marido. Lo que querнa decir es que estos niсos no se los regala­ba yo a nadie.

–ЎEso sн, eso sн! –dijeron a coro mi madre y la Luisa.

Entre todos nos estaban poniendo verdes. Me­nos mal que nosotros no tenemos sensibilidad, que si fuйramos de esos niсos que les salen traumas, tendrнamos ya todo el cuerpo lleno. La Luisa em­pezу a defendernos un poco:

–Pero todo eso es la apariencia, se lo digo yo, que soy para ellos casi mбs que una madre, porque a es­tos niсos me los he tenido que tragar yo un mon­tуn de tardes que su madre no estaba.

–Bueno, no tantas, Luisa... –dijo mi madre un poco dolida.

–Unas pocas –la Luisa llevaba la voz cantante–. Y le digo yo que detrбs de estos dos monstruos de apariencia diabуlica –la Luisa nos cogiу ahora por la cabeza al Imbйcil y a mн– hay dos angelitos que quieren salir. Pero eso a primera vista no se ve, cla­ro, hay que estar mucho rato con ellos.

–їCuбnto rato? –dijo el vecino mascando el pali­llo que llevaba en un lado de la boca.

–Dos horas –dijo corriendo mi madre.

–No –dijo el vecino.

–Una hora y media –dijo ahora la Luisa.

Parecнa que nos estaban subastando.

La mujer del vecino se asomу para decir:

–Ni diez minutos, Cucъ –mi vecina siempre lla­ma asн a su mando y al Imbйcil y a mн siempre nos da la risa.

Esta vez tambiйn nos dio y Cucъ nos mirу con odio.

–Ni diez minutos –dijo otra vez la mujer de Cucъ– porque te tendrнas que quedar tъ solo con ellos. Recuerda que yo me voy a la Semana del Japуn.

Mi madre y la Luisa se marcharon sin decir adiуs ni a Cucъ ni a su mujer, y yo y el Imbйcil fuimos detrбs de ellas como dos tontos a los que no querнa nadie. A otros niсos de otros barrios se les hubiera formado en el cerebro una depresiуn como una ca­tedral pero aquн, en Carabanchel, los niсos de la in­fancia estamos acostumbrados a que nuestras ma­dres siempre anden por las tardes buscando alguien que se quede con nosotros y que nos aguante.

He oнdo que en otros barrios hay chicas que cobran di­nero por quedarse con niсos que se quedan solos, aquн, en Carabanchel, la costumbre es pedir el fa­vor a quien sea. Asн que la gente la primera vez dice que sн, que sн y que para eso estamos los vecinos, y cuando ese vecino inocente aguanta mбs de una hora a un niсo de Carabanchel Alto, ese vecino ya no quiere volver a repetir la experiencia.

–Es que ni aunque me pagaran, fнjate –dice ese vecino escarmentado.

Asн que la madre tiene que buscar un vecino nue­vo en cada ocasiуn.

Yo les dije a la Luisa y a mi madre que podнamos quedarnos solos pero mi madre me recordу que la ъltima vez que nos dejу salнa humo por la ventana, porque yo le habнa estado enseсando al Imbйcil a prepararme las tostadas del sбbado y en una de йsas empezу en la tele El Chavo del Ocho, se nos fue la olla a Camboya y dejamos las tostadas en el tosta­dor hasta que se pusieron negras, y se puso la coci­na negra, y el humo negro saliу por la ventana de la cocina, y llegу hasta la nariz de mi madre que, en ese momento, volvнa con dos candelabros de La se­mana de Transilvania en el Sepu. Tirу los candela­bros que habнa comprado y subiу ahogбndose por las escaleras. Las tostadas seguнan en el tostador y el Imbйcil y yo estбbamos cantando las canciones de los anuncios. No habнamos olido nada, pero es que ya te dije antes que no tenemos sensibilidad. Por eso mi madre no querнa ni oнr hablar de de­jarnos solos.

Yo pensй que iba a decir:

–Estб bien, me fastidio y me quedo en casa yo tambiйn.

Pero como es la tнpica madre imprevisible dijo:

–Estб bien, me fastidio y me los llevo. Pero, mu­cho cuidadito. Al primero que me pida que le com­pre algo le suelto una colleja.

Era cierto. Yo sabнa que esa tarde las collejas es­taban sobrevolando peligrosamente nuestras cabe­zas. Asн que me apretй la lengua hasta casi hacerme sangre para estarme callado. Los niсos de Carabanchel Alto no sabemos entrar a ninguna tienda sin ponernos a pedir como posesos. Es un impulso irrefrenable que han estudiado cientнficos de todo el mundo. Un cientнfico chino dijo que a algunos niсos este sнndrome se les curaba con una buena colleja de su madre, pero esta terapia no vale con todo el mundo. Hay niсos en mi barrio que una vez que se les ha pasado el picor de la colleja vuel­ven a pedir como si nada.

 

Entramos todos al hнper por el Sector-Pollerнa porque mi madre querнa comprar ese pollo que nos pone todos los domingos para comer. No es que sea el mismo pollo, entiйndeme, pero deben de ser de la misma familia porque todos saben igualito, un poco requemaos por fuera, porque mi madre hace el pollo igual que el Imbйcil las tostadas: Se baja al Tropezуn a tomarse unos vermutes con mi padre y deja al pollo en la soledad de su horno a que se chamusque. Lo original del pollo es que lue­go por dentro estб crudo. Menos mal que el incon­fundible sabor a «Pollo Catalina» se lo quitamos nosotros poniendo en el plato un suave lecho de ketchup que lo mejora bastante.

Llegamos a la pollerнa y mi madre le dijo al po­llero:

–Quiero йse.

Como si entre todos los pollos ella tuviera muy claro cuбl iba a ser su prуxima vнctima.

Con el pollo en nuestro poder entramos en la Se­mana del Japуn en Carabanchel. Por los altavoces salнa la voz de una chica japonesa que cantaba su canciуn japonesa y habнa mбscaras con caras de hombres con la piel blanca y la boca roja y abierta, y tambiйn habнa unas figuras de cerбmica de lujo de luchadores de Sumo a punto de atacarse. A mн me pareciу de pronto que estaba en el mismo Japуn y cogн la mano de mi hermano para que no nos per­diйramos en el Lejano Oriente.

El Imbйcil, que es un niсo bastante extraсo, se soltу de mн porque es­taba muy emocionado cantando la canciуn de la chica japonesa. La cantaba como si se la supiera de toda la vida, te lo juro. Mi madre y la Luisa se le quedaron mirando como si el Imbйcil estuviera po­seнdo y mi madre dijo con cara de disgusto:

–Quй raros son mis hijos, Luisa, yo cada dнa los veo mбs raros.

Y le puso la mano en la frente al Imbйcil por si tenнa fiebre, pero no tenнa. La Luisa tranquilizу a mi madre diciйndole que debнa de ser que en su anterior reencarnaciуn el Imbйcil habнa sido una cantante japonesa. Pero al rato, el Imbйcil co­giу uno de los sables de guerra mortal de los samurais y empezу a moverlo de un lado para otro mirбndonos como si nos fuera a partir en dos. Nos quedamos mirбndole bastante aterrori­zados.

–Desde luego no sй si antes fue un samuray o una cantante japonesa –dijo la Luisa–, pero que su vida anterior este niсo la pasу en Japуn, de eso me jue­go el cuello.

Llegamos a una oferta que habнa de kimonos con dragуn en la espalda y la Luisa y mi madre los to­quetearon todos para llevбrselos al probador. Mien­tras, el Imbйcil habнa vuelto a ser cantante japonesa y yo me aburrнa porque yo en las tiendas siempre me aburro a no ser que me vayan a comprar algo (este sнntoma forma parte de la enfermedad que te expliquй antes). De pronto, mi madre dijo que la gran oferta de los kimonos era llevarse siete por el precio de cuatro. Se llamaba «Gran Oferta los Sie­te Samurais».

–Manolito, levanta del suelo, їte gustarнa tener un kimono?

Yo le dije que no con la cabeza.

–Hay que ver el niсo este, siempre estб con sus caprichitos y hoy que a mн me interesa, no quiere. Pues te aguantas, porque te lo voy a comprar.

Otro sнntoma de la enfermedad de pedir en las tiendas: A los niсos de Carabanchel Alto nunca nos gusta lo que nuestras madres nos quieren com­prar. Pero para mi madre eso no es problema por­que ella siempre va a su bola.


Дата добавления: 2015-11-14; просмотров: 59 | Нарушение авторских прав


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